viernes, 9 de octubre de 2020

TRUMP VS. BIDEN: 3 FACTORES QUE DAN A LOS CATOLICOS UN INUSUAL PROTAGONISMO EN LAS ELECCIONES DE EE.UU

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Trump vs. Biden: 3 factores que dan a los católicos un inusual protagonismo en las elecciones de Estados Unidos

Gerardo Lissardy - BBC News Mundo, Nueva York
Banderas
Los católicos son cerca de 20% de la población de EE.UU., pero su voto adquiere una relevancia particular en varios estados.

Cuando el papa Francisco declinó reunirse el mes pasado con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, algunos advirtieron que el telón de fondo del desencuentro eran las elecciones de noviembre en este país.

"El Papa ya ha dicho claramente que personajes políticos no son recibidos durante períodos electorales", indicó entonces el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin.

Pompeo, quien reclama una actitud más firme del Vaticano con China, negó que su viaje a Roma estuviera vinculado a las elecciones de EE.UU., pero incluso prelados y críticos del papa Francisco con quienes sí se reunió creen que la visita podía tener efectos políticos en el país.

De hecho, en estos días tanto el presidente de EE.UU., Donald Trump, como su rival demócrata, Joe Biden, se disputan con intensidad el voto católico, con mensajes directos y avisos publicitarios en particular en los estados "péndulo" que definirán al ganador el 3 de noviembre.

The British Broadcasting Corporation

Distintos factores dan a los católicos un protagonismo inusual en esta campaña. A continuación, tres de ellos:

1. Un voto clave

A diferencia de otros grupos religiosos, como los evangélicos blancos que votan en bloque a los republicanos o los protestantes negros que lo hacen por demócratas, los católicos en EE.UU. se dividen políticamente en mitades, según encuestas del Centro Pew de Investigación.

Más aún: la ligera mayoría del voto católico ha pasado de un partido a otro en las últimas cuatro elecciones presidenciales de EE.UU., dos veces hacia cada lado y en cada ocasión con el candidato ganador.

Votantes en Estados Unidos
La mayoría de los católicos ha solido votar al presidente ganador en las recientes elecciones de EE.UU., ya sea republicano o demócrata.

Todo esto, en un país tan polarizado y donde casi todos los electores ya parecen haber decidido su voto, vuelve a los católicos un objetivo crucial de ambos candidatos.

"En este momento, todos los políticos profesionales son muy conscientes de que el voto católico es movible, es persuasible en mayor medida que otros grupos", dice Andrew Walsh, director asociado del Centro Greenberg para el estudio de la religión en la vida pública del Trinity College de Connecticut, a BBC Mundo.

Y agrega que "muchos de los votos que se consideran en juego, que no son votos seguros para Biden o Trump, se encuentran en estados con una gran población de votantes católicos".

A su vez, estos votantes católicos se pueden dividir en dos grandes subgrupos: los latinos, con especial peso en estados como Arizona o Florida, y los blancos, más numerosos en estados como Michigan o Wisconsin, donde Trump ganó en 2016 por unos 20.000 votos.

Donald Trump da su discurso de la victoria.
Trump obtuvo en 2016 una mayoría del voto católico. ¿Podrá hacerlo de nuevo este año?

Se estima que Trump recibió en 2016 el 52% de los votos católicos, que en total constituyen cerca de una cuarta parte del electorado.

Pero algunas encuestas recientes sugieren que la diferencia a favor del presidente, sobre todo entre católicos blancos, tiende a disminuir.

2. Biden es católico

EE.UU. ha tenido en su historia sólo un presidente católico, John F. Kennedy, y Biden aspira ser el segundo.

El candidato demócrata asistió a un colegio católico, suele ir a misa, llevar un rosario consigo y dice que se apoyó en su religión para sobreponerse a tragedias personales como la muerte de su primera esposa e hija en un accidente de tránsito, o de un hijo por cáncer.

"Mi fe católica me ayudó a atravesar la oscuridad", dijo Biden este mes en una cena virtual para recaudar fondos para organizaciones benéficas católicas, en la que también participó Trump.

Joe Biden y papa Francisco
Biden, que es católico, se encontró siendo vicepresidente de EE.UU. con el papa Francisco en Washington en 2015.

Descendiente de irlandeses, el candidato demócrata también indicó que la doctrina social católica le ha servido como referente en la política.

Biden "tiene una identidad católica clara y cercana, así que eso hace una diferencia" para algunos votantes, señala Walsh.

Mientras enfatiza temas de justicia social y ayuda a los más necesitados, sobre ante una pandemia que ha matado a más de 210.000 estadounidenses, Biden apoya el derecho al aborto.

Por esto, algunos curas conservadores y antiaborto en EE.UU. han llegado a cuestionar que el candidato demócrata sea católico, en línea con los ataques que le lanza el presidente.

Manifestantes a favor y en contra del aborto protestan frente a la Corte Suprema de Estados Unidos.
El derecho al aborto es un tema divisivo en EE.UU. y también genera diferencias entre los católicos.

Trump, quien se ha definido como presbiteriano y en las elecciones pasadas se enfrentó al papa Francisco cuando éste indicó que "no es cristiano" promover cosas como el muro en la frontera con México, ha dicho que Biden está "contra Dios" y "contra la Biblia".

Todo esto genera divisiones dentro de la Iglesia en EE.UU., permeable a la creciente grieta política que vive el país y con parte de su clero escéptico al liderazgo del pontífice argentino.

Y el tema del aborto parece lejos de unificar a los adultos católicos en este país: una mayoría (56%) cree que esa práctica debería ser legal en todos los casos o en su mayoría, según encuesta del Centro Pew realizada el año pasado.

3. La jueza Barrett

La vacante que ha quedado en la Corte Suprema de Justicia tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg el mes pasado también le ha dado prominencia a los católicos en esta campaña.

Para llenar la silla vacía, Trump nominó a la jueza Amy Coney Barrett, una devota católica y favorita de los conservadores sociales.

Amy Coney Barrett
La jueza Amy Coney Barrett, nominada por Trump para la Corte Suprema, es una devota católica.

Y, pese a haber cuestionado él mismo la fidelidad religiosa de Biden, el presidente advirtió contra hacer lo mismo con Barrett.

"No toleraremos ningún ataque contra la fe de la jueza Barrett. El fanatismo anti-católico no tiene absolutamente ningún lugar en Estados Unidos", sostuvo Trump en la misma cena virtual de caridad en que participó Biden.

El hecho de que haya destacado su nominación de la jueza Barrett frente a una audiencia católica muestra que Trump apuesta a eso y al rechazo al aborto para ganar votos de esa comunidad religiosa.

Sin embargo, con el escaso tiempo restante y al menos tres senadores republicanos que al igual que Trump han dado positivo por coronavirus en los últimos días, se desconoce si el Senado logrará confirmar rápidamente a la jueza en el cargo como quería la Casa Blanca.

De hacerlo, el máximo tribunal de justicia del país pasaría a tener seis jueces católicos entre sus nueve miembros, aunque en EE.UU. poco más de 20% de la población profesa esa religión.

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Politics

El peligro del terrorismo político interno aflora en Estados Unidos

Washington, 9 oct (EFE).- El plan para secuestrar a la gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer, ha puesto al descubierto las actividades clandestinas de "Wolverine Watchman", una de las milicias de ultraderecha que han aflorado en Estados Unidos ante la pandemia del coronavirius y las protestas raciales.

Las autoridades destaparon este jueves un presunto complot de este grupo armado, prácticamente desconocido hasta ahora, destinado a secuestrar y quizá matar a la gobernadora, quien ha sido criticada por sus órdenes para contener el coronavirus, que estos sectores consideran que atentan contra sus libertades constitucionales.

Los detenidos por este plan son seis hombres a los que se imputan cargos federales relacionados con el complot para secuestrar a Whitmer antes de las elecciones del 3 de noviembre, con el presunto fin último de desencadenar una guerra civil en el país.

También hay otros siete sospechosos detenidos, que enfrentan cargos estatales bajo la ley antiterrorista de Michigan.

Ya desde abril, grupos armados han protagonizado protestas frente al Capitolio estatal en Lansing, la capital de Michigan, oponiéndose a las medidas de la gobernadora, y en una ocasión varios de estos milicianos fueron detenidos intentando acceder al hemiciclo.

Según la información dada por las autoridades, el grupo, que había sido infiltrado por informantes de la policía federal (FBI), en un principio consideró la toma del Congreso estatal de Michigan, pero ante la magnitud de una operación, que calcularon que requeriría más de 200 milicianos, cambiaron de objetivo.

Su plan pasó a ser el secuestro de la gobernadora demócrata para llevarla a un escondite situado en un lugar remoto de Wisconsin y juzgarla por "traición", sin descartar acabar con su vida.

Uno de los detenidos, Joseph Morrison, considerado el "fundador" y "comandante supremo" de la milicia, utilizaba una propiedad destartalada en un área rural en la localidad de Munith, unos 120 kilómetros al este de Detroit, para adiestrar a los miembros.

Los vecinos venían escuchando disparos y ráfagas de armas de alto calibre procedentes de ese lugar, sobre todo los fines de semana, como si se llevase a cabo prácticas de tiro, por lo que sospechaban que se trataba de entrenamientos de una milicia.

La presencia de estos grupos ultraderechistas armados, que antes mantenían un perfil más bajo, se ha hecho bastante habitual en Estados Unidos a raíz de la pandemia, pero sobre todo en respuesta a las protestas contra la brutalidad policial y el racismo.

Ahora es frecuente ver a grupos de milicianos armados en protestas antirracistas, según ellos, para proteger la propiedad privada y mantener el orden en caso de disturbios o saqueos.

Estos grupos parecen haberse visto envalentonados por el presidente de EE.UU., Donald Trump, que ha visto en ellos un nicho de votos y en ocasiones ha eludido condenar sus actividades o incluso las ha respaldado.

Pocos meses después de ocupar la Presidencia, Trump se negó a condenar la violencia de los supremacistas que en agosto de 2017 protagonizaron una exhibición de fuerza en Charlottesville, vestidos de milicianos y con un desfile con antorchas de tono neonazi, y que terminó con la muerte de una manifestante antirracista.

Trump responsabilizó entonces de la violencia tanto a los grupos neonazis como a los manifestantes de izquierda y aseguró que había gente "muy buena" entre los supremacistas.

En el debate que mantuvo hace dos semanas con su rival electoral, el demócrata Joe Biden, Trump se negó también a condenar a otro de estos grupos, los "Proud Boys", al que pidió que "diera un paso atrás y permaneciera preparado" ante posibles disturbios raciales.

Un día después, las redes sociales se llenaron de mensajes en los que los nacionalistas blancos adoptaban esa frase como eslogan y celebraban el respaldo tácito de Trump.

En el caso del complot contra la gobernadora, Trump escribió el pasado 17 de abril un tuit que rezaba: "¡Liberen a Michigan!", supuestamente dirigido a los militantes de extrema derecha que se oponían a las medidas de confinamiento decididas por Whitmer.

Preguntado si pensaba que el tuit de Trump animaba a las milicias radicales, Biden respondió afirmativamente y dijo que "las palabras que pronuncia son importantes".

La gobernadora, por su parte, dijo que los extremistas escucharon el debate e interpretaron las palabras de Trump "no como una censura, sino como un grito de guerra" y "una llamada a la acción".

"Fue mi Departamento de Justicia el que los arrestó", pero Whitmer "va a montar su espectáculo político", respondió Trump a estas criticas, mientras que su secretaria de prensa, Kayleigh McEnany, aseguró que el gobernante "ha condenado continuamente a los supremacistas blancos y todas las formas de odio".

Aunque en Estados Unidos, los neonazis y supremacistas blancos siguen siendo muy minoritarios, su presencia ha ido en aumento.

En una encuesta de YouGov, hace tres años tan solo un 8 % de los estadounidenses consideraba justificado que un partido usara la violencia para promover sus objetivos políticos, pero en otra realizada en septiembre de este año esa cifra era más del 30 %.

Hernán Martín

(c) Agencia EFE

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