Noam Chomsky: “La integración de Latinoamérica es el requisito previo para la independencia real”
Noam Chomsky es un hombre tocado por una curiosidad inagotable. Debería añadirse que es un intelectual comprometido. Esto parece obvio pero no lo es. A diferencia de muchos otros intelectuales, no solo es capaz de denunciar injusticias, absurdos y atrocidades perpetradas en nombre del interés nacional de Estados Unidos o los principios del mundo libre, como la democracia y el mercado, sino también de trabar largos diálogos con quienes difieren de algunas de sus posturas políticas, sin que esto menoscabe el tejido de la conversación, sino todo lo contrario.
Más que sus ideas radicales, que de cuando en cuando revuelven la bilis de la opinión pública conservadora, lo que llama la atención de Chomsky es su capacidad casi sobrehumana de perseguir el entendimiento racional de casi cualquier problema, embebiéndose en galaxias y universos de información en los que cualquier otro se ahogaría sin la menor chance de supervivencia. He aquí lo que opina de la actualidad Latinoamericana.
Usted ha señalado que América Latina ha desafiado la hegemonía de Estados Unidos y las instituciones financieras globales que han demorado el avance democrático en la región. Es decir que los latinoamericanos, según sus palabras, nos encontramos en una suerte de momento postneoliberal. ¿Por qué cree usted que el futuro puede forjarse en América Latina?
No creo que América Latina sea la utopía. Lo que digo es que ha comenzado a emerger de una historia muy dura hacia un estadio en el que tiene algunas posibilidades. Eso no la convierte en utopía. En los últimos doscientos años, América Latina ha tratado muchas veces de salir adelante pero no ha podido hacerlo debido a tres problemas. Primero por la falta de integración entre los países, pues incluso el sistema vial es diferente entre unos y otros. También porque los países han estado orientados hacia poderes imperiales casi en todo sentido, desde los bancos en los que la gente invierte su dinero hasta las universidades a las que envían a sus hijos.
Tal dependencia se está dejando atrás y se han adoptado medidas firmes en pos de la integración. El último ejemplo es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), creada en febrero de 2010 con todos los países de América excepto Estados Unidos y Canadá, un proyecto simbólicamente significativo y potencialmente importante. Si esa organización adquiere algunas funciones reales en la integración, será comparable con otras iniciativas como Unasur, el Banco del Sur o Mercosur… A mis ojos, la integración es un requisito previo para la independencia.
El segundo problema es interno. Todos los países de América Latina tienen una estructura social horrenda en la cual hay un pequeño sector de la población, mayoritariamente blanco, que es extremadamente rico y está rodeado de una enorme miseria. Eso no se ha solucionado, pero al menos ahora se tiene en cuenta. Los programas sociales de Lula da Silva no son la solución, pero son un avance. Lo mismo sucede con las misiones en Venezuela. El tercer punto es el surgimiento de los movimientos indígenas. Sabemos que esos movimientos son un arma de doble filo.
Por ejemplo en Ecuador, donde los indígenas preguntan por qué deben renunciar a su forma de vida para que los conductores puedan congestionar las calles de Nueva York, o en Colombia, donde inquieren por qué deben sacrificar sus hábitats por la minería. Aunque tiendo a simpatizar con esas preguntas, sé que no son cuestiones triviales. Un país tiene recursos y debe poder usarlos.
El problema es cómo conseguir que se usen en beneficio de la población, tratando de generar la menor destrucción posible del medio ambiente y evitando que los beneficios vayan exclusivamente a los inversores internacionales o a los ricos locales. Al menos estos problemas se abordan ahora de una manera diferente que en el pasado, cuando cada vez que alguien reclamaba lo aplastaban.
Otro elemento fundamental es que hay una relación Sur-Sur que antes no existía. Como prueba, China es hoy uno de los mayores inversores en la región, superando, en lugares ricos en recursos, a Estados Unidos. Si examinas en retrospectiva la política exterior de Estados Unidos, verás que el control de América Latina ha sido casi un dogma. En el Consejo de Relaciones Exteriores era común creer que si no se controlaba América Latina no se podía controlar al mundo.
Bueno, ya no la controlan. El ejemplo más notorio es Brasil. Brasil y Turquía, otro país que ha escapado del control estadounidense, se aliaron para negociar un tratado nuclear con Irán. Obama lo vio con reticencia, pero aun así lo hicieron. Pasa también en otras partes, porque el control mundial de Estados Unidos está declinando y América Latina es una pieza de importancia. Eso le abre a la región posibilidades que antes no tenía ¿Cómo manejará esas posibilidades? Aún no está claro.
¿Qué riesgos y desafíos ve usted cuando piensa en las esperanzas latinoamericanas?
El riesgo es que las estructuras que han impedido el desarrollo de las sociedades latinoamericanas aún existen. Los caudillos y el caudillismo, por ejemplo. O el hecho de que el desarrollo actual siga basado en la extracción de materias primas.
Incluso en Chile, que se considera la joya de la corona, la economía sigue dependiendo del cobre y en general sigue sujeta a una determinante geográfica que la lleva a producir frutas y vinos para el mercado estadounidense. Aparte de eso, no parece haber un esfuerzo claro y consistente para superar el sistema tradicional. La economía de Brasil también depende de materias primas extraídas para Rusia y China, si bien el país cuenta con un aparato industrial importante. El otro problema es introducir y consolidar una democracia funcional en estos países, que permita superar la tremenda pobreza y ayude a que la población participe política y socialmente.
Ya que usted menciona los problemas que trae el caudillismo al sistema democrático, me gustaría conocer su opinión actual sobre Venezuela. ¿Cuál es su apreciación del socialismo del siglo XXI y de Hugo Chávez como líder?
Venezuela es una historia mixta. Algunas de las políticas públicas, como las misiones, me parece que tienen sentido. Ha habido una importante reducción de la pobreza, que ahora podría estar creciendo de nuevo.
Además, el hecho de haber podido vencer el golpe militar y una gran huelga capitalista del sector industrial y empresarial me parece un avance significativo. Hay grandes problemas de violencia criminal, corrupción y control autoritario que deben ser confrontados y abordados. Esto sucede en el marco de iniciativas internacionales muy constructivas como Petrocaribe y el Banco del Sur. De modo que hay cosas positivas, pero también hay peligros.
Usted ha mostrado una preocupación constante por Colombia. ¿Qué piensa del legado de Álvaro Uribe y del nuevo gobierno de Juan Manuel Santos?
Cuando estuve en Colombia, hace algunos meses, la Defensoría me llevó a visitar algunos pueblitos aislados y peligrosos cercanos a La Vega, en el Cauca. Fui porque los habitantes de la región dedicaron un bosque a la memoria de mi difunta esposa, Carol. Allí los pobladores estaban tratando de bloquear los esfuerzos de compañías mineras que con su explotación arbitraria han contaminado las fuentes de agua. Por ejemplo, y esto es algo que yo no sabía, aparentemente el gobierno está tratando de privatizar el agua.
Y lo hace tomando en cuenta la lección que dejó el fiasco de Bolivia. Es decir, no como un esfuerzo a nivel nacional, sino en pequeñas zonas, aislando a las comunidades y anulando su capacidad de acción conjunta. Contra eso, la gente de muchas de las comunidades que visité se está organizando y tiene programas hidrológicos muy sofisticados, principalmente para resistir la privatización así como la destrucción de los bosques vírgenes.
Es una tendencia alrededor del mundo resistir la presión de las compañías multinacionales. Que puedan lograrlo, está por verse.
Al mismo tiempo, la gente de la Defensoría me comentó que ha resurgido la violencia, en parte por la acción de las Farc, lo que ha producido una respuesta militar y paramilitar. El padre Javier Giraldo, una persona increíble, estaba con nosotros investigando para un libro sobre lo que ha pasado con las comunidades de paz como San José y Apartadó que, tal vez sepas, han sido atacadas e intimidadas por largo tiempo. Incluso la última vez que estuve allí hace algunos años, San José, que es la más grande, estaba sitiada.
La situación ha empeorado, con lo que virtualmente se han eliminado estas islas de paz. Me parece que eso no luce bien. Para volver a tu pregunta, los grupos de derechos humanos con los que hablé esperan que con Santos haya un relajamiento. Esto no lo puedo asegurar porque proviene de una fuente secundaria, pero la esperanza es que aunque Santos continúe aplicando algunas políticas de Uribe, se supone que por su clase social –él es un oligarca mientras Uribe viene de una clase media antioqueña– y porque no necesita las conexiones soterradas con el paramilitarismo y el narcotráfico que hubo en el gobierno uribista, será menos brutal en materia de derechos humanos y más abierto al diálogo.
Las relaciones entre EE.UU. y América Latina
Aprovechando que ha tocado un tema controversial, quisiera preguntarle cuál es el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.
Latinoamérica se está moviendo hacia algún tipo de integración, lo cual, como he dicho, es el requisito previo para la independencia real. Esto es muy importante porque es la primera vez, en cinco siglos, que se dan tales condiciones. No sé si llegará a trascender, pero me parece que si la Celac se transforma en algo más que un proyecto en el papel, puede ser muy positivo.
Lo mismo puede decirse de la propuesta de despenalizar algunas drogas llevada a cabo por la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, encabezada por los ex presidentes Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso y César Gaviria. Si América Latina coincide en salir de esa guerra destructiva contra las drogas, podría haber un avance importante en ese terreno. Por supuesto que eso implicaría un gran esfuerzo educativo en Estados Unidos.
Para dar un ejemplo, repito algo que escuché esta mañana en la National Public Radio mientras manejaba hacia acá. Discutían lo que sucede en México y las declaraciones de Hillary Clinton sobre una insurgencia que amenaza a Estados Unidos. Había un puñado de expertos en el tema. Era muy interesante oírlos, pero no mencionaron las únicas tres cosas que realmente importan. Primero: que las armas de los narcos mexicanos llegan de Estados Unidos. Segundo: no se concentraron, aunque lo refirieron de pasada, en que la demanda proviene de Estados Unidos.
Y tercero: se les olvidó decir que los acuerdos de libre comercio son un gran lío, en particular el tlc con Canadá y México, pues han empujado a los campesinos fuera de su tierra y ha desplazado cultivos como el maíz para la producción de opio. Pocas semanas atrás estuve en México y gente ligada al periódico La Jornada me comentó que hay grandes áreas en el norte dedicadas a la producción, zonas incluso vigiladas por militares. El asunto de fondo es que, al parecer, un 25% de la economía mexicana depende de los narcos.
Otro tanto depende de las remesas que llegan del exterior, lo que quiere decir que la economía productiva y funcional se ha reducido. Incluso las maquiladoras multinacionales, que no se ajustan a los patrones nacionales de la economía productiva, se están yendo del país debido a la competencia de China.
Nada de eso se mencionó en el programa radial, así que la percepción del fenómeno que tenemos los estadounidenses es muy limitada. Por otro lado, según varios estudios económicos, el declive de la calidad de vida bajo el mandato del presidente Calderón es terrible. No hablo solo de los niveles de nutrición, sino de la caída de los salarios. Eso también es crucial para entender el avance de la economía de las drogas.
En el World Economic Forum se ha discutido otro fenómeno derivado: la paradoja de que en un país con ese tipo de violencia la bolsa se encuentre por los cielos, y haya alcanzado hace poco máximos históricos. En realidad, eso habla de dos Méxicos, uno rico y otro pobre. No hay nada paradójico al respecto. Es algo que viene sucediendo desde que las reformas neoliberales de los ochenta dividieron el país.
El número de billonarios ha aumentado casi tan rápido como la tasa de pobreza. Así se explica el fenómeno de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, y se entiende que a la bolsa le esté yendo bien, porque los inversores estadounidenses asumen que a los sectores privatizados, a los billonarios y a los narcos les seguirá yendo bien. Mientras tanto la población colapsa. Encontrar soluciones para esos problemas exige reconocer que existen, y eso no lo vemos. Así que tenemos por delante un largo camino por recorrer. http://tribunahispanausa.com/portal/?p=11972
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