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"Menuda broma. La toma de posesión del nuevo Gobierno en Kabul ha sido más fluida que cuando Estados Unidos cambió de presidente”. Las burlas al país americano se multiplican en la red social china Weibo a costa de la llegada al poder de los talibanes en Afganistán.
Veinte años desde la invasión del país asiático, tras los atentados de las Torres Gemelas en 2001, los últimos efectivos del Ejército norteamericano y todo el personal diplomático se repliega sin haber conseguido uno de sus principales objetivos: liberar Afganistán del Gobierno talibán y llevar paz y estabilidad a la región.
“Los días de los talibanes han terminado”, exclamó Bush hace dos décadas. Más de dos billones de dólares invertidos y casi 2.500 miembros de las fuerzas estadounidenses muertos después, Afganistán vuelve a la casilla de salida.
Los talibanes se disponen a recuperar el poder y los chinos ironizan sobre cómo la transición ha sido más pacífica en el país de Oriente Medio que la llegada del actual presidente Joe Biden al poder en Estados Unidos, en referencia al asalto al Capitolio por los simpatizantes de Trump, que provocó disturbios e innumerables destrozos.
El propio editor en jefe del Global Times, un medio de comunicación estatal en China, se hacía eco de las mofas en mitad de una rivalidad creciente entre las dos potencias mundiales, mientras asistimos a lo que parece un cambio en el orden mundial que se gesta desde hace años: la pérdida de influencia estadounidense y el ascenso chino en buena parte del globo.
La retirada estadounidense no es más que otro paso en esa dirección y los chinos lo saben. Por ello, intentan llenar el vacío que deja Estados Unidos a su manera. Afganistán, que linda con la República Popular China al noreste, a través del corredor de Waján, tiene una posición clave para la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda que impulsa el gobierno de Xi Jinping, uno de sus proyectos estrella y su mejor instrumento para extender la influencia china en Europa y Asia central.
El Gobierno de Xi ya ha dicho que buscará expandir sustancialmente los proyectos de la Nueva Ruta de la Seda a Afganistán y que profundizará el "mecanismo de diálogo" para la región, en un aparente esfuerzo por aumentar su influencia tras la retirada de Estados Unidos, que China considera oficialmente “positiva” para la estabilidad a largo plazo.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, afirmó en junio, tras un diálogo sobre el proceso de paz y reconciliación en Afganistán con sus homólogos afgano y pakistaní, que la retirada de las tropas norteamericanas supone para el pueblo afgano una “oportunidad para controlar verdaderamente su propio destino”, si bien reconoció que puede “generar cierta incertidumbre” en la seguridad del país.
El Gobierno chino busca salvaguardar los miles de millones de dólares que sus empresas han invertido en la región y lleva años tratando de evitar que la inestabilidad y el caos se adueñen del país tras el repliegue estadounidense, según los analistas.
Así, en los últimos años Pekín ha ido tomando medidas más decididas ante el progresivo y evidente debilitamiento del control político del gobierno apoyado por Estados Unidos y la creciente influencia talibán, así como la amenaza que representa el terrorismo del Estado Islámico y otros grupos islamistas en la zona.
De hecho, Pekín, al igual que Moscú, ha estado presente en los esfuerzos negociadores para facilitar la retirada de las tropas estadounidenses y la transición de poder en el país, especialmente desde que la administración Trump nombró a Zalmay Khalilzad enviado especial para el proceso de paz afgano en 2019.
La difícil posición china
Sin embargo, la penetración china en la región tampoco está siendo fácil. Hace tan solo un mes, la explosión de un autobús en un territorio montañoso de la vecina Pakistán acabó con la vida de 9 ingenieros chinos que trabajaban en un proyecto hidroeléctrico que se está construyendo como parte del Corredor Económico China-Pakistán enmarcado en la Ruta de la Seda.
Algunos expertos señalan una creciente desconfianza después de otro atentado suicida en un hotel de lujo en la provincia suroeste de Baluchistán, reivindicado por los talibanes pakistaníes, y en el que se encontraba el embajador de China, que sin embargo salió ileso.
Todo ello plantea ciertas dudas en la estrategia de los chinos en Afganistán, que recientemente han presentado proyectos de infraestructuras a representantes talibanes.
Por su parte, el portavoz de los talibanes se ha referido a China como un "amigo" y ha mostrado su esperanza en que el gigante asiático invierta en la reconstrucción de Afganistán "lo antes posible".
La oportunidad china se puede tornar también en una amenaza a la seguridad a las puertas del gigante asiático, dada la simpatía que profesan grupos terroristas islámicos por los musulmanes uigures pertenecientes a la región de Xinjiang, a los que China ha encerrado en campos de reeducación –una práctica documentada por medios como The New York Times– y que han estado sometidos a “draconianas medidas de represión”, que Amnistía Internacional ha calificado como crímenes de lesa humanidad.
Mientras cierran todas las embajadas occidentales y se evacúa al personal, una señal inequívoca de la nueva situación es que la embajada de China en Afganistán funciona con normalidad. “La política china de no injerencia en asuntos internos mantiene la confianza de que no necesita cerrar su embajada en Kabul”, ha difundido el medio oficial del Partido Comunista chino.
EN VÍDEO I Desesperación total en el aeropuerto de Kabul para escapar de Afganistán ante la llegada de los talibanes
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