Dónde va lo que muere en Internet?
By mediaIslaPublished: June 5, 2010
Posted in: Puntos de mira
DARÍO ROJO | Sinónimo de novedad, la Red es, paradójicamente, un lugar ideal para fantasmas y zombis. Páginas que ya no existen y blogs sin actualización conviven con lo ultramoderno.
Como sucede con muchos elementos provenientes de la tecnología —sean estos inmaculados gadget o electrodomésticos hogareños— al contemplarlos, paradójicamente o no, es posible ver en su mismo volumen una marca tan fuerte de su futura decadencia que a veces el ojo ansioso superpone su casi inevitable destino futuro.
Por esta razón, más de una persona cuando ve un ipad ve un objeto antiguo, desmarañado y obsoleto. Situación que no conspira contra la belleza o utilidad del objeto, pero que sí lo sitúa definitivamente en un universo de otra polaridad. En esta especie de paranoia de superposición visual que permite ver los objetos iluminados por su aura de decadencia, también los hay con la marca de la eternidad como un tren o una bicicleta, que parecen atravesar las capas temporales brillando en la pátina de óxido que vigoriza su osamenta.
Quizás, este envejecimiento instantáneo sólo se deba al incipiente desarrollo y coincida con las palabras de Jean Cocteau: “Nada se parece más a una casa en ruinas que una casa en construcción.”
Internet que por distintas razones suele utilizarse como sinónimo de novedad o al menos como una de sus sinécdoques más habituales, es una de las construcciones que mejor disimula su edad. De manera que con una cintura admirable maneja su anacronismo y su chatarra haciéndola casi invisible.
Y con anacronismo no me refiero a lo temático, a los sitios sobre dinosaurios culturales, extremidades del festival de San Remo, clubes de cetrería, o revanchas capitalistas sobre objetos de consumo de la infancia. Sino a la tecnológica —entendida sobre todo como lenguajes de programación— que la anima y al caudal de información que la abastece, coronada por la premisa de la constante actualización, que a veces deviene en exhaustividad, y a veces sólo en cambio frenético. Y a las manufacturas que han quedado sin mantenimiento como viejos robots que han sido abandonados por sus creadores en un universo compartido.
Vintage o chatarra
Mirando un poco más en profundidad, y sin necesidad de propensión al pensamiento mágico, podemos concordar, que no es que Internet parezca un sitio ideal para fantasmas o zombis, sino que efectivamente lo es y no lo parece. Que tanta vida y actualización sólo puede estar acompañada por su contraparte, el elemento muerto.
Basta iniciar la tarea que a una buena parte de los usuarios de Internet cultiva con plumero en mano, la de ordenar los favoritos –o marcadores– y comprobar la cantidad de páginas que ya no existen, por reubicación o por simple ausencia, y con ello la cantidad de sitios que han desaparecido para toda la eternidad virtual.
El blog, dejando de lado las bondades de las plumas, reflexiones y caterva de confesiones individuales, en lo visual impuso el dominio puro de las plantillas. Soluciones de diseño discretas e uniformes en las que verter la información. Este hecho, que nada tiene de negativo, tiene también su pasado: el de un diseño que estaba dividido en dos grandes clases, la del diseño profesional y las páginas personales, en las que usuarios con mínimos conocimientos de HTML y una gran necesidad de trasmisión habitaban la red con chafalonías creadas por ellos mismos o importadas desde otras páginas o sitios que las proveían gratuitamente.
Gif animados, títulos en 3 D, marquesinas, palabras que se movían en la página con torpeza, íconos repetidos para las páginas en construcción, etcétera, eran los involuntarios emblemas de estas construcciones electrónicas.
Aún quedan, aún producen cierta ternura. Aún se diferencian de los sitios oficiales con el candor del orgullo clasista, la mayoría enclavadas sin actualización desde tiempos inmemoriales. Páginas del Renacimiento, de la Baja Edad Media, de la incipiente Revolución Industrial, páginas que han sobrevivido guerras y que aguardan nuevas.
Cuando se habla sobre los hacker o los delitos informáticos el concepto de ingeniería social siempre tiene un lugar privilegiado. Pero a veces la caída de un sitio nada tiene que ver con competencias tecnológicas. Hay sitios que sencillamente han dejado de ser actualizados por razones empresariales o humanas. Los hay personales y también aquellos, que sin llevar la marca de Caín del diseño amateur, por el contrario, con un diseño que puede sobrevivir a las modas de unas décadas y con tecnología bastante superior, igualmente han quedado sin mantenimiento.
Por ejemplo yugop.com. El sitio pertenece al diseñador japonés Yugo Nakamura y dada su naturaleza todavía conserva cierto aire vanguardista. En él hay ciertas herramientas o mecanismos utilizables en la construcción de páginas web, a medio camino entre el webart y catálogo de destrezas, pero el último trabajo es de 2007. En tiempos de Internet, han pasado más de un obispo y caído varios dictadores.
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