Por Fernando Peña
La atomización de las fuerzas políticas nacionales que son mayoritarias, el desgaste que casi veinte años de gobiernos peledesitas le ha dejado, la virtual conformación de tres frentes electorales en el 2020, uno que será antiPLD, trae consigo la división de los votos y la inminente posibilidad de una segunda vuelta electoral.
El PLD al estar virtualmente dividido no garantiza, sin una estable y coherente disciplina, de ganar cómodamente las elecciones, ni de poder llevarle una amplia ventaja a sus competidores.
La legitimidad de ganar está en el 50 más uno de los votos computados, el PLD en las elecciones posteriores ganaba por su unidad interna y la gran coalición que lograba establecer con partidos y movimientos nacionales.
Con cualquier candidato que lleve el PLD, más si resultara ser el ex presidente Leonel Fernández, quien desataría los demonios en su contra y del PLD, la segunda vuelta es una realidad palpable.
El conflicto en el PLD que terminó por romper su coherencia y disciplina es un elemento determinante para la segunda vuelta, agregado a ello la debilidad y división del principal partido de oposición PRM, el cual no ha pegado un proyecto aglutinante que pueda lograr los votos suficientes para su ascenso al Poder, al gobierno en el 2020.
Además, el bloque electoral creado por el PLD que era la carta de triunfo se ha ido debilitando al pasar los anos, e incluso su principal aliado de este último cuatrienio, el PRD, ha dicho que ira solo, con candidatos a todos los niveles.
Además de lograr la cohesión interna a partir del 6 de octubre, cuando el PLD realice su primaria y escoja su candidato presidencial, tiene el gran reto el partido de gobierno de mantener la alianza con los partidos y agrupaciones, como única garantía de esforzarse para ganar en primera vuelta.
El PLD tendrá que hilar fino y aplicar una verdadera ingeniería electoral.
Con la segunda vuelta, que están dadas las condiciones para que se dé, podría llevar al país a una ilegitimidad, porque al generar mayorías artificiales, toda vez que quien gana la elección en una segunda vuelta, no fue la primera opción –y quizás tampoco la segunda–de muchos que le votaron. Podría generar de hecho, es una mayoría “negativa” e inestable, pues la tendencia en las segundas vueltas es votar contra un candidato, en lugar de hacerlo a favor.
Claro, la ventaja es que en una segunda vuelta el elegido seria el que logre una amplia colisión que le da la legitimidad que le otorga la ciudadanía.
Está el caso que también podría ser que el Ejecutivo no tenga mayoría en el Legislativo y que, por tanto, haya problemas de gobernabilidad.
La segunda vuelta electoral es positiva para los partidos pequeños, lo fortalece, su importancia se eleva porque se favorecen las negociaciones fuera de legitimidad presidencial o de principios ideológicos.
Algunos dicen que la segunda vuelta estimula la participación electoral, otros expresan que la participación disminuye en las segundas vueltas, presumiblemente por fatiga electoral y porque ninguno de los candidatos era la primera opción de muchos votantes.
De si habrá o no segunda vuelta, todo queda supeditado a las consecuencias internas que dejen las elecciones de los candidatos, a las coaliciones que logren hacer, tanto del PLD como del PRM, más del primero, por su arraigo, poder y determinación, por las herramientas de que dispone para quedase más allá del 2020.
Porque pesa mucho el exorbitante costo de las campañas, el uso de recursos públicos para hacer campaña, el inequitativo acceso a los medios de comunicación, el desempeño de la fiscalía electoral y la escasa elección de mujeres y jóvenes.
Observemos que la competencia electoral es enormemente inequitativa y excluyente, lo que significa que las visiones, preocupaciones, propuestas y proyectos políticos de todo el país están muy parcialmente presentes en las elecciones
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