Foto file blogger periodista Fernando Peña
Ing Miguel Vargas PRESIDENT del PRD
Y Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de REPUBLICA DOMINICANA
A propósito de traición, mentira y política.
Por Fernando Peña
Fuentes externas
FRONTERA25
Cortesia del blog Educativo de Noticias del Lic Enildo Rodriguez Nunez MBA PhDP
Lic Enildo E Rodriguez Nunez MBA PhDP
Encuentro Federal Institucional PRDExterior
Teorizar de la política dominicana se me está haciendo un ejercicio estéril.
Con algunas excepciones, la representación pública predominante en estos tiempos rebaja a la política y su ejercicio.
Un vistazo a los que se juramentaron nos degrada. La política ha devenido en un negocio, negocio sucio, en una actividad desvergonzada, inescrupulosa, de gente solo ávido de poder de manera patológica.
Los políticos de hoy, y los que quedan de ayer, con excepciones, que hoy nos gobiernan o están en la oposición, sin nombrarlos se han ganado la fama de corruptores, traicioneros, oportunistas, poco honorables, que obran y se manejan solo en el beneficio personal, particular.
Miguel Vargas a pesar de las diatribas, los engaños que le han hecho, alienta a seguir la búsqueda de la esperanza y el renacer de un ejercicio político diferente ,de lealtades, líneas partidarias .! Cuantas decepciones!
Porqué he tenido que ser yo un testigo presencial de esta época y generación perdida!.
En verdad que “en política, la traición y la mentira son lo que más abunda”.
Según el diccionario, la traición es aquella falta que quebranta la lealtad o la fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo.
Así, consiste en renegar, ya sea de palabra o acción, de un compromiso de lealtad.
La traición implique una relación de confianza y afecto profundo.
Cuando una persona deposita su confianza en otro y éste actúa de manera contraria a la esperada, hiriéndole de algún modo, se puede considerar que ha sido traicionado.
En nuestra cultura tenemos grabados a fuego algunos de los mayores exponentes de esta definición.
Recordemos la historia de Judas Iscariote, posiblemente una de las traiciones más antiguas que jamás se hayan documentado. Según relatan los evangelios, Judas se convirtió en el paradigma de tan odiada palabra al entregar a su maestro y mentor, Jesús de Nazaret, a los soldados romanos en el huerto de Getsemaní.
El sello de su traición fue un beso, y su recompensa, 30 monedas de plata. Y aunque más tarde se arrepintió de sus actos, no supo encontrar más consuelo que el la horca con la que segó su vida.
Otro gran exponente de tan despreciada palabra es Bruto, destacado senador romano y amigo íntimo y personal de Julio César.
Descontento con el estado de la República y junto a un variado grupo de senadores –entre los que estaba su cercano amigo Longino– en el año 44 a.C. comenzó a conspirar contra César.
El elaborado plan terminó en un histórico asesinato a sangre fría. Acusado de traición, Bruto huyó de Roma.
Tiempo después, tras enfrentarse a Marco Antonio durante una de tantas guerras, se suicidó arrojándose contra su espada antes de ser capturado.
Dadas las implicaciones políticas que sus efectos han causado a lo largo de los milenios, el peso de esta palabra alcanza incluso el ámbito actual del derecho, que la define como el delito que comete un civil o un militar cuando atenta gravemente contra la seguridad de la nación.
Uno de los mayores ejemplos en este sentido es Benedict Arnold. Su nombre despierta murmullos de desaprobación a lo largo y ancho de Norteamérica.
No en vano, este general estadounidense se pasó al bando británico durante la guerra de la independencia de los Estados Unidos.
Tras descubrirse su complot, en el año 1780, Arnold se vio forzado a emigrar a Inglaterra, donde terminaría sus días sin pena ni gloria, cuestionado por el parlamento británico por haber traicionado sus lealtades y sin poder acceder a ningún puesto de responsabilidad ni gozar de ningún reconocimiento más que el del despectivo ‘traidor a la patria’.
Lo duro es ver en esta cotidianidad política dominicana que después de que se ha estado haciendo lo impensable para ganarse todos los honores, alabanza y recibo de favores, termina huyendo al menor obstáculo de la barca.
Porqué el juego sucio, el hacer trampa, y con ello generar daño, aunque no se pretenda.
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