Por D. Enildo Rodríguez Núñez, publicación de magazín
La historia nos dice, y nosotros lo hemos experimentado en 1907, 1985 y 1990, que cuando una deuda es inmanejable hay que renegociar los términos en que se contrajo y condonarla parcialmente. En 1907, por ejemplo, la deuda estimada en US$40,000,000, moneda entonces oficial, la renegociación la redujo US$17 millones.
Otras veces, inflaciones y devaluaciones descontroladas obligaron a convertir el circulante, pasivo del Banco Central, y las obligaciones financieras de modo drástico. En 1948, la que Kindlegerger llamó "una de las grandes hazañas de la ingeniería social de todos los tiempos," Alemania tuvo que introducir una nueva moneda, el "deutsche Mark", para sustituir el desprestigiado "Reichsmark" a la tasa de 1 "deutsche Mark" por cada 10 "Reichsmark".
Llegamos en el 2003 a otra renegociación obligada de nuestra deuda externa e interna. En ese año, comparado con el pasado, la deuda externa del sector público aumentó de US$4,382 millones en el 2002 a US$7,353 millones en el 2003, un incremento de US$2,971 millones, mientras que la deuda interna medida en dólares pasaba de 922 a 3,667 millones. La deuda externa del sector público creció en un 107%. Si a esta suma añadimos la deuda externa privada de la banca comercial y la confesión por el Gobierno en el Anexo I de su carta al FMI de febrero del 2004, de un déficit cambiario de US$1000 millones, es muy difícil negar que el nivel de la deuda pública se ha hecho insostenible. De hecho, las negociaciones con el FMI apuntan a una renegociación de la deuda externa pública y privada (Evian).
En el mismo anexo, los negociadores del Gobierno con el FMI constatan que hay "una necesidad de financiamiento de más de US$1000 millones. Después de los desembolsos proyectados del Banco Mundial, el BID y las fuentes bilaterales, aún quedaría una brecha de financiamiento residual de unos US$300 millones. Para cubrir esta brecha, el Gobierno se está acercando a sus acreedores con el objeto de obtener una reprogramación de las obligaciones del servicio de la deuda para financiar el programa". Afirmación admirable por su transparencia y preocupante por su contenido. El monto de la deuda por encima de lo programado aumentará, en por lo menos 1000 millones más de dólares, ya en el primer trimestre del 2004.
El problema no es el hecho de que haya que renegociar la deuda, algo ya aceptado por el Gobierno, sino la magnitud de la reconversión deseada para que la economía del país se recupere pronto de su situación. De paso, pondremos así evaluar mejor la posibilidad y conveniencia de una dolarización oficial como posible solución a largo plazo de nuestras dificultades.
Sobra decir que por la falta de datos, las cifras ofrecidas son una aproximación grosera de la realidad y aceptar que en su elaboración están envueltos problemas fundamentales de método que no estoy seguro de haber sabido resolver satisfactoriamente.
1. Monto en dólares del capital circulante y de la deuda
1.1 Partiré de una conceptualización de este problema que supone que el PIB de una nación es fruto de un capital circulante, el dinero. En palabras de Adam Smith, en el Libro Segundo, capítulo primero de su obra maestra: "la última de las tres porciones en que se divide naturalmente el capital general de la sociedad, es el capital circulante, cuya característica consiste en proporcionar un ingreso o renta con motivo de su circulación o cambio de dueño. Se compone también de cuatro partes. La primera es el dinero, por cuyo medio circula las otras tres... (víveres, materiales y artículos acabados de todas clases que se hallan en poder de los comerciantes respectivos)".
La emisión monetaria, pasable aproximación a la cantidad de dinero, era en diciembre del 2003 de RD$77,482 millones ó unos US$1,937 millones a la tasa de RD$40 por US$1 aceptada por el FMI. El PIB del 2003, que experimentó una caída porcentual del 1.3% era de unos US$19,400 millones. Si suponemos que, siguiendo tendencias históricas, el dinero tiene una frecuencia de rotación de 10 veces al año, existiría, expresada en dólares, una excelente relación entre la emisión monetaria y el PIB. De manera un tanto tosca, digamos que el monto en dólares de la cantidad de dinero es de unos US$1937 millones.
1.2 A esta suma tenemos que añadir las de los déficits fiscal, cambiario y Financiero. Estos déficits indican una cantidad adicional de dinero que durante las operaciones de ese año deben aún el Gobierno, el Sector Externo y el Banco Central. En otras palabras, se produjeron bienes y servicios en esos sectores económicos que "aún no se han pagado" pero se adeudan. Echemos una mirada sobre esos déficits:
1.2.1 El déficit fiscal (diferencia entre ingresos y gastos del Gobierno Central) ascendió al 2.7% del PIB, unos 524 millones de dólares. En esa cantidad está incluido el déficit del sector energético público: un 1.5% del PIB, o 291 millones de dólares. El valor en pesos de este déficit fue, multiplicando por 40, de 20,960 millones, 11,640 millones en el sector energético.
El déficit cuasi fiscal del Gobierno (el balance del Banco Central) fue el 2.5% del PIB, unos 485 millones de dólares. Tal como afirma el citado Anexo I, el balance combinado del sector público llegó al 5.2% del PIB: 1009 millones de dólares, ó 40,352 millones de pesos. La mayor parte de este déficit es ocasionado por el pago de intereses (834 millones de dólares o 33,368 millones de pesos).
1.2.2 Las operaciones cambiarias del país se dividen en "corrientes", que tienden a repetirse en el tiempo con cierta regularidad y "de capital" que reflejan operaciones ocasionales. El resultado de las operaciones corrientes arrojó un saldo positivo equivalente al 5.6% del producto, unos 1,086 millones de dólares. Para los fines de este artículo, tenemos que descontar unos 200 millones de dólares como pago de intereses de la deuda externa pública contabilizados en el déficit del sector público.
El gran superávit de la balanza de operaciones corrientes refleja el formidable ajuste experimentado por la economía dominicana: las importaciones nacionales, con excepción de las de petróleo, bajaron en unos mil millones de dólares. También mejoró la balanza de servicios (ingresos de turismo por unos 3,100 millones de dólares) y la de transferencias (remesas familiares por unos 2,200 millones de dólares).
En cambio empeoró la de pago a factores de producción (a pesar de una contribución de los peloteros dominicanos de alrededor del 80% de los ingresos por este concepto más que neutralizada por la repatriación de ganancias de empresas extranjeras en el país).
1.2.3 En las cuentas de capital, en las que incluiré la de "errores y omisiones", hay que señalar una disminución de la inversión directa extranjera, los ingresos de los bonos soberanos utilizados para redimir bonos Brady, fuerte amortizaciones de préstamos de los bancos comerciales y una impresionante fuga de capital que ha sido evaluada muy diversamente desde 1,300 millones de dólares (Goldstein) hasta 2,400 millones (Iván Ramírez).
El tantas veces citado Anexo I afirma (n. 24) que la fuga fue de tal magnitud que anuló el balance positivo de las cuentas corrientes y dejó un déficit global de "más de 1,000 millones de dólares" (n. 26).
El déficit global de la balanza de pagos fue pues de unos 1,000 millones de dólares, aunque hay que reconocer que la falta de datos, impide eliminar totalmente el componente en dólares del déficit global del gobierno.
El déficit del Banco Central fue ya estimado por el Gobierno y señalado anteriormente.
Los déficits fiscales y cambiarios del país, pueden ser estimados en unos 1,808 millones de dólares. Añadiendo los 1.937 millones de dólares de la emisión, tendríamos un capital circulante monetario de unos 3745 millones de dólares. Se podría argüir que la fuga de capitales no es un elemento de ese capital, ya que por sí mismo significa sustraer dólares al país sin conexión aparente con la circulación de bienes y servicios. A mí me parece que la fuga es el "costo de transacción" de una economía abierta, como diría Coase, tal vez el más original de los premios Nobel de economía.
1.3 En realidad, lo que he estado buscando es un estimado del capital monetario circulante en dólares, necesario para mantener una economía como la dominicana en el año 2003. Pero esta medida es totalmente inadecuada si tomamos un horizonte más amplio: el del impacto de la deuda externa e interna del sector público sobre futuro. Una economía como la nuestra requiere de nuevos préstamos, externos e internos, para sobrevivir. Vimos que en el año 2004 se han arreglado préstamos del BID, del BM y del FMI de unos 700 millones de dólares.
El Banco Central había estimado antes de la crisis actual que el país servicio de la deuda pública externa, sin incluir los montos correspondientes al uso de posibles líneas de crédito revolventes, sería en el 2003 de 921.4 millones de dólares. Todo incremento de la deuda restringe en principio, en años de crisis, la posición financiera del país. Por eso necesitamos recordar el monto de nuestra deuda.
Al inicio de este artículo se indicó que la deuda externa pública ascendía a 7,353 millones de dólares en el año 2003 y que la deuda pública interna medida en dólares subía a 2971 millones. El total de la deuda pública era de 11,012 millones de dólares. A esta cantidad habría que añadir la deuda externa de la banca comercial, que según el Superintendente de bancos, era en el 2003 mayor que la del Sector Público y ofrecía el monto de 7,000 millones de dólares. Esta información tomada de la prensa parece exagerada, pero al afirmar que la deuda es mayor que la pública externa, no hay base para discutir la cifra.
Tendríamos entonces una monstruosa deuda global de unos 18,000 millones de dólares que sumados al capital monetario circulante de unos 3,745 millones de dólares, (ver 1.2.3) harían 21,745 millones, más de 2,200 millones por encima del PIB.
El primer comentario que estas cifras sugieren, es la absoluta utopía de dolarizar nuestra economía que contaba a fines de diciembre del 2003 con reservas netas negativas ( 95 millones de dólares). El país tendría que endeudarse adicionalmente en unos 2,000 millones de dólares sólo para sustituir la moneda nacional. Esta afirmación habría que matizarla con un juicio dinámico sobre la evolución de la balanza cambiaria en los próximos años, aceptando un aumento de la inversión directa extranjera como efecto de la dolarización y un cese de la fuga de capital, pero también la necesidad de reconstruir una reserva neta mínima de unos 500 millones de dólares.
El segundo comentario lo transcribo del excelente Boletín Anual No. 3 sobre la Balanza de Pagos de la República Dominicana 1996 2001: "El impacto promedio de la deuda sobre el crecimiento per cápita, se torna negativo para niveles de deuda sobre... 35 40% con respecto al PIB.
2. La conversión necesaria
El Gobierno, a estas alturas del juego, ha logrado aparentemente frenar la inflación y la devaluación imprevisible. Lo ha hecho dejando de emitir dinero para pagar las deudas con los depositantes y acreedores del Baninter, el Bancrédito y el Mercantil en base a la venta de certificados del Banco Central a intereses superiores a la tasa de inflación previsible. Sin embargo, como mínimo hay que tratar de convertir estos certificados en deuda a largo plazo.
Es previsible que un acuerdo sobre la deuda bilateral del país por valor de unos 1,800 millones de dólares en el Club de París, que vaya acompañado de una política creíble de fuerte austeridad fiscal y monetaria del Gobierno, al que se tratará de camelar, como dicen los iberos, con préstamos masivos a largo plazo, sometidos a condiciones normales del FMI no de sólo las propias de un acuerdo stand by, y centrados en la conversión de nuestro parque de plantas energéticas de petróleo a gas, logre cambiar la visión tan negativa, pero no muy exagerada de firmas evaluadoras de riesgo país y de potenciales inversores y acreedores de nuestra banca privada.
Una renegociación de la deuda privada, es elemento precioso de la recuperación económica.
Pero no olvidemos que la credibilidad tiene un costo: los presuntos responsables de la crisis bancaria tienen que ser enjuiciados ante tribunales neutros y competentes y en caso de condena, ser castigados por los daños y perjuicios ocasionados al Estado y en última instancia, al país, es decir a los dominicanos. Sin justicia no habrá reconstrucción de la economía. Con ella, esta enorme crisis podría ser la nodriza de un mejor futuro.
Finalmente, una idea discutible, porque soy de los que se oponen en principio a reformas constitucionales "ad hoc": prohibición constitucional por mayoría calificada de pago por el Banco Central o el Gobierno a depositantes y acreedores de instituciones monetarias quebradas o cesadas en sus operaciones por encima de un por ciento (25, 50%) de sus depósitos y acreencias cuando estas sobrepasen un mínimo determinado.
Una última palabra: las crisis financieras las no "estructurales" pueden ser superadas en corto tiempo como muestran Malasia y otros países emergentes.
¡Ojalá sea así en República Dominicana
Enildo E. Rodríguez Núñez
Analista Financiero,
NOV
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LA TRISTE RENEGOCIACION DE LA DEUDA PUBLICA Y PRIVADA DE LA REP. DOMINICANA, UN RESUMEN ECONOMICO
La Deuda exterior Dominicana podria ser insostenible, si continua utilizándose el mismo criterio al renegociar la deuda privada conjuntamente con la pública. Por D. Enildo Rodríguez Núñez, publicación de magazín La historia nos dice, y nosotros lo hemos experimentado en 1907, 1985 y 1990, que cuando una deuda es inmanejable hay que renegociar los términos en que se contrajo y condonarla parcialmente. En 1907, por ejemplo, la deuda estimada en US$40,000,000, moneda entonces oficial, la renegociación la redujo US$17 millones. Otras veces, inflaciones y devaluaciones descontroladas obligaron a convertir el circulante, pasivo del Banco Central, y las obligaciones financieras de modo drástico. En 1948, la que Kindlegerger llamó "una de las grandes hazañas de la ingeniería social de todos los tiempos," Alemania tuvo que introducir una nueva moneda, el "deutsche Mark", para sustituir el desprestigiado "Reichsmark" a la tasa de 1 "deutsche Mark" por cada 10 "Reichsmark". Llegamos en el 2003 a otra renegociación obligada de nuestra deuda externa e interna. En ese año, comparado con el pasado, la deuda externa del sector público aumentó de US$4,382 millones en el 2002 a US$7,353 millones en el 2003, un incremento de US$2,971 millones, mientras que la deuda interna medida en dólares pasaba de 922 a 3,667 millones. La deuda externa del sector público creció en un 107%. Si a esta suma añadimos la deuda externa privada de la banca comercial y la confesión por el Gobierno en el Anexo I de su carta al FMI de febrero del 2004, de un déficit cambiario de US$1000 millones, es muy difícil negar que el nivel de la deuda pública se ha hecho insostenible. De hecho, las negociaciones con el FMI apuntan a una renegociación de la deuda externa pública y privada (Evian). En el mismo anexo, los negociadores del Gobierno con el FMI constatan que hay "una necesidad de financiamiento de más de US$1000 millones. Después de los desembolsos proyectados del Banco Mundial, el BID y las fuentes bilaterales, aún quedaría una brecha de financiamiento residual de unos US$300 millones. Para cubrir esta brecha, el Gobierno se está acercando a sus acreedores con el objeto de obtener una reprogramación de las obligaciones del servicio de la deuda para financiar el programa". Afirmación admirable por su transparencia y preocupante por su contenido. El monto de la deuda por encima de lo programado aumentará, en por lo menos 1000 millones más de dólares, ya en el primer trimestre del 2004. El problema no es el hecho de que haya que renegociar la deuda, algo ya aceptado por el Gobierno, sino la magnitud de la reconversión deseada para que la economía del país se recupere pronto de su situación. De paso, pondremos así evaluar mejor la posibilidad y conveniencia de una dolarización oficial como posible solución a largo plazo de nuestras dificultades. Sobra decir que por la falta de datos, las cifras ofrecidas son una aproximación grosera de la realidad y aceptar que en su elaboración están envueltos problemas fundamentales de método que no estoy seguro de haber sabido resolver satisfactoriamente. 1. Monto en dólares del capital circulante y de la deuda 1.1 Partiré de una conceptualización de este problema que supone que el PIB de una nación es fruto de un capital circulante, el dinero. En palabras de Adam Smith, en el Libro Segundo, capítulo primero de su obra maestra: "la última de las tres porciones en que se divide naturalmente el capital general de la sociedad, es el capital circulante, cuya característica consiste en proporcionar un ingreso o renta con motivo de su circulación o cambio de dueño. Se compone también de cuatro partes. La primera es el dinero, por cuyo medio circula las otras tres... (víveres, materiales y artículos acabados de todas clases que se hallan en poder de los comerciantes respectivos)". La emisión monetaria, pasable aproximación a la cantidad de dinero, era en diciembre del 2003 de RD$77,482 millones ó unos US$1,937 millones a la tasa de RD$40 por US$1 aceptada por el FMI. El PIB del 2003, que experimentó una caída porcentual del 1.3% era de unos US$19,400 millones. Si suponemos que, siguiendo tendencias históricas, el dinero tiene una frecuencia de rotación de 10 veces al año, existiría, expresada en dólares, una excelente relación entre la emisión monetaria y el PIB. De manera un tanto tosca, digamos que el monto en dólares de la cantidad de dinero es de unos US$1937 millones. 1.2 A esta suma tenemos que añadir las de los déficits fiscal, cambiario y Financiero. Estos déficits indican una cantidad adicional de dinero que durante las operaciones de ese año deben aún el Gobierno, el Sector Externo y el Banco Central. En otras palabras, se produjeron bienes y servicios en esos sectores económicos que "aún no se han pagado" pero se adeudan. Echemos una mirada sobre esos déficits: 1.2.1 El déficit fiscal (diferencia entre ingresos y gastos del Gobierno Central) ascendió al 2.7% del PIB, unos 524 millones de dólares. En esa cantidad está incluido el déficit del sector energético público: un 1.5% del PIB, o 291 millones de dólares. El valor en pesos de este déficit fue, multiplicando por 40, de 20,960 millones, 11,640 millones en el sector energético. El déficit cuasi fiscal del Gobierno (el balance del Banco Central) fue el 2.5% del PIB, unos 485 millones de dólares. Tal como afirma el citado Anexo I, el balance combinado del sector público llegó al 5.2% del PIB: 1009 millones de dólares, ó 40,352 millones de pesos. La mayor parte de este déficit es ocasionado por el pago de intereses (834 millones de dólares o 33,368 millones de pesos). 1.2.2 Las operaciones cambiarias del país se dividen en "corrientes", que tienden a repetirse en el tiempo con cierta regularidad y "de capital" que reflejan operaciones ocasionales. El resultado de las operaciones corrientes arrojó un saldo positivo equivalente al 5.6% del producto, unos 1,086 millones de dólares. Para los fines de este artículo, tenemos que descontar unos 200 millones de dólares como pago de intereses de la deuda externa pública contabilizados en el déficit del sector público. El gran superávit de la balanza de operaciones corrientes refleja el formidable ajuste experimentado por la economía dominicana: las importaciones nacionales, con excepción de las de petróleo, bajaron en unos mil millones de dólares. También mejoró la balanza de servicios (ingresos de turismo por unos 3,100 millones de dólares) y la de transferencias (remesas familiares por unos 2,200 millones de dólares). En cambio empeoró la de pago a factores de producción (a pesar de una contribución de los peloteros dominicanos de alrededor del 80% de los ingresos por este concepto más que neutralizada por la repatriación de ganancias de empresas extranjeras en el país). 1.2.3 En las cuentas de capital, en las que incluiré la de "errores y omisiones", hay que señalar una disminución de la inversión directa extranjera, los ingresos de los bonos soberanos utilizados para redimir bonos Brady, fuerte amortizaciones de préstamos de los bancos comerciales y una impresionante fuga de capital que ha sido evaluada muy diversamente desde 1,300 millones de dólares (Goldstein) hasta 2,400 millones (Iván Ramírez). El tantas veces citado Anexo I afirma (n. 24) que la fuga fue de tal magnitud que anuló el balance positivo de las cuentas corrientes y dejó un déficit global de "más de 1,000 millones de dólares" (n. 26). El déficit global de la balanza de pagos fue pues de unos 1,000 millones de dólares, aunque hay que reconocer que la falta de datos, impide eliminar totalmente el componente en dólares del déficit global del gobierno. El déficit del Banco Central fue ya estimado por el Gobierno y señalado anteriormente. Los déficits fiscales y cambiarios del país, pueden ser estimados en unos 1,808 millones de dólares. Añadiendo los 1.937 millones de dólares de la emisión, tendríamos un capital circulante monetario de unos 3745 millones de dólares. Se podría argüir que la fuga de capitales no es un elemento de ese capital, ya que por sí mismo significa sustraer dólares al país sin conexión aparente con la circulación de bienes y servicios. A mí me parece que la fuga es el "costo de transacción" de una economía abierta, como diría Coase, tal vez el más original de los premios Nobel de economía. 1.3 En realidad, lo que he estado buscando es un estimado del capital monetario circulante en dólares, necesario para mantener una economía como la dominicana en el año 2003. Pero esta medida es totalmente inadecuada si tomamos un horizonte más amplio: el del impacto de la deuda externa e interna del sector público sobre futuro. Una economía como la nuestra requiere de nuevos préstamos, externos e internos, para sobrevivir. Vimos que en el año 2004 se han arreglado préstamos del BID, del BM y del FMI de unos 700 millones de dólares. El Banco Central había estimado antes de la crisis actual que el país servicio de la deuda pública externa, sin incluir los montos correspondientes al uso de posibles líneas de crédito revolventes, sería en el 2003 de 921.4 millones de dólares. Todo incremento de la deuda restringe en principio, en años de crisis, la posición financiera del país. Por eso necesitamos recordar el monto de nuestra deuda. Al inicio de este artículo se indicó que la deuda externa pública ascendía a 7,353 millones de dólares en el año 2003 y que la deuda pública interna medida en dólares subía a 2971 millones. El total de la deuda pública era de 11,012 millones de dólares. A esta cantidad habría que añadir la deuda externa de la banca comercial, que según el Superintendente de bancos, era en el 2003 mayor que la del Sector Público y ofrecía el monto de 7,000 millones de dólares. Esta información tomada de la prensa parece exagerada, pero al afirmar que la deuda es mayor que la pública externa, no hay base para discutir la cifra. Tendríamos entonces una monstruosa deuda global de unos 18,000 millones de dólares que sumados al capital monetario circulante de unos 3,745 millones de dólares, (ver 1.2.3) harían 21,745 millones, más de 2,200 millones por encima del PIB. El primer comentario que estas cifras sugieren, es la absoluta utopía de dolarizar nuestra economía que contaba a fines de diciembre del 2003 con reservas netas negativas ( 95 millones de dólares). El país tendría que endeudarse adicionalmente en unos 2,000 millones de dólares sólo para sustituir la moneda nacional. Esta afirmación habría que matizarla con un juicio dinámico sobre la evolución de la balanza cambiaria en los próximos años, aceptando un aumento de la inversión directa extranjera como efecto de la dolarización y un cese de la fuga de capital, pero también la necesidad de reconstruir una reserva neta mínima de unos 500 millones de dólares. El segundo comentario lo transcribo del excelente Boletín Anual No. 3 sobre la Balanza de Pagos de la República Dominicana 1996 2001: "El impacto promedio de la deuda sobre el crecimiento per cápita, se torna negativo para niveles de deuda sobre... 35 40% con respecto al PIB. 2. La conversión necesaria El Gobierno, a estas alturas del juego, ha logrado aparentemente frenar la inflación y la devaluación imprevisible. Lo ha hecho dejando de emitir dinero para pagar las deudas con los depositantes y acreedores del Baninter, el Bancrédito y el Mercantil en base a la venta de certificados del Banco Central a intereses superiores a la tasa de inflación previsible. Sin embargo, como mínimo hay que tratar de convertir estos certificados en deuda a largo plazo. Es previsible que un acuerdo sobre la deuda bilateral del país por valor de unos 1,800 millones de dólares en el Club de París, que vaya acompañado de una política creíble de fuerte austeridad fiscal y monetaria del Gobierno, al que se tratará de camelar, como dicen los iberos, con préstamos masivos a largo plazo, sometidos a condiciones normales del FMI no de sólo las propias de un acuerdo stand by, y centrados en la conversión de nuestro parque de plantas energéticas de petróleo a gas, logre cambiar la visión tan negativa, pero no muy exagerada de firmas evaluadoras de riesgo país y de potenciales inversores y acreedores de nuestra banca privada. Una renegociación de la deuda privada, es elemento precioso de la recuperación económica. Pero no olvidemos que la credibilidad tiene un costo: los presuntos responsables de la crisis bancaria tienen que ser enjuiciados ante tribunales neutros y competentes y en caso de condena, ser castigados por los daños y perjuicios ocasionados al Estado y en última instancia, al país, es decir a los dominicanos. Sin justicia no habrá reconstrucción de la economía. Con ella, esta enorme crisis podría ser la nodriza de un mejor futuro. Finalmente, una idea discutible, porque soy de los que se oponen en principio a reformas constitucionales "ad hoc": prohibición constitucional por mayoría calificada de pago por el Banco Central o el Gobierno a depositantes y acreedores de instituciones monetarias quebradas o cesadas en sus operaciones por encima de un por ciento (25, 50%) de sus depósitos y acreencias cuando estas sobrepasen un mínimo determinado. Una última palabra: las crisis financieras las no "estructurales" pueden ser superadas en corto tiempo como muestran Malasia y otros países emergentes. ¡Ojalá sea así en República DominicanaEnildo E. Rodríguez NúñezAnalista Financiero,
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