04/01/2012 1:21PM
Por Hipólito Mejía
Ingeniero agrónomo
Hace algún tiempo tomé la determinación de llegar a todos aquellos lugares donde residan dominicanos en una cantidad significativa. Este propósito me ha llevado a gran parte de las islas del Caribe, receptáculo de una emigración dominicana menos conocida.
Recientemente, tras un compromiso contraído en Puerto Rico, aproveché para extender mi periplo hasta las Islas Vírgenes Americanas: Saint Thomas, Saint John y Saint Croix.
Estas islas, descubiertas por el propio Cristóbal Colón en 1493, durante su segundo viaje, fueron territorio del Reino de Dinamarca por muchos años hasta que, en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, pasaron a pertenecer a los Estados Unidos de América.
Indiferentemente de su estatus político a través del tiempo, las Islas Vírgenes han mantenido un fluido intercambio migratorio con la República Dominicana, siendo, desde tierra de asilo para nuestros próceres, hasta elemento fundamental en el desarrollo de la industria azucarera y el ferrocarril, que contó con el importante aporte de muchos de sus habitantes para hacerse realidad en nuestros campos.
Allí pernoctó, en Saint Thomas, nuestro restaurador Gregorio Luperón, hasta que a finales de 1896 fue traído al país por el presidente Ulises (Lilís) Heureaux, su amigo de infancia, compañero de luchas y entonces rival político, quien enterado de su enfermedad se embarcó para rescatarlo del exilio que él mismo había provocado.
Cuenta el historiador Rodríguez Demorizi que en su encuentro Lilís, arrogante, le dijo:
-Es la primera vez que un Presidente sale de su país en busca de un enemigo.
A lo que Luperón respondió:
-¡Estabas obligado a ello!
Muchos otros patriotas dominicanos, al igual que Luperón, cuya madre era santomeña, conocieron la hospitalidad de esas tierras.
Las tres islas principales de este archipiélago, que totalizan una población de poco más de 100,000 habitantes, albergan una migración dominicana estimada, sin datos concluyentes, en unos 10,000 dominicanos.
En la primera parte de este viaje a la diáspora tuve la oportunidad de intercambiar ideas con importantes funcionarios y empresarios de Borinquen, con quienes exploramos nuevas y novedosas vías para mejorar las relaciones y el intercambio entre nuestros pueblos hermanos. Fui recibido por el presidente del Senado de Puerto Rico, Thomas Rivera Schatz, y por la presidenta de la Cámara de Representantes, Jenniffer González Colón; igualmente compartí puntos de vista con el alcalde de San Juan, Jorge Santini, quien tuvo la gentileza de recibirme en su despacho de la Alcaldía.
Por supuesto, el respaldo que recibí de los dominicanos en la capital puertorriqueña demuestra que nuestra candidatura se encuentra sólidamente posicionada en esa isla, y que las propuestas que hemos llevado a la comunidad dominicana en éste y en anteriores encuentros, han sido acogidas con entusiasmo por nuestros conciudadanos.
Luego de un corto vuelo, aterrizamos en Charlotte Amalie, principal ciudad de Saint Thomas y capital de las Islas Vírgenes Americanas.
Allí fuimos recibidos por una muy nutrida delegación encabezada por autoridades del gobierno de las Islas Vírgenes y por representantes de la comunidad dominicana en esa isla. Inmediatamente partimos hacia nuestra primera actividad donde nos esperaba el senador Adlah Foncie Donastorg Jr. con una nutrida comisión de empresarios interesados en estrechar negocios con la República Dominicana.
Para mí fue motivo de gran satisfacción reencontrarme con mi viejo amigo, el ingeniero Eduardo O’Neal, quien, en gesto de renovación de nuestra relación de larga data, me ofreció un almuerzo en su residencia, junto a su familia, amigos y autoridades de Saint Thomas. El ingeniero O’Neal, dominicano de origen santomeño, ha ocupado importantes funciones en el ámbito de las obras públicas en las Islas Vírgenes Americanas.
Dentro del programa de nuestra visita viajamos por barco a la poco poblada isla de Saint John, (menos de 5,000 habitantes) la más pequeña de las tres islas principales, que, aunque carece de aeropuerto, recibe una gran cantidad de visitantes, gracias al turismo de cruceros.
La población dominicana en Saint John, aunque menor que en otras islas, nos sorprendió agradablemente al propiciar un nutrido y ordenado recibimiento en un salón de actos de la municipalidad de Coral Bay. Conversamos con ellos, quienes hablaron de su nostalgia por los suyos, su afán de progreso, la educación de sus hijos, sus logros, y sobre todo, de sus carencias e indefensión por la falta de autoridades dominicanas que les proporcionen ayuda y protección efectiva cuando la necesitan.
Al caer la tarde, cuando ya debíamos regresar a Saint Thomas, todavía continuaban llegando dominicanos, que apresurados salían de sus trabajos para encontrarse con nosotros.
A las 6:30 de la tarde, de nuevo en Charlotte Amalie, el amplio local del Partido Revolucionario Dominicano fue abarrotado por entusiastas jóvenes, mujeres, hombres y algunos niños que no quisieron perderse el inusual encuentro con nuestra delegación. Fue un acto lleno de colorido, de entusiasmo, de energía, de espontáneas expresiones a favor de nuestra candidatura. La gente nos expresó sus necesidades, de lo que subrayamos su sentir más expresado, de que se dote de un consulado a las Islas Vírgenes Americanas.
Nuestros recuerdos no registran ningún otro cónsul en Saint Thomas después que el presidente Salvador Jorge Blanco (1982-1986) designó al señor Polonio Pierret en esa plaza.
Al día siguiente partimos hacia la más extensa, aunque no más poblada, de las islas: Saint Croix.
Allí nos esperaba una entusiasta comunidad dominicana que a ritmo de merengue nos daba la bienvenida con su Ballet Folclórico, celebrando, quizás, que alguien, por fin, se acordaba de ellos. A seguidas nos encaminamos a Water Gut Shanty, un centro de encuentro al aire libre, donde, con varios discursos en inglés y español, alternado por los bailes del grupo de danzas, desarrollamos una gran actividad popular.
Nuestra visita a las Islas Vírgenes Americanas concluía con un almuerzo con el vicegobernador, el presidente del Senado, senadores, exsenadores, exvicegobernadores y empresarios dominicanos residentes en Saint Croix.
Nuestro mensaje de aliento y solidaridad quedó impreso en esa importante comunidad de la diáspora nacional que carece, sin dudas, de la mano amiga de las autoridades dominicanas. A ellos llegue nuestro más sincero reconocimiento.
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