sábado, 17 de octubre de 2009

RESUMEN CULTURAL SOBRE CIENCIA, POLITICA, ECONOMIA, HISTORIA, ARTE, LITERATURA, UNA RESENA DE MEDIA ISLA PUBLICACIONES

Saramago, la muerte y 'dios' | La cuenta contracorriente | La verdadera patria de Miguel Á. Fornerín | 'Japonerías' hispánicas | Entre el éxito y el desvalimiento | La defensa del Borges político | La peligrosa creatividad de Petán II | Del premio preventivo y otras vainas | Eco y su obsesión humana por las listas | Puertas y ventanas: Fiesta de la poesía en San Cristóbal | Dos nuevos libros de Mario Capasso | Si de vivir se trata | Silvia Loustau, blog de octubre | Chertogón de Nikolái Semënovic Leskov | Estela Beccar Varela | Dominicanish | Imágenes del mundo

José Saramago: La muerte es la inventora de Dios

Una "lógica impecable" caracteriza Caín, la última novela del premio Nobel, profundamente seria y llena de humor, en la que el escritor reescribe libremente la historia "mal contada" del personaje bíblico

Por FRANCESC RELEA | © Babelia

Hay quien me niega el derecho de hablar de Dios, porque no creo. Y yo digo que tengo todo el derecho del mundo. Quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad". José Saramago (Azinhaga, 1922) ha vuelto a escribir de un tema que le inquieta. Lo ha hecho esta vez a través de una figura bíblica con mala prensa. Caín (Alfaguara), última novela del premio Nobel de Literatura de 1998, tiene grandes posibilidades de levantar las iras de algunos sectores católicos. Nada nuevo para el escritor portugués, que en 1991 generó una polémica mayúscula con El Evangelio según Jesucristo. En aquella ocasión, el Gobierno luso se sumó a la campaña contra Saramago, al vetar su nombre como candidato al Premio Literario Europeo. El primer ministro era el conservador Aníbal Cavaco Silva. Hoy es el presidente de la República. El veto indignó al escritor, que decidió autoexiliarse en Lanzarote, donde reside con su esposa, Pilar del Río, desde entonces.

¿Se puede repetir la historia ahora con Caín? "No. Ya metieron una vez la pata. No repetirán la experiencia, a no ser que quieran caer en el ridículo", dice Saramago, con aparente convicción. La entrevista tiene lugar en su casa lanzaroteña, refugio del escritor, a la que acuden amigos de todos los rincones. Dentro de unas horas tiene prevista la llegada de Mario Vargas Llosa. "El Evangelio... provocó las reacciones más violentas en sectores católicos de Italia. Me llamaron provocador", explica. "En mi opinión, los católicos no tienen motivos para enojarse con Caín, porque no tiene nada que ver con ellos. El libro habla del Antiguo Testamento, y me parece que los católicos no leen la Biblia ni el Antiguo Testamento. Tienen el Nuevo Testamento, que es un texto simpático con parábolas bonitas. Creo que Caín sentará mal a los judíos, porque la Torá es su libro. Me llamarán de nuevo antisemita. No me importa. He escrito el libro que quería y creo que es una buena obra literaria". Una obra que reescribe libremente una historia, la Biblia, que según el autor no ocurrió. Y para ello usa elementos de esta historia, Babel, Jericó, Sodoma y Gomorra, Moisés en el Sinaí. Entonces ¿qué ha escrito? ¿Una fantasía? "Sí, pero en mis fantasías hay mucha lógica, y esto ocurre en muchos de mis libros. Le propongo al lector un punto de partida que puede parecer absurdo. Pero después, el desarrollo es siempre de una lógica impecable". Acaso pretende hacerle la competencia a la Biblia. "De ninguna manera. No pretendo que el lector crea haber visto la luz después de leer el libro. Sólo propongo que piense en sus propias creencias y qué espera de ellas. ¿La vida eterna? ¿La condena al infierno?".

En la controvertida novela del Evangelio, Saramago humanizó la figura de Jesucristo. Algunos lectores de su último libro apuntan que ahora humaniza la figura de Caín. Pone cara de póquer, medita un instante y hace la siguiente reflexión: "Lo que pasa es que Jesús humaniza la figura de Dios. Jesús suavizó y matizó el Dios del Antiguo Testamento. Nunca tuve la conciencia de que estaba humanizando a Caín, pero, claro, es el fratricida, el asesino de su hermano Abel. En castellano hay la palabra cainita, que habla por sí sola. Siempre he pensado que la historia de Caín es una historia que ha sido mal contada en la Biblia. Como la de David y Goliat. Goliat nunca ha podido acercarse a David, David venció porque tenía una onda, que era la pistola de la época".

De dónde viene esa obsesión por escribir de Dios, pregunto, porque el tema de fondo es Dios, aunque ahora sea a través de la figura de Caín. "Puede parecer extraño", dice. "Nunca tuve educación religiosa. Ni en el colegio, ni en casa. No tuve crisis religiosas en la adolescencia ni cuando uno empieza a preguntarse sobre la muerte. Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo para inventar un Dios. Para qué. Nunca lo conoceríamos" . El ateísmo del autor tiene sus matices. "Ateo es sólo una palabra. En el fondo, estoy empapado de valores cristianos, y es verdad que algunos de estos valores coinciden con valores de humanismo. Los acepto. Ahora bien, todo lo que tiene que ver con la creencia en un Dios superior y eterno, que un día me condenará, me parece una chorrada".

Las páginas de Caín son implacables con Dios. "No", replica. "Soy implacable con la especie humana, que ha inventado el Señor". Bueno, pero el libro dice, entre otras cosas, que Dios no es de fiar, que es capaz de pactar con Satán, que está rematadamente loco. Le trata de rencoroso, maligno, corrupto... Le acusa de despreciar la Justicia. Y así hasta el final, donde afirma que Dios acaba por arrepentirse de haber creado el hombre. "Sí, por eso, según la Biblia, ordenó el diluvio y exterminó a la humanidad, a excepción de Noé y su familia. El libro es una lucha entre el hombre y Dios. Con Caín, que no era precisamente un santo sino todo lo contrario, pero en el fondo más limpio de mente y más transparente" .

Mientras escribía, Saramago tropezó con un problema narrativo que parecía no tener solución: el paso de Caín por el tiempo. ¿Qué hacer? "Inventé, no el futuro ni el pasado, sino lo que llamo otro presente. De repente, Caín se encuentra en otro presente, no importa que sea pasado o futuro. Creo que conseguí conservar el humor en un tema tan complicado. El libro es divertido y profundamente serio". No es una ironía premeditada, asegura. Nunca premedita nada. La historia marca el camino de cómo tiene que ser narrada. "Soy una mano obediente que intenta no hacer nada en contra de la lógica y de lo que estoy escribiendo. Que acepta lo que quiere la propia historia. La ironía es una constante en todos mis libros. El humor aparece por primera vez en El viaje del elefante, y se repite en Caín. No fue una decisión consciente, simplemente ocurrió así".

La novela termina con una discusión, cargada de reproches mutuos, en el umbral de la gran puerta del arca de Noé, entre Dios y Caín: "Caín eres el malvado, el infame asesino de su propio hermano. No tan malvado e infame como tú, acuérdate de los niños de Sodoma". Es la eterna discusión entre el hombre y Dios, precisa el escritor. Una discusión sin salida. "Ni él nos entiende a nosotros, ni nosotros le entendemos a él. Son dos entidades que no se han entendido, no se están entendiendo y no se entenderán".

Saramago lo escribió en cuatro meses, la mitad del tiempo invertido en su anterior libro, El viaje del elefante. En ambos casos, reconoce, tenía prisa por escribir, en una carrera contra el tiempo. No podía bajar el ritmo. "Ahora ya puedo darme el lujo de reducir la velocidad. Cumpliré pronto 87 años. La vida es como una vela que va ardiendo, cuando llega al final lanza una llama más fuerte antes de extinguirse. Creo que estoy en el periodo de la última llamarada, antes de la extinción. Lo digo sin dramatismo. Tengo muy claro que no voy a vivir mucho más. Ahora estoy en una fase en la que sí creo que puedo hacer un trabajo y lo puedo hacer bien, quiero hacerlo. Después acabará todo y quedarán mis libros, que pienso seguirán siendo leídos. Espero, si la salud aguanta, terminar la novela que tengo entre manos". No revelará nada del próximo libro. Tan sólo un detalle: ya tiene decidida la última frase. No habrá sorpresas ni cambios sobre la marcha. No suele haberlos en su escritura. "Creo que soy un escritor lógico".

Pilar del Río va y viene por la casa, como siguiendo en la distancia la conversación. Saramago habla con cierta parsimonia, pero no da muestras de cansancio. Pasamos de la literatura a la política, su otra gran pasión. Le gusta hablar de política. Toma carrerilla y no para. Las primeras críticas son para el Partido Socialista (PS), que ha gobernado en Portugal los últimos cuatro años y medio con mayoría absoluta, y que seguirá en el poder después de ganar las elecciones del pasado 27 de septiembre. "El Gobierno socialista ha hecho políticas de derecha y el problema es que no hay ningún palacio de invierno para asaltar. Lo peor de todo, y esta crisis lo ha demostrado, es que la izquierda no tiene ideas. Ningún partido de izquierda, más o menos roja, más o menos rosa, ha presentado una sola idea para combatir la crisis. Y con los sindicatos ha ocurrido lo mismo. Su fuerza está dormida, domesticada. Me parece que Marx nunca ha tenido tanta razón como ahora. Pero eso no es suficiente. Haría falta una reflexión profunda, partiendo de Marx".

Es sabido que el premio Nobel portugués es militante del Partido Comunista desde los años sesenta. Un PC que no tiene parangón en la Unión Europea, de larga tradición estalinista, que sigue llamándose comunista, que conserva la iconografía bolchevique, hoz y martillo, bandera roja, que sigue soñando en épocas pasadas, probablemente más próximas a lo que representaba la antigua Unión Soviética, y que, contra viento y marea, tiene un electorado inquebrantable de medio millón de votos, que representa alrededor del 8%. El escritor admite que "es muy posible" que el PCP viva anclado en el pasado. "Lo que pasa es que tenemos una herencia, de la que no puedo despegarme. Y es posible que esta herencia no tenga mucho que ver con la realidad actual. Pero ¿por qué la realidad actual tiene razón?". Su militancia comunista tiene, probablemente, más de sentimentalismo que de convicción. "Los sentimientos cuentan. No me reconocería en ningún otro partido. Puede que sea mi culpa, y que esté enquistado en ideas del pasado, pero yo también tengo mi propio pasado. Francamente, no sabría convivir en otro partido si mañana dejara el PCP. No me pasa por la cabeza". Entonces ¿por qué sigue en el Partido? "Por respeto a mí mismo. He sido muy crítico con mi partido. Dije en una ocasión que nunca dejaría el partido, con una condición: que el partido no me deje a mí. Dejarme a mí sería un cambio radical de rumbo. No creo que eso ocurra". Tuvo una incursión, fugaz, en la política activa, cuando fue presidente de la asamblea municipal del Ayuntamiento de Lisboa. Duró cuatro meses y acabó enojado hasta con su propio partido. No le quedaron ganas de repetir la experiencia, aunque en alguna ocasión aceptó ir en las listas electorales en lugares no elegibles. "Creo que sería un diputado muy bueno", dice sin cortarse. "Siempre he dicho lo que he querido, y también es cierto que la dirección del partido nunca ha hecho nada para impedírmelo".

Saramago hace tiempo que no sube a su escritorio, en el piso superior de la casa, porque la estrecha escalera entraña un riesgo demasiado alto. El estudio tiene una hermosa vista con el Atlántico al fondo, la mesa de trabajo, anaqueles con los libros más queridos, pinturas, recuerdos. Ahora escribe en la biblioteca construida en un edificio anexo a la casa, que alberga su colección particular, convenientemente catalogada, a la espera de su traslado a la Casa dos Bicos, un edificio emblemático del gótico lisboeta, construido en 1523, que será la sede de la Fundación José Saramago, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de la capital. "La fundación es cosa de Pilar", dice el escritor. La compañera inseparable, traductora de sus últimos libros, es el motor del engranaje. "No sólo el motor, también las ruedas". En la recta final de su vida, contempla una vuelta, tal vez parcial, a su querida Lisboa, donde tiene una casa. "Ahora nos vamos a Italia y luego nos quedaremos unas semanas en Lisboa. Allí siento que estoy en casa. Nunca pensé que viviría en una isla en medio del Atlántico, a 100 kilómetros de la costa africana". Todo parece a punto para el regreso.

La cuenta contracorriente

Por Gorka Andraka | © Gara

No tener a nadie. ¿Se puede ser más pobre? N´Demba, un senegalés que vive en Sevilla, cayó enfermo y fue hospitalizado. En el tiempo que pasó ingresado recibió la visita de varios compatriotas y amigos. Entre ellos, Susana, la joya sevillana que me contó esta historia. El vecino de habitación de N´Demba, un español, sorprendido ante el constante ir y venir de gentes que atesoraba la cama del africano, preguntó: "¿Y éste quién es? ¿Por qué recibe tantas visitas? ¿Es alguien famoso?". No, no lo es, ni rico ni importante ni poderoso, al menos para nuestra bolsa de valores.

Las principales lenguas del África subsahariana no disponen de palabras para designar al pobre en el sentido económico de este término. Sus distintas maneras de decir "pobre", traducidas a nuestro idioma, vendrían a significar algo así como "huérfano". Muchos pueblos africanos, en todos los aspectos de su vida cotidiana, cuando hablan de miseria no se refieren exactamente a la falta de dinero. Pobres son los que están solos, sin apoyo social, sin una comunidad, otras personas, que los arropen y acompañen.

Hace casi 20 años ya que la ONU declaró el 17 de octubre "Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza". Con la crisis económica ensañándose con los más desprotegidos, recién alcanzados los mil millones de hambrientos en el planeta, suena obsceno restarle valor y mérito a la cartera. Aún así, conviene no olvidarlo: hay vida, riqueza, más allá del dinero, aunque no lo parezca. Hagamos cuentas. Contracorriente. Si apartamos la pasta, ¿qué nos queda? ¿A cuánto asciende nuestra fortuna? Descontemos. Comparemos. No hay duda. Los más pobres, los sin nadie. [lilibrik]

Miguel Ángel Fornerín: La verdadera patria de un escritor es la lengua en la que vive, habita, escribe y sueña…

Con esto nos quitamos de encima los alardes literarios de personas que se dicen escritores o que aparecen en las listas como intelectuales…

Por Miguel Fontana Moncada | © mediaIsla

De una isla a otra isla, además del Canal de la Mona, hay cientos de miles de historias por contar, no importa que en castellano la "H" sea muda; los tiburones, no. Ese Caribe, lleno de contrastes y contradicciones, con sus migraciones, sus trapiches, sus negros, sus mulatos y su muy particular manera de hacer vibrar a todo tren los cueros, se cruza y se entrecruza en muchos puntos donde lo real, lo soñado o lo real deseado pierden sus verdaderos nombres. Miguel Ángel Fornerín no ha tenido que ir muy lejos para hurgar y desentrañar, como él dice, en la República de las letras de dominicanos y puertorriqueñ os, en las historias de los narradores tal vez todo lo que no quieren o no pueden decir los cronistas de la Historia, la oficial y la otra.

En sus libros Entrecruzamiento de la historia y la literatura en la generación del setena (2009) y El cuento dominicano y la generación del ochenta (2009), el autor dialoga, indaga y realiza un estudio pormenorizado del entroncamiento entre el discurso fictivo y el histórico en los textos narrativos de los más destacados autores de la generación del setenta en Puerto Rico. De Igual modo, en el segundo, desempolva y escudriña en las bibliotecas internacionales sobre la prehistoria de la narrativa breve de la República Dominicana, a la vez que esboza una interesante panorámica sobre la más joven cuentística que se escribe en la patria de Bosch.

Miguel Ángel Fornerín básico | Higüey, RD

Doctor en Literatura de Puerto Rico y el Caribe. Profesor de la Universidad de Puerto Rico en Cayey y del Centro de Estudios Avanzados de puerto Rico y el Caribe. Ha sido profesor invitado de la Universidad Michel Montaigne, Bordeaux 3 y de la Universidad de Poitiers, Francia en 2003 y 2007. Premio de Ensayo Pedro Henríquez Ureña con su obra inédita La escritura de Pedro Mir en 1995. Ha publicado libros de poesía, ensayo y crítica literaria. http://fornerin. blogspot. com

—Llevas un buen tiempo dedicado al estudio y a la enseñanza de literatura caribeña en Cayey para la Universidad de Puerto Rico y, precisamente, en tu libro más reciente Entrecruzamiento de la historia y la literatura en la generación del setenta (Centro de Estudios Avanzados/Imago Mundi, 2009), exploras una nueva arista de la literatura puertorriqueñ a, ¿cuáles son los parámetros de los cuales partes y cuáles los autores que te sirven de modelo para el análisis?

—Este libro es producto, en primer lugar, de las discusiones filosóficas sobre la Historia que aparecen luego de la caída del Muro de Berlín. Todas esas ideas del fin de la Historia y el fin de la Modernidad dejaron un amplio debate, que siempre quise llevar a mi lado: la Historia y la literatura. En segundo lugar, tiene que ver con mi estudio de la obra literaria de Pedro Mir que realicé a principios de los noventa. En el marco antes descrito, me era imperativo profundizar en la relación de la Historia y la literatura porque estaba estudiando a un autor que era literato e historiador, no sólo el historiador de Tres leyendas de Colores, El gran incendio y La historia del hambre en la República Dominicana, sino el autor de un libro teórico sobre la historia: La noción de periodo en la historia dominicana. Por otro lado, y finalmente, en Puerto Rico ha habido un debate sobre la memoria (La memoria rota (1993) de Arcadio Díaz Quiñones) y la escritura de la Historia, que me ayudaron a buscar una manera de estudiar estos problemas.

El itinerario de estos estudios sobre el tema es amplio y tiene varios autores en los que me empino para alcanzar las metas que me propuse. Finalmente, la hermenéutica ontológica y fenomenológica de Paul Ricoeur me ayudó a llegar al puerto deseado, que es este libro anclado en la periferia de una cultura. Y digo periferia porque soy un pensador limítrofe de la puertorriqueñ idad y los ecos que logre este libro servirán para aquilatar la importancia de mi esfuerzo.

—¿La historia, como disciplina, es un tema o clave inherente a la generación del setenta o ha estado presente en generaciones anteriores? ¿Nombres, elementos de transición?

—La Historia tiene su disciplina de estudio que es la historiografí a. Un saber que Croce desarrolló en Italia y que en Alemania fue fundado Leopold Von Ranke y siguen Spengler...la escuela de Baden y de Frankfurt, etc. En Puerto Rico la disciplina de la Historia, el interés historiador, es de los románticos como Alejandro Tapia y Rivera, y seguirá con la historia positivista… Lo que me ha parecido interesante es el movimiento de la Nueva Historia de los años sesenta y el entrecruzamiento del texto de ficción con el texto histórico. Las discusiones dentro del campo de la Historia las conozco porque he estado en las controversias de los historiadores en Puerto Rico en las últimas dos décadas y he asistido como fundador y ponente a distintas reuniones de la Asociación Puertorriqueñ a de Historiadores.

En mi libro planteo la permanencia del historicismo como cosmovisión en la cultura puertorriqueñ a y el interés de la Generación del Setenta en estos temas. Una de las figuras más importantes en ese esfuerzo por reformular, pensar y rescribir el pasado, es José Luis González, autor de las novelas La llegada (1980) y Balada de otro tiempo (1978); pero anterior a él, Luis Hernández Aquino, había escrito La Muerte anduvo por el Guasio (1959) y existía la preocupación historicista. Ahora bien, lo que planteo es la dedicación muy especial de esta generación a entrecruzar los textos de ficción con un referente histórico que busca repensar el presente puertorriqueñ o. Los nombres son muchos, en el libro trabajo a Edgardo Rodríguez Juliá, que es el fundador en la novelística de esa época con La renuncia del héroe Baltarsar (1974), Tomás López Ramírez que lo atisbaba en Cordial magia enemiga (1970), Ana Lydia Vega y Magali García Ramis en Falsas crónicas del sur (1991) y Las horas del sur (2005) respectivamente. Y claro quedaron fuera por razones de espacio otros autores como Olga Nolla en El castillo de la memoria (1996) y Rosario Ferré en Maldito amor (1989).

Me interesó un tema colindante, la familia como metáfora de la nación; tema que inicia Magali García Ramis en su libro de cuentos La familia de todos nosotros (1978), lo sigue Edgardo Rodríguez Juliá con Puertorriqueñ os: álbum de la sagrada familia puertorriqueñ a a partir del 1898 (1989) y Tomás López Ramírez, con Paraje de transito (1997). Creo en fin, que la dedicación de esta generación a pensar el pasado se da como una forma de comprensión del presente. De ahí que coincida con Croce en que la Historia es una manera de pensar, de pensar nuestra relación con el tiempo o nuestra historicidad.

—¿Dónde se encuentran y se distancian ambos discursos –la historia de ficción y la Historia como tal?

—La historia y la ficción son dos discursos lingüísticos (es decir que sólo se dan en lo que llamaba Gadamer la linguisticidad) . Lo que ocurre es que la Historia como práctica de los historiadores tiene una especificidad distinta a la de los creadores literarios. Y esas estrategias discursivas son las que he revelado en este libro, pienso en el ensayo dedicado al libro de Luis López Nieves La verdadera muerte de Ponce de León (2000). Si distinguimos, entonces, la relación especifica de cada género, podemos pensar la ficción como mímesis creativa y la Historia como mímesis del pasado, que busca ser un discurso verdadero y legitimado por el documento. Lo que planteo, siguiendo a Ricoeur, es que los relatos se encuentran y buscan la especificidad de ese encuentro en cada texto. Lo que nos aleja de postular la ficción como mentira y la Historia como verdad.

—Además del cuento y la novela, ¿cuáles otras modalidades de la literatura entran en el estudio?

—Con esta obra trato de hacer un estudio narratológico, que no está limitado a géneros específicos, sino a aquellos donde se relata una historia (story), pero podría trabajar con la Historia (history). Me interesó la relación de la Historia con la crónica; el cuento y la novela predominan en esta relación. En cuanto a la relación historia-crónica nos interesa la forma en que nos aproximamos al pasado. Un discurso pretende ser objetivo, como el de la Historia y otro pretende ser mixto entre lo literario y la ficción. Uno busca la historia en el pasado y otro la trabaja desde el presente. En la Historia, el historiador que realiza la configuración busca desaparecer a favor de la objetividad, pero en la crónica, es el protagonista, el punto de donde se focaliza. Me parece interesante el intento de estudiar la crónica con la fotografía, lo que ocurre en el capítulo dedicado a Puertorriqueñ os: Álbum de la sagrada familia… de Edgardo Rodríguez Juliá. También trabajo la crónica en los cuentos de Ana Lydia Vega, el choteo y la caribeñidad en su obra. Como la emigración y la familia en Paraje de tránsito de López Ramírez y en Las horas del sur de García Ramis.

—Eres dominicano, con más de 20 años de residir y ejercer docencia en Puerto Rico, pero siempre has mantenido un sólido nexo con la cultura y la literatura dominicana. Este mismo año, acaba de salir tu libro El cuento dominicano y la generación del ochenta (Imago Mundi, 2009), ¿qué aspecto específico de la narrativa dominicana y una de las más jóvenes generaciones de narradores dominicanos estudias en este libro?

—Sobre lo primero te diré que vivo en Puerto Rico, pero mi escritura tiene como objetivo el estudio de la literatura de ambos países. La diferencia es que mis vivencias, mis prácticas cotidianas se encuentran de este lado. Pero vivo en la república dominicana de las letras. En el pensar lo dominicano, como lo hago con lo puertorriqueñ o. Soy profesor de literatura dominicana y puertorriqueñ a en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y todo eso me permite pensar la patria lejana y vivir en esta otra patria, donde algunos me niegan ciudadanía y muchos me aprecian. Aprecian lo que hago. En medio de todo esto, está la maldición de la nación, cuando fue definida desde una perspectiva territorial y lingüística. Estoy consciente de que la verdadera patria de un escritor es la lengua en la que vive, habita, escribe y sueña con un porvenir mejor para sus semejantes.

El libro El cuento dominicano y la generación del setenta (2009) es un proyecto de estudio sobre la narrativa breve en Santo Domingo. Creí necesario poner en blanco y negro esa práctica de la escritura, al no encontrar en la bibliografía dominicana un estudio que planteara el desarrollo del cuento dominicano; quehacer que había dado figuras de la talla de un Juan Bosch, quien plantea la modernidad del cuento en Camino real (1933), a un Fabio Fiallo, principal figura del cuento Modernista Cuentos frágiles (1908) y a Virginia Elena Ortea, Risas y lágrimas (1903). Era un imperativo hacerme una idea de ese desarrollo y de las tendencias del cuento dominicano en el siglo XX. Por eso realicé esta investigación. No está terminada, pero le da una ojeada general al problema. Sin embargo, trabajo de forma más detenida el grupo de escritores del ochenta, en el que se destaca la cuentística de René Rodríguez Soriano

El libro tiene una primicia: el primer estudio de Los cuentos que Nueva York no sabe (1949) de Ángel Rafael Lamarche, un libro que funda la literatura dominicana en el extranjero, desde la perspectiva de la generación del cuarenta: el Universalismo. Obra que pone en el centro de sus preocupaciones la relación del hombre con la cosmópolis. Allí se encuentra el primer cuento policial y de ciencia ficción que conocemos en la narrativa dominicana. Es un libro desconocido para la mayoría de los lectores y estudiosos dominicanos y un iniciador de nuevos caminos par la narrativa del país.

También aparece en este ensayo una lectura de El candado (1959) de Sanz Lajara visto de desde la hipótesis de que esta obra participa de la revaluación del negro, que plantea de los problemas de la negritud. Interesante la narrativa de Sanz Lajara en la medida en que afloran en ella los problemas de grupos subalternos signados pos su condición racial como los indios hispanoamericanos y el negro. No dejo apuntar la importancia que le da este autor al tema del poder.

—¿Cuáles aspectos y rasgos caracterizan y diferencian a esa generación del ochenta, de narradores de las anteriores? ¿Crees que mantienen nexos con los maestros del género en la isla o han roto totalmente con la tradición?

—Cuando estudiamos textos de autores que aún escriben, es muy difícil realizar afirmaciones definitivas. Así que veo este libro como el estudio de una literatura en movimiento. Y específicamente a la generación del ochenta como un grupo que va decantándose más allá de sus pretensiones juveniles. Son las obras las que hacen al escritor. No los alardes narcisistas o los discursos de de su época. Del Ochenta conocemos a mucha gente que ha escrito libros de cuentos, pero pocos se han dedicado con tesón a ese género y han logrado una individualidad creativa, como René Rodríguez Soriano. Se dice que una paloma no hace verano. Pero los cambios más significativos en el narrar, las distintas estrategias narrativas que se usan, el lenguaje como creación poética y la forja de un microcosmos particular está en su obra. Hablo de muchos otros autores, como Ramón Tejada Holguín, Ángela Hernández, Manuel García Cartagena, entre otros. Pero viendo el asunto desde la presencia de un corpus que nos permita estudiar una literatura sólida, no creo que se pueda ir más allá. Pasa lo mismo con la generación anterior: Peix, José Alcántara Almánzar y Armando Almánzar Rodríguez, son los que más se han dedicado al relato breve. Los demás pueden haber escrito obras admirables como Diógenes Valdez, Manuel Rueda, Efraím Castillo, Roberto Marcallé Abreú… Hay muchos narradores que escriben cuentos, ahora bien, lo importante es encontrar a un narrador que haya trabajado con dedicación este género y plantee una ruptura. Veo en los del setenta una transición, una ruptura con el cuento de Bosch, una influencia del Boom en Virgilio Díaz Grullón, René del Risco, Miguel Alfonseca, Marcio Veloz, Pedro Peix y Alcántara Almánzar. Pero hay mucho que estudiar, entre ruptura y tradición en esta época. La ruptura la veo más clara en René Rodríguez Soriano, en los ochenta.

—¿Crees que existe verdaderamente una literatura dominicana escrita fuera de los límites geográficos de la isla? ¿Nombres u obras que pudieran darnos pistas sobre el trabajo de los escritores dominicanos de ultramar?

—Interesante pregunta, tal y como se plantea, el asunto nos lleva a decir que siempre la literatura dominicano ha tenido exponentes en ultramar. Empezando por los del Monte, (Francisco Muñoz del Monte y Félix María), que vivieron en Cuba y Puerto Rico; José Ramón López, que vivió en Caracas y Mayagüez; Francisco Carlos y Virgina Elena Ortea, quienes también vivieron en Mayagüez; Jesusa y Manuel de Jesús Galván, quienes vivieron en San Juan de Puerto Rico y Nueva York; Juan Bosch, que publicó cuentos en Cuba y Chile, y ensayos en Venezuela y Puerto Rico. A lo que debo agregar el trabajo de Pedro Henríquez Ureña en México, Fernández Spencer en España y Manuel del Cabral en Argentina…en fin, siempre hemos tenido una literatura dominicana en ultramar. Pero sé que de lo que me preguntas es de la llamada diáspora de la literatura dominicana. Estos no son escritores exiliados, que por razones políticas viven en el extranjero. Son personas que han nacido o que han emigrado muy temprano en su vida a Estados Unidos y otros países.

Lo primero que creo pertinente es aclarar que, teniendo en cuenta la presencia de una cultura híbrida, los más connotados de esos escritores ponen en jaque la noción de literatura nacional, en la medida en que lo nacional estaba definido a partir de la lengua. Ahora tenemos una literatura dominicana escrita en inglés, es decir, hay una dominicanidad híbrida que se expresa en la lengua sajona y que los nacionales sólo pueden disfrutar a través de la mediación de un traductor. Es la literatura de Junot Díaz, Julia Álvarez, Nelly Rosario y demás; una literatura de anticipación. Como existe en estos textos una ruptura con la literatura nacional en español, mucha gente dice que esos no son escritores dominicanos. Pero creo que se equivocan. Su dominicanidad es controversial y lo que debemos entonces, pensar es que la dominicanidad ha cambiado tanto dentro como fuera. Somos una cultura híbrida fluida. Dentro, una cultura que convive con la haitiana y fuera, con la experiencia de las emigraciones. Creo que ahí residen las discusiones de los artículos de la Constitución sobre la nacionalidad y el voto en el exterior. Lo de fuera, unas veces, se deja afuera y cuando conviene, se le integra. Es un discurso de poder, que aleja o acerca a esa dominicanidad viajera.

Otra cosa muy distinta, es preguntar por la existencia de una literatura dominicana en el extranjero. Es problemático desde una epistemología literaria, en la medida en que existen textos y discursos, pero esta literatura está en movimiento y no podemos hacernos una idea muy clara de ella. Se está haciendo; es muy reciente. Y creo que con esto nos quitamos de encima los alardes literarios de personas que se dicen escritores o que aparecen en las listas como intelectuales, etc. Quisiéramos leer sus obras, no los discursos sobre ellas. Son pocos los escritores que viven fuera de los que podamos hacernos una idea clara de su trabajo, si dejamos a Eugenio García Cuevas, Néstor Rodríguez, que han realizado un trabajo en la crítica literaria y cultural y uno que otro que han publicado un par de libros. Creo que tienen mucho camino por recorrer.

—¿Y la crítica, cuál es el criterio de la crítica literaria dominicana con relación a los escritores que no residen en la Patria?

—No creo que la crítica literaria dominicana se haya interesado por esta materia. Al menos, Giovanni Di Pietro que ha escrito un libro sobre Julia Álvarez (La dominicanidad de Julia Álvarez, 2002) y varios ensayos sobre Junot Díaz, a los cuales remito al lector interesado. Pero ni Diógenes Céspedes, Bruno Rosario Candelier, Manuel Matos Moquete, Manuel Núñez ni Odalís G. Pérez. Han tratado este tema. Me faltaría hablar de Franklin Gutiérrez y Daysi Cocco De Filippis, que son los críticos que viven en Nueva York. Luego tenemos discursos de gente que reseñan libros o realizan estudios culturales. Pero no hay una crítica literaria dominicana que haya trabajado el fenómeno de la literatura híbrida y a los escritores que no viven en el patio. ¿Y por qué? Porque lo que hacemos fuera no cambia la cultura dominicana. No la pone en juego. El que intentó revolverla fue Silvio Torres Saillant, pero sucumbió postrado frente al presidente Fernández y una medallita de patriota.

No hay un trabajo epistemológico sobre la dominicanidad desde afuera, que pueda cambiar el hecho de que el centro se considere origen de los discursos de la dominicanidad. Primero, porque es una opción de poder, mientras Santo Domingo sea la ciudad letrada, ella construirá y reinventará el deseo de comunidad. Y los discursos tienen un valor político. Nueva York no podrá imponer su discurso. Lo de Silvio fue un alarde. Alarde que se pude ver como un gesto valeroso; pero sucumbió ante los poderes que dominan la construcción discursiva de lo dominicano. En fin, que lo que se hace con lo que se fueron es olvidarlos. Es algo desgraciado, pero es una verdad. La visita de uno de "la diáspora", la puesta en circulación de uno de sus libros o la participación en una Feria del libro, es el encuentro de Narciso con su trasero. Un espacio sólo retomado cuando nos conviene y les conviene a los poderes discursivos. Los de afuera están fuera.

—¿Consideras que la crítica literaria dominicana actual cumple realmente con lo que decía Martí del "ejercicio de criterio"? ¿Interpreta y juzga o simplemente está dividida en grupos que se autodefienden y contraatacan cada vez que sienten lesionados sus epidermis o intereses?

—La crítica literaria dominicana se reduce a unos cuantos nombres. Y a una historia de grandes logros. Debo decirte que esta actividad la fundaron Max y Pedro Henríquez Ureña. Que la dictadura de Trujillo limitó el ejercicio crítico a las obras de Balaguer, una historia literaria positivista y un recuento de libros y autores hasta llegar a Fernández Spencer. De ahí en adelante, el trabajo lo han realizado el grupo que he mencionado más arriba y unos cuantos que ahora nos dedicamos a valorar los textos literarios. Pero debemos significar que existen los críticos literarios y los críticos culturales. Algunos hacen los dos tipos de críticas. Pero la literaria se ejerce menos que la crítica cultural, a menos que no sea en tesis realizadas en el extranjero. Creo que si hablamos de crítica nos referimos a ejercicio de criterio, a un pensamiento sobre lo literario como manifestación de la cultura dominicana. Ahora bien, hay otro grupo de gente que escribe crítica, sobre todo para saludar la aparición de un libro. Pero no hace crítica trascendental. ¿A qué llamo crítica trascendental? A la que dialoga con el sistema de representació n literaria y con el sistema de la cultura. Aquella que se empina en las tradiciones de la crítica. Para nosotros la tradición hispánica se echa de ver en Fernández Spencer y Bruno Rosario Candelier; la tradición francesa, en Diógenes Céspedes, Manuel Matos Moquete y Manuel Núñez, y la norteamericana en los críticos que han estudiado en Estados Unidos. Una crítica no es una actividad en sí mima; es un acto de pensamiento que toma la literatura como medio y se afianza en la cultura, la historia y los discursos de la época y contra ellos.

Falta la crítica de ocasión, la que generalmente encontramos en los periódicos y puede ser una crítica de capilla, de grupos. La otra, por su carácter científico, debe ser inclusiva. Aunque tiene sus limitaciones, es una crítica que establece su marco de acción. Sus propios límites.

—Y la poesía, ¿ha secuestrado el crítico al poeta de los libros iniciales o podemos esperar en un futuro nuevas incursiones en los ámbitos del poema?

—La crítica y la poesía son dos actividades muy distintas. Y si le agregas a eso, ser profesor universitario y la participación en coloquios, conferencias y seminarios, da como resultado que sólo se vea lo que hacemos en el campo de la crítica. Sigo escribiendo poesía aunque no con la constancia que quiero. Me acostumbré a escribir libros de poesía, no poemas sueltos. Lo que complica las cosas. Necesito hacer un plan ara escribir poemas. Planificar un libro de poemas donde quiero un lenguaje, un tema… algo distinto a lo que he realzado anteriormente. No me gusta repetirme. Aunque es bueno decir, que siempre escribimos una parte del gran poema que es nuestra vida. Pienso muchas veces: "ahora dejo un poco la crítica y me dedico a la poesía". Otras veces, me digo: "tal vez cuando sea viejo, volveré a ser el poeta que fui en mis años mozos". No sé; pero la poesía vive en mí. Tengo constancia que las habilidades de poeta las tengo. El tiempo dirá cuando sorprendo a los amigos con otro poemario.

—¿En cuáles otros proyectos, además de la enseñanza y el estudio de la cultura y la literatura del Caribe anda Miguel Ángel Fornerín?

—Estoy escribiendo ensayos y ponencias para varios eventos que se organizan en este año. Pero lo que más me interesa es difundir el libro Entrecruzamiento de la Historia y la literatura en la generación del 70. Ya se ha presentado en Cayey, Ponce y San Juan. La próxima parada será en Mayagüez, el 22 de octubre (lo presentarán el historiador Carlos Hernández y el crítico Mario Cancel) y el 14 de noviembre en La Tertulia de Río Piedras (lo presentarán Eugenio García Cuevas y Andrés L. Mateo). El año próximo estaremos en la Universidad de Puerto Rico en Carolina y terminaremos con un coloquio en Cayey. Me quedan el libro sobre el cuento y tengo en prensa Andrés L. Mateo la aventura espiritual de la dominicanidad que aparece en este mes. Luego me embarcaré en un libro sobre la ensayística dominicana y otro sobre narrativa hispanoamericana, que ya tengo comenzado. No creo que tenga tiempo para algo más, pero iré a ver el mar.

'Japonerías' hispánicas

Por ANA RODRÍGUEZ FISCHER | © Babelia

Apenas he parado de reírme a carcajada limpia -sólo lo justo para poder seguir leyendo- mientras tuve en mis manos España, aparta de mí estos premios, el libro de relatos donde el escritor peruano Fernando Iwasaki (Lima, 1961) nos ofrece siete visiones o interpretaciones de la historia de España. Pero que no nos despiste el título, porque si hay un sesgado homenaje al poemario de César Vallejo -España, aparta de mí este cáliz, 1937-, las narraciones de Iwasaki parten de una irreverencia absoluta y, de las dos Españas, se dirigen sólo a la que sabe reírse de sí misma.

Todos los cuentos tienen una estructura común: la narración de un suceso sorprendente (absurdo, grotesco, ridículo), como puede ser la aparición de un brigadista japonés que desconoce el final de nuestra Guerra Civil en las profundidades de una cueva malagueña donde se está desarrollando y transmitiendo en directo un episodio del reality Cavernícolas solidarios; la repercusión del suceso en los medios y en las diversas esferas del poder, con las consiguientes pugnas e intrigas; la explotación comercial del acontecimiento -libros, seriales, excursiones temáticas al lugar de...-, y el desenlace final de la aventura. Además todos los cuentos comparten alguna situación o anécdota, junto con personajes a veces no tan secundarios, ya que estamos ante unos cuentos homotextuales: "Es decir, el mismo texto refrito varias bases según las veces y viceversa". Las bases de los distintos concursos y las actas de los respectivos jurados que los enmarcan son otras tantas joyas que completan este hilarante y vitriólico retrato de nuestra(s) España(s).

Fernando Iwasaki se mueve con admirable desenvoltura y desparpajo por episodios de nuestro pasado épico -gestas jesuíticas o conmemoración de la Liberación del Alcázar de Toledo-, las plurales identidades de la piel de toro, las filias y las fobias de unos y otros, los ritos, las modas y... en fin, la general estulticia en la actual sociedad del espectáculo y la era de la globalización.

Baste mencionar que los relatos a concurso deben tratar del turismo espeleológico o de la gloriosa historia del Sevilla Fútbol Club; exaltar los valores identitarios, los hechos diferenciales y la riqueza cultural de Euskadi; servir para motivar e incentivar la visibilidad de la mujer catalana en todos los ámbitos y estamentos de la sociedad; o promocionar el langostino de Sanlúcar. Huelga decir que la parodia pulveriza tan loables propósitos, gracias al soberbio lenguaje, que además del pastiche opera con tics, frases hechas, correcciones políticas o hablas y jergas de las varias identidades lingüísticas.

Un consejo: no paguen más sesiones de risoterapia y lean España, aparta de mí estos premios. [fontanamoncada]

Entre el éxito y el desvalimiento

Gerald Martin ha optado en su libro sobre Gabriel García Márquez por la biografía factual con pocas florituras, aunque no oculta juicios o informaciones ingratos para el escritor. Su ensayo completa la lectura de las obras del autor de Cien años de soledad

Por JORDI GRACIA | © Babelia

Si echan un simple vistazo, sin detenerse en nada, a las últimas trescientas páginas, el desfile de políticos y hombres de Estado (o ex políticos y ex hombres de Estado) es tan abrumador como angustioso: o el escritor ha desaparecido o bien se ha fundido con el ciudadano que aspiró a toda costa a tocar y oler, frecuentar y medir, auscultar y narrar el poder. Pero García Márquez no ha dejado de escribir hasta hace muy poco tiempo, e incluso una novela tan menor como Memoria de mis putas tristes (2004) sigue siendo obra de un excelente narrador. Muy poco antes había entregado una novela autobiográfica disfrazada de memorias, Vivir para contarla (2002), y un poco atrás también había escrito un potente reportaje titulado Noticia de un secuestro (1996). Es el García Márquez de los sesenta a los setenta y tantos años, consagrado universalmente desde mucho tiempo atrás (el Nobel lo recibe en 1982 pero el éxito cósmico de Cien años de soledad arranca de 1967 y es instantáneo), y es miembro ordinario de una corte de celebridades que se buscan y se encuentran: tanto le gustaba a Mitterrand o a Felipe González estar cerca de García Márquez como al revés.

Gerald Martin ha optado sensatamente por la biografía factual con pocas florituras, por no decir ninguna. Suele plegarse a los datos más fiables sin dejarse llevar por conjeturas, aunque no asiente sumisamente a cuanto se supone que ha de decir y tampoco oculta juicios o informaciones ingratos para el escritor. Y en particular algunos de los análisis que detienen el curso del relato -es como mínimo excelente el dedicado a El otoño del patriarca, pero son todos buenos- valen como incentivos adicionales (más que la propia biografía) para regresar a García Márquez escritor o incluso para completar la lectura de una obra que no ha sido prolífica ni excesiva y rara vez superflua o puramente oportunista.

Pero el riesgo de lo factual en biografiado tan tempranamente célebre es que se come materialmente la posibilidad de una ambientación más completa y más afinada de los espacios socioculturales que habita el personaje. Y eso sí sucede demasiadas veces: el capítulo barcelonés de la biografía de García Márquez en el cambio de década de los sesenta al setenta está lejos de ser de los mejores y desde luego los diagnósticos generales sobre el estado del país, de sus medios culturales y de algunos de sus personajes son manifiestamente insatisfactorios. Pedían más espacio y lo merecían para entender el significado de García Márquez y Vargas Llosa, Cortázar y Fuentes, Cabrera Infante o Bryce Echenique (los dos últimos ausentes casi por completo) en aquel momento, como lo podría haber merecido la relación con Carmen Balcells (que sale citada a menudo, pero sin nada sustancial), como no se entiende la muy restrictiva y convencional consideración de los escritores del boom limitada a las famosas sillas contadas.

Pero no es casualidad que la primera mitad del libro (hasta la publicación de Cien años de soledad) logre captar la atención y la imaginación del lector con una fuerza que se pierde después. Es el espacio biográfico de un muchacho muy perdido, desprotegido desde el primer instante y refugiado en el mito del abuelo Márquez, criado lejos de sus padres (o de un padre que hace hijos incesantemente para que después los críe su mujer, tanto si los ha tenido con ella como si no), dominado todo por la figura del desvalimiento que entonces encarna García Márquez y cuyo hábitat sexual es la prostitución como rutina afectiva. Son las páginas de formación para saber de sus lecturas y admiraciones o de sus asociaciones mentales, como cuando lee fascinado dos veces seguidas el Pedro Páramo de Rulfo o cuando ante el principio de La metamorfosis de Kafka cuenta que se dijo: "Mierda, así es como hablaba mi abuela". Su instinto de periodista, la búsqueda del compromiso político revolucionario al filo de la Cuba de Castro, la resignada adaptación a la pura miseria, en Colombia, en París o en México (pero siempre antes de 1967) o la intuición para sacar partido del Relato de un náufrago son cosas que pueblan el libro vibrantemente hasta la mitad para desvanecerse desde entonces, como si su protagonista fuese otro, porque es efectivamente otro, o cuando menos se comporta como otro. El éxito es una suerte de destino biológico del escritor y su biografía deja de tener interés en cuanto fuente de inspiración o espacio de recreación literaria. Martin detecta muy bien ese cambio en el articulismo de García Márquez entre El otoño del patriarca (1975) y Crónica de una muerte anunciada (1981), difundido bien en El Espectador, de Bogotá, bien en EL PAÍS. Ahí aparece un hombre ajeno a radicalidad alguna, adaptado a la voz benevolente de las celebridades. Veinte años atrás, cuando acababa de aparecer El coronel no tiene quien le escriba, mientras era redactor a desgana de un par de revistas y se publican también los relatos de Los funerales de la Mamá Grande, le cuenta a Plinio Apuleyo Mendoza el desespero de no hacer lo que quiere de verdad, mientras trasiega "tranquilizantes untados en el pan, como mantequilla" , y deja de escribir. Hay razones para el desánimo porque lo ve demasiado claro: "Ni volveré a escribir nada ni llegaré a ser rico". Incluso si ironizase, que no lo creo, tiene gracia igual el reclamo compasivo de la ambición. [fontanamoncada]

La defensa del Borges político

En su flamante libro Camino a babel. Conversaciones con Jorge Luis Borges, el escritor Héctor Alvarez Castillo rescata los diálogos que ambos mantuvieron en 1984 y 1985 y defiende el compromiso con el país del autor de El Aleph.

Por Horacio Bilbao | © Clarín

Héctor Alvarez Castillo siempre supo lo difícil que iba a resultarle escribir un libro sobre Borges. Pero sus encuentros con el escritor lo marcaron a fuego. Durante años guardó y escuchó en viejas cintas de casete las charlas que mantuvo con el autor de El Aleph en 1984 y 1985. Desmagnetizadas por el tiempo y con un Borges casi inaudible, fueron un karma esas cintas. "Fueron 15 años en los que el proyecto estuvo dando vueltas", repasó Alvarez Castillo. El resultado es Camino a Babel, un ensayo que incluye los diálogos entre ambos, un anecdotario y un itinerario de 64 puntos que, en referencia a las 64 casillas del ajedrez, son caminos para acercarse a Borges.

"Intenté rodear esas conversaciones de cierto aparato crítico que abrazara su obra y que no fuera académico sino que permitiera distintas vías de acercamiento a Borges " , reflexiona Alvarez Castillo, fanático del ajedrez y del famoso poema ajedrecístico de Borges, claro. Pero su libro juega algunas fichas extra literarias. Hay, por ejemplo, una defensa del Borges político oponiéndolo a la figura de Sabato e, incluso, a la de Cortázar. Y un rescate del Borges verbal que dejan traslucir sus charlas y conferencias, complementando al literato con un perfil polemista accesible a todo el mundo más allá de sus libros.

"Para mí Borges es un hombre netamente político. Muy comprometido con la historia argentina", dice Alvarez Castillo, que rescata el hecho haberse quedado en nuestro país. Aunque sabe que Borges siempre fue conservador y escéptico, Alvarez Castillo dice que sus errores políticos sólo fueron un problema inicial. "Borges estaba ciego, y la realidad que él veía era la que le relataba su entorno. Es muy difícil escapar de esa influencia. El lo dice posteriormente cuando habla de las Madres de Plaza de Mayo, aprobando la conducta de la Madres, años después".

Alvarez Castillo cuenta que hizo una tirada pequeña de su libro en 2004. Apenas 200 ejemplares para los amigos. "Ahora, aprovechando los 110 años del natalicio de Borges, como editor y autor pensé que era el momento de redoblar la apuesta", confesó. Además del Borges político, Castillo rescata por sobre todo al Borges verbal. "Es fascinante, muy copioso. Todos sus debates, sus conferencias. Sin ese Borges verbal no tendríamos al polemista", dice. Y arriesga que esa y no otra "es la vía de acercamiento que se nos da a todos con mucha facilidad".

Más allá del ajedrez borgeano y del anecdotario que ofrece Alvarez Castillo, su ensayo tiene un eje no disimulado: las conversaciones que ambos mantuvieron. Entre los diálogos, hay una anécdota del poema que Borges le corrigió a Castillo, termómetro de esa relación fugaz e intensa. "Los encuentros con Borges me llenaban de literatura. Cuando me marchaba, por unos días quedaba con cierta aura", evoca Alvarez Castillo. Celebra, además, que en esos diálogos y en esos encuentros, Borges no se creía Borges. "Desde allí escribo, desde el Borges que me abrió la puerta, con el que almorcé y caminé. Con el otro Borges no me meto", dice.

Alvarez Castillo básico

Escritor, editor, librero y poeta, cuenta entre sus principales obras El faro de la tempestad y otros poemas, El prisionero. Historias para una puesta teatral y las colecciones de cuentos Metamorfosis (2005) y Los vampiros no nos dejan dormir"(2009). Ha colaborado con varios suplementos culturales y es editor de los sitios web Asterión XXI y Metajedrez. Camino a babel. Conversaciones con Jorge Luis Borges fue publicado bajo su sello, Alvarez Castillo Editor.

Los artistas y la peligrosa creatividad de Petán (II de III)

Por José Tobías Beato | © mediaIsla

En La Voz Dominicana destacó al frente de la superorquesta "San José" Vinicio Franco (1933), merenguero con una excelente voz para el género. Su primera grabación la hizo con la orquesta de Antonio. Morel, que fue "Apágame la Vela", popular ritmo de Bienvenido Brens. Luego fue intérprete insuperable de algunos de los más famosos merengues trujillistas. Sin embargo, a él tocó el honor de cerrar musicalmente la llamada "Era de Trujillo". Primero con "Mataron al chivo", identificació n del dictador, cuyo cadáver fue arrojado en el baúl del carro de uno de sus matadores, como animal sacrificado en plena carretera. Y luego, en las navidades de ese año (1961), todo el pueblo entonó festivamente el merengue "Navidad con libertad", con el que quedaron rotas definitivamente las cadenas de los treintiún años del régimen. Ya lo dijimos: la era de Trujillo comenzó con merengue y terminó con merengue.

Mucho antes de eso, cabe mencionar a otro Franco: Don Pipí Franco (1912 – 1978), autor del celebrado "Arroyito cristalino", compositor notable y quien fuera la voz principal de un conjunto que en los años cuarenta dirigiera el ya nombrado Luis Alberti: la orquesta " Presidente Trujillo", de interpretació n tan excelente que impresionaron al gran director de música clásica Leopoldo Stokowsky, hasta el punto de grabar para este reputado maestro una serie de piezas.

También pertenecía al elenco de LVD, Alberto Beltrán (1924 – 1997), negro macizo nacido en La Romana. Beltrán fue un muchacho pobre que aprovechaba su bien timbrada voz para vender toda clase de cosas para subsistir, hasta que en 1947 ganó un concurso en la emisora de Petán. Entonces firmó como artista exclusivo. En 1957 logró viajar a Cuba por primera vez; y una vez allí, de la mano de Tirso Guerrero, llegó a la Sonora Matancera, que era el sueño de todo músico. Con ella grabó "El negrito del batey", "Todo me gusta de tí", "Aunque me cueste la vida". Recordamos a la cantante especializada en tangos Lita Sánchez, que era acompañada por el maestro argentino del bandoneón, Angel Bussi, quien en medio del entusiasmo, decidió incluso nacionalizarse dominicano. Directores de orquesta eran Antonio Morel, el ya nombrado Papa Molina, entre otros. Las orquestas: La San José, La Angelita y La Melódica. También formaban parte del elenco de la mencionada emisora la delicada Teresita Basilis, Fellita Puello Cerón, Criolla Hidalgo, Inés Gelabel, Lucía Félix, Luis Vásquez, así como el tenor de la voz de terciopelo, Jerónimo Pellerano (1927 – 1991) que tuvo destacada participación en algunas zarzuelas y que brilló también en la interpretació n de canciones románticas como "La noche que te conocí" de Federico Asmar Sánchez.

En el canto clásico encontramos a Ivonne Haza (1938) y a Violeta Stephen, probable encarnación en la tierra de un par de ángeles escapados temporalmente de la corte celestial. Ambas, casualmente nacidas en San Pedro de Macorís. La primera hizo estudios en el Conservatorio de Santa Cecilia, Roma, y tuvo laureadas presentaciones además de en su natal República Dominicana, en Estados Unidos, en Cuba y Puerto Rico y ha grabado numerosa música. La segunda, doña Violeta Stephen (1929), ganó una beca para estudiar en la academia de canto de La Voz Dominicana en 1949, al interpretar la célebre canción de Agustín Lara, "Granada". Estuvo por Italia, y se presentó con mucho éxito ante variados auditorios.

También el tenor Arístides Incháustegui (1938), quien a sus dotes de músico y excelente cantante, aúna las de historiador y hombre culto. Es una de las personas que más ha hecho por la divulgación de la buena música. En La Voz Dominicana estaba el tenor de sólida formación musical, don Rafael Sánchez Cestero (1912 – 1999), a quien ya hemos mencionado como uno de los profesores de la escuela de canto de la citada emisora. A este señor lo recordamos elevar sus notas por los cielos, sin ningún aparente esfuerzo, hasta el sitio mismo donde Dios tiene instalado su palco, para cuando decide escuchar las cosas hermosas que, a ratos cantan los hombres.

La escuela de locución se engalanó con nombres que podían brillar como soles en cualquier firmamento: Ramón Rivera Batista, voz de oro y maestro de ceremonias sin par, que debería ser objeto de permanente homenaje; J. A. Núñez Fernández, Jaime López Brache, Bruno Pimentel, Homero León Díaz, María Cristina Camilo, primera mujer que hizo el papel de presentadora en televisión. También son recordados los locutores que con interjecciones vibrantes de emoción gritaban ¡muertooooo!, al enumerar los nombres de los expedicionarios de la invasión antitrujillista de Constanza, Maimón y Estero Hondo, los llamados "héroes de la raza inmortal". Eran especialmente los siguientes: Guillermo Peña, Bubito Félix, Luis Acosta Tejeda (Mi Paso por la Cuarenta. Un Testimonio, Fredy Bonnelly, Ed. Mediabyte, págs. 20-21).

Otra parte más festiva, el circo que encubría la violencia de la era, las vejaciones y maltratos sobre miles de ciudadanos, la denominada "Semana aniversario" , la primera de agosto, con la que Petán celebraba cada año el inicio de su incursión empresarial en los predios del arte, devino en el acontecimiento cultural más importante, de naturaleza histórica, esperado con ansias por el pueblo dominicano. Y meta de los mejores artistas extranjeros, que así de célebre llegó a ser el evento magnífico. En el curso de las diecinueve "semanas aniversario" que logró celebrar, el público pudo disfrutar de figuras como el versátil Tin Tan, cómico y cantante; de Tony y Luis Aguilar, intérpretes de corridos y rancheras mejicanas, al igual que del maestro del `falsete' Miguel Aceves Mejía. Estuvieron también Pedro Vargas, bolerista con voz diamantina. Se hicieron presentes, entre otras, la escultural vedette María Antonieta Pons y la dama del mechón, Tongolele. La fulgurante estrella cubana Celia Cruz; la dama del tango, Libertad Lamarque.

Estuvo también, el más grande artista mexicano de todos los tiempos: Pedro Infante quien, con su habitual simpatía y sencillez llegó manejando él mismo el carro que le fuera asignado por la empresa, para sorpresa del público que lo esperaba delirante. Luego de la trágica muerte de Pedro, ocurrida una mañana de abril de 1957, estuvo llorando la tragedia su hermano Angel Infante. Además se presentó el Mariachi Vargas de Tecalitlán, Fernando Fernández. "El indio araucano", voz viril de singular hermosura que arrasó con los aplausos de una fanaticada especialmente femenina. Luego estuvo Emilio Gálvez, el español José Luis Martínez, quien acompañado de su guitarra, poseía una de las voces más agradables que jamás hayamos escuchado. Cortijo y su combo, con su cantante Ismael Rivera, quien en el curso de los años devendría como uno de los mejores intérpretes de la llamada "salsa". El colombiano Carlos Pizarro, bolerista de sentida voz; los boricuas Bobby Capó y Daniel Santos. Los primeros integrantes del trío "Los Panchos". Los cómicos Verdaguer, Manolín y Shilinsky, Viruta y Capulina, la voz magnífica de Rafael Vásquez de México, el argentino Fernando Leyba, voz de ricos matices y tantos otros, que extenderían demasiado estas notas que de por sí han de ser breves.

Ahora bien; no peque nadie de ingenuo, pensando que Petán pagaba a estos cantantes con las ganancias producidas por las actividades de RTVD, acrecentadas por los cuantiosos recursos que la presencia de estos artistas le generaban. Ilusión: Petán usaba tretas gansteriles para cumplir con estos contratos, usualmente elevados para la época. Tan pronto los dueños o administradores de fábricas y comercios de importancia dominicanos o extranjeros, se enteraban de que determinado artista vendría a la "Semana Aniversario" , generaban en el acto un cheque no menor de quinientos pesos-dólar, pues sabían que bien pronto pasaría un mensajero a recogerlo a nombre del "General", al que no debían en modo alguno desagradar (G. Gallegos, Trujillo: Cara y Cruz de su Dictadura, pág. 135). Conste que no era el dólar ni los pesitos devaluados de hoy.

Por otra parte, tradicionalmente los artistas criollos pasaban - y pasan - grandes trabajos; la mayoría vivía modestamente, y frecuentemente morían en la miseria y eran prontamente olvidados. Fuera ya los Trujillo del poder y del país, el gran Nicolás Casimiro – Colás para sus amigos -, vivía en una casita en la calle "La Guardia". Ya viejo, con una pierna menos a causa de la diabetes, solía andar por el barrio, muleta bajo al brazo, al caer el sol. En tales paseos acostumbraba repartir a los vecinos y a quien quisiera recibirlo, un papelito blanco doblado que al uno abrirlo no veía nada, pues no contenía seña ni frase alguna. Era sólo eso, un papelito blanco que un hombre sobre muletas daba al transeúnte. Cuando uno de esos vecinos le preguntaba: "pero Colás, ¿que significa esto?" El intérprete de "Flor de té", "Santa Cecilia", "El espejo" y tantas otras inolvidables canciones contestaba: "¡Ah, ya lo sabrás cuando yo me muera". Poco a poco Colás reveló su secreto: era una forma un tanto poética de que no lo olvidaran... ........

Porque Nicolás Casimiro, que fue un hombre nacido en Villa Mella, donde como se sabe vive una laboriosa comunidad integrada principalmente por negros y mulatos, era indudablemente un hombre de condición social humilde y personal, hasta el punto de sentirse afectado muy negativamente por su condición de negro. Así, dicen que una blanca y hermosa mujer de México, lo oyó cantar en un disco. Asombrada por esa voz tan virilmente bella, quiso ponerse en contacto con el artista y lo hizo mediante carta, en la que le pidió un retrato autografiado, como es usual en estos casos. Casimiro le respondió muy gentilmente, pero no se atrevió a mandarle una foto suya, sino que le envió una de su amigo y también magnífico artista, Armando Recio.

Entonces la mujer dió otro paso: decidió viajar y conocer personalmente al hombre que tenía tan buena estampa como tan preciosa voz. Por supuesto, el pobre Colás tuvo que aceptar la humillación de la desilusión que él mismo había contribuido a fomentar, porque lo que comienza mal, usualmente termina mal. Eso cuentan, cosa que a estas alturas no sé si es del todo cierta, pero lo cuento porque pinta muy bien cuánto se valoraba en aquellos tiempos la maravilla de su voz, y al mismo tiempo, lo profundo del prejuicio racial en el artista así como en el período histórico que le tocó vivir.

De hecho, algunas de las composiciones que interpretó eran bien trágicas. Por ejemplo ésta que reza: "A veces me parece | que estoy demás en la vida | que se ha negado mi estrella | mi signo zodiacal |. Tal vez llegué muy tarde a este mundo | o temprano, ilegalmente, | porque lo que estoy pasando | sólo Cristo podría soportar |. En mí no hay providencia | no existe esperanza | Óyeme, Dios mío, si tú me faltaras | de nuestra existencia, ¿qué será?" Pues bien, murió el gran Colás, murió quien me lo contó, y aquí estoy yo recordando, y haciendo que otros recuerden al hombre que poseyó un talento único, pero que es recordado por lo que forzosamente es un pequeño grupo, no en función de su condición de artista extraordinario, si no por esa estratagema que se inventó para eternizarse en la memoria de sus conciudadanos, aunque seamos pocos. Y ojalá que eso conllevara a que los que lo oyeron cantar alguna vez buscaran nuevamente sus grabaciones; y a los que pueden, a editar nuevamente sus canciones excelentes.

Algunos piensan que esto supone nadar contracorriente, porque hoy en día impera lo que no es arte ni podrá serlo nunca, no importa lo millones que deje, seguido por un público alienado que responde a la provocación sistemática de sus bajos instintos. Y es que ese supuesto arte carece de verdadera técnica, no requiere de esfuerzo y mucho menos de una sensibilidad cultivada por el estudio; tan solo de osadía y de gestos primitivos como el que da garrotazos sobre una pared de cemento solidificado sobre acero, cuando no del movimiento convulsivo del animal en la época del celo. Pese a apariencias, hay signos de que no todo está perdido. Todos los países mantienen el valor de sus artistas tradicionales; en Estados Unidos, por ejemplo, las colecciones del jazz, de sus artistas históricos y del rock clásico se promueven y venden por montones todos los días.

El asunto es que mucho antes del extravío actual, Nicolás Casimiro sabía ya de la veleidad de nuestro público. Sabía cómo había sido recibido Eduardo Brito, barítono extraordinario, aclamado con delirio en el extranjero, pobremente recibido en su país y hasta insultado en plena actuación: "cállate limpiabotas" , le llegaron a vociferar algunos necios, recordándole su pasado humilde. Claro que, para colmo, la "mala suerte" acompañó siempre a Brito: en la plenitud de sus facultades, actuando en Estados Unidos, se presentó la gran depresión de 1929. Y cuando en España su desenvolvimiento como barítono de primera magnitud causaba furor entre el público, estalló la guerra civil. Cuando regresó a su patria, ya estaba enfermo. Y por supuesto, cuando la terrible enfermedad se hizo patente, haciendo de él un loco agresivo (tenía neurosífilis) , fue encerrado en el manicomio, aislado y olvidado hasta por los suyos.

La llamada "Espiga de ébano", Rafael Colón, no solamente se ganaba la vida como trovador; ejerció oficios humildes, pues del solo canto no pudo vivir nunca. Tony Curiel, voz de tenor que como ya quedó dicho, paseó su canto por diversos países, vivió con relativo decoro al final de sus días porque era mecánico dental. Y eso, que podía moverse con soltura como pocos, tanto en el ambiente clásico como en el popular. [José Tobías Beato, escritor dominicano, autor de La mariposa azul]

Del premio preventivo y otras vainas

Por Huáscar Vega L. |© mediaIsla

En algunos países de Latinoamérica se dice vaina para referirse a casi todo tipo de objeto o evento: "Deja la vaina". "Pásame la vaina". "¿Qué vaina, chico?". "No me digas esa vaina", etc. Es una manera de evadir decir o nombrar lo preciso, para sustituirlo por lo impreciso o sobreentendido.

Imagino que todos los lectores conocen el significado correcto de la palabra vaina.

El caso es que el Comité Nobel desenvainó la espada, y ahora inventó el premio preventivo al otorgar a Mr. Barack Obama el Premio Nobel de la Paz.

Al parecer las guerras preventivas y las preventivas bases militares de USA, son los precedentes para otorgar premios preventivos. Ojalá en el futuro próximo no se pongan de moda las detenciones preventivas, las torturas preventivas, los saqueos preventivos, y todas esas vainas preventivas.

¡ Qué vaina con este Premio Nobel ! Ese premio no trae esperanzas, hay que tener miedo y precaución, no hay que olvidar la mentada "política de seguridad y paz" del presidente de Colombia Álvaro Uribe, dicha "política de seguridad y paz", ampliamente apoyada por el presidente Obama (ayuda económica y bases militares), han llevado luto, espionaje y torturas al pueblo colombiano, ojalá que Obama no implemente una "política de seguridad y paz" con el resto del mundo.

Uribe, por un lado dice que busca la paz, y por otro invade Ecuador, así actúa "Al´Varito". ¿Y Obama, qué…? Por un lado dice que apoya al presidente Zelaya y por otro hace poco para anular al golpista Micheletti (honduras de la preventiva política imperial de USA).

Al momento en mi humilde opinión, el uso del condón, es algo preventivo y al mismo tiempo aceptable, pero ni la Iglesia Católica ni millones de hombres la aceptan, pero aceptan los premios y las guerras preventivas como si nada. ! Qué contradicción!

Mi hijo ha dicho que el próximo año escolar, será el mejor alumno de su curso, que no hará renegar a sus mayores, que se portará bien, que ayudará en labores domésticas, etc. Casi lloro de esperanza al oír esas promesas, pero CREO proactivamente prefiero otorgarle un premio preventivo para estimular hoy lo que dice hará a futuro. Mientras tanto a mi amada que ha pedido me ponga condón para prevenir y no tener más hijos, CREO le diré que no...

Nuevo libro de Umberto Eco sobre la obsesión humana por las listas

En Frankfurt, el semiólogo italiano habló de El vértigo de las listas, un estudio antológico de la afición humana por las enumeraciones, a partir de textos literarios y obras de arte de todos los tiempos.

Por Sergio Vila-San Juan | © Clarín

"El que lea mis novelas verá que en ellas abundan las listas, y los orígenes de esta predilección se remontan a mis estudios juveniles", manifiesta Umberto Eco. Tal vez por ello, ahora que es uno de los más consagrados autores mundiales ha decidido recapitular su vieja inquietud y publica El vértigo de las listas,un estudio antológico de la afición humana por las enumeraciones, a partir de textos literarios y obras de arte de todos los tiempos. Lo lanza en la feria de Frankfurt la editorial italiana Bompiani y en las próximas semanas aparece de forma simultánea en quince países; en español lo publicará Lumen.

En la tónica de proyectos anteriores del semiólogo de Alessandria como la Historia de la belleza (2004) y la Historia de la fealdad (2007), se trata de un volumen cuidado y ricamente ilustrado, que sin llegar al objeto de bibliófilo está cerca de lo que en el argot editorial se conoce como coffetable book. Eco lo hace coincidir con un ciclo de conferencias sobre el tema que dirigirá para el Museo del Louvre durante el mes de noviembre.

En su análisis realizado por el autor de El péndulo de Foucault, las listas aparecen en las culturas primitivas, que tienen una imagen imprecisa del universo y enumeran sus propiedades sin establecer entre ellas una relación jerárquica. Y reaparecen en el mundo medieval, el renacimiento y el barroco, "y especialmente en el mundo moderno y posmoderno". ¿Con qué criterios se forman? Veamos algunos.

Lista visual.
Plantea sus enumeraciones en el espacio. Cuadros como El jardín de las delicias del Bosco y su minucioso registro de personajes y situaciones chocantes: Los once mil mártires de Pontorno y su repetición de crucificados: representaciones de batallas y ejércitos que aspiran a crear la sensación de mostrar la totalidad de sus integrantes.

Listas de cosas.
Como las enumeraciones de sustancias malignas que aparecen en Macbeth,de Shakespeare: "Garguero de buitre y de vil renacuajo; / alas de murciélago, piel de escarabajo, / ojos de lagarto, lengua de mastín, / plumas de lechuza y piel de puerco espín". La colección de objetos guardados en un cajón de la cocina de Leopold Bloom en el Ulises de Joyce... "A veces son simplemente olores, o bien hedores, como en las ciudades descritas por Suskind".

Listas de lugares.
Charles Dickens enumera en su obra Casa desolada una veintena de espacios londinenses envueltos por la niebla. Italo Calvino, en Las ciudades invisibles,recrea el álbum del gran Kan, donde aparecen mapas de todas las urbes del mundo. Aunque la clásica lista de lugares es la de El Aleph de Borges, aquella "pequeña esfera tornasolada de casi intolerable fulgor" en la que el argentino vio "ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo".

Listas de ´Mirabilia´.
Enumeraciones medievales de criterios vagos, donde cabe de todo. Como las Etimologías de Isidoro de Sevilla, que mezclan gramática con medicina, agricultura o trabajos domésticos.

Colecciones y tesoros.
Las de los grandes señores romanos o renacentistas, o de los museos de nuestro tiempo. Privan "el gusto por la acumulación y el incremento ad infinitum".

Listas excesivas.
De la época barroca en adelante, encontramos muchas listas elaboradas por el mero placer de deformar. El mayor ejemplo lo brinda François Rabelais, que enumera en tono grotesco desde los juegos que Gargantúa sabía jugar hasta las adjetivaciones del miembro viril o "tantos y tan inauditos modos de limpiarse el trasero". De esta tendencia surge la "enumeración caótica" característica de la modernidad: el que se encuentra en las Iluminaciones de Rimbaud o en el Cortejo de Jacques Prévert: "Un húsar de la farsa con una víctima de la muerte / Una serpiente de café con un molinillo de cascabel/ Un cazador de cuerda floja con un volantinero de cabezas / Un mariscal de espuma con una pipa en retiro...".

Para Umberto Eco, en fin, la poética de la lista ha invadido la cultura contemporánea: desde las sopas de Warhol hasta la world wide web, "la gran madre de todas las listas". Es la que, en palabras del semiólogo, nos ofrece un catálogo de informaciones que nos hace sentir ricos y omnipotentes "al precio de no saber cuál de sus elementos se refiere a datos del mundo real y cuál no, sin distinciones ya entre verdad y error". [giecoleon]

Puertas y ventanas

En San Cristóbal la poesía es una fiesta

San Cristóbal, RD.- Del 19 al 25 de octubre, para celebrar el día Nacional del Poeta (octubre 21). Festipoesía San Cristóbal 2009, una gira de lecturas poéticas por todos los programas radiales y televisivos de la Provincia San Cristóbal. Emisoras: Sur 91.9 FM – Magis 98.3 FM – La Kalle 93.3 – San Cristóbal y Cable Visión Canal 8. Con la participación de todos los poetas integrantes de la Fundación Literaria Aníbal Montaño. Talleres participantes: Mi Barrio en Letras, Hatillo | Mi Barrio en Letras, Pueblo Nuevo | Mi Barrio en Letras, Sabana Toro | Taller Sabatino. Y para clausurar Festipoesía en el Parque Central de San Cristóbal el domingo 25, desde las 9 de la mañana. Coordinan: Ysabel Florentino y Ramón Mesall

Presentación de libros de Mario Capasso

Argentina.- En el Barrio de Palermo, Jardín de Uriarte, domingo 1ro. de noviembre, a las 17,30 hs. Presentación de los libros: El edificio, una novela en escombros, Ediciones AQL y Piedras heridas, Cuentos, Ediciones Corregidor. Presenta: Luis Alberto García. Editor, poeta y narrador. Narración oral: Cristina Villanueva y Juan Ignacio Jafella. Mario Capasso, autor de ambos libros, leerá un fragmento de la novela. Contactos: Cristina: 4771-9590. Mario: 15-6488-2595 mcapasso340@ hotmail.com

Si de vivir se trata

No quiero vivir en la mecedora del ayer que se idolatra con la ceguera de los que ya no quieren matarse la vida viviendo. http://delsolconsan luis.blogspot. com/

Silvia Loustau, blog de octubre

Amigos, los invito a leer el blog de Octubre, dedicado, con voces diferentes a nuestra América, la Patria Grande bolivariana que soñaron tantos, que aun deseamos concretar. www.silvialoustau. blogspot. com

Chertogón de Nikolái Semënovic Leskov

Incluimos el cuento clásico de la semana, seleccionado por Luis López Nieves: Chertogón, por el autor ruso Nikolái Semënovic Leskov [1831-1895]. Pulse sobre el título para leer el cuento en CiudadSeva.com

Estela Beccar Varela

Espacio Y los invita a la Inauguración ESTELA BECCAR VARELA – Pinturas. Jueves 29 de octubre a las 19:30 hs. Hasta el miércoles 25 de noviembre. Actividad no arancelada. ESPACIO Y: Lugar Cultural. Mansilla 2982. PB – C1425BPJ. Tel/Fax: 4962-9402. www.espacioy. com.ar www.espacioy. blogspot. com espacioylc@yahoo. com.ar


Dominicanish

Últimas presentaciones de Dominicanish del grupo Ay Ombe Theatre en el Harlem Stage de la ciudad de Nueva York el 6, 7 y 8 de Noviembre del 2009.

Jueves 5 de Noviembre –"OM is 10" y Recepción Inaugural, 7:30 pm
Viernes 6 de Noviembre – Presentación de Dominicanish, 7:30 pm
Sábado 7 de Noviembre – "Diálogo Dominicanish" incluyendo tres paneles: a las 10:00 am, 12:30 pm y 3:30 pm
Sábado 7 de Noviembre – Presentación de Dominicanish, 7:30 pm
Domingo 8 de Noviembre – Presentación de Dominicanish, 3:00. Todas las presentaciones de la obra de teatro tendrán lugar en el Harlem Stage Gatehouse, en el 150 de Convent Avenue esquina West 135th Street en la ciudad de Nueva York. La exposición y los paneles sobre Dominicanish serán en Rio Gallery en el 583 Riverside esquina 135th St, 7mo piso, en la misma ciudad.
Imágenes del mundo

mediaIsla más que un grupo o comunidad cerrada, constituye hoy por hoy una modesta sala de lectura donde convergen una serie de personas interesadas en la construcción de un puente de doble vía, a través de la reflexión y el ameno intercambio de información interesante.