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El Día de Acción de Gracias 36 millones de estadounidenses padecen hambre
Por David Brooks | © La Jornada
Lecturas de René Rodríguez Soriano en la Zona Colonial
Santo Domingo, República Dominicana
Leyéndonos en La Torre
Lunes 1 de diciembre
8:00 PM. Actividad abierta al público
Torre del Homenaje, Fortaleza Ozama
Tertulia de Juan Mayí
Martes 1 de diciembre
8:00PM. Abierta al público
Fundación de Arte Juan Mayí
Premios UCE 2007 y 2008
Lanzamiento de la novela El mal del tiempo
Entrega del premio de Poesía UCE 2008
Jueves 4 de diciembre
4:30PM Abierto al público
Biblioteca de la Universidad Central del Este,
San Pedro de Macorís, RD
"¿Quieres ver a la familia anglosajona blanca protestante en su hábitat tradicional? ", fue la invitación a una cena tradicional de Thanksgiving Day o Día de Acción de Gracias que se celebra como día festivo nacional cada año el último jueves de noviembre, cuando supuestamente se reúnen familias y amistades y ofrecen gracias por todo.
Es un ejercicio curioso que combina el patriotismo con la religión, algo tan "estadunidense" como el 4 de julio (Día de la Independencia) , donde casi todos se sientan a una cena en torno al pavo como platillo central. Y como parte del rito oficial, hoy el presidente George W. Bush perdonó la vida no de uno, sino de dos, guajolotes, Pumpkin y Pecan, "a quienes por este acto les es otorgado un indulto presidencial pleno e incondicional" .
Posteriormente los dos pavos fueron trasladados de la Casa Blanca a Disneylandia, donde Pumpkin fue el Gran Mariscal del Desfile del Día de Acción de Gracias, y las dos aves, informó Bush, vivirán el resto de sus días en "el lugar más feliz del mundo" (el eslogan de Disneylandia) . "Más que nada, doy gracias al pueblo estadunidense por el tremendo privilegio de servir como presidente", declaró Bush en su último acto oficial de gracias.
Ese pueblo ahora está sufriendo la peor crisis desde la Gran Depresión.
Hoy, millones de familias tendrán mucho menos por lo cual dar gracias que el año pasado. Hay 3 millones de desempleados más que hace un año (casi 10 millones en total), y las cifras de pobreza: gente sin seguro médico, millones que han perdido sus viviendas por la crisis hipotecaria y jubilados que han perdido sus pensiones se multiplican cada día.
Hoy, día del gran banquete, más de 36 millones de estadunidenses padecen hambre, un incremento de más de 3 millones desde 2000, reporta el Food Research and Action Center en Washington de acuerdo con los datos oficiales más recientes registrados antes de estallar la crisis actual. Jim Weill, de ese centro dijo que hay 3 millones personas más solicitando asistencia alimenticia federal hoy que hace 15 meses. Y las organizaciones caritativas que ofrecen alimento a los pobres informan de incrementos dramáticos en la gente que busca ayuda.
El menú tradicional de la cena delata sus orígenes: pavo, camotes, pan de maíz, salsa de arándano y pay de calabaza, entre otros, son todos alimento tradicional de los indígenas de América del Norte. Y ahí se revela la historia casi siempre oculta de este día feriado.
Según el cuento oficial, los primeros europeos –los Pilgrims– celebraron en 1621 en Plymouth su primera cosecha exitosa y con ello el inicio de su estadía permanente en el nuevo mundo. Sobrevivieron gracias a la solidaridad de los indígenas y a veces la imagen del primer Día de Gracias incluye una imagen con la presencia de líderes indígenas Wampanoag en la cena.
Día Nacional de Luto
De cierta manera, esta tradición también marca algo así como la "Última cena" de los indígenas. Es un hecho que en 1637 el gobernador de Massachussets John Winthrop proclamaba gracias por la masacre de cientos de hombres, mujeres y niños del pueblo indígena Pequot, en lo que sería el inicio de un genocidio que acabaría con más de 95 por ciento de los indígenas de Estados Unidos durante las siguientes décadas, recuerda Robert Jensen, profesor de periodismo de la Universidad de Texas en un ensayo publicado por Alternet.
"Puesto de manera simple: el Día de Acción de Gracias es el día en donde la cultura blanca dominante (y tristemente la mayoría de la población no blanca, pero no indígena) celebra el inicio de un genocidio que fue, de hecho, bendecido por los hombres que elogiamos como nuestros heroicos padres fundadores", escribió Jensen.
Es por esto que en cada Día de Acción de Gracias, algunos indígenas y sus aliados han celebrado, desde 1970, un Día Nacional de Luto.
Las familias por todo el país, incluyendo las anglosajonas protestantes blancas, darán gracias al festejar este día. Otros, especialmente los millones que acaban de perder su empleo y los que padecen hambre en el país más rico del mundo, podrán soñar que algún día serán indultados y enviados por el resto de sus días al "lugar más feliz del mundo". [ibyqueen@yahoo.com ]~
Leonardo Nin presenta Sacrilegios del excomulgado en Miami
El libro del que todos hablan desde Boston hasta Santo Domingo
Boston, MA.- Leonardo Nin viaja esta semana a Miami, FL para presentar su libro Sacrilegios del excomulgado en la prestigiosa librería Books & Books de Coral Gables.
Sacrilegios del excomulgado, segundo libro del autor dominicano, oriundo de Tamayo, Barahona y residente en Boston, MA, es una colección de relatos, donde lo convencional y lo profano se agarran de la mano, para, en medio de la crítica social y el cinismo que lo conforma, llevar un mensaje de resistencia contra lo establecido y contra lo conocido como verdad.
Leonardo Nin, nacido en 1974, en Barahona, República Dominicana, ha desarrollado una intensa labor literaria en los Estados Unidos donde fue galardonado con el Premio Nacional de la Juventud por su dedicación a la propagación de los valores culturales dominicanos en el exterior, que otorga la Secretaría de Estado de la Juventud. En febrero del 2008 fue seleccionado por el Comité de la Semana de la Herencia Cultural Domínico-Americana para formar parte de la Primera Jornada de la Nueva Narrativa Dominicana, celebrada en Miami. Sus trabajos han sido publicados en varias revistas y antologías de cuento y poesía. Ha publicado Guazábaras (2002).
Sacrilegios del excomulgado es su segundo libro de relatos. El autor fue uno de los participantes en el Primer Encuentro de la Narrativa Dominicana Joven de Ultramar, presentada este año aquí dentro de las actividades de la Segunda Semana de la Herencia Cultural Domínico-Americana. La presente actividad es coordinada y auspiciada por el programa radial En Ruta, que dirige el destacado periodista Pablo Rodríguez. Información y contactos sobre la actividad: 786 597 2923 [mediaisla@yahoo. com]~
Onetti: Todo en la vida es mierda
Por Harold Alvarado Tenorio | © Arquitrave
El pozo (1939), de Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-1994) rompió las convenciones literarias de su tiempo anunciando la nueva novela. Nadie había narrado hasta entonces con lirismo tan cruel y amordazado [«Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender»] el desarraigo del hombre, en el mismo momento que el mundo se venía abajo con el auge del nazismo, los estragos de la Gran Guerra y los conflictos económicos e ideológicos de entonces, con sus oligarquías dominantes, sus dictadores y caciques.
Este libro hondamente pesimista, creó, en Eladio Linacero, el arquetipo del antihéroe onettiano, «sólo y entre la mugre». Soñador, enamorado de la juventud y la inocencia, no encuentra otra forma de realizar su sueño que raptando una adolescente, Ana María. Lázaro, el militante, tiene un ideal; Cordes, el poeta, sus bellos pensamientos, pero para Eladio no hay sino un sentido de culpa y la certeza de vivir aislado en un mundo de eterna oscuridad.
La vida breve (1950) es una larga novela que marca el punto culminante de su carrera como narrador. No sólo cuenta la vida novelesca de un novelista, Juan María Brausen, sino la novela o el guión cinematográfico que escribe, la crónica que hace durante el relato que Onetti hace de su vida y que llega a confundirse con ella, trascendiéndola y salvándola. El personaje central es un alienado e introspectivo publicista que vive con su esposa, [Gertrudis, que ha perdido un seno a causa de un cáncer], una atroz intimidad de mutuo desamor. Al ser cesado del trabajo, incapaz de enfrentar la nueva situación cae en una serie de fantasías, o argumentos, tratando de dar sentido a la confusión: unas veces es el bandido Arce, que vive con una prostituta y vende drogas en las calles, o el médico cínico Díaz Grey, para quien Brausen inventa un amor con la joven Elena Sala y un completo escenario: un lúgubre puerto de río llamado Santa María. De esa manera Brausen lleva a cabo su batalla contra el anonimato, queriendo vivir y morir sin memoria.
Puerto de Santa María es el lugar, la tierra, el nombre feliz lleno de sol, de gentes, de árboles y soledad donde el autor y los personajes hallan salvación. Una ciudad irreal, limbo terrestre donde viven el tormento de la vida breve sin importarles el futuro, ausentes de pasado y sin necesidad ni interés por comunicar algo a los otros. En Santa María los personajes existen absortos en un tiempo que es un presente invulnerable al pasado y al futuro. De allí que mientras Brausen escribe una novela, Onetti escriba la que leemos y los personajes tengan que huir de Buenos Aires o de Montevideo, a Santa María, para encontrar libertad, porque sospechan que es el otro mundo, un país de maravilla, una ciudad literaria.
Santa María está hecha de los sueños de Brausen como Brausen de los sueños de Onetti, quien deja a aquel crear en su memoria y sus delirios la ciudad. Brausen sabrá de la realidad de sus sueños mientras su mujer llora, dormida, y Onetti, que comparte con él un despacho, le hace buscar la salvación en la habitación de la Queca, su vecina de aquel. En esa habitación, «naturaleza muerta» donde se oyen todos los ruidos del mundo y desde donde siente los suspiros de su mujer que sufre en sueños, Brausen, -que se finge Arce para gozar de la pureza ilusoria de no tener pasado y se realiza en Díez Grey haciendo que el ayer no importe y la historia de su personaje sea impotente ante el hoy de Santa María-, se mueve adentrándose en sí mismo como por el espacio irreal de un cuadro. Los objetos, sucios y podridos, reposan con obstinada inocencia, ajenos al devenir, desnudos en su existir, mudos y discretos pero apoderándose del intruso. Absorto en esa paz que contagian los objetos llega a la existencia pura, recorre el alma, el cuerpo, la persona toda de la Queca, logrando una intimidad irrecuperable con ella. Decide entonces asesinarla para lograr el vacío total. Pero un otro, real, la mata por él. Brausen alcanzará la plenitud del ser cuando, en compañía del asesino real, se entrega a la policía.
La vida breve es una elegía-despedida a la vida sin pasar por la muerte; la conciencia de la soledad y de nuestros falleceres diurnos y nocturnos. Y el rechazo, también, a todos los valores que se nos han impuesto. Brausen inventa una realidad para vengar la realidad no elegida pues, como artista, tiene la facultad de crear otros mundos para escapar de la insoportable continuidad de la existencia.
La imposibilidad de comunicación rige El astillero (1962), su pieza maestra. La novela está dominada por la persona de Junta Larsen, un hombre duro, lacónico y rebuscador, antiguo propietario de un burdel que había aparecido por primera vez en Tierra de nadie y que también forma parte del elenco de La vida breve. Las visiones ideales de la juventud de Larsen, sus subsecuentes sueños de riqueza y poder, le han eludido; ahora está al final de su larga maniobra. Vuelve a Puerto de Santa María y se convierte en un muy bien remunerado gerente de un astillero. De hecho, el astillero es un despojo del tiempo y el salario mera imaginación, pero Larsen, como los otros empleados, entran a gusto y con aparente convicción en este juego kafkiano: estudian archivos envejecidos, hablan de barcos que hace tiempo desaparecieron, cortejan a la enferma hija del patrón. La crisis se precipita cuando uno de los empleados se rebela contra este mundo absurdo, y Larsen, fallando al intentar asesinarle, enloquece y muere.
Para Larsen la vida se nos va haciendo nada, una cosa tras otra sin interés ni sentido. Pero a pesar del fracaso y las degradaciones, su heroísmo reside en tratar de encontrar algún sentido a su constante lucha por sobrevivir, sabiendo que crecer es fallar pues sólo en la juventud somos capaces de amar y tener esperanzas. Al cerrar el libro tenemos la certeza de que la muerte es la única que puede salvarnos del absurdo de vivir, librarnos de esa pesadilla que es la vida adulta.
El asunto de Juntacadáveres (1964) es un fragmento de la vida de Larsen, cuando, al establecer un burdel en Puerto de Santa María, asiste a la realización de su ideal. Refiere paradójicamente los precedentes de la expulsión decretada por el gobernador, de Larsen o Junta, quien murió, según se cuenta en El astillero, de pulmonía en un hospital de El Rosario.
Santa María es ya una ciudad en plenitud ciudadana. Pero la verdadera historia hay que buscarla en el ánima de los personajes: Larsen, con su extraña vocación de ser siempre y sobre todo una figura escatológica, un ave de mal augurio que anuncia la muerte, un junta-cadáveres, hiena coleccionista de carroñas, y su grupo de grotescas putas, decrépitas, buscando en el lupanar el naufragio definitivo.
Onetti ha puesto en esta novela toda la sabiduría de su larga existencia a fin de someternos al asfixiante clímax de una ciudad alucinada que renace cada día, desde su provincialismo, entre un río y una colonia de labradores suizos, con la tranquilidad conmovida por la presencia súbita e insólita de una casa de putas, autorizada por el Consejo Municipal mediante votación y luego de un nudo de discordias y conflictos que termina en una tragedia y una curiosa cruzada impulsada por el cura Bergner, con militancia de jóvenes que «quieren novios castos y maridos sanos». Larsen, el proxeneta, significa el «progreso» en una sociedad atemorizada y conservadora. El prostíbulo es el mundo futuro y las putas, la infinita ternura que necesitan los hombres.
Toda la obra de Onetti es una honda reflexión que nos empuja al desamparo, el desencanto, el desarraigo, la pasividad, el aburrimiento. Sus personajes se mueven entre las miserias de la angustia y la resignación, que asumen sin ira ni rebeldía, con cierto fatalismo cristiano digno de nuestras tradiciones, así sea sin fe. Sus personajes son contemplativos a la manera de Díaz Grey o Jorge Malabia, seres incapacitados para crear relaciones orgánicas con sus comunidades y son por tanto relegados a la soledad y el aislamiento. El mundo, para ellos, es un suplicio que deben evitar pues representa la decrepitud e insolvencia de unos valores que la pequeña burguesía abandonó hace ya tiempos, pero que parece serán pronto remplazados por otros. Un mundo de indiferencia moral, sin fe ni interés por el destino. El asunto central de su obra es la imposibilidad del hombre para resistir el peso de la realidad, como dice Eliot en uno de sus poemas. Incapaces de aceptar que sus vidas carecen de sentido, sus personajes tratan de modificar la realidad y se destruyen a si mismos.
Notable cuentista, la trama de sus narraciones se construye a menudo alrededor de una acción fundamental ofrecida en versiones o claves varias, contadas a través de terceros, pasivos espectadores -como el lector- que evocan con maledicencias, chismes y rumores la vida de otros, dejándonos en la incertidumbre al tiempo que teje un personaje colectivo al que nos vamos integrando, una sociedad a la que terminamos por pertenecer: la gente de Puerto de Santa María.
Onetti fue calificado de anti novelista a causa de su escaso interés en los argumentos tradicionales. La acción en sus libros está generalmente subordinada a describir detalles que enfatizan el paso del tiempo. Su estilo, plano desde los primeros libros, fue cambiando gradualmente hacia un denso y oblicuo instrumento pleno en encubrimientos, reiteraciones, monólogos elípticos de acuerdo con las características complejas y confusas de sus personajes y la estática visión de la vida que tienen.
Juan Carlos Onetti abandonó la escuela secundaria y trabajó como portero, oficinista, mesero y vendedor. En 1932 se trasladó a Buenos Aires, donde vivió por dos años, y publicó sus primeros cuentos en los suplementos literarios de La Prensa y La Nación. Sus intereses literarios se fueron desarrollando paralelamente a sus intereses políticos. De regreso a Montevideo fue nombrado editor de Marcha (1939-1942) donde promovió la nueva literatura. Al dejar la revista pasó a trabajar en la agencia noticiosa Reuter, primero en Montevideo (1942-1943) y luego en Buenos Aires (1943-1946). En esta última ciudad permanecería hasta 1955 trabajando como editor de las revistas Vea y Lea. Durante la década del cuarenta escribió varias novelas y tradujo a varios escritores norteamericanos, en especial a Faulkner, uno de sus favoritos. En 1957 fue nombrado director de las bibliotecas públicas de Montevideo. En 1974 premió un cuento de Nelson Marra, donde la policía uruguaya es presentada como torturadores y raptores. La historia fue publicada en Marcha, que fue clausurado por diez semanas y Marra, Onetti y otros miembros del jurado fueron puestos en prisión, y golpeados para hacerles entender que nadie podía afirmar que la policía uruguaya golpeaba y torturaba a los detenidos. Onetti sufrió una crisis nerviosa, tuvo que ser recluido en una clínica por algunos días y luego partió para Madrid, donde murió. Otros de sus libros son Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), Los adioses (1954), Para una tumba sin nombre (1959), Dejemos hablar al viento (1979), Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1994). Sus Obras completas aparecieron en México en 1970. Recibió el Premio Nacional de Literatura (1962) y el Cervantes (1980). [ibyqueen@yahoo.com ]~
La revolución de los objetos
Con el gesto de colgar un mingitorio en una muestra, en 1917, Marcel Duchamp se convirtió en ícono de un cambio radical: cualquier objeto, sacado de su función específica, puede considerarse artístico. La polémica no termina ni parece que vaya a tener fin, y se renueva ahora aquí con la gran muestra de Duchamp en La Boca.
Por Ana María Battistozzi | © CLARIN
A 90 años del enigmático viaje que lo trajo a estas costas en 1918, Marcel Duchamp regresa a Buenos Aires en medio de un gran ruido. Demasiado acaso para los gustos de este hombre que hizo de la indiferencia una militancia e impuso a su vida y obra un cerco de silencio.
La doble coincidencia de las nueve décadas transcurridas desde aquel legendario viaje y el cuadragésimo aniversario de su muerte fueron la oportunidad que aprovechó la Fundación Proa para inaugurar nuevo edificio y la primera exhibición individual enteramente dedicada al artista en este país junto a un coloquio que reunió la semana pasada a los más destacados especialistas en su obra..
La radicalidad de los planteos duchampianos y las múltiples proyecciones que los transformaron en parteaguas del arte del siglo XX, son el eje de la muestra Marcel Duchamp: una obra que no es una obra "de arte" . Curada por la joven investigadora Elena Filipovic reúne ciento veintitrés piezas entre las que se cuentan algunas realizadas por el propio artista, miniaturas, copias a mano, reproducciones, filmes y fotografías.
Ya la propia diversidad enumerada sugiere el desdén que Duchamp manifestó por la tradición de la obra que respondía únicamente a la actividad manual del artista, entendido como ser excepcional capaz de conferirle un valor superlativo a todo lo que lleva su impronta. El conjunto no sólo pone en escena la sintonía que el concepto duchampiano de objeto de arte mantuvo con la lógica de producción en serie propia de la modernidad industrial, sino que fue uno de los primeros en adquirir conciencia de que esta situación general de la cultura de época necesariamente afectaba la producción y recepción del arte.
¿Cómo arribó a semejante conclusión este pintor, hijo menor de una acomodada familia de Blainville –un pueblo de provincia francés como el de Madame Bovary– en la que todos, desde su madre a sus hermanos cultivaban algún vínculo con el arte y pasaban sus días a modo chejoviano practicando música, pintura o ajedrez? ¿Cómo si él mismo realizaba sensuales desnudos fauvistas antes de frecuentar el círculo ampliado de pintores cubistas de la llamada Sección de Oro que integraban Gleizes y Metzinger? Una declaración del propio Duchamp ofrece algunas pistas que podrían explicar la facilidad con que tomó distancia de aquel círculo y asimismo su irreverencia: "Yo no vivía en absoluto en un ambiente de pintores sino en un ambiente de humoristas," le dijo a Pierre Cabanne en la célebre entrevista que éste le hizo en 1967.
El punto de quiebre se produjo alrededor de 1913, un año después de haber presentado en el Salón de los Independientes de marzo de 1912 su "Desnudo bajando la escalera". Esta pintura, que representaba una figura descompuesta en diversos puntos de vista y que Duchamp definió como "la convergencia de varios intereses: entre ellos el cine y la separación de las posiciones estáticas de los fotocronogramas de Marey, en Francia y Muybridge y Eakins en América", fue rechazada. Según Duchamp, detrás de ese rechazo estuvo el propio Gleizes, uno de los teóricos del cubismo cuya producción expresaba una rígida concepción matemática. Al parecer, desató un escándalo y Gleizes se apresuró a pedirles a los hermanos de Duchamp que intercedieran para que la retirara. El hecho lo llevó a pensar en la llamada "institución arte" y su funcionamiento. Pero desde allí evitó todo tipo de asociaciones con artistas y en adelante llevó una trayectoria más bien esquiva y solitaria.
Es probable que el incidente lo llevara a pensar también sobre qué hace de una obra una obra de arte y en la función legitimadora de las instituciones, ya sean museos, salones, galerías, crítica o grupos de artistas de vanguardia. De allí la pregunta que se formuló y sirve de título a esta primera exhibición antológica en Buenos Aires: "¿Puede uno hacer obras que no sean obras de arte?" Está claro que el interrogante iba dirigido a sí mismo como artista .
Con todo, las razones del giro radical que experimenta la práctica de Duchamp y la reflexión que llevó al límite las definiciones y fronteras de lo que hasta entonces se había considerado arte, no han llegado a ser del todo desentrañadas. Ni por sus allegados ni por los diversos especialistas en su obra que desde los años 60 proliferaron sobre todo en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, a medida que ella mostraba conexiones con las estrategias artísticas del presente.
Lo cierto es que a partir de entonces Duchamp dejó de pintar para dedicarse a escribir, recoger objetos de uso cotidiano y abandonarlos descuidadamente en su estudio. Es preciso señalar que la pintura había sido el gran soporte del arte desde mucho antes de que el siglo XVIII proclamara el arte autónomo pero desde entonces funcionaba como espacio por excelencia de la experiencia estética del sujeto. Contra ella y lo que representaba institucionalmente se lanzó Duchamp en la segunda década del siglo XX y lo suyo fue más una actitud que una práctica.
"A finales de 1912 yo ya pensaba en otra cosa", le dijo a Cabanne decretando la ruptura entre su hacer y lo que llamaba despectivamente pintura "retiniana". Lo cierto es que por ese momento ya los problemas visuales y formales del cubismo que había plasmado en sus obras de 1911 y 1912 habían dejado de interesarle. La elección de este momento como punto de partida de la muestra de la Fundación Proa revela la intención de la curadora de descartar un ordenamiento cronológico en función de poner el acento en el camino que abrió el artista en la perspectiva de un arte del pensamiento. Por esa vía, Duchamp fue minando la exigencia de la manualidad en favor de la reflexión al tiempo que aprovechaba las posibilidades de la producción en serie y la proliferación de objetos para el consumo de masas que, a los efectos de producir sentido funcionaban igual.
"Quería alejarme del aspecto físico de la pintura adoptar un aspecto intelectual frente a la servidumbre de todo artista frente a lo manual", afirmó al hacer un balance de ese momento de su vida en los años 60.
Así empezó a llevar a su estudio objetos de uso cotidiano: primero un taburete y una rueda de bicicleta, un perchero, una pala, un mingitorio, un portabotellas. ¿Qué era lo que determinaba la elección de estos objetos que más tarde llamó sus ready mades? Sólo la indiferencia, respondió una y otra vez. Lo fundamental era defenderse de su aspecto. "Es muy difícil elegir un objeto porque al cabo de los días uno acaba apreciándolo o detestándolo" , le explicó a Pierre Cabanne.
Así, el estudio se convirtió para este hombre solitario en el gran ámbito de experiencias, reflexiones, refugio privilegiado de su práctica de ajedrez y reuniones con el selecto grupo que integraron oportunamente el poeta y coleccionista Walter Arensberg y su esposa Louise, Man Ray, Breton, la coleccionista Katherine Dreier, el escritor Henri Pierre Roché, que llevó a su novela Jules et Jim la relación entre él, Beatrice Wood y Duchamp y apenas un puñado de amigos más.
Dos cuestiones de suma importancia para la obra de Duchamp –que manifestó en todo momento una aguda percepción sobre el sentido del lugar que ocupan los objetos, su relación con el espacio y el contexto– son destacadas y entrelazadas, tanto en el ordenamiento espacial propuesto por Filipovic en Proa como en los textos de la curadora en el catálogo. Una de ellas refiere a la actividad que Duchamp realizó como curador o montajista de exhibiciones. Desde el especial interés que le dedicó a la construcción de pequeños museos portátiles, las 300 Boites en valise (Cajas en valija), que concibió para regalar a amigos con una minuciosa reproducción de cada una de las obras que consideró de interés dentro de su producción, a los originales diseños que concibió para exhibiciones a escala normal como la Exposición Internacional del Surrealismo de 1938, que tuvo lugar en la Galerie de Meaux Arts de París y la de Primeros papeles del Surrealismo, que tuvo lugar en Nueva York en 1942.
La otra cuestión, vinculada con esto mismo, tiene que ver con el interés que reviste su estudio como espacio de trabajo y de exhibición que a través de numerosas fotografías históricas, muchas de las cuales están en la exhibición y muestra el acontecer silencioso y privado de su experimentació n. Por caso, la fotografía que Henri Pierre Roché tomó en 1916 que registra la imagen de un urinario colgando del techo, un año antes de que Duchamp presentara en el Salón de los Independientes un artefacto similar que llamó "Fuente" y firmó como Mutt. Nadie imaginaba por entonces la relación del jurado Duchamp con el artefacto que sus colegas descartaron sin consultarle y arrumbaron detrás de un panel. Su propia hermana barrió los primeros ready made del artista cuando fue a limpiar su estudio, una vez que Marcel partió en 1915 a Nueva York. Fue en su estudio neoyorquino que elaboró durante casi ocho años el "Gran Vidrio", compleja transparencia de múltiples implicancias asociada con las investigaciones de la visión y el erotismo como funcionamiento de una máquina. La versión que exhibe ahora Proa, no es aquella de 1915-23, sino una versión realizada para el Moderna Museet de Estocolmo.
Por último, su estudio de Nueva York esa escena doble espacio, público y secreto, que montó como para simular que durante 25 años no hacía otra cosa que jugar al ajedrez. En realidad trabajaba en esa suerte de instalación erótica que llamó "Etant Donés" que dejó boquiabiertos a todos tras su muerte.
Las implicancias de cada uno de estos gestos-estrategias que Duchamp fue adoptando a lo largo de su vida artística abrieron un sinnúmero de posibilidades, que fueron aprovechadas y resignificadas por el arte de posguerra. No sólo el gesto del ready made habilitó la posibilidad de usar objetos o imágenes de consumo público, algo que aprovecharon desde Warhol, Lichtenstein y todos los artistas pop a León Ferrari, sino las operaciones performáticas actuales de asunción de otros roles como las de la artista americana Cindy Sherman, remiten al Duchamp que representó personajes inventados como Rose Selavy, la Belle Haleine. Pero también toda la reflexión que desocultó los factores que determinan las condiciones de recepción de una obra, lo que define como arte la institución, sus reglas y estrategias legitimadoras, algo que constituyó el eje de los planteos de artistas conceptuales como el belga Marcel Broodthaers o el alemán Hans Haacke y también el argentino Jorge Machi.
El teórico alemán Benjamín Buchloh sostiene que el ready made materializó "en un solo gesto lapidario las relaciones que el individuo mantiene con el objeto, la producción, su consumo y posesión. Y otra cosa: al plantear la idea de que la obra de arte pueda ser constituida indistintamente por el productor y receptor puso en crisis la actitud contemplativa y pasiva que la tradición romántico idealista le había reservado al espectador.
Y algo más que contribuye a revisar la falta de trascendencia que se le ha dado a su breve estadía en Buenos Aires entre setiembre de 1918 y junio de 1919, también con la excusa de que sólo jugó ajedrez. En Buenos Aires, realizó el ready made Malheureux (Infeliz) que envía como regalo de casamiento para su hermana Susanne y el pintor Jean Crotti. Se trata de una obra que, remitida por correo con precisas instrucciones para ser armada en destino. La obra, que se perdió como tantos otros de sus readymade, era en realidad un tratado de geometría que debía ser colocado en el balcón de la pareja en París para que el viento "eligiera los problemas, hojeara las páginas o directamente las rompiera". Así concebida, es un antecedente de la práctica conceptual contemporánea que permite la realización de obras a distancia con sólo respetar un protocolo de instrucciones emitido por el autor.
Duchamp, que viajó a Buenos Aires con Ivonne Chastel, ex mujer de quien sería el marido de su hermana. Llegó en setiembre de 1918 con la intención de permanecer alejado del círculo neoyorquino por lo menos unos dos años y se instaló en un departamento de la calle Alsina al 1700. "Buenos Aires no existe", es la lacónica impresión que envió a sus allegados. Pocos rastros quedaron de aquella estadía, apenas una papeleta de un juego de ajedrez y una serie de derroteros hipotéticos. [giecoleon@yahoo.com ]~
Murakami, a dos bandas y en tiempo real
La reciente traducción al español de la novela "After Dark" coincide con la publicación en inglés de "What I Talk About When I Talk about Running", libro de memorias de un corredor de maratones, el propio Haruki Murakami. Ambos textos ratifican la mirada sobre la efímera condición de la existencia que ha caracterizado la obra de este autor.
Por JAVIER EDWARDS | © El Mercurio
Probablemente, entre los lectores del mundo-, Haruki Murakami ya no necesita presentaciones y cuenta con una sólida base de seguidores que lo consideran uno de los escritores japoneses contemporáneos -¿posmodernos? - más interesantes, misteriosos y seductores. Minimalista, con un sentido del lenguaje y la imagen que deben buena parte a la percepción del mundo y realidad propia del imperio de los medios audiovisuales, bien podría decirse que este japonés nacido en Kioto en 1949 es el legítimo continuador y renovador de la novela de la mirada, esa que logró su más precisa y atractiva manifestación en los textos de Marguerite Duras.
Renovación que consiste en dejar la imagen, los espacios, los personajes con un halo fantasmal, pero todo ello capturado con un lenguaje depurado del pathos existencial, directo, preciso y, por eso mismo, por esa desnudez que renuncia a cualquier artificio, Murakami logra transmitir, aun con más fuerza, la percepción auténtica de la vida contemporánea: como un durante-despué s de la oscuridad, como un correr incesante en el que la vida y las reflexiones sobre ella pasan así, a la carrera, con esfuerzo, no exentas de cansancio y angustia porque la meta es algo que nunca está asegurado.
Cada uno en su género, sus dos últimos trabajos, After Dark, novela publicada en castellano por Tusquets, y What I Talk About When I Talk about Running ("De qué hablo mientras hablo sobre correr", aun sin traducir a nuestro idioma), unas memorias a lo Murakami, ratifican la importancia de este escritor, la profunda y sintética levedad de su escritura, la capacidad que tiene de conducir al lector por un pasadizo estrecho y casi invisible hacia habitaciones imaginarias donde resulta inevitable revisar y pensar el significado de la condición humana. No como la búsqueda de una respuesta sobre la esencia intemporal de lo humano, sino de los alcances que tiene la vida el día de hoy, en el mundo de la velocidad virtual, de los tiempos cortos y los espacios globalizados; en la realidad de la palabra breve, que se escribe como el anticipo de lo que se plasmará más tarde en una película, en un documental y nos llegará masivamente en formato digital.
After Dark es un título que hace un guiño musical -de los habituales en Murakami- y refiere a una pieza de jazz de Curtis Fuller, pero también al espacio en que se mueven sus personajes: la noche u oscuridad que sobreviene al ocaso, momento en el que la razón individualizadora, diferenciadora de sujetos y objetos, desaparece o se repliega dando lugar a una ambigüedad en la que todo va ocurriendo, desplazándose con suavidad, describiéndose desde el punto de vista de un narrador que observa, contempla y ve lo que puede ver, lo que deja ver la noche. El resto es imaginación, andar a tientas, el fantasmagórico espacio de seres y lugares sin tiempo. Seres que sobreviven una dimensión de la existencia, ampliada y fría, no carente de un terror similar al que experimentó Pascal, en pleno siglo XVII, cuando tomó conciencia de la infinitud del universo y escribió: "El silencio eterno de estos espacios infinitos me aterra". Ahora es el mundo global, la simultaneidad con que nos ocurren las cosas, a nivel individual y colectivo. Todo se sabe y se expande a la velocidad de las conexiones cibernéticas, y no logramos sino quedar en estado de observación, ejecutando actos mecánicos y solitarios.
La sensación de soledad
En esta novela, el escritor opta por narrar en tiempo real o en la simulación de un tiempo real que nos lleva de la mano por un relato nocturno que avanza con las horas y termina con el amanecer, cuando las cosas vuelven a su distinción singular. Elgran mérito de este texto reside en la forma en que Murakami presenta los elementos de su historia: "Los ojos marcan la forma de la ciudad. A través de los ojos de un pájaro nocturno entramos en la escena desde el pleno vuelo. En nuestra amplia mirada, la ciudad parece una única y gigante creatura o -más aun- una única entidad colectiva constituida por muchos organismos interconectados" . Y así, con esta primera descripción, Murakami nos dice con claridad que lo que viene no tiene tanto que ver con la prostituta que fuma solitaria en un restaurante Denny's en Tokyo, con las hermanas Mari y Eri, con Takahashi o el resto de personajes, objetos, referencias, lugares, marcas, que construyen la trama y que son símbolo de una uniformidad material, en una vastedad que nos deja sin identidad, casi sin fuerza real, sino más bien con la forma en que ellos van apareciendo en escena, se interconectan y son descritos por el narrador como partes fusionadas de un todo vivo, sensual, casual e ineludible, con imágenes y diálogos brillantes, como las luces de neón de ese Tokyo nocturno que nos muestra "Lost in Translation" , la genial película de Soffia Coppola, con la que comparte esa sensación de soledad que se instala en la médula de la vida contemporánea, en la urbe total.
Del mismo modo, en What I Talk About When I Talk About Running, pero desde la perspectiva de la memoria -involucrando su propia experiencia y recuerdo-, Murakami, corredor de maratones, trotador empedernido en la vida real, nos lleva a cuestas a lo largo de sus recorridos, en una escritura que emula el acto mismo de correr, describiendo los procesos existenciales que lo van asaltando, al ritmo de los latidos cardiacos. La primera impresión que deja este texto es que la ambición de Murakami ha llegado demasiado lejos y que la forma -más que el objeto de su memoria- reducirá los lectores a sus fanáticos y, poco más, a los runners del mundo que sentirán curiosidad por un libro sobre el hecho de correr escrito por uno de los autores más notables del momento. Sin embargo, a poco trotar por What I Talk About When I Talk About Running, queda de manifiesto que lo que está tras estas páginas son las mismas cuestiones que apelan al lector en los distintos textos del japonés, desde Crónica del pájaro que da cuerda al mundo en adelante, y esto no es sino una reflexión con fría mirada sobre la efímera condición de la existencia. Esa misma levedad que angustiaba materialmente a Camus o que se describe como insoportable en la novela de Kundera se convierte aquí en un hecho de la causa, en una suerte de terror ontológico que no aterra, que sólo se puede observar y describir, como la imagen de las torres gemelas desplomándose en las innumerables pantallas de televisión a lo largo y ancho del mundo, catástrofe que, como todo en la vida, sobreviene sin aviso real, como un mero acontecimiento o idea que se cruza en el paso de un trotador en Central Park.
Una filosofía mínima
Pienso en la maratón de Nueva York, que se corrió hace sólo un par de semanas, en esos 39 mil corredores -hombres y mujeres- del mundo entero que se lanzan a la tarea de cubrir una distancia de 42 kilómetros entrando y saliendo de Manhattan, subiendo y bajando, con los corazones bajo mil pulsaciones, luchando contra sus propias limitaciones (alguno, este año, incluso muriendo en el intento) y, al mismo tiempo, en el despliegue mismo de ese gesto físico, pensando, sintiendo, olvidando, mirando el cambio permanente del paisaje recorrido, el cambio de la vida, el paso del tiempo, superando algo que no se sabe exactamente en qué consiste con un mero gesto. Y mientras se corre, mientras se insiste luchando contra el límite, como el mismo Murakami escribe, también algo más: "Miro al cielo, imaginando si será posible encontrar un gesto de gentileza ahí, pero no lo encuentro. Todo lo que veo son nubes de verano indiferentes arrastradas por el viento sobre el océano Pacífico. Y ellas no tienen nada que decirme. Las nubes siempre son taciturnas. Probablemente no debería buscar una respuesta en ellas. Lo que debería hacer es mirar en mi interior. Como si mirara fijamente en un pozo profundo. ¿Puedo ver algo de bondad ahí? No, todo lo que veo es mi propia naturaleza". Y esa naturaleza no es sino algo común al ser humano, especialmente al contemporáneo: egoísta, porfiado, dudando de sí mismo, intentando escapar cada vez que ve un problema hacia una zona donde todo se vuelve trivial o indiferente, una manera de ser que se lleva como una vieja maleta, simple y llanamente porque se ha llegado a la conclusión de que no hay nada más que llevar, porque es algo a lo que uno crece inevitablemente atado.
Tal como Murakami cita, Somerset Maugham escribió que "tras cada afeitada (o, digámoslo en otros términos, en cada mínimo acto rutinario) yace una filosofía" y algo de esa verdad queda plasmada en estos dos libros, distintos en el género, hermanos en el propósito de recoger una filosofía mínima que se funda en la decisión de establecer o construir una rutina, con todo lo penosa que pueda ser, para combatir la fragilidad esencial de la vida: escribir ficción, correr maratones. Aunque esos gestos no tengan mayor sentido y se funden simplemente en la inevitable y limitada naturaleza del hombre, en un hacer que no tiene dignidad intrínseca y es sólo un puro hacer. [zoiladulceuva@yahoo.com.ar]~
El placer de los libros raros
Por ROSA MONTERO | © BABELIA
Tengo debilidad por los libros raros. No me refiero a la rareza exquisita, a las primeras ediciones, a las encuadernaciones primorosas y demás libros con pedigrí, sino que hablo de la rareza plebeya, de aquellas obras que, por una razón u otra, se escapan de los cánones convencionales y resultan inclasificables. Libros a menudo modestos y sin pretensiones, publicados en pequeñas editoriales e ignorados por el gran público, que un día ves por casualidad, de refilón, en el rincón más oculto de una librería, pero que parecen removerse y dar saltitos en la estantería para llamar tu atención, y extender sus anhelantes tapas hacia ti, y susurrar: "¡Cógeme, por favor, por favor!".
Y yo los suelo coger a casi todos.
Hay tres locos maravillosos que han escrito un par de libros así. Son asturianos y se llaman Juan J. Alonso, Enrique A. Mastache y Jorge Alonso. Filósofos, historiadores y documentalistas de formación, son además unos fanáticos del cine. Estos tipos multidisciplinares, enciclopédicamente cultos y divertidísimos, son la clase de gente a la que imaginas pasándoselo bomba charlando durante horas en algún bar. Quizá esas apasionadas tertulias que se les intuyen fueran la base del libro fascinante que sacaron hace un par de años, La Edad Media en el cine, en el que, además de contar curiosos detalles cinéfilos de las películas medievales, desde Camelot a Braveheart, componían un espléndido friso histórico del Medievo, explicando no sólo lo que había de cierto o de incierto en los filmes, sino también cómo era la vida en aquellos siglos, los valores imperantes, los detalles más nimios de la cotidianidad. Y todo ello con una escritura airosa, graciosa, ligera pese a la profundidad de algunas de sus observaciones. "Utilizamos el cine como excusa para hablar de la Edad Media, y la Edad Media, como excusa para hablar de cine", dijeron ellos mismos por entonces para definir sus (raras) intenciones. Una rareza que funciona de maravilla. Recuerdo especialmente el capítulo dedicado a la película El león en invierno y a la historia de Leonor de Aquitania: extraordinario.
Al parecer, la cosa marchó tan bien que han repetido fórmula y hace poco sacaron otro libro: La antigua Roma en el cine. Ahora de lo que se habla es del Imperio Romano, y la percha son películas como Quo Vadis o Gladiator. Personalmente creo que prefiero el libro anterior, tal vez más redondo y más trabajado, pero éste también ofrece una lectura irresistible y deliciosa, y probablemente será mucho más fácil de encontrar (por si acaso, doy aquí el teléfono y la web de la editorial: 915 23 27 04, www.cinemitos. com/tbeditores) .
Dicen los autores que en el cine de romanos hay un axioma, a saber, que cuanto más corta es la faldita de los hombres, peor es la calidad de la película. Si ellos lo dicen, sin duda será así, porque saben mucho. En realidad son unos estupendos frikis que aseguran conocer de memoria los diálogos de Ben Hur y excesos semejantes. Aunque lo cierto es que parecen conocerlo casi todo. Por ejemplo, hablando del suicidio de Lucrecia, que se mata porque ha sido violada, los autores explican con agudeza el sentido de la castidad para los romanos: Lucrecia se mata porque en el momento de la violación no estaba preñada, y, por lo tanto, podía enturbiar el linaje: "Una anécdota de Macrobio permite comprender la castitas romana: en presencia de Julia la Mayor, la gente se sorprendía del increíble parecido que sus tres hijos tenían con su padre, Agripa. Julia la Mayor les decía: "Numquam enim nisi navi plena tollo vectorem" ("sólo acepto pasajeros cuando la bodega está llena"). Si hubiera estado embarazada, Lucrecia no habría sido "mancillada" y no habría tenido que suicidarse. Una observación muy interesante.
El libro está lleno de detalles de este tipo, de lúcidos vislumbres o de divertidas informaciones superficiales. Tomemos, por ejemplo, el capítulo dedicado a la película Espartaco, de Stanley Kubrick. Los autores nos cuentan los entresijos cinematográficos, incluidas las peleas entre Kubrick y Kirk Douglas, el primero, director, y el segundo, protagonista y productor, y luego comparan al Espartaco de Hollywood con el verdadero: "Victor Hugo decía que la insurrección es cosa del espíritu, mientras que la revuelta es cosa del estómago, y ponía a Espartaco como ejemplo de insurrección. La película de Kubrick va por el mismo camino del espíritu, pero el Espartaco histórico se habría movido más bien por el estómago".
En este capítulo nos enteramos de cosas tan dispares como que los candidatos a cuestor, edil, pretor o cónsul deambulaban por el Foro pidiendo el voto vestidos con la toga candida, es decir, con una toga completamente blanca, y de ahí el nombre de candidatos. También de que el riquísimo Craso fue un precursor de la especulación inmobiliaria, porque cuando ardía un edificio en Roma (y ardían muy a menudo) se presentaba allí, compraba el inmueble en llamas al propietario y después lo mandaba apagar con su escuadrilla de bomberos; pero si el propietario se negaba a vender, el edificio ardía por completo. O de que una antigua costumbre romana prohibía barrer el suelo del comedor porque los restos de comida eran el alimento para los muertos: "Fue una cuestión de higiene la que hizo que estos restos se representaran en mosaicos, a fin de que el suelo pudiese ser limpiado". Con mosaicos o no, estaba prohibido barrer durante la comida, y los comensales arrojaban al suelo lo que no ingerían. Una guarrada.
Hay informaciones de más hondo calado que no caben aquí, como un apunte sobre la estructura esclavista de la Roma imperial o el concepto de homosexualidad imperante. Por cierto, que se incluyen unos cuantos procaces insultos en latín, como paedicabo te o irrumabo te, frases tan indecorosas que no voy a poner aquí su significado. Si quieren saber las cosas que se gritaban con sus sucias bocas los ciudadanos romanos, tan serios ellos y tan entogados, lean este libro entretenidísimo. [fontanamoncada@yahoo.es]~
¿Cree usted en el cambio climático?
Por Nieves y Miro Fuenzalida | © mediaIsla
El Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce define al hombre como un animal perdido en la contemplación extasiada de lo que el cree que es en lugar de lo que debiera ser. Su ocupación central es la exterminación de otros animales y su propia especie la que, a pesar de ello, se multiplica con tal rapidez que hoy infesta toda la tierra habitable… ¿Será esta, en verdad, nuestra condición humana?
La actual crisis financiera ha vuelto a contraponer el desarrollo económico y el sostenimiento ambiental como objetivos contradictorios. El lugar común que los ministros de economía repiten permanentemente es el de asegurarnos que cualquier medida que se tome, ya sea para disminuir la emisión de gases o la protección del ambiente, no debe interferir con el desafío económico que hoy enfrentamos. Y en apoyo de sus posiciones encuentran hoy día una ayuda inesperada en el escepticismo ambientalista.
Este es el escéptico que duda de la importancia que se le ha dado a los peligros que los problemas ambientales le plantean a las próximas generaciones y esta duda ha generado un nuevo tipo de movimiento anti-ambiental, diferente al que encontramos en las corrientes políticas derechistas, al basar su posición en un análisis supuestamente independiente de prejuicios ideológicos. Pero, como Peter Jacques hace notar… ¿Es esta duda, en realidad, una duda acerca de los datos científicos o es una duda acerca de las decisiones políticas? Si es esto ultimo habría que decir, entonces, que su importancia se encuentra, no en el desafío epistemológico que puede presentar, de la cuestión de si la argumentación científica es suficientemente sólida o no, sino en la receptividad que hoy encuentra en ciertas elites mundiales que poseen mucho más influencia que la que tiene la simple representació n científica de las condiciones ambientales ¿No nos da este hecho un indicio de lo que realmente esta en juego aquí?
Desde 1990 la literatura escéptica ha producido mas de cincuenta libros que han provocado un enorme interés en los sectores anti ambientalistas. Su proyecto no es suspender el juicio hasta que haya una mayor evidencia para hablar de las consecuencias catastróficas de la acción humana, como podría creerse, sino que proclaman la fe en los beneficios de la capacidad industrial y la agro química y rechazan los problemas ambientales que amenazan el sostenimiento de la sociedad humana moderna, porque la investigación ecológica ha sido politizada y ya no se puede confiar en ella.
Para escépticos como Ronald Bailey los ecologistas milenarios cansados de esperar la furia de Dios o el fuego termonuclear ahora esperan la "crisis ecológica global" que amenaza no solo a la humanidad, sino a toda la vida terrestre. Estos abusadores apocalípticos, dice, asustan a la gente con escenarios devastadores e imágenes de hordas humanas hambrientas, plagas genéticamente modificadas y la extinción de los recursos naturales. La "ciencia chatarra", según Steven Milloy, ha sido usada para avanzar la agenda de la izquierda política que, a la larga, disminuirá el progreso económico, el bienestar general y la eficacia del libre mercado. Peter Huber argumenta que los humanos no tenemos obligación moral hacia la naturaleza no human, porque la humanidad tiene la habilidad de dominarla y controlarla en la forma en que la doctrina judeo cristiana nos dice hacerlo. Mientras mas efectivamente dominemos la naturaleza en mejores condiciones estará nuestra especie. La modernidad ha traído a la humanidad el progreso y afluencia comparada con la miseria de las etapas que la precedieron. Los estudios ambientales modernos son antitéticos a la noción de progreso y si han tenido influencia es solo porque son manipulados por una elite ecologista que tiene el favor de la prensa y la cultura popular.
Los análisis sociológicos indican que la interpretació n escéptica se basa en un conjunto de valores ideológicos relativamente limitados provenientes del movimiento conservador contra ambientalista. Diferencias éticas subyacentes o no completamente exploradas determinan como alguien interpreta datos y formula orientaciones programáticas. Este es el caso, tanto para los científicos ambientalistas como para los escépticos como Bjørn Lomborg's ("The Skeptical Environmentalist" ) y sus seguidores. Una ética antropocéntrica explica los juicios de Lomberg, por ejemplo, en tanto que los argumentos de los ambientalistas pueden explicarse a partir de una posición ecocentrica. Lomborg y la mayoría de los economistas sostienen que porque solo los humanos tienen sentido moral controlar el ambiente con el propósito de incrementar el bienestar de nuestra especie es moralmente justo. Es esta posición moral la que separa a Lomborg y los ambientalistas. Es este profundo antropocentrismo el que sostiene la creencia de que la humanidad es independiente de la naturaleza no humana y esta exenta de influencias, constreñimientos y principios ecológicos. Esta ética es, mayormente, la que explica la gran hostilidad de los grupos anti ambientalista, porque la defensa de la naturaleza crea obstáculos al desarrollo humano. Necesitamos energía, cada vez mas, y sabemos como obtenerla mucho mejor que las plantas. No necesitamos la vegetación de la selva para producir medicinas. Mas frecuentemente, las necesitamos para protegernos de las fuerzas ciegas que, por azahar, emergen de ella. Ni tampoco necesitamos otras formas de vida para mantener el balance de gases saludables en la atmósfera o la temperatura climática. La humanidad puede sobrevivir bastante bien en un planeta cubierto de concreto y computadoras.
Es este profundo antropocentrismo el que funciona como ultimo fundamento para juzgar la legitimidad del conocimiento. Dentro del marco escéptico cualquier conocimiento que afirme la inter dependencia con la naturaleza y vea a la especie humana como un ser ecológico, no es valido. El principio organizador de la ecología se considera falso desde la partida. Hablar de ciudadanía ecológica racionalmente no tiene sentido. Únicamente las necesidades y deseos de la humanidad representan la clave de nuestra evaluación del estado del mundo. Esto no significa, dice Lomborg, que las plantas y animales no tengan derechos, pero el foco debe estar siempre en la evaluación humana. No tenemos otra opción. Somos los humanos los que elegimos que parte de la vida terrestre cuenta y que parte no.
Este rechazo a reconocer derechos a la naturaleza no humana no surge de la dificultad en designarlos, sino en las profundas implicaciones cívicas y éticas que el reconocimiento de pertenecer a una comunidad de vida terrestre mas basta, acarrearía. Son los valores antropocéntricos lo que le permite al escéptico ambientalista ver al capitalismo moderno como una experiencia de éxito fantástica que se refleja en la mayoría de los indicadores que muestran que las condiciones humanas han mejorado inmensamente, comparadas con las etapas previas. Por supuesto, ellos reconocen que hay problemas en los cuales necesitamos trabajar, pero el mejoramiento continuara en tanto la economía crezca.
Si el escepticismo ambientalista es parte de un movimiento político… ¿cual es su propósito? ¿Por qué ignorar o negar la gravedad de la perdida de la diversidad biológica o el calentamiento global? ¿En beneficio de que o de quien? La respuesta estándar es la ganancia a corto plazo o la aprobación de leyes favorables a la industria. Sin embargo, lo que esta en juego… es mucho mas que esto. Inevitablemente la lucha por la mantención y renovación de los recursos naturales es una amenaza al paradigma social dominante, a los valores comunes, a las creencias y a la sabiduría compartida acerca del ambiente físico y social. Es la amenaza a la legitimidad de la política mundial heredera del iluminismo liberal mercantilista. Estos valores comunes son importantes, porque aunque no haya adherencia total a ellos, de todas maneras guían e institucionalizan la acción individual y social (empresa privada, crecimiento económico, libre mercado, rechazo a la planificación económica, disminución de las obligaciones del Estado en el bienestar social y fe en un futuro de abundancia gracias a la tecnología). Los economistas creen que no hay problemas con la expansión indefinida de la economía. En verdad, la expansión indefinida es el gol de la economía, por lo que no es de sorprender que vean con escepticismo las predicciones de la ciencia física. La historia, afirman, ha mostrado una y otra vez que la tecnología es una parte tan importante del capital que puede resolver toda la variedad de problemas que los límites naturales le plantean al desarrollo del crecimiento continuo.
Esta es una de las razones de que la autentica lucha ecológica, de una u otra manera, tiene que incluir las instituciones modernas del sistema estatal y el capitalismo mundial. Un paradigma alternativo que vea a la humanidad como un miembro de la comunidad terrestre, un miembro de la naturaleza en sentido global con derechos y obligaciones, desafía el marco moderno de la economía capitalista contemporánea que reproduce un sistema ecológicamente mal adaptado.
El nuevo escepticismo ecológico, tal como lo presenta Lomborg, su figura más popular, proporciona un discurso que concibe las relaciones entre la naturaleza y la especie humana en términos mecánicos y administrativos con vista a la explotación económica. Si la contradicción entre los intereses industriales y el sostenimiento ecológico continua llamando la atención y, aunque fragmentariamente, operando como un discurso contra hegemónico, entonces, el escepticismo ambientalista surge para resistir el movimiento ecológico. Si esto es así, el escepticismo no es solo el intento de mantener la ganancia económica, sino la reacción en contra de una inminente revolución cognitiva y cultural que puede cambiar la forma en que el poder material se concentra y acumula. Representa, no solo la defensa comercial, sino la defensa de la estructura misma del orden mundial que permite la sobrevivencia de la industria tal como la conocemos. El escepticismo ambientalista reclama haber refutado el mito del movimiento ecológico y la ciencia ambiental. Su proyecto, afirman, se genera exclusivamente a partir de un sentido de objetividad y neutralidad axiológica. El problema con este reclamo es que el análisis de la literatura muestra que este se formula desde una ideología conservadora apoyado por un movimiento corporativo (la industria petrolera, principalmente) contra ecológico. Su intento es subvertir la interrogación reflexiva y la resistencia contra hegemónica que ella contiene. No necesitan ganar el debate acerca del estado del mundo para mantener el poder y dominio. Solo necesitan establecer suficientes dudas acerca de los informes científicos para motivar dudas en la comunidad en general. ¿Y no es esto lo que en el fondo de nosotros mismos queremos escuchar… el dulce canto que nos devuelva la seguridad y el poder contenidos en la ilusión de la modernidad? ¿Poder seguir disfrutando de la buena vida sin consecuencias? ¿Perdernos en la contemplación extasiada de nuestro narcisismo?
Muchas civilizaciones han decidido, por una u otra razón, ignorar la erosión que provoca la relación entre sociedad y naturaleza, solo para caer en una época obscura llena de sufrimiento y miseria. Hoy estamos entrando a una etapa histórica global en donde estos problemas tendrán que ser resueltos, de una manera u otra, dentro de los próximos 50 anos. El escepticismo ambientalista quiere posponer este cambio y el mensaje ha sido gratamente recibido por las elites mundiales que son parte del orden dominante del mundo…"Las cosas con el tiempo mejoran cada vez más y más". [nievesmiro@sympatic o.ca ]~
La ciudad desquiciada
Por Luis R. Santos | © mediaIsla
Leyendo dos libros que hablan de ciudades me nació el impulso de escribir algo acerca de Santo Domingo.
En su libro La ciudad nerviosa, el barcelonés Enrique Vila-Matas habla de esa ciudad de sus años infantiles y, necesariamente, tiene que compararla con la Barcelona de estos últimos años, y describe a la actual como una ciudad afectada por un nerviosismo que va acercándose a la esquizofrenia. Ello, a pesar de que Barcelona es una ciudad hermosísima y con grandes zonas por las cuales la gente puede pasear a sus anchas y recrearse con su peculiar arquitectura.
El turco Orhan Pamuk, en su libro Estambul, rememora también sus felices años de infante y adolescente en Estambul y su escritura se llena de una nostalgia casi demoledora cuando evoca sus paseos en barca por el Bósforo junto a su familia.
Y después de estas dos lecturas, yo me he preguntado qué podríamos decir los escritores dominicanos sobre esta ciudad llamada Santo Domingo.
En primer lugar, en mi caso, soy un ciudadano de ninguna parte, es decir, no tengo una ciudad sobre la cual inspirarme para escribir. Nací en esa temblorosa zona del Cibao en que se funden las provincias de Santiago, Espaillat y La Vega.
En mi adolescencia tuve una suerte de amoríos fugaces con Santiago, a la que iba una vez cada dos años, en principio, y luego, al ingresar al Instituto Superior de Agricultura, una vez por semana, cuando se nos permitía salir los domingos. Aquellas incursiones, usualmente, eran gastadas en una visita a alguna muchacha y en otras ocasiones para ir a beber vino en una especie de tienda de expendio que tenía Isidro Bordas en Bella Vista. Recuerdo que el vaso era a cinco centavos y a veces un grupo nos juntábamos y comprábamos un galón, y ¡a beber se ha dicho!
Con Santo Domingo he tenido una relación más cercana y por lo tanto más traumática.
Tuve la oportunidad de vivir en la zona colonial a final de los ochenta y principio de los noventa y todavía recuerdo las noches de bohemia en el Drake y la gran actividad cultural alrededor de Casa de Teatro, la casa de la cultura de la UASD y otros lugares en que los poetas y escritores, los aprendices y los ya veteranos, soñábamos que algunos nos convertiríamos en García Marquéz o César Vallejo. Eran los tiempos en que la calle El Conde era el principal centro de compra de la clase alta y media y los carros del concho te dejaban frente a las tiendas. Y a propósito de la calle el Conde ¡Cuanta suciedad, prostitución, y mendicidad! Todavía eran los tiempos en que era una novedad cuando a alguien le robaban o le atracaban en la zona.
Residiendo en Santo Domingo desde aquellos años, la he visto convertirse en lo que es hoy, un homenaje al caos y al desorden. Una ciudad desalmada, ruidosa, en constante crispación. Y con altos niveles de contaminación ambiental.
Empezando por las grandes migraciones desde los campos y pueblos del resto del país y pasando por un explosivo desarrollo urbanístico sin ninguna planificación, esta ciudad se ha convertido en un gran manicomio por la circulan millones de desquiciados. Porque eso es lo que parecemos los habitantes de Santo Domingo cuando nos trasladamos por estas calles en procura de llegar a nuestros destinos.
Pienso con toda honestidad que el tránsito de una ciudad nos da una idea clara de cómo son sus ciudadanos y sus autoridades; y hay que admitir, aunque muchos puedan sentirse ofendidos, que es difícil encontrar una ciudad más desquiciada y conductores más maleducados que los de Santo Domingo.
El desquiciamiento nace de la gran cantidad de motoconchistas, taxistas suicidas, guagueros terroristas, carros del concho, semáforos que no funcionan, una policía que a veces, aunque generalmente su labor es muy positiva, entorpece el tránsito en vez de hacerlo más fluido. Pero ante todo, el desquiciamiento viene de esa falta de educación ciudadana y su consecuente falta de respeto a las leyes de tránsito y una ausencia total de cortesía. Pero no solo los conductores de esos posmodernos medios de transporte se comportan como auténticos salvajes, sino, también, gente en lujosos Mercedes, BMW, Land Crusier y otros tantos automóviles de precios astronómicos.
Y lo peor de todo es que aquel que no se sume al estilo desquiciado de conducir de la inmensa mayoría, termina siendo aplastado, vapuleado, y al final a todos no nos queda más opción que sumarnos al caos.
Por otra parte, Santo Domingo se ha convertido en una ciudad sin espacio para que la gente pueda caminar, reunirse, respirar aires lozanos, y las construcciones de torres de apartamentos han ido robándole unos de los encantos que le quedaban a la ciudad, la gran cantidad de árboles, que la embellecían y le daba un aire de campiña.
Para citar un solo caso, cuando vine a residir al mirador norte en el año 2003, en la calle que queda detrás de donde vivo había una serie de casas con grandes matas de mango, aguacates, pinos y jardines bien cuidados. Antes, aquí disfrutábamos del colorido espectáculo de las aves y sus cantos, de los mangos banilejos al alcance de la mano y de un ambiente de frescor. En apenas cinco años ha habido un cambio brutal.
Proyectémonos veinte años hacia el futuro y tendremos la obligación de admitir que el panorama no es muy alentador.
Todavía, a Santo Domingo la rescatan y la hacen más o menos atractiva algunas partes de la zona colonial, principalmente la calle Las Damas, la plaza España, donde se verifican las noches de luna llena más espectaculares que se pueda apreciar, el Parque Colón, el café Fuerte San Gil, el Adrian Tropical del malecón, el Vesuvio del malecón, la Lincoln y sus noches y ese gran parque Mirador Sur. Y por supuesto que el mar Caribe, que, a pesar de toda la basura que le llega, sigue dándole encanto a esta parte de la ciudad. Los encantos del río Ozama lo podrán describir escritores de otras épocas, porque lo que tenemos hoy día es un río hiper contaminado y en cuyas riberas se han erigido millares de mansiones del horror.
A los escritores nacidos en esta ciudad en los últimos años no les quedará más alternativa que crear sus propias ciudades y humanizarlas, como lo hicieron, por ejemplo, García Márquez con Macondo y Juan Carlos Onetti con Santa María; porque esta ciudad apenas les servirá para recrear personajes neuróticos, depresivos y desquiciados, como la ciudad. [luisrsantos@hotmail.com ]~
Mizaria
Por Joan Mateu | @ mediaIsla
Crítica literaria
Sus cuentos son sencillos, sugerentes y fáciles de leer. Tienen algunos errores ortográficos que deben ser debidos a la prisa en escribirlos y algún defecto de forma, pero eso no quita la calidad que subyace. El desarrollo de la historia a veces se complica en cuanto que mezcla acciones actuales con cosas pasadas en tiempos anteriores, pero debe tratarse de una licencia que adopta. A mí, personalmente me gustan, aunque los personajes no son creíbles y se complica mezclando historias de varios a la vez que son inconexos. Podría ponerle "peros" a los argumentos que a veces pecan de poco cuidados y no se entienden del todo, pero en líneas generales no están mal. Es cierto que parece que haya algún plagio en alguno de ellos, pero sinceramente, a mi no me disgustan en general. Son leíbles. Bueno, que tampoco hay que ser demasiado exigentes... [joan@cimat.es]~
Arboleda, un espacio de autogestión literaria
Por Adriano Corrales Arias | © mediaIsla
La Editorial Arboleda es una experiencia literaria y cultural costarricense cuyo propósito es difundir y promover la literatura mediante la publicación de libros y la utilización de sistemas multimedios y de Internet.
La inician el escritor y editor Américo Ochoa, y el escultor, poeta y editor Leonardo Villegas, en el año 2006; ambos con amplia experiencia en la publicación literaria y la promoción cultural. Desde entonces, aportan su tiempo y su experiencia para echar adelante un proyecto que se asume de manera ad honoren. Cooperan con el trabajo editorial y de sus propios ingresos, y de la coedición igualitaria con los autores, salen el papel y los insumos de impresión.
La validez de su iniciativa los hace tomar, al inicio de su fundación, una decisión estratégica: comprar una imprenta y equipo de edición digital, en procura de generar autonomía en la producción editorial. Ellos mismos realizan todo el proceso de edición, diagramado, impresión, compaginado, diseño de portadas, distribución y venta. Desde entonces publican a jóvenes poetas y escritores inéditos.
Doce años atrás habían fundado otra editorial literaria (Editorial Baula), de modo que Arboleda representa la continuación de aquel primer esfuerzo. El enfoque y el espíritu de la Editorial, así como la mística y tenacidad de sus impulsores, ha contribuido a que escritores reconocidos y de renombre internacional tomaran la decisión de pertenecer al fondo editorial. Esto incluye a escritores, intelectuales, artistas y gestores culturales que han contribuido en la promoción, guía y posicionamiento estratégico de la sui generis organización.
A partir del año 2007, inician una nueva aventura: editar no solo costarricenses sino también autores centroamericanos, que por similares condiciones, han permanecido inéditos o, siendo notables escritores, no pueden publicar en su país de origen. Para el último año, 2008, Arboleda ha crecido como entidad cultural y ha ampliado su fondo editorial con la publicación de más 15 libros en literatura, sin contar las co-ediciones y servicios editoriales a museos y casas de la cultura. Así, ha sabido posicionarse más allá del espectro nacional, estableciendo relaciones con casas editoriales y escritores del contexto centroamericano y suramericano.
Además, Arboleda ha creado un espacio de participación permanente en línea y cuenta con un sitio Web www.editorialarbole da.com que incluye chat literario, sección de actividades culturales programadas, y sección de autores publicados catalogados por género y país, donde se pueden encontrar datos biobibliográficos, fotografías, material publicado en pdf, registros sonoros y audiovisuales. Muy pronto el proyecto virtual aportará, para el público, un Foro Literario Centroamericano con editores remotos en cada país y un mega directorio de escritores.
He aquí un esfuerzo editorial autogestionario que, sin objetivos de lucro, pero con un perfil de gestión literaria inusual y complementaria por su perspectiva inclusiva y cooperativa, bien podría ser sujeto de apoyo por parte de algunas instituciones y de la cooperación internacional. Espero que así sea para garantizar su sostenibilidad en bien de la literatura centroamericana y de más allá. Contacto: www.editorialarbole da.com [cazadelpoeta@yahoo.com ]~
O quizás simplemente te regale una fosa
Un político, un banquero y un militar deciden, la noche del 23-F, montar un prostíbulo. Se reúnen 25 años después para celebrarlo. Ahí empieza El bordell, de Lluïsa Cunillé, que se representa en el Lliure, dirigida por Xavier Albertí
Por MARCOS ORDÓÑEZ | © BABELIA
Una muchacha (Chantal Aimée) llega al puticlub de una carretera perdida: al parecer, su padre la ha llamado. Comienza El bordell (El burdel), la nueva obra de Lluïsa Cunillé, en el Lliure, dirigida por Xavier Albertí. Luces rojas, sillones de escay, metales brillantes sin alcurnia, plafones de espejo, lámpara supernova estallada. Un trueno anuncia tormenta. A los dos minutos de función, la Madame (Mercè Arànega) le dice a la muchacha que su padre a quien quería ver era a su hermana mayor, pero la primogénita le colgó el teléfono. Ese arranque tal vez anuncie la estrategia de la obra: el "detonante incitador" es un malentendido; no hay trama sino situación, y la presunta protagonista queda reducida, por un buen rato, al rol de observadora de un agua estancada, concéntrica. El padre (Enric Majó), tirado en un sofá, viste de mujer. "Así las chicas me tienen más confianza, me cuentan su vida y no me aburro. ¿A ti no te aburre ser siempre tú misma y oír las mismas cosas?". ¡Feliz ocurrencia! El bordell podría ser la cara B (o la otra cara de la luna) de Salón Primavera, que Cunillé estrenó la anterior temporada. Salón Primavera era muy Achard y ésta es muy Anouilh: una pièce grinçante. Cunillé no había nacido, claro, cuando Achard y Anouilh estrenaban, pero el teatro es a menudo como el gabinete de una médium. Se concitan aquí, por azar o no, muchos fantasmas remotos. Cocktail de la casa: 1/3 del último Tennessee (Aviso para embarcaciones pequeñas, por supuesto), 1/3 de Genet enculado por Copi, 1/3 de Dry Anouilh. Y angostura española: las ceremonias barrocas y degradadas de Nieva, el sacramentalismo de Romero Esteo, la sorna opaca de Martínez Mediero. Guinda negra: El desastre de Annual, de Ricardito Franco. A Ricardito, que en gloria esté, le hubiera encantado El bordell. Por su tono, esa ferocidad disparada con silenciador, como los apartes shakespearianos que sueltan los personajes, en voz baja, casi avergonzados. Flashback: la noche del 23-F, un político, un banquero y un militar, de camino a Francia, decidieron unirse y montar una gran casa de putas, su "única y verdadera patria". Se han reunido de nuevo, veinticinco años después, para brindar "por este burdel dentro de otro gran burdel llamado España". Una frase un tanto campanuda para Cunillé. A esos tres ya les cuadra, pero les prefiero cuando hablan como si estuvieran soñando, o en el nivel 13 de la curda. El político es el padre: ahora ha decidido encerrarse en el váter, como Fernán-Gómez en El anacoreta. "¡Qué tiempos más absurdos", diagnostica, "en los que la ciencia desea desterrar cualquier duda, en los que las maldiciones ya no se cumplen y por un solo vínculo hay cien deserciones! ". El banquero (Jordi Banacolocha) hace su entrada poco más tarde. Está estupendo Banacolocha, casi un Michel Serrault a la catalana: un pajarraco chabroliano, turbio y malicioso, que apostó por quien no debía. También se sale Mercé Aránega, esa Madame todavía llena de fuerza y de vida, altiva y sardónica, que le canta las cuarenta al lucero del alba y amenaza con publicar sus memorias, "más de veinte rollos de papel de váter, escritos por ambas caras", y está como nunca Enric Majó (lástima que se le oiga tan mal en las escenas del lavabo: hay que mejorar la sonorización) , y Jordi Dauder en el rol del militar paralítico, bronco e infantilizado, que blande una pistola de fogueo porque "la de verdad la guarda su madre bajo llave". Hay repeticiones circulares, discos rayados, movimientos sin éxito salpicados por fulgurantes mots d'esprit: "A mi edad se habla para no pensar", le dice el banquero a la muchacha. "Toda mi vida fingí ver lo que no veía y cerré mis ojos ante lo que veía de verdad", dice el padre, más Gloucester que Lear. Y la Madame, advirtiendo de los peligros de la danza, en otra gran frase inesperada: "No prometas nunca nada mientras estés bailando. El baile puede conducirte a tal éxtasis que te obligue a bajar la guardia y ponerte en manos de cualquiera".
Nos habíamos olvidado de la muchacha, varada en un extremo de la barra, cuando de repente, primera sorpresa, reemerge, desea: tiene un amor secreto, un alumno, un menorísimo al que todos toman por su hijo. Aparece el chaval (Rubèn de Eguía): se ha pegado un trastazo con el coche y no recuerda nada. Buero habría salivado con ese muchacho, tan simbólicamente amnésico "como este maldito país en los últimos treinta años", dice el padre travestido. Y añade: "Quizás te convendría otro golpe en la cabeza para recuperar la memoria". El crío sólo anhela dormir. "No dejen que se duerma", repite la muchacha. "Si se duerme, ya no despertará". Pero, segunda sorpresa, le toma en sus brazos y le acuna con una nana del Orfeo de Monteverdi. La Madame agita una campanilla y el bello durmiente vuelve a abrir los ojos y mirar, quizás, desde el ensueño.
(Kafka: "Basta un falso llamado de la campanilla nocturna para que lo irreparable se produzca"). De lo alto baja entonces un viejo cliente (Jordi Serrat), muy atildado, muy ceremonioso: se presenta como el rey de España y, según la Madame, acaba de hacer algo muy feo, feísimo, algo que no debe de hacerse bajo ningún concepto. Tan y tan feo que ni a Valle se le hubiera ocurrido. La Madame sale por pies, maleta en mano, para que no le carguen el mochuelo. El sonriente monarca pone sus ojos en el crío, al que quiere convertir en futuro jefe de la Casa Real. El padre susurra a su hija: "Síguele la corriente, es el único que está loco aquí y no lo sabe". Hay una última sorpresa, insólitamente mal servida por Xavier Albertí. Y un desajuste fundamental: el clima alucinatorio, las revueltas del texto y las excelentes interpretaciones pierden gas en la sala grande del Lliure, en ese enorme (y precioso) espacio diseñado por Lluc Castells. Las obras de Lluïsa Cunillé requieren proximidad, y ésta, más que otras suyas, una escucha atenta. Me encanta la locura sonámbula de El bordell, pero me temo que esta vez Albertí, casi su director de cabecera, no ha acabado de pillarle el truco. Quisiera verla de nuevo, cuando esté más adensada. [fontanamoncada@yahoo.es]~
Puertas y ventanas
Tomás Modesto Galán en Nosotros contamos, NY
Domingo 30 de noviembre a las 5:00 PM. En la Sala Andrés Francisco Requena del Comisionado de Cultura en Estados Unidos. 541 W 145 St (Casi esq. Broadway) New York, NY 10031. Tel. 212 234 8149
La nariz de Ryunosuke Akutagawa
Incluimos el cuento clásico de la semana, seleccionado por Luis López Nieves: La nariz, por el autor japonés Ryunosuke Akutagawa (1892-1927). Pulse sobre el título para leer el cuento en CiudadSeva.com.
Bigotes contra el cáncer de próstata
Vela al Viento Ediciones Patagónicas
Vela al Viento Ediciones Patagónicas informa la aparición del libro "El viaje de los Dioses", cuyo subtítulo reza "Migración, creencias y folklore en Comodoro Rivadavia". Los compiladores y coordinadores responsables de este libro son Graciela Ciselli y Aldo Enrici, y básicamente centran el trabajo en los barrios Laprida, Manantial Rosales y Valle C.
El libro fue presentado el 7 de noviembre en Bariloche, y el 14 de noviembre en la Feria del libro de Puerto Deseado (Santa Cruz). El sábado 29 de Noviembre vuelve a presentarse pero esta vez en Río Gallegos en las Jornadas de Hermeneutic de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA). El libro es de 204 páginas con un apartado con 27 fotos actuales y antiguas de los barrios estudiados en este libro. Se puede adquirir por internet vía el sistema de contrarreembolso. Precio $ 38. www.velaalviento. blogspot. com
Blog imaginería
Amigos y amigas de Imaginería, quedan invitados a una nueva función de asombros en http://imagineriabr uja.blogspot. com
Imágenes del mundo
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más que un grupo o comunidad cerrada, constituye hoy por hoy una modesta sala de lectura donde convergen una serie de personas interesadas en la construcción de un puente de doble vía, a través de la reflexión y el ameno intercambio de información interesante.
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