Por Lic Enildo Rodriguez Nunez MBA PhDP
Consultor Educativo
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REPASANDO LA HISTORIA, HABLEMOS HOY SOBRE LA INDEPENDENCIA DE HAITI QUE HOY CUMPLE 218 ANOS.
Y PORQUE NO PROFUNDIZAMOS UN POQUITO MAS DEL SEGUNDO PAIS EN SER INDEPENDIENTE DE TODA POTENCIA EXTRANJERA EN AMERICA.
LA PRIMERA EN ELIMINAR LA ESCLAVITUD DE SU SISTEMA DE GOBIERNO.
Y PORQUE NO ESTUDIAMOS EL CASO DE NAPOLEON BONAPARTE CON SU PLAN PARA LAS AMERICAS Y BOLIVAR PARA LA REGION.
SOBRE LOS APORTES DE JEAN-JACQUES DESALINES Y FRANCOIS-DOMINIQUI TOUSSAINT LOUVERTURE, AL IMPERIO HAITIANO; Y DE PEDRO SANTANA Y JUAN SANCHEZ RAMIREZ PARA EL IMPERIO HAITIANO Y LA ISLA LA HISPANIOLA
Aquí les dejo una serie de artículos relacionados con Haití; su independencia, sus héroes y nuestras luchas históricas de independencia, asi como su relación con la recién creada Republica Dominicana en el 1844 y seamos más objetivos, cultos sobre la materia.
HAITI. LA MALDICION NEGRA O LA MALDICION BLANCA....
Este artículo de Eduardo Galeano fue publicado en abril
de 2004
Eduardo Galeano 16-1-2010
www.kaosenlared.net/noticia/haiti-la-maldicion-blanca
Haití: la maldición Blanca
Este artículo de Eduardo Galeano fue publicado en abril de 2004 en varios periódicos latinoamericanos. Su conmovedor relato de la historia de Haiti duele aún más en estos días en que el mundo decidió volver a mirar al país más pobre del hemisferio. Como dice Galeano al final, Haití "aún espera las manos de su gente", por las manos de todos aquellos que tengan conciencia y corazón.
LA MALDICIÓN BLANCA
Eduardo Galeano
El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.
Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.
Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.
Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.
De la maldición blanca, no se habló.
La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
—¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
—El anterior.
—Pues, que se restablezca.
Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.
Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.
A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.
Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.
En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.
En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.
La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.
Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.
Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.
Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.
Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.
En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso.
Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.
En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.
Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.
Tomado de: Página/12, Buenos Aires, domingo 4 de abril de 2004.
David Hernández-Palmar.
Wayuu. Clan IIPUANA
Eduardo Galeano 16-1-2010
www.kaosenlared.net/noticia/haiti-la-maldicion-blanca
Haití: la maldición Blanca
Este artículo de Eduardo Galeano fue publicado en abril de 2004 en varios periódicos latinoamericanos. Su conmovedor relato de la historia de Haiti duele aún más en estos días en que el mundo decidió volver a mirar al país más pobre del hemisferio. Como dice Galeano al final, Haití "aún espera las manos de su gente", por las manos de todos aquellos que tengan conciencia y corazón.
LA MALDICIÓN BLANCA
Eduardo Galeano
El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.
Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.
Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.
Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.
De la maldición blanca, no se habló.
La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
—¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
—El anterior.
—Pues, que se restablezca.
Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.
Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.
A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.
Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.
En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.
En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.
La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.
Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.
Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.
Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.
Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.
En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso.
Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.
En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.
Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.
Tomado de: Página/12, Buenos Aires, domingo 4 de abril de 2004.
David Hernández-Palmar.
Wayuu. Clan IIPUANA
HAITI EXISTE TODABIA... DEBERIAMOS PREGUNTARNOS MUCHAS
COSAS MAS...
¿Haití existe?
Hasta que la furia de la naturaleza sacudió la capital haitiana, el pasado 12 de enero, y la devastó, ¿quién hablaba de Haití? ¿Quién se acordaba de Haití y su eterna agonía?
Por LEONARDO PADURA / LA HABANA
Haití fue el primer país independiente de América Latina. La colonia francesa de Saint-Domingue, que ocupaba la mitad occidental de la isla de La Española, vio en los años finales del siglo XVIII arder los cafetales y plantaciones de caña que tanta riqueza le habían dado a la metrópoli europea. El fuego lo pusieron los negros esclavos, traídos de África o ya nacidos en la colonia, quienes tuvieron la osadía de pensar que el sueño iluminista de que la libertad, la igualdad y la fraternidad eran posibles para los hombres, también los concernía a ellos, los más explotados y desiguales. Pero hombres al fin y al cabo.
El reto lanzado al mundo y a la historia por los negros y ex esclavos haitianos al parecer fue demasiado audaz y pronto se revertiría como una maldición secular. Desde entonces Haití sería territorio de invasiones y ocupaciones, de dictaduras y violencia, de miseria, dolor, ignorancia, miedo y fanatismo.
Derrotados los sueños y la utopía, Haití se convertiría en una ventana del infierno sobre la faz de la tierra.
Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, el más analfabeto, el más asolado por la violencia y las enfermedades, el más hambreado e insalubre. Nueve millones de hombres, mujeres y niños, casi todos negros, viven en un pedazo de tierra esquilmado y agreste, donde periódicamente aflora la violencia del modo en que se expresa entre los más pobres, incultos y desposeídos: de manera radical y sin límites. En Haití, cada día, mueren de hambre, desnutrición, enfermedades curables y de desolación cientos de niños, ancianos, mujeres.
Hasta que la furia de la naturaleza sacudió la capital haitiana, el pasado 12 de enero, y la devastó, dejando una cifra todavía impredecible de muertos y heridos, ¿quién hablaba de Haití? ¿Quién se acordaba de Haití y su eterna agonía?
Hoy los gobiernos de muchos países expresan su dolor y entregan su solidaridad humanitaria a un país desolado. Gracias a un terremoto que parece salido de entre las maldiciones del Apocalipsis (aunque una ira así no puede ser divina), se habla de Haití, se ayuda a Haití, se recuerda a Haití. El auxilio que llega y llegará al país seguramente salvará vidas, alimentará hambrientos y abrigará a desposeídos. Pero, cuando pase la ola ¿quién seguirá ayudando a Haití?
Las decenas de miles de muertos que hoy yacen bajo los escombros de una ciudad pobrísima, en las fosas abiertas de cualquier manera y hasta en las mismas calles de la ciudad conmueven de una manera especial. Pero, ¿y los que morían de hambre y desesperanza un día antes, a quién conmovían?
Ahora, cuando se habla de Haití, se deberían utilizar palabras que no sólo fueran de condolencia, sino también, y sobre todo, de esperanza: Haití necesita de la ayuda que le llega hoy, pero igual de la que reclamaba desde mucho antes, la ayuda que le permita salir de su ancestral miseria, de su ignorancia compacta, de su pobreza, que son tan y hasta más devastadoras que el más devastador de los terremotos.
La furia de la naturaleza nos ha recordado a todos que Haití existe. Ojalá mañana, cuando la tragedia salga de los titulares de los periódicos y de los reclamos de los organismos internacionales, cuando estos muertos de hoy hayan sido sepultados, no nos olvidemos de que Haití seguirá existiendo, pobre y misérrimo, y que su gente seguirá muriendo si no se cambia el destino trágico que un mundo injusto le deparó a los herederos de aquellos esclavos que hace dos siglos lucharon por la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres. Como si fuera posible.
Hasta que la furia de la naturaleza sacudió la capital haitiana, el pasado 12 de enero, y la devastó, ¿quién hablaba de Haití? ¿Quién se acordaba de Haití y su eterna agonía?
Por LEONARDO PADURA / LA HABANA
Haití fue el primer país independiente de América Latina. La colonia francesa de Saint-Domingue, que ocupaba la mitad occidental de la isla de La Española, vio en los años finales del siglo XVIII arder los cafetales y plantaciones de caña que tanta riqueza le habían dado a la metrópoli europea. El fuego lo pusieron los negros esclavos, traídos de África o ya nacidos en la colonia, quienes tuvieron la osadía de pensar que el sueño iluminista de que la libertad, la igualdad y la fraternidad eran posibles para los hombres, también los concernía a ellos, los más explotados y desiguales. Pero hombres al fin y al cabo.
El reto lanzado al mundo y a la historia por los negros y ex esclavos haitianos al parecer fue demasiado audaz y pronto se revertiría como una maldición secular. Desde entonces Haití sería territorio de invasiones y ocupaciones, de dictaduras y violencia, de miseria, dolor, ignorancia, miedo y fanatismo.
Derrotados los sueños y la utopía, Haití se convertiría en una ventana del infierno sobre la faz de la tierra.
Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, el más analfabeto, el más asolado por la violencia y las enfermedades, el más hambreado e insalubre. Nueve millones de hombres, mujeres y niños, casi todos negros, viven en un pedazo de tierra esquilmado y agreste, donde periódicamente aflora la violencia del modo en que se expresa entre los más pobres, incultos y desposeídos: de manera radical y sin límites. En Haití, cada día, mueren de hambre, desnutrición, enfermedades curables y de desolación cientos de niños, ancianos, mujeres.
Hasta que la furia de la naturaleza sacudió la capital haitiana, el pasado 12 de enero, y la devastó, dejando una cifra todavía impredecible de muertos y heridos, ¿quién hablaba de Haití? ¿Quién se acordaba de Haití y su eterna agonía?
Hoy los gobiernos de muchos países expresan su dolor y entregan su solidaridad humanitaria a un país desolado. Gracias a un terremoto que parece salido de entre las maldiciones del Apocalipsis (aunque una ira así no puede ser divina), se habla de Haití, se ayuda a Haití, se recuerda a Haití. El auxilio que llega y llegará al país seguramente salvará vidas, alimentará hambrientos y abrigará a desposeídos. Pero, cuando pase la ola ¿quién seguirá ayudando a Haití?
Las decenas de miles de muertos que hoy yacen bajo los escombros de una ciudad pobrísima, en las fosas abiertas de cualquier manera y hasta en las mismas calles de la ciudad conmueven de una manera especial. Pero, ¿y los que morían de hambre y desesperanza un día antes, a quién conmovían?
Ahora, cuando se habla de Haití, se deberían utilizar palabras que no sólo fueran de condolencia, sino también, y sobre todo, de esperanza: Haití necesita de la ayuda que le llega hoy, pero igual de la que reclamaba desde mucho antes, la ayuda que le permita salir de su ancestral miseria, de su ignorancia compacta, de su pobreza, que son tan y hasta más devastadoras que el más devastador de los terremotos.
La furia de la naturaleza nos ha recordado a todos que Haití existe. Ojalá mañana, cuando la tragedia salga de los titulares de los periódicos y de los reclamos de los organismos internacionales, cuando estos muertos de hoy hayan sido sepultados, no nos olvidemos de que Haití seguirá existiendo, pobre y misérrimo, y que su gente seguirá muriendo si no se cambia el destino trágico que un mundo injusto le deparó a los herederos de aquellos esclavos que hace dos siglos lucharon por la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres. Como si fuera posible.
LA DOBLE MALDICION DE HAITI SEGUN LEMOINE
La doble maldición de Haití
By adminPublished: January 16, 2010
Posted in: Puntos de mira
Comments [7]Digg it!FacebookPor Maurice Lemoine
«A la muerte le gustan los pobres», decía Le Monde diplomatique en febrero de 2005 tras el tsunami que acababa de golpear a Indonesia, las costas de Sri Lanka, el sur de la India y Tailandia (1). Es muy pronto para hacer balance del terremoto de 7 grados en la escala Ritcher que ha arrasado el país más pobre de América Latina, Haití, el 12 de enero. Pero se puede temer lo peor. Ahora se trata, urgentemente, de buscar y rescatar a las víctimas, llevar asistencia sanitaria a los supervivientes, habilitar refugios, proporcionar alimentos y agua y evitar las epidemias. La solidaridad internacional y la ayuda humanitaria de todos, de la ONU a Estados Unidos pasando por la Unión Europea -especialmente Francia, que no puede desentenderse de su deuda histórica con la isla- o América Latina, se moviliza según (o no) sus posibilidades.
Otra vez el seísmo golpea una región del globo poco respetada por los fenómenos naturales. En 2008, Haití ya sufrió el infierno de cuatro huracanes tropicales –Ike, Anna, Gustav y Fay-. No se pueden comparar con este terremoto, obviamente tan imprevisible como imprevisto, difícil de anticipar. Sin embargo, surge la primera pregunta: ¿Por qué durante esos huracanes, que las arrasan de la misma forma (con consecuencias económicas desastrosas), en Haití hubo que lamentar setecientas noventa y tres muertes y «sólo» cuatro en Cuba? Como un efecto de lupa, las catástrofes ponen de manifiesto el estado «real» de las sociedades.
Una vez pasado el choque inicial y la conmoción, los gobiernos, ONG, instituciones internacionales y medios de comunicación se dedicarán, todos a una, al tema de la «reconstrucción». Si es que se puede emplear el término «reconstruir» en un país que carece de todo.
Pero, ¿de qué reconstrucción hablarán? Después del huracán Micht, que en octubre y noviembre de 1998 se cobró casi diez mil vidas y cientos de miles de damnificados en América central, los movimientos sociales avanzaron la idea de vincularla a un nuevo tipo de desarrollo destinado a reducir la vulnerabilidad social. El tiempo se ha encargado de demostrar que desde entonces no se ha hecho nada en ese sentido. El único intento, emprendido mucho después por el presidente hondureño Manuel Zelaya, acabó por el golpe de Estado del 28 de junio de 2009…
A una clase política haitiana amenazada por el espectro de la autodestrucción, y que no está exenta de responsabilidad en el estado calamitoso del país, ¿quién le va a leer la cartilla? ¿Las instituciones financieras internacionales que han demorado el proceso de anulación de la deuda a pesar de los problemas a los que ya se enfrenta la población? ¿Washington, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera? ¿Los países denominados «amigos» que cínicamente han empujado al descenso a los infiernos a la sociedad haitiana?
Desde 1984, el FMI obligó a Puerto Príncipe a liberalizar su mercado. Los escasos y últimos servicios públicos se privatizaron negando el acceso a ellos a los más necesitados. En 1970, Haití producía el 90% de los alimentos que consumía, actualmente importa el 55%. El arroz estadounidense subvencionado ha matado la producción local. En agosto y septiembre de 2008, el estallido de los precios alimentarios mundiales hizo que aumentaran su precio el 50%, lo que dio origen a los «motines del hambre».
Un cataclismo natural se puede imputar a la fatalidad. El vergonzoso e insoportable empobrecimiento de las poblaciones urbanas y rurales de Haití, no.
By adminPublished: January 16, 2010
Posted in: Puntos de mira
Comments [7]Digg it!FacebookPor Maurice Lemoine
«A la muerte le gustan los pobres», decía Le Monde diplomatique en febrero de 2005 tras el tsunami que acababa de golpear a Indonesia, las costas de Sri Lanka, el sur de la India y Tailandia (1). Es muy pronto para hacer balance del terremoto de 7 grados en la escala Ritcher que ha arrasado el país más pobre de América Latina, Haití, el 12 de enero. Pero se puede temer lo peor. Ahora se trata, urgentemente, de buscar y rescatar a las víctimas, llevar asistencia sanitaria a los supervivientes, habilitar refugios, proporcionar alimentos y agua y evitar las epidemias. La solidaridad internacional y la ayuda humanitaria de todos, de la ONU a Estados Unidos pasando por la Unión Europea -especialmente Francia, que no puede desentenderse de su deuda histórica con la isla- o América Latina, se moviliza según (o no) sus posibilidades.
Otra vez el seísmo golpea una región del globo poco respetada por los fenómenos naturales. En 2008, Haití ya sufrió el infierno de cuatro huracanes tropicales –Ike, Anna, Gustav y Fay-. No se pueden comparar con este terremoto, obviamente tan imprevisible como imprevisto, difícil de anticipar. Sin embargo, surge la primera pregunta: ¿Por qué durante esos huracanes, que las arrasan de la misma forma (con consecuencias económicas desastrosas), en Haití hubo que lamentar setecientas noventa y tres muertes y «sólo» cuatro en Cuba? Como un efecto de lupa, las catástrofes ponen de manifiesto el estado «real» de las sociedades.
Una vez pasado el choque inicial y la conmoción, los gobiernos, ONG, instituciones internacionales y medios de comunicación se dedicarán, todos a una, al tema de la «reconstrucción». Si es que se puede emplear el término «reconstruir» en un país que carece de todo.
Pero, ¿de qué reconstrucción hablarán? Después del huracán Micht, que en octubre y noviembre de 1998 se cobró casi diez mil vidas y cientos de miles de damnificados en América central, los movimientos sociales avanzaron la idea de vincularla a un nuevo tipo de desarrollo destinado a reducir la vulnerabilidad social. El tiempo se ha encargado de demostrar que desde entonces no se ha hecho nada en ese sentido. El único intento, emprendido mucho después por el presidente hondureño Manuel Zelaya, acabó por el golpe de Estado del 28 de junio de 2009…
A una clase política haitiana amenazada por el espectro de la autodestrucción, y que no está exenta de responsabilidad en el estado calamitoso del país, ¿quién le va a leer la cartilla? ¿Las instituciones financieras internacionales que han demorado el proceso de anulación de la deuda a pesar de los problemas a los que ya se enfrenta la población? ¿Washington, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera? ¿Los países denominados «amigos» que cínicamente han empujado al descenso a los infiernos a la sociedad haitiana?
Desde 1984, el FMI obligó a Puerto Príncipe a liberalizar su mercado. Los escasos y últimos servicios públicos se privatizaron negando el acceso a ellos a los más necesitados. En 1970, Haití producía el 90% de los alimentos que consumía, actualmente importa el 55%. El arroz estadounidense subvencionado ha matado la producción local. En agosto y septiembre de 2008, el estallido de los precios alimentarios mundiales hizo que aumentaran su precio el 50%, lo que dio origen a los «motines del hambre».
Un cataclismo natural se puede imputar a la fatalidad. El vergonzoso e insoportable empobrecimiento de las poblaciones urbanas y rurales de Haití, no.
LA OPINION DE JEAN LAVALASSE SOBRE EL PAPEL DE LAS ONG EN
HAITI
Jean Lavalasse “El papel de las ONG en Haití plantea
muchas preguntas”
By mediaIslaPublished: January 30, 2010
Posted in: Entrevistas
Durante una entrevista con Hugo Chávez, José María Aznar incluso confesó que había que «olvidar Haití».
Por Maud Bellon
¿Cómo calificaría usted la situación antes del seísmo que hubo en Haití el 12 de enero de 2010?
La situación era simple, estábamos bajo una ocupación… y ello después de que Jean Bernard Aristide fuera expulsado a Sudáfrica. Se suponía que se había instalado el gobierno de René Préval para hacer una transición democrática después de Aristide. Pero hemos conocido tres imperialismos, lo que algunos llaman el IFAC: Imperialismo Francés Americano Canadiense.
Canadá llegó en la década de 1980 gracias a la francofonía y a la llamada integración horizontal: hacer venir al país en un primer momento a las mujeres a los niños para poder instalarse después en él. Francia, por su parte, está muy presente a través de las ONG. Además, bajo el gobierno del ex-primer ministro Michèle Pierre Louis, ¡Haití estaba gobernada por las ONG! Su mujer colaboraba estrechamente con George Soros, al que ahora conocemos como el gran magnate de las finanzas y de las ONG. Préval quiso controlar el país firmando acuerdos tácitos con las República Dominicana, acuerdos cuyo fondo nadie conoce verdaderamente.
El 22 de febrero de 2006 Gérard Latortue, ex primer ministro de Haití, firmó un acuerdo que enuncia claramente la puesta del país bajo tutela de la ONU. Este acuerdo estipula que cada acuerdo al que se haya llegado anteriormente y que esté en contradicción con el funcionamiento de la MINUSTAH será «corregido» por estar caduco [1].
El 9 de mayo de 2007, tras un encuentro entre George W. Bush y René Préval, se ratificó casi totalmente el deseo subyacente de autonomía. Durante este encuentro Bush dijo que había que abortar los acercamientos entre Haití y el ALBA [2] y que Estados Unidos era «el único amigo de Haití». Como buen criado, Préval prácticamente dejo de aparecer por las reuniones del ALBA. Durante una entrevista con Hugo Chávez, José María Aznar incluso confesó que había que «olvidar Haití».
Por lo que se refiere a Brasil, tiene un papel capital, ya trazado por Reagan en 1980 en su Plan. En efecto, él preveía que Alemania se ocuparía de Europa, Japón de Asia, Sudáfrica de África y Brasil de América Latina. Lula es poco progresista así que mantiene buenas relaciones con Estados Unidos. Nunca ha estado ahí para ayudar a Haití, no hace más que preparar el terreno para preparar la ocupación de las tres rocas [3].
Ahora el país está controlado Barack Obama, secundado él mismo por Bill Clinton y George W. Bush…
(Risas) Se creyó, sobre todo entre los «negristas», que como Barack Obama era negro iba a cambiar las cosas. Pero no hay que olvidar que fue Colin Powell, otro negro, quien hizo detener a Aristide. Además, desde hacía años muchas personas se preguntaban si Haití podía convertirse en el Puerto Rico o el Taiwán del Caribe. La pregunta es: ¿en qué sentido? Porque Puerto Rico lucha por su independencia y para retirar su estrella de la bandera estadounidense. François Duvalier siempre dijo que había que luchar como por Martinica y Guadalupe. Además, por lo que se refiere a Guadalupe, los estadounidenses comprendieron que Francia había ganado una pequeña batalla. Por lo tanto, para hacer frente es necesario que manchen un poco la imagen de Haití y desmantelen el deseo de liberación. Obama, por su parte, es un producto del sistema, está formateado, es la continuidad de Kennedy en el sentido de que él también ha enconado una guerra mandando soldados a ella.
Por lo que se refiere a Clinton y Bush…
Aristide decía de los estadounidenses: «Actúe o no actúe, ellos intervendrán de todos modos». Desde 1993 y la reunión de Governors Island, Aristide había comprendido que debía conformarse a las exigencias de Estados Unidos si quería permanecer a la cabeza del Estado. El ex embajador estadounidense en Haití, Janet Anderson, reveló que poco importaba el gobierno, ya fuera el de Préval o de Aristide, Haití conoció la ocupación del doble, es decir, que a la espalda de cada ministro haitiano había un representante estadounidense y cada partido político era y es financiado por uno de los tres imperialismos a través de diferentes organismos como el IRI (Instituto Republicano Internacional). Durante lo que yo llamo la ocupación de octubre de 1994 Aristide tenía no sólo que mantener excelentes relaciones con los estadounidenses, sino también plegarse a la voluntad del FMI. Para ello Haití tenía que cortar algunas ayudas destinadas a la población y mandar al paro a los haitianos poco rentables y, sobre todo, «modernizar», es decir, privatizar. El hecho de que «desobedeciera» provocará su caída cuando reclamó que se le reembolsara la deuda de la independencia de Francia, es decir, 21.000 millones de dólares, y cuando quiso aumentar los salarios de los haitianos.
En ese caso, ¿por qué Clinton tenía tanto interés en restaurar a Aristide?
Aristide se había vuelto dócil y, sobre todo, el pueblo lo apoyaba. Esto era, precisamente, su baza y su debilidad porque aparte del pueblo no tenía ni partido político ni marco, y la calle no puede ayudar a dirigir un país y a tomar decisiones. También es la primera vez que Estados Unidos devuelve y controla a un presidente elegido democráticamente. Aristide era popular, de hecho una gran mayoría de los haitianos sigue siendo «aristidista», aunque no tuviera una auténtica ideología. Tenía buenas palabras y buenas intenciones, pero no llegaba a llevarlas a la práctica. Sin embargo, tenía fondos por hacerlo. Poco después de su elección creó el grupo VOAM (Vean a Haití Ascender) que en cuatro días recolectó casi cuatro millones de dólares.
Actualmente Haití está invadido por los soldados estadounidenses, ¿le parece a usted una invasión?
Es una invasión querida y preparada por los hombres del gobierno haitiano. No se puede decir que haya pillado de sorpresa al presidente. El imperialismo estaba bien instalado y los consejeros de Préval preparaban esta invasión.
¿Qué intereses tiene Estados Unidos?
Son varios los intereses de los estadounidenses para apoderarse de Haití. Por un lado, la mano de obra es muy barata en Haití y la isla sólo está situada a treinta minutos de Florida, sería rápido hacer transitar las cargas desde este nuevo Taiwán.
A continuación, está Cité Soleil: Estados Unidos, de acuerdo con la gran burguesía comerciante de Haití, codicia esta zona para convertirla en un gran puerto, un puerto franco y una zona industrial.
Además, es el momento ideal de servirse del territorio como base de retaguardia para controlar y contrarrestar a Cuba puesto que Obama ha prometido liberar Guantánamo. Desde Cité Soleil y sobre Gonaïves hay una buena vista de Cuba.
Y, por último, el subsuelo haitiano está repleto de petróleo. Al parecer los yacimientos venezolanos tienen su fuente en la isla. Port-au-Prince está situada sobre un gigantesco pozo de petróleo que hasta entonces no se podía explotar. En efecto, desde la década de 1950 el entonces presidente Jean Dumarsais Estimé había desplazado a la antigua capital situada en Marchand-Dessalines hacía el actual Port-au-Prince. Este traslado no permitiría explotar el petróleo, pero con ayuda de la Madre Naturaleza, hoy todo es posible. Además, el terremoto ha provocado un éxodo voluntario de los habitantes de Port-au-Prince, lo que deja el campo libre para destruir las ruinas de la capital y, por qué no, para perforar el suelo… En otras circunstancias, si hubieran pedido a los habitantes que se fueran al campo se habría considerado un genocidio. La catástrofe aparece como una oportunidad para los imperialistas porque permite desplazar otra vez la capital. No se trata más que de retos geopolíticos y económicos.
En su opinión, ¿por qué llegaron los estadounidenses a Haití con tantas armas y soldados?
Los estadounidenses llegaron a Haití como vencedores. Querían demostrar su fuerza y su supremacía para impresionar a la vez a la comunidad internacional pero también, y quizá sobre todo, a los propios haitianos. Se dieron cuenta de que en Haití había un sentimiento de hartura respecto a la ocupación, ayudado por los acontecimientos en Guadalupe contra el gobierno francés. Hace algunos años los franceses habían confesado a los estadounidenses que podían hacer lo que quisieran de Haití en su patio trasero pero que no debían tocar la lengua francesa; los franceses querían conservar intacta la francofonía (aunque hoy tres cuartas partes de los haitianos hable inglés). Hoy los estadounidenses invierten en su patio trasero y programan dividirlo en zonas, y para eso se necesitan soldados y armas.
En un artículo redactado expresamente para Newsweek, B. Obama anunció que pensaba hacer un trabajo de reconstrucción a largo plazo para sacar a flote al país, como hizo Estados Unidos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y en los Balcanes tras la guerra en Kosovo, ¿se lo agradecen ustedes?
(Risas) Sea lo que sea lo que piensa hacer Estados Unidos, por el momento es a los haitianos a quienes corresponde tomar sus propias disposiciones y luchar contra las injerencias. Por supuesto, los estadounidenses se van a aprovechar del caos que reina, pero este caos no quiere decir obligatoriamente que no haya organización. A nosotros es a quien nos corresponde encontrar un terreno de acuerdo, un fondo común para retomar las cosas. Habrá dificultades pero hay que hacer el trabajo sobre el terreno. Es a nosotros a quien nos corresponde luchar contra el imperialismo. Tenemos que hacer este trabajo ideológico sacando a los invasores fuera de nuestras fronteras. Desde 1994 hasta hoy Cuba ha aportado más ayuda a Haití que cualquier país que se dice «amigo» y el pueblo haitiano es consciente de ello.
La Conferencia de Montreal del 25 de enero reagrupó a los «amigos» de Haití para pensar cómo organizar la ayuda… Los amigos de Haití no pertenecen a este grupo de tres rocas, los IFAC. Canadá tiene un papel fundamental en esta trilogía en medio de la cual está Haití. En efecto, mantienen relaciones a la vez con Haití y con Francia por la francofonía, pero también con Estados Unidos a través del ALENA [4].
Canadá es un gran manipulador porque juega a dos bandas y hace el trabajo del imperialismo. Si el propio Estados Unidos no hubiera acudido para controlar el terremoto habría mandado a Canadá. Por lo que se refiere a Brasil, Lula todavía no ha logrado toda la confianza de los estadounidenses, que no le habría dejado la oportunidad de hacer negocios en Haití. Además, nuestro «amigo» canadiense está en plena apropiación de la intelligentsia haitiana puesto que ésta le abre las puertas de par en par. Por ejemplo, hace cinco años una sola de las tres chicas que fueron a estudiar a Bélgica (pagadas por el gobierno haitiano) volvió a Haití. Así pues, no nos dejamos engañar, ¡los países presentes en esa conferencia no son nuestro amigos!
Y ¿cuáles con la relaciones con Cuba?
Después de la caída de François Duvalier eran muy esperadas. En 1994 se establecen por fin relaciones diplomáticas con Aristide. Cuba desplegó desde el principio la Ayuda Sur-Sur enviando médicos, agrónomos, etc., a la isla para ayudar y para formar a los haitianos. Un día me dijo un campesino: «las ONG nos dan de comer y los cubanos nos enseñan a pescar… ». Al contrario de los demás países y ONG presentes en Haití, los cubanos y venezolanos nos hablan de igual a igual, nunca se mezclan con los asuntos internos del país. Nunca hay injerencias por su parte.
Ahora que Estados Unidos se ha apoderado del país, ¿cómo cree usted que van a evolucionar las relaciones con Cuba?
En 2004, cuando se expulsó a Aristide, los franceses trataron de desalojar a los cubanos pero el embajador de Cuba se puso fuera de sí y los franceses prefirieron retirarse por temor al caos. Con toda seguridad Obama va a hacer todo lo posible para minimizar la ayuda cubana y para empujar a los cooperantes cubanos fuera del país. Esto será imposible porque los cubanos y los venezolanos no son nuestros amigos, son como hermanos. Cuba sigue siendo un elemento fundamental, es nuestro ejemplo. Si es necesario habrá otra lucha dentro de la isla para denunciar seriamente la injerencia de los estadounidenses.
Últimamente esta injerencia de Estados Unidos ha costado que aviones de Médicos sin Fronteras sean desviados a la República Dominicana…
El desvío de los aviones de MSF sólo es un falso problema. Los estadounidenses contaban con MSF para actuar y hacer el trabajo en Cité Soleil… Las ONG extranjeras gozan de una buena situación mientras los estadounidenses controlan el aeropuerto internacional. MSF reacciona simplemente para simular una buena apariencia pero ambos imperialismos están aliados.
Sin embargo, hemos podido ver las imágenes en la televisión que mostraban a la población haitiana dando las gracias a los estadounidenses por su ayuda y agitando la bandera estadounidense…
En Cité Soleil hay muchos obreros y muchos jornaleros; los estadounidenses los pagan para que los elogien y para que se pavoneen con la bandera.
Antes del terremoto ya había en el lugar muchas ONG, lo que permitió ofrecer los primeros cuidados a las víctimas, ¿deben estar agradecidos ante tales muestras de solidaridad?
Con frecuencia las ONG hacen un buen trabajo sobre el terreno, pero generalmente se aprovechan de la situación. En Haití hay casi tantas como en India, sabiendo que Haití es un territorio de unos 27.750 km2 ¡y que India tiene 3.290.000 km2! Haití es una plataforma de las ONG.
Las primeras ONG en aportar ayuda fueron las cubanas y venezolanas, las demás simplemente pidieron socorro para que llegara la ayuda. A continuación las primeras en llegar del exterior fueron las ayudas china. Además, las ONG han elegido sus objetivos. Cuando una ONG llega a Haití, se instala en lugares estratégicos… y calientes; así pues, las ONG no están presentes en todo el territorio, al contrario que los cubanos. Además, esta omnipresencia implica rivalidades entre las ONG.
Parece muy crítico con las ONG…
Las ONG siempre han estado presentes en Haití hasta el punto de que han impedido la lucha, el propio impulso de la transformación mental del pueblo haitiano. Por ejemplo, el padre Lannoo explicó en una entrevista para la televisión suiza en 1986 que había que calmar a la población haitiana y volverla a central para evitar todo deseo de cambio y toda tendencia revolucionaria. Las ONG tienen un papel político, incluso la de tampón. Kissinger, el gran estratega de la guerra de Vietnam afirma que «si las ONG hubieran existido en la década de 1960 no habría habido guerra de Vietnam».
Al principio, en el seno de las ONG había movimientos de lucha de liberación, como en Nicaragua. En Europa, en la década de 1970, los progresistas luchaban contra el poder, pero cuando François Mitterrand llega al poder cambian las tornas. Antes una parte del dinero dado a las ONG servía para financiar los movimientos de liberación. Hoy, con los socialistas en el gobierno, estos movimientos ya no son tan viables, sobre todo porque este sistema de reparto de bienes es bien conocido. Ahora hay redes para controlar a las ONG. Son organizaciones creadas por los progresistas, pero el sistema capitalista ha conseguido desviar el problema. De hecho las ONG se han convertido en una plataforma giratoria de las informaciones; además, dieron muchas informaciones sobre las instalaciones en Irak.
El propio presidente René Préval también ha criticado a las ONG subrayando que había una verdadera falta de organización de la ayuda internacional.
Se puede considerar que el presidente está atrapado entre dos fuegos, pero, seamos honestos, se asienta sobre ONG bien estructuradas. En Haití nunca ha habido canalización de las ONG, con el terremoto y el caos reinante esto se hace más visible mientras que Préval hace frases bonitas. Pero en nuestro país, las que eligen son las ONG, por lo tanto son problemas falsos, las ONG están muy bien organizadas, están estructuradas en redes, son «balas recubiertas de azúcar»[5]. Se pelean entre sí, no a cuchilladas sino a golpe de artículos. La gente se dará cuenta poco a poco de lo que ocultan las ONG. Cuando ellas gobernaban el país gracias a Pierre Louis y a Soros, Préval estaba satisfecho porque entraba dinero en las arcas del Estado. Por lo tanto, este tipo de discurso no tiene valor alguno cuando se conoce la situación real de Haití. Préval no puede hacer otra cosa.
¿Quiere dar usted a entender que está sobrepasado?
Él sabía perfectamente a dónde iba, pero no a esta velocidad, no tan rápido… Por el momento está al descubierto. Entregar las llaves del aeropuerto internacional equivale a entregar las llaves del país.
¿Cómo puede Haití retomar el control de su vida?
Los imperialistas pueden permanecer mucho tiempo, pero nunca definitivamente. Pueden causar destrozos como hicieron en 1915 y en 1934 cuando nos dejaron al ejército de Haití hasta que Aristide lo echó. Si el palacio presidencia se ha derrumbado como un castillo de naipes es porque hay subterráneos que van desde la policía al palacio. Muchos hombres murieron torturados en esos subterráneos por las milicias de Duvalier.
¿Por qué no vuelve Aristide?
Aristide no puede volver ahora, hay demasiados retos y ya no tiene hombres de confianza ni cuadros y los imperialistas ya no lo apoyan. Existen grupos, clandestinos o no, que tienen dinero, que reúnen a mucha gente y que avanzan lentamente. Se trata de distinguir quiénes son nuestros verdaderos amigos y nuestros verdaderos enemigos. En Haití también hay una lucha de clases y una diferencia de percepción entre hombre blanco y hombre negro. Por lo tanto, en Haití hay que establecer todo un trabajo de reconstrucción, tanto física como ideológica. Sea como fuere, Canadá, Francia y Estados Unidos no son nuestros amigos y lo han demostrado.
¿Se convertirá Haití en la estrella número 51 de la bandera estadounidense?
¡Haití nunca será un Estado estadounidense!
¿Cómo ve usted el futuro?
El futuro será duro, incluso muy duro. Estados Unidos ha tratado de izar su bandera en el aeropuerto de Port-au-Prince, pero Préval acabó con ello. La estrella estadounidense no será para Haití. Si un día Haití tiene una estrella, será roja como la de Cuba. Haití luchará para recuperar su soberanía, el país es independiente desde el 1 de enero de 1804 y seguirá siéndolo. Como decía Henri Christophe, podemos prender fuego a todo Haití, el imperialismo estadounidense podrá reconstruir, pero esto podrá ser destruido. Volveremos a levantar nuestro Haití sobre sus cenizas…
Notas:
[1] Acuerdo del 22 de febrero de 2006, artículo 2.3: «el gobierno transmitirá a la MINUSTAH una copia de todos los acuerdos que haya podido suscribir antes de la entrada en vigor del acuerdo del 22 de febrero de 2006 y que sean todavía válidos. Si la MINUSTAH considera que uno de estos acuerdos podría ser incompatible con su mandato o con la buena ejecución del plan de reforma de la Policía Nacional de Haití, el gobierno aportará a este acuerdo las adaptaciones que le pida la MINUSTAH para evitar esta incompatibilidad» y añade que el documento concede «a la MINUSTAH la extensión de toda su potencia más allá del actual gobierno de transición».
[2] Alianza Bolivariana para Américas.
[3] Metáfora haitiana para caracterizar los tres países imperialistas: unas rocas sobre las que se cocina la comida.
[4] Acuerdo de Libre Intercambio Norteamericano cerrado entre México, Estados Unidos y Canadá.
[5] Imagen empleada por Mao.
* Jean Lavalasse* es un fotógrafo y documentalista haitiano residente en Bruselas desde la década de 1970. [© Investig’Action /Rebelion Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos
By mediaIslaPublished: January 30, 2010
Posted in: Entrevistas
Durante una entrevista con Hugo Chávez, José María Aznar incluso confesó que había que «olvidar Haití».
Por Maud Bellon
¿Cómo calificaría usted la situación antes del seísmo que hubo en Haití el 12 de enero de 2010?
La situación era simple, estábamos bajo una ocupación… y ello después de que Jean Bernard Aristide fuera expulsado a Sudáfrica. Se suponía que se había instalado el gobierno de René Préval para hacer una transición democrática después de Aristide. Pero hemos conocido tres imperialismos, lo que algunos llaman el IFAC: Imperialismo Francés Americano Canadiense.
Canadá llegó en la década de 1980 gracias a la francofonía y a la llamada integración horizontal: hacer venir al país en un primer momento a las mujeres a los niños para poder instalarse después en él. Francia, por su parte, está muy presente a través de las ONG. Además, bajo el gobierno del ex-primer ministro Michèle Pierre Louis, ¡Haití estaba gobernada por las ONG! Su mujer colaboraba estrechamente con George Soros, al que ahora conocemos como el gran magnate de las finanzas y de las ONG. Préval quiso controlar el país firmando acuerdos tácitos con las República Dominicana, acuerdos cuyo fondo nadie conoce verdaderamente.
El 22 de febrero de 2006 Gérard Latortue, ex primer ministro de Haití, firmó un acuerdo que enuncia claramente la puesta del país bajo tutela de la ONU. Este acuerdo estipula que cada acuerdo al que se haya llegado anteriormente y que esté en contradicción con el funcionamiento de la MINUSTAH será «corregido» por estar caduco [1].
El 9 de mayo de 2007, tras un encuentro entre George W. Bush y René Préval, se ratificó casi totalmente el deseo subyacente de autonomía. Durante este encuentro Bush dijo que había que abortar los acercamientos entre Haití y el ALBA [2] y que Estados Unidos era «el único amigo de Haití». Como buen criado, Préval prácticamente dejo de aparecer por las reuniones del ALBA. Durante una entrevista con Hugo Chávez, José María Aznar incluso confesó que había que «olvidar Haití».
Por lo que se refiere a Brasil, tiene un papel capital, ya trazado por Reagan en 1980 en su Plan. En efecto, él preveía que Alemania se ocuparía de Europa, Japón de Asia, Sudáfrica de África y Brasil de América Latina. Lula es poco progresista así que mantiene buenas relaciones con Estados Unidos. Nunca ha estado ahí para ayudar a Haití, no hace más que preparar el terreno para preparar la ocupación de las tres rocas [3].
Ahora el país está controlado Barack Obama, secundado él mismo por Bill Clinton y George W. Bush…
(Risas) Se creyó, sobre todo entre los «negristas», que como Barack Obama era negro iba a cambiar las cosas. Pero no hay que olvidar que fue Colin Powell, otro negro, quien hizo detener a Aristide. Además, desde hacía años muchas personas se preguntaban si Haití podía convertirse en el Puerto Rico o el Taiwán del Caribe. La pregunta es: ¿en qué sentido? Porque Puerto Rico lucha por su independencia y para retirar su estrella de la bandera estadounidense. François Duvalier siempre dijo que había que luchar como por Martinica y Guadalupe. Además, por lo que se refiere a Guadalupe, los estadounidenses comprendieron que Francia había ganado una pequeña batalla. Por lo tanto, para hacer frente es necesario que manchen un poco la imagen de Haití y desmantelen el deseo de liberación. Obama, por su parte, es un producto del sistema, está formateado, es la continuidad de Kennedy en el sentido de que él también ha enconado una guerra mandando soldados a ella.
Por lo que se refiere a Clinton y Bush…
Aristide decía de los estadounidenses: «Actúe o no actúe, ellos intervendrán de todos modos». Desde 1993 y la reunión de Governors Island, Aristide había comprendido que debía conformarse a las exigencias de Estados Unidos si quería permanecer a la cabeza del Estado. El ex embajador estadounidense en Haití, Janet Anderson, reveló que poco importaba el gobierno, ya fuera el de Préval o de Aristide, Haití conoció la ocupación del doble, es decir, que a la espalda de cada ministro haitiano había un representante estadounidense y cada partido político era y es financiado por uno de los tres imperialismos a través de diferentes organismos como el IRI (Instituto Republicano Internacional). Durante lo que yo llamo la ocupación de octubre de 1994 Aristide tenía no sólo que mantener excelentes relaciones con los estadounidenses, sino también plegarse a la voluntad del FMI. Para ello Haití tenía que cortar algunas ayudas destinadas a la población y mandar al paro a los haitianos poco rentables y, sobre todo, «modernizar», es decir, privatizar. El hecho de que «desobedeciera» provocará su caída cuando reclamó que se le reembolsara la deuda de la independencia de Francia, es decir, 21.000 millones de dólares, y cuando quiso aumentar los salarios de los haitianos.
En ese caso, ¿por qué Clinton tenía tanto interés en restaurar a Aristide?
Aristide se había vuelto dócil y, sobre todo, el pueblo lo apoyaba. Esto era, precisamente, su baza y su debilidad porque aparte del pueblo no tenía ni partido político ni marco, y la calle no puede ayudar a dirigir un país y a tomar decisiones. También es la primera vez que Estados Unidos devuelve y controla a un presidente elegido democráticamente. Aristide era popular, de hecho una gran mayoría de los haitianos sigue siendo «aristidista», aunque no tuviera una auténtica ideología. Tenía buenas palabras y buenas intenciones, pero no llegaba a llevarlas a la práctica. Sin embargo, tenía fondos por hacerlo. Poco después de su elección creó el grupo VOAM (Vean a Haití Ascender) que en cuatro días recolectó casi cuatro millones de dólares.
Actualmente Haití está invadido por los soldados estadounidenses, ¿le parece a usted una invasión?
Es una invasión querida y preparada por los hombres del gobierno haitiano. No se puede decir que haya pillado de sorpresa al presidente. El imperialismo estaba bien instalado y los consejeros de Préval preparaban esta invasión.
¿Qué intereses tiene Estados Unidos?
Son varios los intereses de los estadounidenses para apoderarse de Haití. Por un lado, la mano de obra es muy barata en Haití y la isla sólo está situada a treinta minutos de Florida, sería rápido hacer transitar las cargas desde este nuevo Taiwán.
A continuación, está Cité Soleil: Estados Unidos, de acuerdo con la gran burguesía comerciante de Haití, codicia esta zona para convertirla en un gran puerto, un puerto franco y una zona industrial.
Además, es el momento ideal de servirse del territorio como base de retaguardia para controlar y contrarrestar a Cuba puesto que Obama ha prometido liberar Guantánamo. Desde Cité Soleil y sobre Gonaïves hay una buena vista de Cuba.
Y, por último, el subsuelo haitiano está repleto de petróleo. Al parecer los yacimientos venezolanos tienen su fuente en la isla. Port-au-Prince está situada sobre un gigantesco pozo de petróleo que hasta entonces no se podía explotar. En efecto, desde la década de 1950 el entonces presidente Jean Dumarsais Estimé había desplazado a la antigua capital situada en Marchand-Dessalines hacía el actual Port-au-Prince. Este traslado no permitiría explotar el petróleo, pero con ayuda de la Madre Naturaleza, hoy todo es posible. Además, el terremoto ha provocado un éxodo voluntario de los habitantes de Port-au-Prince, lo que deja el campo libre para destruir las ruinas de la capital y, por qué no, para perforar el suelo… En otras circunstancias, si hubieran pedido a los habitantes que se fueran al campo se habría considerado un genocidio. La catástrofe aparece como una oportunidad para los imperialistas porque permite desplazar otra vez la capital. No se trata más que de retos geopolíticos y económicos.
En su opinión, ¿por qué llegaron los estadounidenses a Haití con tantas armas y soldados?
Los estadounidenses llegaron a Haití como vencedores. Querían demostrar su fuerza y su supremacía para impresionar a la vez a la comunidad internacional pero también, y quizá sobre todo, a los propios haitianos. Se dieron cuenta de que en Haití había un sentimiento de hartura respecto a la ocupación, ayudado por los acontecimientos en Guadalupe contra el gobierno francés. Hace algunos años los franceses habían confesado a los estadounidenses que podían hacer lo que quisieran de Haití en su patio trasero pero que no debían tocar la lengua francesa; los franceses querían conservar intacta la francofonía (aunque hoy tres cuartas partes de los haitianos hable inglés). Hoy los estadounidenses invierten en su patio trasero y programan dividirlo en zonas, y para eso se necesitan soldados y armas.
En un artículo redactado expresamente para Newsweek, B. Obama anunció que pensaba hacer un trabajo de reconstrucción a largo plazo para sacar a flote al país, como hizo Estados Unidos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y en los Balcanes tras la guerra en Kosovo, ¿se lo agradecen ustedes?
(Risas) Sea lo que sea lo que piensa hacer Estados Unidos, por el momento es a los haitianos a quienes corresponde tomar sus propias disposiciones y luchar contra las injerencias. Por supuesto, los estadounidenses se van a aprovechar del caos que reina, pero este caos no quiere decir obligatoriamente que no haya organización. A nosotros es a quien nos corresponde encontrar un terreno de acuerdo, un fondo común para retomar las cosas. Habrá dificultades pero hay que hacer el trabajo sobre el terreno. Es a nosotros a quien nos corresponde luchar contra el imperialismo. Tenemos que hacer este trabajo ideológico sacando a los invasores fuera de nuestras fronteras. Desde 1994 hasta hoy Cuba ha aportado más ayuda a Haití que cualquier país que se dice «amigo» y el pueblo haitiano es consciente de ello.
La Conferencia de Montreal del 25 de enero reagrupó a los «amigos» de Haití para pensar cómo organizar la ayuda… Los amigos de Haití no pertenecen a este grupo de tres rocas, los IFAC. Canadá tiene un papel fundamental en esta trilogía en medio de la cual está Haití. En efecto, mantienen relaciones a la vez con Haití y con Francia por la francofonía, pero también con Estados Unidos a través del ALENA [4].
Canadá es un gran manipulador porque juega a dos bandas y hace el trabajo del imperialismo. Si el propio Estados Unidos no hubiera acudido para controlar el terremoto habría mandado a Canadá. Por lo que se refiere a Brasil, Lula todavía no ha logrado toda la confianza de los estadounidenses, que no le habría dejado la oportunidad de hacer negocios en Haití. Además, nuestro «amigo» canadiense está en plena apropiación de la intelligentsia haitiana puesto que ésta le abre las puertas de par en par. Por ejemplo, hace cinco años una sola de las tres chicas que fueron a estudiar a Bélgica (pagadas por el gobierno haitiano) volvió a Haití. Así pues, no nos dejamos engañar, ¡los países presentes en esa conferencia no son nuestro amigos!
Y ¿cuáles con la relaciones con Cuba?
Después de la caída de François Duvalier eran muy esperadas. En 1994 se establecen por fin relaciones diplomáticas con Aristide. Cuba desplegó desde el principio la Ayuda Sur-Sur enviando médicos, agrónomos, etc., a la isla para ayudar y para formar a los haitianos. Un día me dijo un campesino: «las ONG nos dan de comer y los cubanos nos enseñan a pescar… ». Al contrario de los demás países y ONG presentes en Haití, los cubanos y venezolanos nos hablan de igual a igual, nunca se mezclan con los asuntos internos del país. Nunca hay injerencias por su parte.
Ahora que Estados Unidos se ha apoderado del país, ¿cómo cree usted que van a evolucionar las relaciones con Cuba?
En 2004, cuando se expulsó a Aristide, los franceses trataron de desalojar a los cubanos pero el embajador de Cuba se puso fuera de sí y los franceses prefirieron retirarse por temor al caos. Con toda seguridad Obama va a hacer todo lo posible para minimizar la ayuda cubana y para empujar a los cooperantes cubanos fuera del país. Esto será imposible porque los cubanos y los venezolanos no son nuestros amigos, son como hermanos. Cuba sigue siendo un elemento fundamental, es nuestro ejemplo. Si es necesario habrá otra lucha dentro de la isla para denunciar seriamente la injerencia de los estadounidenses.
Últimamente esta injerencia de Estados Unidos ha costado que aviones de Médicos sin Fronteras sean desviados a la República Dominicana…
El desvío de los aviones de MSF sólo es un falso problema. Los estadounidenses contaban con MSF para actuar y hacer el trabajo en Cité Soleil… Las ONG extranjeras gozan de una buena situación mientras los estadounidenses controlan el aeropuerto internacional. MSF reacciona simplemente para simular una buena apariencia pero ambos imperialismos están aliados.
Sin embargo, hemos podido ver las imágenes en la televisión que mostraban a la población haitiana dando las gracias a los estadounidenses por su ayuda y agitando la bandera estadounidense…
En Cité Soleil hay muchos obreros y muchos jornaleros; los estadounidenses los pagan para que los elogien y para que se pavoneen con la bandera.
Antes del terremoto ya había en el lugar muchas ONG, lo que permitió ofrecer los primeros cuidados a las víctimas, ¿deben estar agradecidos ante tales muestras de solidaridad?
Con frecuencia las ONG hacen un buen trabajo sobre el terreno, pero generalmente se aprovechan de la situación. En Haití hay casi tantas como en India, sabiendo que Haití es un territorio de unos 27.750 km2 ¡y que India tiene 3.290.000 km2! Haití es una plataforma de las ONG.
Las primeras ONG en aportar ayuda fueron las cubanas y venezolanas, las demás simplemente pidieron socorro para que llegara la ayuda. A continuación las primeras en llegar del exterior fueron las ayudas china. Además, las ONG han elegido sus objetivos. Cuando una ONG llega a Haití, se instala en lugares estratégicos… y calientes; así pues, las ONG no están presentes en todo el territorio, al contrario que los cubanos. Además, esta omnipresencia implica rivalidades entre las ONG.
Parece muy crítico con las ONG…
Las ONG siempre han estado presentes en Haití hasta el punto de que han impedido la lucha, el propio impulso de la transformación mental del pueblo haitiano. Por ejemplo, el padre Lannoo explicó en una entrevista para la televisión suiza en 1986 que había que calmar a la población haitiana y volverla a central para evitar todo deseo de cambio y toda tendencia revolucionaria. Las ONG tienen un papel político, incluso la de tampón. Kissinger, el gran estratega de la guerra de Vietnam afirma que «si las ONG hubieran existido en la década de 1960 no habría habido guerra de Vietnam».
Al principio, en el seno de las ONG había movimientos de lucha de liberación, como en Nicaragua. En Europa, en la década de 1970, los progresistas luchaban contra el poder, pero cuando François Mitterrand llega al poder cambian las tornas. Antes una parte del dinero dado a las ONG servía para financiar los movimientos de liberación. Hoy, con los socialistas en el gobierno, estos movimientos ya no son tan viables, sobre todo porque este sistema de reparto de bienes es bien conocido. Ahora hay redes para controlar a las ONG. Son organizaciones creadas por los progresistas, pero el sistema capitalista ha conseguido desviar el problema. De hecho las ONG se han convertido en una plataforma giratoria de las informaciones; además, dieron muchas informaciones sobre las instalaciones en Irak.
El propio presidente René Préval también ha criticado a las ONG subrayando que había una verdadera falta de organización de la ayuda internacional.
Se puede considerar que el presidente está atrapado entre dos fuegos, pero, seamos honestos, se asienta sobre ONG bien estructuradas. En Haití nunca ha habido canalización de las ONG, con el terremoto y el caos reinante esto se hace más visible mientras que Préval hace frases bonitas. Pero en nuestro país, las que eligen son las ONG, por lo tanto son problemas falsos, las ONG están muy bien organizadas, están estructuradas en redes, son «balas recubiertas de azúcar»[5]. Se pelean entre sí, no a cuchilladas sino a golpe de artículos. La gente se dará cuenta poco a poco de lo que ocultan las ONG. Cuando ellas gobernaban el país gracias a Pierre Louis y a Soros, Préval estaba satisfecho porque entraba dinero en las arcas del Estado. Por lo tanto, este tipo de discurso no tiene valor alguno cuando se conoce la situación real de Haití. Préval no puede hacer otra cosa.
¿Quiere dar usted a entender que está sobrepasado?
Él sabía perfectamente a dónde iba, pero no a esta velocidad, no tan rápido… Por el momento está al descubierto. Entregar las llaves del aeropuerto internacional equivale a entregar las llaves del país.
¿Cómo puede Haití retomar el control de su vida?
Los imperialistas pueden permanecer mucho tiempo, pero nunca definitivamente. Pueden causar destrozos como hicieron en 1915 y en 1934 cuando nos dejaron al ejército de Haití hasta que Aristide lo echó. Si el palacio presidencia se ha derrumbado como un castillo de naipes es porque hay subterráneos que van desde la policía al palacio. Muchos hombres murieron torturados en esos subterráneos por las milicias de Duvalier.
¿Por qué no vuelve Aristide?
Aristide no puede volver ahora, hay demasiados retos y ya no tiene hombres de confianza ni cuadros y los imperialistas ya no lo apoyan. Existen grupos, clandestinos o no, que tienen dinero, que reúnen a mucha gente y que avanzan lentamente. Se trata de distinguir quiénes son nuestros verdaderos amigos y nuestros verdaderos enemigos. En Haití también hay una lucha de clases y una diferencia de percepción entre hombre blanco y hombre negro. Por lo tanto, en Haití hay que establecer todo un trabajo de reconstrucción, tanto física como ideológica. Sea como fuere, Canadá, Francia y Estados Unidos no son nuestros amigos y lo han demostrado.
¿Se convertirá Haití en la estrella número 51 de la bandera estadounidense?
¡Haití nunca será un Estado estadounidense!
¿Cómo ve usted el futuro?
El futuro será duro, incluso muy duro. Estados Unidos ha tratado de izar su bandera en el aeropuerto de Port-au-Prince, pero Préval acabó con ello. La estrella estadounidense no será para Haití. Si un día Haití tiene una estrella, será roja como la de Cuba. Haití luchará para recuperar su soberanía, el país es independiente desde el 1 de enero de 1804 y seguirá siéndolo. Como decía Henri Christophe, podemos prender fuego a todo Haití, el imperialismo estadounidense podrá reconstruir, pero esto podrá ser destruido. Volveremos a levantar nuestro Haití sobre sus cenizas…
Notas:
[1] Acuerdo del 22 de febrero de 2006, artículo 2.3: «el gobierno transmitirá a la MINUSTAH una copia de todos los acuerdos que haya podido suscribir antes de la entrada en vigor del acuerdo del 22 de febrero de 2006 y que sean todavía válidos. Si la MINUSTAH considera que uno de estos acuerdos podría ser incompatible con su mandato o con la buena ejecución del plan de reforma de la Policía Nacional de Haití, el gobierno aportará a este acuerdo las adaptaciones que le pida la MINUSTAH para evitar esta incompatibilidad» y añade que el documento concede «a la MINUSTAH la extensión de toda su potencia más allá del actual gobierno de transición».
[2] Alianza Bolivariana para Américas.
[3] Metáfora haitiana para caracterizar los tres países imperialistas: unas rocas sobre las que se cocina la comida.
[4] Acuerdo de Libre Intercambio Norteamericano cerrado entre México, Estados Unidos y Canadá.
[5] Imagen empleada por Mao.
* Jean Lavalasse* es un fotógrafo y documentalista haitiano residente en Bruselas desde la década de 1970. [© Investig’Action /Rebelion Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos
LA EXPIACION DEL PECADO DE HAITI. EL PAGO QUE HIZO POR SU
LIBERTAD A FRANCIA
Sobre pactos, colonias y mentiras
By mediaIslaPublished: January 30, 2010
Posted in: Accidentes
Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití.
Por Jochy Herrera
Desde hace varias décadas, Pat Robertson ha encarnado la quintaescencia del predicador norteamericano moderno como el archiconocido comentarista televisivo del programa 700 Club, como el astuto provocador de controversias políticas fundador y Decano de su propia universidad (Regent University, Virginia) y sobre todo, como el personaje que ya es parte de la “cultura pública” estadounidense. Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití. A pocas horas del suceso, este teobocón de las tragedias afirmó en plena televisión que dicho sismo fue el resultado de la ira divina desatada contra sus habitantes debido al pacto que los luchadores antiesclavistas haitianos concertaron con Satanás a fin de obtener victoria frente el imperio francés, dos siglos atrás.
Si recordamos los comentarios de Robertson posteriores a los trágicos eventos del huracán Katrina y el 11 de septiembre, los más recientes no deben sorprendernos; francamente, deberían ser ignorados. A su parecer, los no creyentes, los homosexuales, los feministas y los defensores del derecho a la opción del aborto fueron responsables de la destrucción de las torres gemelas y de los centenares de muertos provocados por Katrina.
¿Cuál es entonces la importancia de este nefasto individuo? Si por un lado aceptamos que no parece representar lo que un verdadero creyente es ni la manera como un ministro de Dios debe conducirse en momentos como los vividos por Haití, por otro lado, su acceso a millones de personas a través de los medios y la cadena televisiva Christian Broadcasting News (fundada por el propio Robertson y posteriormente adquirida por Disney) justifica una mirada más cuidadosa. ¿Cómo se explica que justamente al día siguiente de tales comentarios sobre Haití la Casa Blanca, a través de sus funcionarios más importantes, se haga eco de semejantes estupideces? ¿Cómo se explica que el New York Times, CNN, The Washington Post, TIME y Newsweek hayan reportado este affair con tal premura y en tal detalle?
Retornemos a la historia e investiguemos, a fin de recordarle al predicador, cómo aquellos valientes hombres y mujeres haitianos lograron vencer las huestes invasoras del ejército francés y convertirse en la primera nación del continente en abolir la esclavitud. Es de todos sabido que 1492 marcó la llegada del imperio español a la isla que los locales llamaban Quisqueya y Ayiti, posteriormente bautizada como Hispaniola, y con ello la imposición del catolicismo, la barbárica destrucción de las culturas indígenas y el arribo de esclavos importados de África a fin de explotar sus tierras.
Tres siglos después, mientras Francia aún controlaba Saint Domingue, la parte occidental de la isla, en enero de 1804 Haití se convierte en la primera nación donde bajo el liderazgo del General Jean-Jacques Dessalines, los esclavos se independizan del poder colonial y terminan varios siglos de ignominia. La valentía demostrada por los rebeldes durante diez largos y sangrientos años de lucha fue incluso reconocida y elogiada por las huestes enemigas tras su retorno a la metrópoli.
La afirmación de la existencia del pacto satánico citado por Pat Robertson no es nueva ni de su autoría; ésta ya había circulado inclusive en libros de texto sin basamento alguno. Además de que el presunto acuerdo duraría 200 años, la infundada historia le atribuye también un carácter demoníaco porque presuntamente los sacerdotes y líderes haitianos bebieron sangre animal a fin de sellarlo. La falsedad del susodicho pacto ha sido demostrada entre otros, por el académico haitiano Jean R Gelin en el ensayo Dios, Satán, y el Nacimiento de Haití donde el autor, Ministro licenciado de La Iglesia de Dios en Estados Unidos, nos remonta a Bois-Caiman, cerca de Cabo Haitiano.
Es en aquél lugar donde el 14 de agosto de 1791 el líder esclavo Boukman sostiene una reunión a fin de concertar el plan de lucha contra el ejército francés. Como era ya costumbre, y lo sigue siendo hoy en Occidente, Boukman convoca a Dios en busca de apoyo gracias a la fe que los mismos invasores le habían impuesto. De hecho, apenas unos años posterior a la reunión de Bois-Caiman y del logro de la independencia, Toussaint Louverture, flamante Gobernador de la isla, proclama el Catolicismo como religión nacional. Así mismo, el que se haya consumido sangre animal en aquella reunión es un hecho irrelevante ya que, como anota Gelin, tal práctica cultural data de siglos atrás y aún en el presente continúa no sólo en Haití sino en América Latina, Asia y algunos países europeos.
El doctor Gelin cita en su texto las investigaciones del escritor norteamericano Robert Heini que niegan la existencia del pacto de marras y afirma con toda razón, que la probable explicación tras la distorsión del diálogo de Boukman responde a la idea de algunos historiadores de que el líder “no podía conocer a Dios” de la forma como ellos, los historiadores, lo concebían. En el libro Written in Blood – the Story of The Haitian People,1492-1971, Heini sintetiza el rezo de Boukman convocado aquel día gracias a la recolección de documentos e historia oral; en él, no solamente no aparece ninguna referencia al demonio, sino que se insiste “en el poder de Dios como creador y salvador, proveedor de fuerzas y coraje a nuestros corazones”.
Sobra recordar que a través de las civilizaciones ningún credo religioso ha estado a favor del demonio como solución de sus problemas, y que las enseñanzas de la Biblia muestran claramente que Dios creó al hombre a su propia imagen; y que por lo tanto, bajo la mirada del Señor todos los hombres, niños y mujeres son iguales; es decir, no puede Dios, contrario a Satanás, favorecer la esclavitud entre nosotros.
Retornemos a la pregunta inicial sobre el significado de las declaraciones de Robertson y cómo los medios la han acogido. El sociólogo Michael Lindsay, profesor de Rice University, ha sugerido que el predicador aprovecha las tragedias por ser circunstancias durante las que la gente se pregunta el por qué le suceden estas cosas a los inocentes; armado de habilidad y entrenada retórica, de acuerdo a Lindsay, no es coincidencia que Robertson se enfoque en los ratings de su programa televisivo y en los ingresos que las donaciones traerán al emporio CBN (como tal, mientras hablaba del pacto satánico aparecía en pantalla el número telefónico dónde llamar a fin de donar dinero a favor de la causa haitiana).
¿Será acaso el miedo a Dios lo que motiva al ser humano a hacerse tales preguntas?, ¿será quizas más facil echarle la culpa de las tragedias al divino creador?, ¿resulta más cómodo escoger la falta de solidaridad y atribuír una culpa, usualmente ajena, a las desgracias del prójimo?, ¿estarán los medios, y por qué no, la Casa Blanca, conscientes de que millones de ciudadanos estadounidenses comparten las ideas robertsonianas?
A pesar de haberse declarado oficialmente como nación católica desde su nacimiento, Haití no recibió por mucho tiempo el reconocimiento de la jerarquía católica europea, ni del Vaticano, el gobierno de Estados Unidos ni de las autoridades francesas. Estas últimas, bajo el mando del rey Carlos X, exigieron pagos por las “pérdidas causadas a sus plantaciones” tras la liberación del país. Eduardo Galeano, quien ha catalogado esta indemnización como una “expiación del pecado de la libertad”, nos recuerda que el nuevo país había nacido estrangulado por una soga atada al pescuezo resultado del costo de su libertad: 150 millones de francos-oro; una fortuna que actualmente equivaldría a más de 21 mil millones de dólares.
Aquella deuda terminó de pagarse en 1938 y para entonces, dice Galeano, ya Haití pertenecía a los bancos norteamericanos. De igual forma, el pacto satánico de Bois-Caiman debió haberse cumplido en 1991; Haití, sin embargo, otrora la más rentable de las colonias francesas, vive hoy más que nunca bajo el domino del infierno de la pobreza, el analfabetismo y la destrucción. Y según Galeano, víctima de una maldición blanca. Habría que preguntarse ¿con quién deberá entonces Haití concertar su próximo pacto? [Jochy Herrera, escritor dominicano residente en Chicago, autor de Extrasístoles y otros accidentes (Vocesueltas, 2008 ) y Seducir los sentidos (mediaIsla, 2009]
By mediaIslaPublished: January 30, 2010
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Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití.
Por Jochy Herrera
Desde hace varias décadas, Pat Robertson ha encarnado la quintaescencia del predicador norteamericano moderno como el archiconocido comentarista televisivo del programa 700 Club, como el astuto provocador de controversias políticas fundador y Decano de su propia universidad (Regent University, Virginia) y sobre todo, como el personaje que ya es parte de la “cultura pública” estadounidense. Robertson ha acaparado una vez más el horizonte de los medios de comunicación, esta vez resultado de declaraciones en torno al reciente terremoto en Haití. A pocas horas del suceso, este teobocón de las tragedias afirmó en plena televisión que dicho sismo fue el resultado de la ira divina desatada contra sus habitantes debido al pacto que los luchadores antiesclavistas haitianos concertaron con Satanás a fin de obtener victoria frente el imperio francés, dos siglos atrás.
Si recordamos los comentarios de Robertson posteriores a los trágicos eventos del huracán Katrina y el 11 de septiembre, los más recientes no deben sorprendernos; francamente, deberían ser ignorados. A su parecer, los no creyentes, los homosexuales, los feministas y los defensores del derecho a la opción del aborto fueron responsables de la destrucción de las torres gemelas y de los centenares de muertos provocados por Katrina.
¿Cuál es entonces la importancia de este nefasto individuo? Si por un lado aceptamos que no parece representar lo que un verdadero creyente es ni la manera como un ministro de Dios debe conducirse en momentos como los vividos por Haití, por otro lado, su acceso a millones de personas a través de los medios y la cadena televisiva Christian Broadcasting News (fundada por el propio Robertson y posteriormente adquirida por Disney) justifica una mirada más cuidadosa. ¿Cómo se explica que justamente al día siguiente de tales comentarios sobre Haití la Casa Blanca, a través de sus funcionarios más importantes, se haga eco de semejantes estupideces? ¿Cómo se explica que el New York Times, CNN, The Washington Post, TIME y Newsweek hayan reportado este affair con tal premura y en tal detalle?
Retornemos a la historia e investiguemos, a fin de recordarle al predicador, cómo aquellos valientes hombres y mujeres haitianos lograron vencer las huestes invasoras del ejército francés y convertirse en la primera nación del continente en abolir la esclavitud. Es de todos sabido que 1492 marcó la llegada del imperio español a la isla que los locales llamaban Quisqueya y Ayiti, posteriormente bautizada como Hispaniola, y con ello la imposición del catolicismo, la barbárica destrucción de las culturas indígenas y el arribo de esclavos importados de África a fin de explotar sus tierras.
Tres siglos después, mientras Francia aún controlaba Saint Domingue, la parte occidental de la isla, en enero de 1804 Haití se convierte en la primera nación donde bajo el liderazgo del General Jean-Jacques Dessalines, los esclavos se independizan del poder colonial y terminan varios siglos de ignominia. La valentía demostrada por los rebeldes durante diez largos y sangrientos años de lucha fue incluso reconocida y elogiada por las huestes enemigas tras su retorno a la metrópoli.
La afirmación de la existencia del pacto satánico citado por Pat Robertson no es nueva ni de su autoría; ésta ya había circulado inclusive en libros de texto sin basamento alguno. Además de que el presunto acuerdo duraría 200 años, la infundada historia le atribuye también un carácter demoníaco porque presuntamente los sacerdotes y líderes haitianos bebieron sangre animal a fin de sellarlo. La falsedad del susodicho pacto ha sido demostrada entre otros, por el académico haitiano Jean R Gelin en el ensayo Dios, Satán, y el Nacimiento de Haití donde el autor, Ministro licenciado de La Iglesia de Dios en Estados Unidos, nos remonta a Bois-Caiman, cerca de Cabo Haitiano.
Es en aquél lugar donde el 14 de agosto de 1791 el líder esclavo Boukman sostiene una reunión a fin de concertar el plan de lucha contra el ejército francés. Como era ya costumbre, y lo sigue siendo hoy en Occidente, Boukman convoca a Dios en busca de apoyo gracias a la fe que los mismos invasores le habían impuesto. De hecho, apenas unos años posterior a la reunión de Bois-Caiman y del logro de la independencia, Toussaint Louverture, flamante Gobernador de la isla, proclama el Catolicismo como religión nacional. Así mismo, el que se haya consumido sangre animal en aquella reunión es un hecho irrelevante ya que, como anota Gelin, tal práctica cultural data de siglos atrás y aún en el presente continúa no sólo en Haití sino en América Latina, Asia y algunos países europeos.
El doctor Gelin cita en su texto las investigaciones del escritor norteamericano Robert Heini que niegan la existencia del pacto de marras y afirma con toda razón, que la probable explicación tras la distorsión del diálogo de Boukman responde a la idea de algunos historiadores de que el líder “no podía conocer a Dios” de la forma como ellos, los historiadores, lo concebían. En el libro Written in Blood – the Story of The Haitian People,1492-1971, Heini sintetiza el rezo de Boukman convocado aquel día gracias a la recolección de documentos e historia oral; en él, no solamente no aparece ninguna referencia al demonio, sino que se insiste “en el poder de Dios como creador y salvador, proveedor de fuerzas y coraje a nuestros corazones”.
Sobra recordar que a través de las civilizaciones ningún credo religioso ha estado a favor del demonio como solución de sus problemas, y que las enseñanzas de la Biblia muestran claramente que Dios creó al hombre a su propia imagen; y que por lo tanto, bajo la mirada del Señor todos los hombres, niños y mujeres son iguales; es decir, no puede Dios, contrario a Satanás, favorecer la esclavitud entre nosotros.
Retornemos a la pregunta inicial sobre el significado de las declaraciones de Robertson y cómo los medios la han acogido. El sociólogo Michael Lindsay, profesor de Rice University, ha sugerido que el predicador aprovecha las tragedias por ser circunstancias durante las que la gente se pregunta el por qué le suceden estas cosas a los inocentes; armado de habilidad y entrenada retórica, de acuerdo a Lindsay, no es coincidencia que Robertson se enfoque en los ratings de su programa televisivo y en los ingresos que las donaciones traerán al emporio CBN (como tal, mientras hablaba del pacto satánico aparecía en pantalla el número telefónico dónde llamar a fin de donar dinero a favor de la causa haitiana).
¿Será acaso el miedo a Dios lo que motiva al ser humano a hacerse tales preguntas?, ¿será quizas más facil echarle la culpa de las tragedias al divino creador?, ¿resulta más cómodo escoger la falta de solidaridad y atribuír una culpa, usualmente ajena, a las desgracias del prójimo?, ¿estarán los medios, y por qué no, la Casa Blanca, conscientes de que millones de ciudadanos estadounidenses comparten las ideas robertsonianas?
A pesar de haberse declarado oficialmente como nación católica desde su nacimiento, Haití no recibió por mucho tiempo el reconocimiento de la jerarquía católica europea, ni del Vaticano, el gobierno de Estados Unidos ni de las autoridades francesas. Estas últimas, bajo el mando del rey Carlos X, exigieron pagos por las “pérdidas causadas a sus plantaciones” tras la liberación del país. Eduardo Galeano, quien ha catalogado esta indemnización como una “expiación del pecado de la libertad”, nos recuerda que el nuevo país había nacido estrangulado por una soga atada al pescuezo resultado del costo de su libertad: 150 millones de francos-oro; una fortuna que actualmente equivaldría a más de 21 mil millones de dólares.
Aquella deuda terminó de pagarse en 1938 y para entonces, dice Galeano, ya Haití pertenecía a los bancos norteamericanos. De igual forma, el pacto satánico de Bois-Caiman debió haberse cumplido en 1991; Haití, sin embargo, otrora la más rentable de las colonias francesas, vive hoy más que nunca bajo el domino del infierno de la pobreza, el analfabetismo y la destrucción. Y según Galeano, víctima de una maldición blanca. Habría que preguntarse ¿con quién deberá entonces Haití concertar su próximo pacto? [Jochy Herrera, escritor dominicano residente en Chicago, autor de Extrasístoles y otros accidentes (Vocesueltas, 2008 ) y Seducir los sentidos (mediaIsla, 2009]
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