domingo, 31 de enero de 2010

LA EXPIACION DEL PECADO DE HAITI. EL PAGO QUE HIZO POR SU LIBERTAD A FRANCIA

Sobre pactos, colonias y mentiras
By mediaIslaPublished: January 30, 2010
Posted in: Accidentes




Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití.

Por Jochy Herrera

Desde hace varias décadas, Pat Robertson ha encarnado la quintaescencia del predicador norteamericano moderno como el archiconocido comentarista televisivo del programa 700 Club, como el astuto provocador de controversias políticas fundador y Decano de su propia universidad (Regent University, Virginia) y sobre todo, como el personaje que ya es parte de la “cultura pública” estadounidense. Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití. A pocas horas del suceso, este teobocón de las tragedias afirmó en plena televisión que dicho sismo fue el resultado de la ira divina desatada contra sus habitantes debido al pacto que los luchadores antiesclavistas haitianos concertaron con Satanás a fin de obtener victoria frente el imperio francés, dos siglos atrás.

Si recordamos los comentarios de Robertson posteriores a los trágicos eventos del huracán Katrina y el 11 de septiembre, los más recientes no deben sorprendernos; francamente, deberían ser ignorados. A su parecer, los no creyentes, los homosexuales, los feministas y los defensores del derecho a la opción del aborto fueron responsables de la destrucción de las torres gemelas y de los centenares de muertos provocados por Katrina.

¿Cuál es entonces la importancia de este nefasto individuo? Si por un lado aceptamos que no parece representar lo que un verdadero creyente es ni la manera como un ministro de Dios debe conducirse en momentos como los vividos por Haití, por otro lado, su acceso a millones de personas a través de los medios y la cadena televisiva Christian Broadcasting News (fundada por el propio Robertson y posteriormente adquirida por Disney) justifica una mirada más cuidadosa. ¿Cómo se explica que justamente al día siguiente de tales comentarios sobre Haití la Casa Blanca, a través de sus funcionarios más importantes, se haga eco de semejantes estupideces? ¿Cómo se explica que el New York Times, CNN, The Washington Post, TIME y Newsweek hayan reportado este affair con tal premura y en tal detalle?

Retornemos a la historia e investiguemos, a fin de recordarle al predicador, cómo aquellos valientes hombres y mujeres haitianos lograron vencer las huestes invasoras del ejército francés y convertirse en la primera nación del continente en abolir la esclavitud. Es de todos sabido que 1492 marcó la llegada del imperio español a la isla que los locales llamaban Quisqueya y Ayiti, posteriormente bautizada como Hispaniola, y con ello la imposición del catolicismo, la barbárica destrucción de las culturas indígenas y el arribo de esclavos importados de África a fin de explotar sus tierras.

Tres siglos después, mientras Francia aún controlaba Saint Domingue, la parte occidental de la isla, en enero de 1804 Haití se convierte en la primera nación donde bajo el liderazgo del General Jean-Jacques Dessalines, los esclavos se independizan del poder colonial y terminan varios siglos de ignominia. La valentía demostrada por los rebeldes durante diez largos y sangrientos años de lucha fue incluso reconocida y elogiada por las huestes enemigas tras su retorno a la metrópoli.

La afirmación de la existencia del pacto satánico citado por Pat Robertson no es nueva ni de su autoría; ésta ya había circulado inclusive en libros de texto sin basamento alguno. Además de que el presunto acuerdo duraría 200 años, la infundada historia le atribuye también un carácter demoníaco porque presuntamente los sacerdotes y líderes haitianos bebieron sangre animal a fin de sellarlo. La falsedad del susodicho pacto ha sido demostrada entre otros, por el académico haitiano Jean R Gelin en el ensayo Dios, Satán, y el Nacimiento de Haití donde el autor, Ministro licenciado de La Iglesia de Dios en Estados Unidos, nos remonta a Bois-Caiman, cerca de Cabo Haitiano.

Es en aquél lugar donde el 14 de agosto de 1791 el líder esclavo Boukman sostiene una reunión a fin de concertar el plan de lucha contra el ejército francés. Como era ya costumbre, y lo sigue siendo hoy en Occidente, Boukman convoca a Dios en busca de apoyo gracias a la fe que los mismos invasores le habían impuesto. De hecho, apenas unos años posterior a la reunión de Bois-Caiman y del logro de la independencia, Toussaint Louverture, flamante Gobernador de la isla, proclama el Catolicismo como religión nacional. Así mismo, el que se haya consumido sangre animal en aquella reunión es un hecho irrelevante ya que, como anota Gelin, tal práctica cultural data de siglos atrás y aún en el presente continúa no sólo en Haití sino en América Latina, Asia y algunos países europeos.

El doctor Gelin cita en su texto las investigaciones del escritor norteamericano Robert Heini que niegan la existencia del pacto de marras y afirma con toda razón, que la probable explicación tras la distorsión del diálogo de Boukman responde a la idea de algunos historiadores de que el líder “no podía conocer a Dios” de la forma como ellos, los historiadores, lo concebían. En el libro Written in Blood – the Story of The Haitian People,1492-1971, Heini sintetiza el rezo de Boukman convocado aquel día gracias a la recolección de documentos e historia oral; en él, no solamente no aparece ninguna referencia al demonio, sino que se insiste “en el poder de Dios como creador y salvador, proveedor de fuerzas y coraje a nuestros corazones”.

Sobra recordar que a través de las civilizaciones ningún credo religioso ha estado a favor del demonio como solución de sus problemas, y que las enseñanzas de la Biblia muestran claramente que Dios creó al hombre a su propia imagen; y que por lo tanto, bajo la mirada del Señor todos los hombres, niños y mujeres son iguales; es decir, no puede Dios, contrario a Satanás, favorecer la esclavitud entre nosotros.

Retornemos a la pregunta inicial sobre el significado de las declaraciones de Robertson y cómo los medios la han acogido. El sociólogo Michael Lindsay, profesor de Rice University, ha sugerido que el predicador aprovecha las tragedias por ser circunstancias durante las que la gente se pregunta el por qué le suceden estas cosas a los inocentes; armado de habilidad y entrenada retórica, de acuerdo a Lindsay, no es coincidencia que Robertson se enfoque en los ratings de su programa televisivo y en los ingresos que las donaciones traerán al emporio CBN (como tal, mientras hablaba del pacto satánico aparecía en pantalla el número telefónico dónde llamar a fin de donar dinero a favor de la causa haitiana).

¿Será acaso el miedo a Dios lo que motiva al ser humano a hacerse tales preguntas?, ¿será quizas más facil echarle la culpa de las tragedias al divino creador?, ¿resulta más cómodo escoger la falta de solidaridad y atribuír una culpa, usualmente ajena, a las desgracias del prójimo?, ¿estarán los medios, y por qué no, la Casa Blanca, conscientes de que millones de ciudadanos estadounidenses comparten las ideas robertsonianas?

A pesar de haberse declarado oficialmente como nación católica desde su nacimiento, Haití no recibió por mucho tiempo el reconocimiento de la jerarquía católica europea, ni del Vaticano, el gobierno de Estados Unidos ni de las autoridades francesas. Estas últimas, bajo el mando del rey Carlos X, exigieron pagos por las “pérdidas causadas a sus plantaciones” tras la liberación del país. Eduardo Galeano, quien ha catalogado esta indemnización como una “expiación del pecado de la libertad”, nos recuerda que el nuevo país había nacido estrangulado por una soga atada al pescuezo resultado del costo de su libertad: 150 millones de francos-oro; una fortuna que actualmente equivaldría a más de 21 mil millones de dólares.

Aquella deuda terminó de pagarse en 1938 y para entonces, dice Galeano, ya Haití pertenecía a los bancos norteamericanos. De igual forma, el pacto satánico de Bois-Caiman debió haberse cumplido en 1991; Haití, sin embargo, otrora la más rentable de las colonias francesas, vive hoy más que nunca bajo el domino del infierno de la pobreza, el analfabetismo y la destrucción. Y según Galeano, víctima de una maldición blanca. Habría que preguntarse ¿con quién deberá entonces Haití concertar su próximo pacto? [Jochy Herrera, escritor dominicano residente en Chicago, autor de Extrasístoles y otros accidentes (Vocesueltas, 2008 ) y Seducir los sentidos (mediaIsla, 2009]

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