martes, 27 de marzo de 2012

GOBIERNO DE HIPOLITO MEJIA, 2000-2004,UN ANALISIS E INTERPRETACION A SU EJECUCION VRS. LOS GOBIERNOS DEL PLD EN RD.

ANALISIS AL GOGIERNO DE HIPOLITO MEJIA DOMINGUEZ
El mito de la ineptitud del gobierno de Hipólito


Una de las mentiras más reiteradamente puestas a circular en los últimos años en la República Dominicana, sobre todo desde los círculos intelectuales y periodísticos afectos al presidente Leonel Fernández y al PLD, ha sido la de que el gobierno del agrónomo Hipólito Mejía (2000-2004) estaba servido por un gabinete (especialmente en su área económica) integrado por ineptos.


¿Es eso cierto? ¿Los funcionarios del gobierno de Mejía eran imberbes sin experiencia, “carajos a la vela” de sus respectivas disciplinas o incapaces burócratas sin la preparación académica adecuada para desempeñar los altos puestos que sirvieron? ¿Es verdad que el presidente Mejía se rodeó de un equipo de mediocres, tontos y estólidos? ¿O, por el contrario, se trató de otra más de las frases “tipo cohete” lanzadas entre los años 2003 y 2004 por los estrategas del PLD como parte de su bombardeo propagandístico contra la entonces atribulada conciencia del dominicano común? .


El examen desapasionado del funcionariado del gobierno de Mejía, hombre a hombre y cargo por cargo, revela justamente todo lo contrario: en general, se trató de un gabinete compuesto por personas de gran preparación en términos técnicos y profesionales, y que, por ello mismo, ostentaba irreprochables credenciales para el ejercicio de las altas funciones públicas a las que fueron asignados.

Por ejemplo, el equipo económico del gobierno de Mejía era, técnicamente hablando, de primer orden. Todos sus integrantes eran profesionales de larga data formados en las mejores universidades de América o Europa (la mayoría con múltiples estudios de tercera generación o sus equivalentes en experticia) y harto probados en importantes órganos de la administración estatal, en el sector privado o en exigentes organismos internacionales.


El aserto que precede puede comenzar a ilustrarse recordando que durante el período de gobierno del presidente Mejía los gobernadores del Banco Central fueron dos: el licenciado Francisco Guerrero Prats, reconocido especialista perredeísta en economía y finanzas públicas que exhibía referencias académicas y profesionales de primera categoría; y el licenciado José Lois Malkun, destacado académico de origen izquierdista que, tras estudiar economía, finanzas y reformas estatales, había hecho fama como calificado técnico con vasta experiencia de trabajo en organismos internacionales (en el año 2000 aún trabajaba fuera del país).

El equipo de trabajo que acompañó a este último incluía, entre otros, al doctor Félix Calvo, destacadísimo economista, docente y comunicador con formación en universidades nacionales y del exterior, y al licenciado Apolinar Veloz, reputado profesional del área y especialista en política monetaria que hoy, reclutado por un organismo internacional, trabaja en el extranjero.


Los secretarios de finanzas del gobierno del presidente Mejía fueron tres: el licenciado Fernando Álvarez Bogaert, economista de amplia capacidad técnica y larga experiencia cuyas condiciones como experto en la materia son tan conocidas en el país que huelga mencionarlas; el licenciado José Lois Malkún, ya mencionado y ponderado; y el licenciado Rafael Calderón, sociólogo, estadígrafo, docente, estudioso de la economía y las finanzas, ex-subsecretario técnico de la presidencia y parte del personal asesor o de consultoría de reconocidas entidades nacionales e internacionales.


En el secretariado técnico de la presidencia, el presidente Mejía primero nombró al citado licenciado Calderón, quien sirvió allí durante aproximadamente dos años, y luego designó al licenciado Carlos Despradel, economista, académico, asesor empresarial, ex-gobernador del Banco Central y ex alto funcionario de casi todas las dependencias del ramo en el Estado dominicano, uno de los profesionales del sector más renombrados y capaces de la República Dominicana y probablemente de toda el área del Caribe.


En la administración del Banco de Reservas, el presidente Mejía designó al licenciado Manuel Lara Hernández, brillante académico, experto en finanzas públicas con amplia formación en materia bancaria, en cuyo currículo se destacaba que había sido alto funcionario de CORDE, administrador de varias empresas públicas y privadas, asesor empresarial y estatal e incumbente de la misma institución a la que fue adscrito. De extracción ideológica progresista, era reconocido por su verticalidad, su talento, su alto nivel de responsabilidad y su honestidad como persona y como funcionario público.


En la secretaría de industria y comercio, el presidente Mejía primero designó al licenciado Ángel Lockward, joven economista y político de reconocidas dotes profesionales que había ocupado importantes puestos técnicos vinculados al sector económico estatal durante las últimas administraciones del presidente Balaguer (separado luego del cargo e imputado de corrupción), y más adelante nombró a la licenciada Sonia Guzmán de Hernández, ex-subsecretaria administrativa de la presidencia, profesora universitaria, una de las mujeres más preparadas académica y técnicamente del país.


En la superintendencia de bancos, el presidente Mejía en principio nombró al licenciado Alberto Atallah, experto en finanzas, conocido gerente bancario y uno de los jóvenes profesionales de mayor calificación en el área, y luego colocó en esa posición al licenciado Julio Croos, reconocido asesor técnico de empresas públicas y privadas, y uno de los técnicos dominicanos más ponderados en el área del Caribe por su capacidad y su integridad.


Asimismo, el gobierno del presidente Mejía se agenció como asesores externos, si bien sólo para determinados momentos, a profesionales de credenciales harto conocidas: el licenciado Frank Marino Hernández, sociólogo y experto en temas de política, administración y economía públicas, consultado siempre por mucha gente sobre una multiplicidad de temas debido a que era considerado una de las cabezas “mejor organizadas y amuebladas” de la nación; el doctor Andrés Dahuajre hijo, sobresaliente economista, académico y asesor público y privado de finanzas y proyectos; y el doctor Jaime Aristy Escuder, también prominente economista, docente laureado, asesor empresarial y estatal, de gran reconocimiento como profesional del área tanto nacional como internacionalmente.


¿Alguien puede asegurar, sin que le remuerda la conciencia, que los mencionados profesionales carecían de credenciales académicas, capacidad técnica y experticia en sus respectivas áreas del saber?

¿Alguien puede afirmar, sin que el fuego de la mentira le arda en los labios, que estos ciudadanos no deseaban lo mejor para su país? ¿Alguien puede considerar, sin caer en el más burdo fanatismo, que estos ciudadanos trabajaron para que la nación sucumbiera económicamente y no, al revés, para que se levantara y progresara? La verdad es simple: se puede estar o no de acuerdo con las ideas o las actuaciones de los profesionales que fueron miembros del equipo económico del presidente Mejía (de hecho, el autor no comparte los criterios de algunos de ellos en materia de filosofía económica), pero no hay dudas que ellos constituían un excelente grupo de trabajo.


Y todavía hay que agregar otra cosa: si se toman las restantes áreas ministeriales (educación, agricultura, obras públicas, salud pública, medio ambiente, trabajo, turismo, relaciones exteriores, etcétera), la conclusión será la misma: estuvieron servidas por hombres y mujeres de gran talento y probada experiencia. Se trata de nombres más que conocidos, y por eso huelga mencionarlos.

Más aún, sus errores como funcionarios (que, claro, los hubo, y muchos) fueron menores en número e impacto sobre el Estado y la sociedad que los que han cometido los actuales del PLD…La famosa “ineptitud” del gobierno de Mejía no fue más que una frase “tipo cohete” de campaña que todavía repiten los tontos, los pazguatos y los desinformados como risibles y coloridos papagayos extraviados en este trópico insular.


¿Qué ocurrió entonces? ¿Por qué el gobierno del presidente Mejía terminó sumido en el descrédito a pesar de contar con recursos humanos de alta calificación para desempeñar las funciones públicas?.

Por enésima vez se tendrá que repetir la respuesta: en sus manos estallaron, como granadas fragmentarias, varios fraudes bancarios que le costaron al país una suma equivalente al 50 por ciento del Presupuesto Nacional y el 20 por ciento de su Producto Interno Bruto (2003).

Estas y que generaron la peor debacle financiera de toda nuestra historia: devaluación monetaria brutal, hiperinflación, inestabilidad y quiebra de negocios. Era un negativo proceso que llevaba 14 años desarrollándose, y Mejía tuvo la mala suerte de que detonara en su administración.

Obviamente, de una bomba financiera como esa no podía resultar políticamente indemne ningún gobierno, aunque fuese presidido (perdonando el conato de irreverencia) por el mismísimo rabí de Galilea.

Esa, valga la insistencia, es la verdad. Todo lo demás es mito, perversidad política, manipulación mediática, obnubilación mental o devoción por la mentira.

Por LUIS R. DECAMPS
El autor es abogado y profesor universitario.

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