Jan. 20—Joe Biden se convirtió el miércoles en el presidente número 46 de Estados Unidos, en una ceremonia marcada por medidas de seguridad sin precedentes y el impacto de la pandemia de COVID-19, en un reflejo de la enorme tarea que le espera en los próximos cuatro años.
"Hoy celebramos el triunfo no de un candidato sino de una causa, la causa de la democracia", dijo Biden después de tomar el juramento presidencial. "Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa, es frágil; en este momento, la democracia ha prevalecido."
En un discurso en el que pidió a los estadounidenses unirse y dejar atrás las profundas divisiones que se agudizaron en los últimos cuatro años, Biden prometió enfrentar con "audacia" las múltiples crisis que enfrenta el país y "defender la verdad".
"Debemos poner fin a esta guerra incivil que enfrenta a conservadores y liberales. Lo podemos hacer si mostramos un poco de tolerancia y humildad y estamos dispuestos a ponemos en el lugar de los demás", dijo. "La política no tiene que ser un fuego devastador que destruye todo a su paso".
A sus 78 años, Biden será el presidente de más edad que ha llegado a la Casa Blanca, tras una larga carrera política en la que fue senador de Delaware por más de treinta años y vicepresidente durante los dos mandatos de Barack Obama. Kamala Harris, quien renunció a su asiento en el Senado el lunes, hizo historia al ser la primera mujer y la primera afroamericana, de ascendencia asiática y caribeña, en llegar a la vicepresidencia.
Biden y Harris juramentaron frente al Capitolio aunque ante una reducida audiencia, en un gesto para conservar la tradición y enviar un mensaje al mundo sobre "la resiliencia de la democracia americana", dijo Kate Bedingfield, la nueva directora de comunicación de la Casa Blanca.
No se vio a la típica multitud concentrada en el National Mall, rodeado por barreras y cercas como parte de las medidas de seguridad implementadas tras el inédito asalto del Capitolio hace dos semanas por un grupo de seguidores de Donald Trump. Doscientas mil banderas fueron plantadas en lugar de los estadounidenses que no pudieron asistir al evento.
Lady Gaga cantó el himno nacional y Jennifer López, quien dijo algunas palabras en español, también actuó en una ceremonia a la que asistieron los ex presidentes Barack Obama, Bill Clinton y George W. Bush.
Biden prometió gobernar para todos los estadounidenses y "restaurar el alma de América" tras derrotar a Trump en noviembre. Su gestión, ha dicho, se centrará en devolver el país a la normalidad, azotado por una pandemia incontrolada y dividido por las tensiones raciales y el extremismo, en buena parte herencia del caos que deja atrás el presidente saliente.
"Debemos rechazar la cultura en la que los hechos son manipulados o incluso inventados", dijo en una velada referencia a la proliferación de teorías conspirativas y falsedades sobre los resultados de las elecciones promovidas por Trump y sus seguidores. "Creo que América es mejor que esto".
Pero sus palabras han cobrado nueva vida en días recientes, cuando se ha hecho aún más evidente el carácter extraordinario de su presidencia.
El cambio de poder en Washington estuvo resguardado por veinticinco mil miembros de la Guardia Nacional movilizados para evitar actos de violencia. El riesgo de actos de terrorismo doméstico es real, ha dicho el Departamento de Defensa, tras el violento ataque el pasado 6 de enero que provocó la muerte de cinco personas y aterrorizó a los legisladores escondidos en el Capitolio, en una de las brechas de seguridad más serias en la historia reciente.
La imagen del evento en medio de un despliegue militar masivo "da miedo", dijo Brian Fonseca, un ex militar que ahora dirige el Instituto de Políticas Públicas Jack Gordon de la Universidad Internacional de la Florida.
"Se trata de demostrar que Estados Unidos está a salvo pero al mismo tiempo envía un mensaje de que Estados Unidos está en un lugar muy precario," señaló. "El hecho de que los militares tengan que estar presentes durante un cambio de gobierno no indica una transición pacífica".
La escala de la toma de posesión ya había sido reducida drásticamente debido a la pandemia, que ha cobrado la vida a más de 400,000 estadounidenses, debido a la ausencia de un robusto plan de respuesta federal, aseguran los críticos de Trump. La clásica gala para celebrar la investidura será sustituida por un evento televisivo conducido por el actor Tom Hanks en la noche del miércoles.
En la tarde, Biden y Harris sorprendieron con una breve caminata por los alrededores de la Casa Blanca en la que saludaron a las pocas personas congregadas en el lugar. Pese al esfuerzo por otorgar cierta normalidad a la inauguración, la ausencia de la usual muchedumbre y otros detalles como las caras cubiertas por máscaras, los saludos— Harris saludó chocando puños— y la realización de un desfile virtual recuerdan lo insólito del momento.
El evento también fue inusual en otro sentido: el presidente Trump voló a Florida en la mañana y no participó en la inauguración de Biden. Es el primero en no atender la toma de posesión de su sucesor desde 1869, cuando el presidente Andrew Johnson se rehusó a participar en la inauguración de Ulysses S. Grant.
Sin haber mencionado el nombre de su sucesor, Trump dejó la Casa Blanca por última vez en la mañana del miércoles con una promesa: "Nos veremos pronto".
En lo que pareció más un acto de campaña que una despedida formal, el presidente saliente dio un breve discurso en la base militar Andrews en el que intentó destacar sus logros.
"Lo que hemos hecho es increíble bajo cualquier estándar", dijo, antes de referirse al recorte de impuestos, la creación de empleos, y al "milagro médico" de la vacuna contra el coronavirus, como ejemplos de su legado. Trump envió "amor" a los que han sufrido durante la pandemia, pero se refirió a esta repetidamente en el pasado. Tampoco mencionó el asalto al Capitolio ni la amenaza de violencia que ha transformado a la capital estadounidense en una fortaleza.
El vicepresidente Mike Pence, quien rechazó las presiones de Trump para que no reconociera los resultados de las elecciones, asistió a la ceremonia.
Pero aún desde su refugio en Mar-A-Lago, Trump, seguirá siendo una sombra para Biden desde que arribe a la Casa Blanca, no solo porque gran parte de su agenda como presidente se centrará en desmantelar las políticas de su antecesor sino porque los primeros días de su mandato estarán marcados por el juicio político que le espera a Trump en el Senado por "incitar a la insurrección".
El riesgo de violencia
De manera independiente, el Departamento de Justicia también está investigando si el presidente saliente alentó el asalto al Capitolio, cuando durante un acto político antes de la certificación de los resultados electorales, instó a sus seguidores a "luchar como demonios" y caminar por la avenida Pensilvania en DC hasta el Capitolio para darle a los republicanos "débiles...la clase de orgullo y audacia que necesitan para recuperar nuestro país".
La semana pasada, el director del Buró Federal de Investigaciones, Christopher Wray, dijo que la agencia había arrestado a más de 100 participantes en el fatal asedio al Capitolio y había identificado a unos doscientos. Wray dijo que el FBI estaba monitoreando conversaciones en las redes sociales e inteligencia sobre posibles protestas y actos violentos durante la inauguración de Biden.
El riesgo de la extrema polarización y la radicalización de los nacionalistas de extrema derecha, sin embargo, no desaparecerá tras la ceremonia del miércoles, y se suma a la letanía de problemas con los que tendrá que lidiar Biden, quien hizo de la unidad y la reconciliación uno de los temas centrales de su campaña.
"De cara al futuro, las perspectivas de violencia en la política seguirán siendo posibles", opinó Fonseca.
COVID, ayuda económica e inmigración como prioridades
Biden ganó las elecciones presentándose como un moderado pero la envergadura de las distintas crisis que afectan a Estados Unidos y la conmoción después de las elecciones, lo ha empujado a concebir una de las agendas presidenciales más ambiciosas de las últimas décadas, comparada por algunos con el New Deal ("nuevo trato"), el plan de reconstrucción del presidente Franklin D. Roosevelt para salir de la Gran Depresión.
"Es el momento de ser audaces porque hay mucho que hacer", dijo Biden el miércoles.
Para tratar de desmarcarse del legado de Trump y enviar un mensaje sobre la urgencia y la determinación con la que enfrentará su mandato, Biden firmó una serie de órdenes ejecutivas en sus primeros diez días para enfrentar la pandemia de COVID-19 y la crisis económica resultante, los riesgos del cambio climático y las disparidades raciales, según un memorando de Ron Klain, su jefe de gabinete en la Casa Blanca.
El mismo miércoles en la tarde, Biden ordenó el retorno al Acuerdo de París sobre el cambio climático; la eliminación de la prohibición de entrada de viajeros de países predominantemente musulmanes; el uso obligatorio de las máscaras en las propiedades federales, así como la extensión de la moratoria de los desalojos y los pagos de los préstamos estudiantiles del gobierno.
Al día siguiente, firmará otras órdenes "para cambiar el curso de la pandemia" y reabrir escuelas y negocios de forma segura, agrega el memorando. También se ha puesto la meta de vacunar a 100 millones de estadounidenses en sus primeros 100 días en el puesto.
Biden también intentará trabajar con el Congreso para promover su agenda rápidamente. Además de enviar un extenso paquete de ayuda y recuperación económica de $1.9 billones, presentará otro proyecto de ley para legalizar a 11 millones de inmigrantes indocumentados.
En una entrevista con Univisión la semana pasada, Harris dijo que el plan ofrece a los que viven en los Estados Unidos bajo el Estatus de Protección Temporal (TPS) o la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) la oportunidad de recibir la residencia permanente "de manera automática".
Ambas propuestas pondrán a prueba sus habilidades para trabajar con los dos partidos, pues aunque los demócratas controlan ambas cámaras, su mayoría en el Senado es mínima. La resistencia de los republicanos no se hizo esperar.
"Hay muchos problemas en los que creo podemos trabajar en cooperación con el presidente electo Biden, pero una amnistía generalizada para las personas que están aquí ilegalmente no va a ser uno de ellos," dijo el senador de la Florida, Marco Rubio.
Muchos de estos temas domésticos consumirán a la nueva administración a expensas de decisiones de política exterior aunque algunos, como la inmigración, involucran también a las relaciones con el hemisferio occidental. Su plan migratorio, por ejemplo, incluye provisiones para combatir las causas de la migración en Centroamérica.
Aunque los activistas han recibido con beneplácito la agenda de Biden, crecen las expectativas y la presión para que cumpla con sus promesas de cambio.
"Si bien estos comentarios reflejan que hay un futuro mejor por delante para nuestra comunidad, hemos estado en esta posición antes bajo la administración de Obama," dijo Jessika Girón, activista y beneficiaria del TPS. "No aceptaremos promesas incumplidas.
Historia en desarrollo. Será actualizada.
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