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Ser viejo
El fenómeno de la nueva ancianidad bajo la óptica de la filosofía y la sociología modernas. Por qué la vejez dejó de ser sinónimo de autoridad y sabiduría. Un ensayo sin concesiones de Diana Cohen Agrest sobre los cambios culturales que afectan a la tercera edad
Por Diana Cohen Agrest | © LA NACION
El día que sean invitados a un congreso desde el extranjero, se hagan cargo de todos sus gastos y sean recibidos en el aeropuerto.. . es porque están viejos-, sentenció cierta vez un experimentado profesor universitario ante sus alumnos. De allí en más, esta muestra de humor corrosivo sería el consuelo que me acompañaría en cada uno de mis esforzados desplazamientos académicos.
Años más tarde, vuelvo a encontrar al profético docente en una velada social. Remedando sus palabras, le cuento que las invitaciones all inclusive que, finalmente, estaba recibiendo tras años de perseverancia eran la prueba irrefutable de su hipótesis prudencial. Para mi sorpresa, y con una bien ganada autosuficiencia, replica entonces que el paso del tiempo lo había obligado a reformular su teoría original: "El día que ya ni te vayan a buscar al aeropuerto ni se hagan cargo de todos tus gastos y ni siquiera te inviten, ese día, ¡es la prueba de que estás realmente vieja!"
En la Antigüedad, cuando el anciano era una rara avis, era venerado como una fuente sapiencial indisolublemente ligada a cierta superioridad moral certificada por su madurez. Hoy por hoy, en un mundo demográficamente envejecido en el que se asienta una cultura que idolatra tanto la belleza y la juventud como oculta la fealdad y la vejez, no se desea ser perturbado por nada que nos recuerde nuestra finitud. El costo social de esta huída es una progresiva invisibilizació n de una franja etaria en una sociedad que, a mayor cantidad de viejos, menos sabe qué hacer con ellos. No es por azar que los eufemismos para aludir a este colectivo se multipliquen como los panes y los peces: "abuelos", "adultos mayores", "tercera edad" y hasta "cuarta edad"... en un intento de cubrir con un manto de respetabilidad a quienes el rechazo cultural hace de los así aludidos, uno de los grupos más discriminados. Dicha exclusión ilumina las razones que hacen que las reflexiones en torno al envejecer, en nuestra cultura mediática, suelan ser marginales pues, a manera de síntoma, ellas reflejan el rostro oculto de aquello que nos resistimos a aceptar.
René Rodríguez Soriano
y Dedé Mirabal
en Voces Dominicanas
Miami International Book Fair
Domingo 15 de noviembre 11:30 AM Sala 221-3314, 3° Piso, Edificio 3 del Wolfson Campus del Miami Dade College, Miami FL 33132.
Aun cuando admitamos que muchos de los prejuicios son la expresión de condicionamientos culturales, el imaginario social de la vejez hunde sus raíces en las circunstancias que hasta hace poco sellaban esta etapa de la vida atravesada por el tiempo y por una carnalidad despojada de todo glamour. De allí la necesidad de meditar, a contracorriente, en torno a modelos divergentes en el abordaje del envejecer.
La mirada despiadada
Por cierto, el envejecimiento no es una condición "normal" para el que lo vive, quien se siente cobijado bajo la creencia de que sólo los otros envejecen. Esta autoexclusión narcisista es tan frágil como detectable: una mirada fugaz en el espejo basta para que el cristal le devuelva una imagen marcada por las huellas del tiempo, para comprobar que es y no es el mismo. Es cierto que, en su conciencia, se siente todavía joven, pero la imagen retratada poco o nada tiene que ver con la reflejada en aquellos días más benévolos del pasado, como si ese ritual de cada día le revelara, con crueldad, cierta incoherencia entre el yo joven que lo acompaña desde siempre y ese yo que contempla, consternado, en el cristal. Ese rostro que, con el tiempo, se le ha vuelto extraño.
Este desencuentro aciago entre el yo que se cree ser y el que se es condujo a cierto consenso en el imaginario colectivo acerca de que el envejecimiento es un mal incurable. Devoto de una fe ilusoria y consagrado a exorcizar ese mal, aquel que dice "Me siento bien" lo hace porque ya no se encuentra en un estado óptimo, condición en que uno ni siquiera "se siente": durante las primeras etapas del ciclo vital, el cuerpo lo acompañó como un amigo silencioso. Al envejecer, de aliado se transformó en enemigo, traicionándolo, inclemente, con achaques y limitaciones; devenido una suerte de parásito que ha ido carcomiendo a quien fue en tiempos mejores. Cuanto más siente que las piernas no le responden, que la digestión se le volvió una molestia, que la vista se le nubla; cuanto más siente el cuerpo, más extraño se siente de quien fue, aun cuando continúe siendo el mismo. Y pese a que lo abandona cada vez un poco más, se aferra a él y, a través de él, a la vida.
Por sobre todo, el individuo que envejece se siente cada vez más, más cuerpo y, en el mismo gesto, más desposeído de un mundo donde se va quedando solo. Ciudadano de una patria que ya no es la suya, sus amigos de siempre lo han ido abandonando. Ya ni siquiera lo acompañan sus enemigos, los mismos que le daban algún sentido, siquiera miserable, a sus luchas y fracasos. Por eso se obstina en ese yo que alguna vez existió, cuando no reescribe su propia historia. Pues en una suerte de rememoración tan ficticia como irrefutable, entreteje el arte de la fabulación: si de joven se creyó dotado de aptitudes musicales, el yo social presentará su propio pasado como el de un talento desperdiciado. O si es un veterano de la Guerra Civil Española, podrá alardear de haber sido vecino de cama del Hemingway internado en el hospital militar.
Reconociéndose cautivo de su cuerpo propio, lanzarse fuera de los muros de su acotada geografía, salir de lo normal, alterar su rutina, mudarse, viajar o explorar territorios inexplorados supone los riesgos de enfrentarse con adversarios con los que no se siente capaz de medir sus fuerzas. Esas fronteras no son meramente espaciales. Con el porvenir cancelado, es irrelevante aquella pregunta pueril "¿Qué vas a ser cuando seas grande?". El sucedáneo es "¿Qué hiciste de tu vida?, como si la vida, sinónimo de cambio y devenir, se hubiese petrificado en un pasado hacia el cual no hay ni retorno ni oportunidad de reparación. Prisionero de quien fue, contempla con recelo al joven que todavía es promesa, es más, que todavía es lo que promete ser, porque no ha atravesado el curso del tiempo que se burla de los deseos y aniquila las ilusiones.
Cuando recién despunta la vejez, todavía intenta sostener aquel yo social (aun a sabiendas de que el yo biológico ya no responde como se quisiera). Y todavía vive como imagen especular -interiorizada- de la mirada de los otros. Pero desterrados de esa patria que es el propio tiempo, y a diferencia de los que le siguen, quienes envejecen no sólo envejecen para la mirada de los jóvenes, también envejecen para muchos de sus coetáneos, quienes corren tras los jóvenes y los ideales de la juventud, en el anhelo inútil de que, como por ósmosis, la fuerza y rebeldía juveniles les sean transmitidas, añorando esa edad presuntamente dorada (y olvidando que, en verdad, se trata de un período crítico de la vida, plagado de conflictos y temores).
En un texto sin paliativos, Revuelta y resignación. Acerca del envejecer, el pensador existencialista Jean Améry describe, en estos términos, al viejo que, vanagloriándose de su actitud positiva, aspira a mantenerse joven entre jóvenes: si se viste y se expresa como aquellos a quienes emula, simulará compartir las bondades de la juventud. Si el viejo renuncia al espíritu de sus propios tiempos y logra mimetizarse con los modelos contemporáneos, se dirá de él que es dueño de "una mentalidad abierta", pero a costa de sentir en carne propia su anacronismo. Obligado a vivir en un mundo que no es aquel en el cual él creció. Pero como esos modelos se renuevan cada vez más aceleradamente, está condenado a saberse cada vez más distante de las vanguardias.
Otra respuesta posible es cosechar lo vivido, creerse más allá del bien y del mal, sintiéndose finalmente liberado de la tiranía de modas pasajeras (otra forma de autoengaño), como si la experiencia ganada, pero sobre todo sufrida, otorgara el título de maestro de vida que hasta parecería autorizar cierto maltrato a los demás. Es el caso de quien murmura, entre dientes, "Todo tiempo pasado fue mejor", sin reconocer que (parafraseando a Borges) le tocó vivir, como a todos los hombres, en el peor de los tiempos.
No son las únicas respuestas existenciales a la vejez. También hay otras que, sin caer en la autoindulgencia de la mimesis ni en la soberbia de lo superado, se sostienen en un presente enraizado en el deseo de vivir.
La mirada redentora del deseo
Baruj Spinoza, el filósofo que exaltó como pocos la conquista de la alegría, declaró: "La esencia del ser humano es el deseo", y en esas enigmáticas palabras condensó la complejidad de la naturaleza humana. Porque desde el primer llanto con el que nos asomamos al mundo, somos sujetos deseantes. Porque cuando ni siquiera sospechamos nuestro destino crepuscular y todavía ignoramos absolutamente todo de cronologías y de convenciones humanas, el deseo ya se expresa como lo que es: aquello que nos constituye como quienes somos. Y siendo un deseo sin tiempo, el viejo es tan perfecto como el joven y éste, como el niño, porque en cada estadio de la vida se es todo lo que se puede o se sabe ser.
El ser humano es su deseo desplegándose a través de proyectos vitales: la sucesión de las civilizaciones, las colosales construcciones humanas, las obras de arte que parecen resistir a las victorias y a las derrotas de los ejércitos más invencibles no son sino la expresión de la conquista del instinto y del pensamiento. Pero también los actos insignificantes de la cotidianeidad, las victorias despreciables y las derrotas baladíes del día a día nacen de esa fuerza deseante que, si dependiera de cada singularidad humana, se querría infinita.
Vivir, en su sentido último, es la búsqueda perpetuamente renovada del "desear desear", desear el propio deseo, desear ser sujeto deseante, sea cual fuere el objeto que instituimos, circunstancialmente , como objeto de deseo. Es el mismo deseo que, en el horizonte existencial, propicia los buenos encuentros: aquellas amistades y amores que enriquecen nuestras vidas, los proyectos compartidos, los goces renovados. Experiencias, todas ellas, para las que poco importa el ocaso.
Sin embargo, dado que el tiempo vivido está hecho no sólo de encuentros sino también de otros tantos desencuentros, estos encuentros fallidos pueden amenazar el deseo, debilitar ese desear desear, ponerlo en riesgo y hasta consumirlo (morir es apenas eso, sucumbir al poder de un mal encuentro con otra cosa -un veneno, un automóvil, una célula cancerígena- que termina por destruirnos) .
En su forma progresiva, el envejecimiento suele propiciar el "rumiar" silencioso del pasado, el volverse una y otra vez a lo que se hizo o no se hizo, o a lo que se pudo haber hecho y no se hizo. Es cierto que lo vivido persiste, insistente e inquietantemente, bajo la forma del recuerdo. Y es más cierto aún que el pasado como tal, por su evaporada "corporalidad" ("lo que fue, fue"), ya no puede ser transformado. Con su mirada interior obnubilada por su densidad existencial, el viejo se interroga sobre lo que habría sido si su pasado hubiera sido distinto. Piensa que si no hubiese hecho tal o cual cosa, no habría sobrevenido luego la catarata de desgracias cuyo desencandenante inicial podría haber sido evitado. Como el hacha en el yunque, esos recuerdos golpean una y otra vez. O hasta se han vuelto una suerte de alimento indigesto que intoxica a quien lo rumia con los fantasmas del pasado que habitan en su imaginación.
¿Qué hacer, entonces, con la experiencia acumulada, con esos desencuentros que han sellado el cuerpo y la mente con secuelas tales como el resentimiento, el remordimiento o el arrepentimiento? ¿Qué hacer toda vez que se desearía trocar lo acontecido en no acontecido, y transformar en acontecimiento lo que jamás aconteció? Spinoza nos propone un camino para reapropiarnos de nuestras emociones, desligándolas progresivamente de esas representaciones imaginarias que nos vuelven cautivos del pasado.
Por empezar, se trata de darnos cuenta de que, por lo general, nuestras emociones negativas proceden de la creencia errónea de que una única causa es la responsable de todo lo que nos acontece. Separando ese eslabón de la cadena de causas y efectos a la que pertenece, suponemos que si ese acontecimiento hubiese sido diferente, las consecuencias dolorosas podrían no haberse seguido. Entonces nos parece que todo pudo haber sido distinto.
De más está decir que, lejos de ser una panacea, esos pensamientos se reducen a lo que los lógicos llaman un contrafáctico, un condicional cuyo antecedente nunca ocurrió, como el enunciado "Si Julio César no hubiese cruzado el Rubicón, la historia de Roma (y del mundo) habría sido otra". Vuelto hacia su propio pasado, quien piensa en estos términos piensa a contramano de los hechos, en un mecanismo imposible aferrado a cierta melancolía nostálgica que inmoviliza a quien lo experimenta en un tiempo sin retorno. Desconocedor, por añadidura, de que jamás se podría haber hecho todo lo que se deseó, porque nuestra libertad es siempre una libertad condicionada por un campo de fuerzas y de tensiones. Libertad del querer ineludiblemente limitada por los deseos de los otros.
A través de este itinerario, Spinoza nos señala ciertos recursos existenciales capaces de liberarnos de lo que nos sume en el desasosiego. Es necesaria una reapropiación de las emociones, que las desligue progresivamente de la representació n de las cosas exteriores. Si reconocemos los mecanismos mentales de producción de una emoción, no estando ya ésta asociada a la cosa exterior que se considera su causa, esa emoción deja al mismo tiempo de ser experimentada como una pasión, en otras palabras, interpretada y vivida en términos de amor o de odio, y en consecuencia, deja de estar sometida a lo que nos rodea. Se trata, en suma, de reorganizar nuestro campo mental según las reglas de una nueva economía libidinal que reconduzca hacia el yo todas sus producciones, desvinculando las emociones de sus fijaciones obsesivas a fines externos, y dotándolas en ese acto de nuevas motivaciones. Por medio de una especie de conversión racional, es posible disminuir subjetivamente la carga libidinal proyectada en los recuerdos destructivos y reencauzar nuestras emociones para que operen a nuestro servicio, incrementando la fuerza afirmativa en la que se sostiene la tarea de vivir.
Spinoza nos enseña que el reconocimiento de la génesis de nuestras emociones, junto con la comprensión de su naturaleza, puede llegar a quitar el dolor que esas emociones nos producen, reafirmando el valor terapéutico de una reflexión esencial en la consecución de la superación de las emociones dolorosas: así como se sigue que no es sencillo llegar a comprender los mecanismos proyectivos que instituyeron al objeto de amor o de odio que nos sume en el dolor, porque estamos comprometidos, involucrados con ellos, se sigue asimismo que una vez que comprendemos esos mismos mecanismos proyectivos y su fuente en el yo, con el tiempo dejarán de producirnos dolor. Esta suerte de resignificació n de las emociones, nos lo advierte el filósofo, aunque difícil, no es imposible.
Spinoza dijo: "La esencia del hombre es el deseo". Y el deseo es primariamente el deseo de conservar la vida y de hacer, de esa vida, una existencia enriquecida por los encuentros con los otros y con las cosas del mundo, actividad deseante que recién cesa con la muerte.
El deseo es, al fin de cuentas, amar la vida. Y no conoce ni de primaveras ni de otoños.
La mirada científica
No sólo los viejos. También los jóvenes y aquellos que no lo son tanto ven la vejez como un mal que sólo les sobreviene a los otros, aun cuando paradójicamente -a diferencia de los negros o los extranjeros, por nombrar apenas un par entre tantos otros grupos discriminados- , los viejos son la única minoría de la cual esperamos formar parte (dado que la alternativa es, obviamente, peor: morir antes).
El sociólogo Manuel Castells, en La era de la información, una obra tan actual como documentada, observa que tradicionalmente el tiempo laboral se asociaba íntimamente con el ciclo vital. Ese matrimonio entre tiempo vivido y jubilación parece haber llegado a su fin: individuos que ni siquiera alcanzaron la sexta década de vida, por jubilación anticipada, por desempleo permanente o por desgaste o desánimo ante la imposibilidad de reinsertarse en el mercado laboral, lo abandonan prematuramente. No sólo el reconocido profesor universitario dotado con los conocimientos que sólo la experiencia puede conferirle es apartado de la vida académica. También las miopes conductas empresariales y gubernamentales conducen a deshacerse de los trabajadores de cierta edad, en la creencia de que la madurez es sinónimo, observa Castells, de cierta incapacidad de "adaptarse a la velocidad actual de la innovación tecnológica y organizativa" , miopía que pasa por alto que la aceleración en la renovación de la tecnología crea un horizonte perpetuamente inalcanzable no sólo para los llamados "inmigrantes digitales" (quienes nacieron mucho antes de la aparición de estas nuevas tecnologías), pues de hecho también los "nativos digitales" la padecen.
En contrapartida, la transformació n del ritmo vital que hacía del hombre un reloj biológico cuyas horas marcaban inexorablemente lo que socialmente se esperaba de él, la prolongación de la duración de la vida media y la proporción de la población que supera esa media alteraron la asociación entre ancianidad y muerte social. El universo de la vejez es tan heterogéneo o más el de que cualquier otro grupo etario (pensemos, sin ir más lejos, que abarca desde los sesenta o sesenta y cinco años hasta los cien años, y que en la ciudad de Buenos Aires solamente, lo dicen las estadísticas, hay más de trescientas personas centenarias) , prolongación que redefinió el ciclo vital. Si tomamos en cuenta que a un jubilado a los sesenta y cinco años tal vez le espera vivir un tercio de su vida, la salida del mercado laboral ya no es un criterio válido para determinar el pasaje a la vejez. Y si se aplica un criterio mucho más preciso, las diferencias individuales no se hallan tan sujetas a la edad cronológica como al grado de discapacidad, fragilidad o dependencia, no siempre en relación directamente proporcional con la edad. Esas diferencias son tan importantes que algunos miembros muy maduros pueden ser encolumnados con discapacitados más jóvenes, integrando conjuntamente un nuevo grupo social. Por último, más que por su edad, la diferenciació n real pronto dependerá del capital social, cultural y relacional acumulado a lo largo de la vida, lo que quiebra, señala Castells, "la relación existente entre la condición social y el estadio biológico en que se basa el ciclo vital".
Otros enfoques científicos también colaboraron para esclarecer la autopercepció n de la vejez. Los aportes de la psicología y la neurología a la gerontología documentaron cierta pérdida de las capacidades intelectuales y mnémicas a medida que progresa el envejecimiento. La contrapartida del reconocimiento de ese deterioro cognitivo son los índices alentadores en la evolución de vida emocional. A juzgar por los estudios dirigidos por la investigadora Laura Carstensen en el Laboratorio de psicología experimental de la Universidad de Stanford, tras el seguimiento de un grupo de 184 personas entre los 18 y los 94 años se concluyó que, aunque los sentimientos positivos se mantienen constantes tanto en los adultos jóvenes como en aquellos que no lo son tanto, con el transcurso del tiempo la frecuencia de sentimientos negativos declina notoriamente. Tras "tocar fondo" alrededor de los sesenta años, los sentimientos negativos en quienes superan esa edad, experimentados en el día a día, son más frecuentes, pero se mantienen por debajo del nivel máximo de los jóvenes veinteañeros. Por añadidura, a medida que se envejece, los sentimientos positivos perduran durante más tiempo mientras que los negativos son cada vez más efímeros.
Esta variabilidad mostraría que la gente mayor regula sus estados emocionales mejor que lo que lo hace la gente joven. Con el paso del tiempo, la sensación creciente de que se cuenta con menos tiempo futuro genera la búsqueda de relaciones emocionales más profundas, a diferencia de lo que ocurre a los jóvenes que, con todo el tiempo por delante, sacrifican a menudo los lazos emocionales en la búsqueda de nuevos contactos y experiencias. Los viejos conviven en redes sociales reducidas, como reducidas son sus esferas de intereses. Pero aun cuando suelan ser vistos como desconectados de muchas actividades o como indiferentes a las oportunidades sociales, se probó que la reducción de su actividad social y de experiencias novedosas les brinda cierta libertad de elegir vivir vidas emocionalmente más satisfactorias.
Victoria pírrica
Seguramente ninguna de las tres miradas en torno a la vejez -ni la despiadada ni la redentora ni la científica- agota por sí sola la complejidad de lo vivido, pues quien la vivencia en su singularidad puede identificarse en mayor o menor grado con una u otra de ellas. Pero en cualquier caso, quien transita esa etapa de la vida suele tener demasiado para darse y para dar a los demás, aunque el imaginario colectivo insiste en representarlo como muy distante de proyectos y sueños por cumplir.
Si la percepción social de la vejez es una construcción cultural, no alcanza a reflejar las diversas maneras en las que puede ser vivida; recuperar la vejez como lo que es, una etapa más de la existencia humana, nos compromete a todos: para quienes ya no son jóvenes, el desafío es resignificar esos años para legarlos a las generaciones más jóvenes, todavía indiferentes a ese futuro que se les antoja tan remoto como impensable.
Cuando ilusoriamente renegamos del tiempo vivido, aferrándonos a una perpetua juventud apócrifa, sólo obtenemos una victoria que, en un mismo gesto, nos condena. Victoria fallida porque, más tarde o más temprano, la vejez nos espera a casi todos los mortales. Y serán los mismos que hoy se vanaglorian de vencer el tiempo, las piezas sacrificiales de un efímero triunfo.
En Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar condensa este pasaje a la sabiduría cuando el emperador reconoce que ha llegado a "la edad en que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada. Decir que mis días están contados no tiene sentido; así fue siempre; así es para todos".
Al fin de cuentas, la vejez asusta porque preanuncia el fin de la existencia humana. Sin embargo, vivimos preñados de incertezas. Y una de ellas, como reza el proverbio, nos recuerda que "Nadie es demasiado joven como para no morir mañana ni demasiado viejo como para no vivir un día más". [giecoleon]
La biblioteca personal de Cortázar se vuelve pública en Internet
El Instituto Cervantes y la Fundación Juan March inauguran una exposición virtual sobre el universo literario de Cortázar. Libros dedicados, firmados, anotados y un costado íntimo y desconocido de uno de los autores más importantes de la historia de la literatura argentina.
Los libros de Cortázar, permite adentrarse por primera vez en la biblioteca del autor de Rayuela, y conocer, a través del testimonio de sus libros, su universo lector.C oordinada por Jesús Marchamalo, la muestra puede visitarse desde esta semana en la página web del Centro Virtual Cervantes http://cvc.cervante s.es/literatura/ libros_cortazar/ /.
Aurora Bernárdez, viuda y legataria universal de Julio Cortázar, donó en 1993 a la Fundación Juan March la biblioteca personal del escritor. Algo más de cuatro mil volúmenes, muchos de ellos dedicados o anotados, que tenía en su casa de parisina: literatura del siglo XX, libros de arte, antiguas ediciones de clásicos castellanos; libros de poesía en inglés o francés, diccionarios.
Dividida en cinco epígrafes -libros firmados, dedicados, anotados, con objetos y formatos curiosos-, la muestra se detiene en un centenar de obras, seleccionadas por su singularidad. Hay libros dedicados por Octavio Paz, José Lezama Lima, Pablo Neruda, Alejandra Pizarnik, muchos de ellos mostrados por primera vez; así como dedicatorias de María Zambrano, Rafael Alberti, Augusto Monterroso, Italo Calvino, Virgilio Piñera, entre otros muchos autores con los que Cortázar tuvo relación, según informó la agencia Europa-Press.
También pueden verse libros con anotaciones manuscritas, a lápiz, bolígrafo o rotulador -comentarios, preguntas-, que muestran la pasión con la que Julio Cortázar leía, y el diálogo que le gustaba establecer con los autores a través de sus libros.
Hay un apartado dedicado a las erratas, que el escritor corregía incansablemente, y sobre las que -en ocasiones- pedía explicaciones en los márgenes del libro a autores y a editores: "¿Por qué tantas erratas?", anota en su edición de Paradiso, de Lezama Lima.
La exposición virtual se interesa también por algunos libros de formatos curiosos, y por una selección de primeras ediciones de obras de Julio Cortázar publicadas tanto en español como en distintas lenguas.
Santiago Gamboa: Vivimos el asedio de la banalidad
El escritor colombiano vino a Buenos Aires a presentar Necrópolis, novela con la que obtuvo el premio La otra orilla 2009. A través de múltiples voces, la obra refleja la violencia actual en sus distintos rostros
Por Héctor M. Guyot | © LA NACION
Desde la terraza del hotel porteño donde se desarrolla la entrevista con Santiago Gamboa se domina la ciudad. En el patio de un edificio vecino, una mujer joven riega las plantas. Unos pájaros cruzan la mañana despejada. De pronto, una sirena estremece el inacabable horizonte de cemento. Ese grito estridente y monocorde, que quizá se abre paso hacia una vida en peligro, parece salido de las páginas de Necrópolis, novela que acaba de obtener el premio La otra orilla 2009, otorgado por el grupo editorial Norma, y que el escritor colombiano vino a presentar en Buenos Aires.
En Necrópolis, la ciudad es una Jerusalén sitiada por la guerra. Reunidos en un hotel asediado por el estruendo de las bombas, los invitados a un congreso de biógrafos exponen vidas de lo más bizarras. En algunos casos, propias y en otros, ajenas. Allí están, por ejemplo, la estrella del porno Sabina Vedovelli, el librero francés Edgar Miret Supervielle y sobre todo José Maturana, un ex convicto y ex drogadicto devenido pastor evangélico que narra su ascensión desde las calles más sórdidas hasta el imperio religioso que construye junto a su salvador, un carismático mesías latino de Miami. "Quería hacer una especie de versión contemporánea del Decamerón, un libro que admiro mucho, para abordar temas como la violencia, la crueldad y la muerte -dice Gamboa, nacido en Bogotá en 1965-. En lugar de una ciudad sitiada por la peste, pensé en un lugar martirizado por la guerra, que es otro tipo de peste. Me pareció una bonita idea que en esa ciudad hubiera un grupo de personas, como en el Decamerón, que se cuentan historias. Obviamente, el marco ideal era un congreso."
En su conjunto, estas historias, que incluyen temas como la droga, la prostitución y el terrorismo, y que están narradas con un lenguaje tan coloquial como crudo y explícito, trazan una pintura de la degradación de la vida en nuestro tiempo. "Escribí esta novela como forma de dar mi mirada personal del mundo contemporáneo a través de la literatura. Es una visión descreída, dura, nihilista, en la que el ser humano aparece como alguien frágil rodeado de peligros y amenazas", cuenta Gamboa, autor de dos libros de relatos y cinco novelas, entre las que se cuentan Vida feliz de un joven llamado Esteban (2000) Los impostores (2002) y El síndrome de Ulises (2005). Traducido a más de quince idiomas, el escritor vive desde hace un año en Nueva Delhi, India, donde se desempeña como consejero cultural de la embajada colombiana.
—En el congreso confluyen personajes de distintas culturas y extracciones, hay académicos y escritores mezclados con estrellas porno y predicadores. ¿Por qué esa diversidad?
—Me gustan las novelas donde hay personajes de distintas procedencias, pues las historias son diferentes de acuerdo al lugar donde ocurren. Los personajes de Necrópolis, sin embargo, tienen en común cierta fragilidad y todos narran el paseo por su infierno personal. A mí me gusta mucho el Bosco y ese tríptico suyo del cielo y el infierno, que también fue parte, como imagen, del impulso inicial de la novela. A los personajes también los iguala la lucha por inventarse una vida desde la precariedad y la orfandad, como si trataran de ser felices en medio de una realidad que les niega todo. Incluso en las vidas más banales hay momentos extraordinariamente heroicos y otros de crueldad o de traición. Cualquier vida, si la miras con cuidado y afecto, te muestra todo lo que hay en la existencia.
—¿Y alcanzan la redención esos personajes de vidas tan duras y por momentos tan sórdidas?
—Los redime precisamente el hecho de contar sus historias. La ciudad, como ellos, está sitiada. La única defensa, tanto de ellos como del lugar, es usar la palabra para transmitir y salvar los relatos que contienen ideas sobre el mundo y sobre la condición humana. Es como si la celebración de la vida en medio de un lugar acosado por la muerte se diera a través de la palabra, a través de las historias.
—Se trata de personajes construidos desde su discurso, desde su voz. ¿Cómo construiste a Maturana?
—Empezó siendo un sueño muy ambicioso: una gran voz que unificara América latina en un personaje que se pregunta por su origen en una calle de Miami. Luego lo reduje al área del Caribe, algo más verosímil. Me gustan los personajes que se narran a sí mismos a través de su voz, a la manera de Manuel Puig, por ejemplo. En este caso, yo mismo tuve que oír primero esas voces antes de volcarlas en la página. Pensaba mucho en Maturana y me parecía que lo oía, hasta que tuve claro cuál era su tono. De pronto escribí un párrafo y me dije: tal como suena esto tiene que sonar todo.
—Hay muchas escenas sexuales en la novela. ¿Qué lugar ocupa la pulsión del sexo en ese mundo marginal y violento que describen algunas de las historias de Necrópolis?
—En el caso de la actriz porno, el sexo es su manera de defenderse del mundo y al mismo tiempo de conquistarlo. Pero además, cuando tú vives una situación de miedo permanente porque no tienes trabajo, porque sientes frío y hambre o tu autoestima está por los suelos, el sexo se convierte en una forma de evadirte y hasta de sentirte vivo, como ocurre con las drogas o el alcohol. En los grupos de inmigrantes ilegales que conocí en París a principios de los años 90 se vivía una sexualidad desorbitada, porque para el sexo no necesitas visa ni documentos, ni siquiera plata. Ese tipo de sexo también refleja síntomas del mundo contemporáneo, como la violencia y la agresión, aunque también puede contener lealtad y hasta amor, una sensación cada vez más rara.
—¿Vivimos en un mundo asediado por la violencia, el caos y la crueldad?
—Vivimos asedios de distintos niveles. En ciertos lugares el asedio es físico y tiene que ver con la guerra y la muerte, con la violencia convertida en secuestro, en tortura, en terrorismo, en crimen indiscriminado, tanto de particulares como de los Estados. Pero hay otros lugares donde el asedio, violento también, parte de la banalidad, de la mirada superficial e inhumana de los demás. Esta agresión ataca también las cosas bellas que el ser humano ha construido durante siglos. Fíjate en la literatura. Hoy está asediada por la banalidad, por la cultura del entretenimiento y la vacuidad. Por ejemplo, el libro más vendido y leído en Estados Unidos durante 1958 fue Lolita, de Vladimir Nabokov. ¿Hace cuánto tiempo que no ocupa ese lugar una obra de carácter literario?
—De algún modo, la novela establece una metáfora de fin del mundo. ¿Compartís esa visión apocalíptica?
—Sin duda tengo ahora una mirada más melancólica sobre el mundo que la que tenía en mis libros anteriores. Veo cada vez menos belleza y más arrogancia y violencia. Todo ser humano lleva dentro de sí un mundo perdido, una visión de la infancia en la que todas las cosas eran más bellas y amables. Pero hoy se ha vuelto normal hacer cosas inmorales sencillamente porque no son ilegales, y se publicitan como si fueran virtudes. Es un mundo grosero, lleno de cinismo. En ciertos lugares eso puede deberse a la falta de educación o a la frustración por la falta de oportunidades. Pero en otros es el resultado de la abundancia, de la arrogancia y el triunfalismo. Eso pasa en ciudades maravillosas como Londres, París o Nueva York. Tú llegas a París o a esas bellísimas ciudades europeas que en su superficie no pueden ser más hermosas y lentamente empieza a aparecer todo esto, es el horror, mientras que llegas a una ciudad como Nueva Delhi o como Nairobi y la superficie es horrorosa, pero lentamente emerge una belleza que está en la gente. Por eso para mí estar en Delhi es una opción de vida.
—Dejaste Colombia muy joven...
—Hace 25 años, a los 19. A mi padre, que era profesor de historia del arte en la universidad nacional, lo invitaron a enseñar por un año en la universidad de Heidelberg, Alemania, y terminó yéndose a Europa toda la familia. Yo me fui a España, donde obtuve una beca para estudiar filología en la Universidad Complutense de Madrid. No tenía el proyecto de irme para no volver. Como dice Bryce, soy un "quedao". Quería escribir, y por entonces creía en la idea romántica de Cortázar y Vargas Llosa de que había que ir a París. Me matriculé en la Sorbona para hacer un doctorado en literatura y allá fui.
—He leído que en París conociste al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, que escribió su obra en los márgenes y por fuera de las grandes corrientes de la literatura latinoamericana.
—Ribeyro me salvó la vida. Casi todo lo que soy es el resultado de haber seguido el camino que él me mostró. A los 24 años yo quería ser escritor pero no sabía cómo, y estaba ocupado en sobrevivir. Hacía mecánica en las calles, lavaba platos, pero no conseguía llevar adelante mi propósito. En Madrid, un amigo peruano me había dado el teléfono de Ribeyro, que entonces tenía 60 años, y un día, con muchos nervios, lo llamé. Le dije que era periodista, mentira, y que quería entrevistarlo. "Qué interés puede tener un escritor como yo en Colombia, si nadie me conoce allí", me respondió con una vocecita. Le dije que para eso estaba yo. "Estoy muy deprimido, llámeme la semana que viene", dijo. Y así durante semanas. Siempre estaba deprimido. Y en una de esas llamadas, cuando ya íbamos a colgar, yo le dije que también estaba deprimido. "¿Qué le pasa?", me preguntó, y le conté. "Ah, eso cambia todo, venga mañana", dijo. Y ahí arrancó una amistad. Enseguida convocó a sus amigos peruanos para que me ayudaran. Ribeyro había trabajado como 14 años en la agencia AFP, y un amigo suyo me empezó a llevar allí por las noches, a partir de las 12, cuando no había jefes, para que aprendiera a usar los teletipos y a escribir cables. La idea era entrenarme para hacer el test de ingreso a la agencia. A las tres semanas se desató la Guerra del Golfo, la primera, y necesitaron gente. Hice el test y me tomaron. Empezaba a vivir de la escritura gracias a Ribeyro. Todavía no me atrevía a contarle que yo quería ser escritor serio. Quería llegar un día a verlo con algo publicado bajo el brazo, pero él murió cinco meses antes de que yo publicara mi primer libro. Sin embargo, él se daba cuenta. En una la dedicatoria de uno de sus libros, me puso: "Para Santiago, joven escritor".
—¿Cómo has llegado a Nueva Delhi?
—Desde hace cuatro años hago diplomacia en el área cultural. Primero fui a la Unesco, en París. Hace un año quedó libre el cargo de consejero cultural en Delhi, la embajada colombiana en la India me lo propuso y acepté. Fue el traslado más sencillo de la historia de la diplomacia colombiana. Dejaba París, a donde todos quieren ir, para ir a una ciudad como Nueva Delhi.
—¿Y qué has encontrado allí?
—Me gusta mirar el resto del mundo desde allá. Desde la diversidad de la India el mundo se ve en unas dimensiones curiosísimas. Europa entera es una sola cosa. Y con esa perspectiva te das cuenta de que la europea es una cultura preponderante, pero no la única. Y este cuento de la globalización. .. La idea de que el mundo se va a uniformizar por el hecho de que haya tiendas Benetton en todos los aeropuertos del mundo sólo la puede creer alguien que no conoce el mundo. Además, India es hoy uno de los países más prolíficos en buenos escritores. Tienen un elenco extraordinario. Están Vikram Seth, para mí uno de los mejores escritores vivos del mundo, Salman Rushdie, Amitav Ghosh, Arundhati Roy. Y ellos son escritores que escriben en inglés, cosa que en la India se mira con cierta sospecha. Allá hay más de 30 lenguas oficiales, y hay literatura en todas ellas. India es como un reino lleno de diversidad. [giecoleon]
Hombres, espejos, mujeres, un edén y algún purgatorio
Otilia Umaga, la mulata de Martinica de Lidia Barugel, efecto sincretista para un gran relato.
Por Horacio Someraro | © La Gaceta
Miles de cuentos y novelas tratan sobre los espejos. Escribir sobre ellos es un desafío a la originalidad. Otilia Umaga, la mulata de Martinica -novela breve ganadora del Premio Juan Rulfo 2008- amerita plenamente, por su sutil sensualidad y por la atmósfera lograda, esa distinción.
Una brasileña y un holandés dueño de una posada de Senegal protagonizan un encuentro especial. Sobre este trasfondo contarán su historia. Pero será un espejo revelador el que a través de su trashumante devenir, nos muestre a otra pareja protagonista de la novela en un tiempo lejano: un belga traficante de esclavos -casado con una española de Sevilla- y una mulata de Martinica, quien aparece tarde pero con participación decisiva.
Con narrativa tan exótica como atrayente, la autora nos conduce a una mezcla de edén y de purgatorio. El tratamiento de las pasiones y conductas humanas en un clima tórrido y sensual, coexiste con la frescura y la originalidad de su prosa. Sobre el final se acentúan las características del realismo mágico -tan caro a Juan Rulfo- en un encuentro especular inesperado y fascinante.
La ruptura de los planos temporales, la natural narración de hechos no convencionales o fantásticos así como la minuciosa descripción de personajes y elementos en el plano real, conviven eclécticamente con elementos míticos afroamericanos, apariciones, y religiosas católicas. Pero es la prosa detallista y erótica de Barugel la que sumerge al lector en esa escenografía con ritmo de tambores senegaleses y temperamentos fuertes, logrando un efecto sincretista en esta sorprendente novela. [lilibrik]
El encuentro que cambió la filosofía
En Gilles Deleuze y Félix Guattari (Fondo de Cultura Económica) el historiador francés traza la biografía compartida de una de las díadas más prolíficas del campo intelectual
Por Francois Dosse | © LA NACION
La obra de Gilles Deleuze y de Félix Guattari todavía sigue siendo un enigma. ¿Quién escribió? ¿El uno o el otro? ¿El uno y el otro? ¿Cómo pudo desplegarse una construcción intelectual común de 1969 a 1991, más allá de dos sensibilidades tan diferentes y de dos estilos tan contrapuestos? ¿Cómo pudieron estar tan juntos sin renunciar nunca a una distancia manifestada en el recíproco tratamiento de usted? ¿Cómo trazar esta aventura única por su fuerza propulsora y por su capacidad de hacer surgir una suerte de "tercer hombre", fruto de la unión de ambos autores? Parece difícil en los escritos seguir lo que corresponde a cada uno. Evocar un hipotético "tercer hombre" sería apresurarse, sin duda, en la medida en que a lo largo de su aventura común uno y otro supieron preservar su identidad y hacer un recorrido singular.
En 1968, Gilles Deleuze y Félix Guattari viven en dos galaxias diferentes. Nada predestina el encuentro de estos dos mundos. Por un lado, un filósofo reconocido, que ya ha publicado una buena parte de su obra, y por el otro, un militante que se encuentra en el campo del psicoanálisis y de las ciencias sociales, administrador de una clínica psiquiátrica y autor de algunos artículos. [...] La explosión de Mayo de 1968 fue un momento tan intenso que permitió los encuentros más improbables. Pero de manera más prosaica, hubo en primer lugar, al comienzo de este encuentro, un intermediario [...]: el doctor Jean-Pierre Muyard, médico en La Borde; da cuenta de esto la dedicatoria personal que le escribe Félix Guattari en la primera obra común, El anti-Edipo: "A Jean-Pierre, el verdadero culpable, el inductor, el iniciador de esta empresa perniciosa".
Jean-Pierre Muyard estudia medicina en Lyon a fines de los años 1950. Militante en el ala izquierda de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF) que se opone activamente a la guerra de Argelia [...], llega a ser presidente de la sede de Lyon, en 1960. Conoce a Jean-Claude Polack, por entonces presidente de la Asociación General de Estudiantes de Medicina de París. [...]. Se encuentra con Guattari por primera vez en un seminario de la oposición de izquierda, que tiene lugar en 1964 en Poissy [...]:
Recuerdo la impresión, yo diría fisiológica, que me dio Guattari enseguida, una especie de estado vibratorio cautivante, como un proceso de conexión. El contacto con él tuvo lugar allí, yo adherí más al movimiento de energía que a la personalidad, a la persona. Su inteligencia era excepcional, el mismo tipo de inteligencia que Lacan, una energía luciferina. Lucifer es el ángel de la luz.
Nicole Guillet le pide a Muyard en 1966 que se instale en La Borde, donde faltan médicos, para poder enfrentar la afluencia de internados. Éste se instala en la clínica durante un tiempo, hasta 1972. Por los compromisos asumidos, por su actividad profesional en La Borde, "Doc Mu" se integra plenamente en la "pandilla de Félix".
Cuando estudiaba en Lyon, Muyard había escuchado hablar de Deleuze a sus entusiastas compañeros de la Facultad de Letras. Tiene algunas amistades en Lyon y viaja a esta ciudad de vez en cuando. En 1967 lo seduce la presentación que Deleuze publica sobre Sacher-Masoch. Los dos hombres se hacen amigos y Deleuze, deseoso de conocer mejor el mundo de los psicóticos, empieza a dialogar de manera frecuente con Muyard: "Me dice: yo hablo de la psicosis, de la locura, pero sin ningún conocimiento de adentro. Al mismo tiempo tenía fobia a los locos. No habría podido permanecer ni siquiera una hora en La Borde".
En 1969 Muyard se harta del activismo desenfrenado que Guattari despliega en La Borde [...]: "Dependía de eso que hoy se les da a los niños hiperactivos, un medicamento que se llama Retalina. Había que encontrar una manera de calmarlo. Y decía que quería escribir, pero no escribía nunca". Muyard concibe una estratagema: decide poner en contacto a Deleuze y Guattari. Así, en junio, conduce en su coche a Félix Guattari y a François Fourquet hasta Saint-Léonard- de-Noblat, en el Lemosín. La seducción es mutua e inmediata, Guattari es inagotable sobre los temas que interesan a Deleuze, la locura, La Borde y Lacan -acaba de preparar una ponencia inicialmente destinada a la Escuela Freudiana de París sobre "Máquina y estructura"- . En su demostración retoma conceptos de Deleuze de Diferencia y repetición y Lógica del sentido.
Este texto es importante. Hasta aquí, Guattari había mantenido su postura de discípulo de Lacan y empezaba a presentarse como un interlocutor, deseando ocupar incluso, frente al maestro, la posición de compañía dilecta.
La ambigüedad de la actitud de Lacan hacia él, y su decisión de privilegiar el clan de los althusserianos- maoístas de la calle Ulm, como Miller y Milner, deja a Guattari en la sombra [...].
Deleuze, por su parte, se encuentra en un momento crucial [....]. Después de dedicarse a la historia de la filosofía, con Hume, Kant, Spinoza y Nietzsche, acaba de publicar, en 1969, dos libros más personales: su tesis Diferencia y repetición y Lógica del sentido. Pero la filosofía es vivamente cuestionada en ese entonces por el estructuralismo y su ala de avanzada, el lacanismo. El "psicoanalismo" ambiente y el entusiasmo general por Lacan suenan como un desafío para el filósofo, y el encuentro con Guattari le ofrecerá una magnífica ocasión para responder a esto.
Cuando conoce a Guattari, Deleuze está convaleciente. Enfermo de tuberculosis, el año anterior se ha sometido a una intervención quirúrgica, en la que se le extrajo un pulmón. Esto lo hace padecer una insuficiencia respiratoria crónica hasta su muerte. Agotado, descansa en la calma del Lemosín. Pero el agotamiento es también una apertura [...]. Este estado es propicio para un encuentro, más aun si se tiene en cuenta que Deleuze vive por entonces al borde de otro abismo, del que habla en El abecedario: el alcoholismo. El encuentro con Guattari es esencial para salir de este callejón sin salida.
Para proseguir [...] el diálogo iniciado con Deleuze sobre la psiquiatría, Muyard sugiere que Deleuze y Guattari se encuentren en Dhuizon, en el castillo que alquila Guattari, cerca de La Borde. Aquí es donde el trío formado por Gilles Deleuze, Jean-Pierre Muyard y Félix Guattari debate sobre el contenido de la obra que será El anti-Edipo. Una carta de François Fourquet a su amigo Gérard Laborde, fechada el 19 de agosto de 1969, evoca la atmósfera que reina en Dhuizon:
Aquí el contexto es divertido. La presencia de Deleuze en Dhuizon ha generado una serie de fenómenos, y en mi opinión, esta serie va a prolongarse por mucho tiempo. Hay mucha gente en Dhuizon: además de Félix y Arlette, están Rostain, Liane, Hervé, Muyard, Elda, etc., y toda esta gente bulle alrededor de una escena primitiva que se repite cada mañana: Félix y Deleuze crean intensamente, Deleuze toma notas, ajusta, critica, remite las producciones de Félix a la historia de la filosofía. Para resumir, es algo que funciona, y deja algunas huellas de perturbaciones en la pequeña familia (donde nos incluimos Geneviève y yo), tanto más cuanto que uno de los hermanitos tiene el privilegio de asistir al combate de los dioses: Muyard, que históricamente fue el hacedor del encuentro con Félix.
Muyard actúa un poco como intermediario, antes de esfumarse: "Había hecho mi trabajo, Mefisto se retira. Tenía la intuición de que ya no estaba en mi lugar, aunque Deleuze tenía ganas de trabajar conmigo y quería que estuviera presente en las sesiones, yo sentía que a Félix le molestaba. La operación alquímica funcionó, y por muchos años".
Antes de su primer encuentro, Deleuze y Guattari habían tenido algunos intercambios epistolares, en la primavera de 1969, testimonio de la amistad que nacía:
Querido amigo, con todo, debo encontrar la manera de decirle hasta qué punto me conmueve la atención que ha dedicado usted a los diferentes artículos que le he hecho llegar. Una lectura lenta, con lupa, de Lógica del sentido me hace pensar que hay una suerte de homología profunda de "punto de vista" entre nosotros. Encontrarme con usted, cuando le sea posible, constituye para mí un acontecimiento ya presente retroactivamente a partir de varios orígenes,
escribe Guattari el 5 de abril de 1969; en la misma ocasión informa a Deleuze acerca de su bloqueo para escribir y su incapacidad de dedicar el tiempo necesario a la escritura a causa de sus actividades en La Borde. En cambio, tiene la impresión de estar en comunicación con Deleuze como por ultrasonido con Lógica del sentido. En una carta anterior que envió a una de sus antiguas estudiantes, Ayala, Deleuze expresa su interés en reunir todos los textos que le ha comunicado Guattari. Félix permanece dubitativo: "¿No es todo esto una especie de fanfarronería, de estafa?"
Pero tiempo después, en mayo de 1969, Deleuze escribe a Guattari:
También siento yo que somos amigos antes de conocernos. Por eso, discúlpeme si insisto en el punto siguiente: es evidente que inventa y maneja usted cierto número de conceptos complejos muy nuevos e importantes, fabricados en relación con la investigación práctica de La Borde: por ejemplo, fantasma de grupo; o bien su concepto de transversalidad, que me parece que tiene la naturaleza necesaria para superar la vieja pero siempre resucitada dualidad "inconsciente personal-inconscien te colectivo".
Deleuze estima que estos conceptos requieren una elaboración teórica y no acuerda con Guattari cuando éste pretende que la efervescencia reinante no es el momento más propicio para hacerlo, ya que esto equivaldría a afirmar "que sólo se puede escribir de verdad cuando todo está bien, en vez de ver en la escritura un factor modesto pero activo y eficaz para liberarse por un tiempo de la furia del combate y sentirse uno mismo mejor". Deleuze trata de convencer a Guattari de que ha llegado el momento de esta elaboración teórica. Finalmente, "la otra solución, publicar los artículos como están, se vuelve deseable y es lo mejor". Esto será Psicoanálisis y transversalidad, publicado en 1972, con prefacio de Deleuze.
El 1º de junio de 1969 Guattari le confiesa a Deleuze sus debilidades y las razones de su "descontrol extremista". En la base de este desorden de escritura habría una falta de trabajo, de lecturas teóricas constantes y miedo de volver a hacer lo que ha sido abandonado durante demasiado tiempo. A esto habría que añadir una historia personal compleja con un divorcio próximo, tres hijos, la clínica, conflictos de todo tipo [...] En cuanto a la elaboración propiamente dicha, para él "los conceptos son conceptos utensilios, cosas".
Inmediatamente después del primer encuentro de junio de 1969, Deleuze le escribe a Guattari para darle algunas precisiones sobre la manera de enfocar un trabajo común: "Habría que abandonar evidentemente todas las frases de cortesía, pero no las formas de la amistad que permiten que uno le diga al otro: usted descubre, no comprendo, así no es..., etc. Sería preciso que Muyard participe por completo en esta correspondencia. Sería preciso, por último, que no haya una regularidad forzada". De sus primeros intercambios, Deleuze destaca
que las formas de la psicosis no pasan por una triangulación edípica, en todo caso, no de la manera en que se dice. En primer lugar, esto es lo esencial, me parece... Salimos mal del "familiarismo" del psicoanálisis, de papá y mamá (mi texto, que usted leyó, es completamente tributario de esto). [...] Se trata de mostrar cómo, en la psicosis, por ejemplo, los mecanismos socioeconómicos son capaces de alcanzar en crudo el inconsciente. Esto no quiere decir, evidentemente, que lo alcancen tal cual son (así, plusvalía, tasa de beneficio... ), quiere decir algo mucho más complicado, que abordó usted en otra ocasión, cuando decía que los locos no hacen simplemente cosmogonía, sino también economía política, o cuando consideraba usted con Muyard una relación entre una crisis capitalista y una crisis esquizofrénica.
Añade que la manera en que las estructuras sociales alcanzan "en crudo" el inconsciente psicótico podría captarse gracias a los dos conceptos de Félix Guattari "de máquina y de autoproducció n" que aún no conoce bien. Deleuze también está de acuerdo con Guattari en su crítica del familiarismo:
La dirección que usted señala me parece muy rica por la siguiente razón: nos hacemos una imagen moral del inconsciente, ya sea para decir que el inconsciente es inmoral, criminal, etc., aun si se agrega que está muy bien que así sea, ya sea para decir que la moral es inconsciente (superyó, ley, transgresión) . Yo le había dicho una vez a Muyard que no era así, que el inconsciente no era religioso, que no tenía ni "ley", ni "transgresión" , y que esto era una idiotez [...] Muyard me respondió que yo exageraba, que la ley y la transgresión, según Lacan, no tenían nada que ver con todo eso. Seguramente tenía razón, pero no importa, pues, no obstante, toda la teoría del superyó me parece falsa, y también toda la teoría de la culpa. [...]
Guattari responde con rapidez a Deleuze, el 19 de julio, y hace explícito su concepto de máquina que "expresa, por metonimia, la máquina de la sociedad industrial". Además, el 25 de julio, Guattari envía a Deleuze algunas notas que ya postulan un rasgo de equivalencia entre el capitalismo y la esquizofrenia: "El capitalismo es la esquizofrenia, en tanto que la sociedad-estructura no ha podido asumir la producción de ´esquizo´".
Desde el principio la relación se sitúa en el corazón de los envites teóricos. Ella surge de una complicidad amistosa e intelectual inmediata. Sin embargo, esta amistad nunca es fusional, y entre ellos el tratamiento de usted siempre es de rigor, mientras que cada uno por su lado tutea con facilidad. [...] Cada uno respeta al otro y a su red de relaciones, en su diferencia. La condición misma del éxito de su empresa intelectual común se basa en la movilización de todo lo que constituye la diferencia de sus personalidades, en poner a trabajar lo que contrasta, y no en una ósmosis ficticia. Ambos tienen una concepción muy elevada de la amistad: "Habían conservado esa distancia que Jankélévitch llamó la ´distancia amativa´, que es una distancia que no se fija. En oposición a la distancia gnoseológica, la distancia amativa corresponde a un acercamiento/ alejamiento" . Es claro que Guattari, por la angustia que le ocasiona el tête-à-tête con Deleuze, y porque siempre ha funcionado "en grupo", hubiera querido incluir a sus amigos del Centro de Estudios, de Investigaciones y de Formación Institucionales (Cerfi). La llegada de Deleuze a Dhuizon es la oportunidad: el primer círculo del Cerfi está allí y sólo quiere participar. Pero -el testimonio de François Fourquet es muy claro- de ninguna manera puede ser así: a Deleuze le horrorizan las discusiones de grupo sin apuntalamiento, no puede y no quiere pensar más que en un trabajo de a dos o, como máximo, de a tres.
La compañera de Guattari, Arlette Donati, comunica a Félix las reticencias de Deleuze. La elaboración de su primer libro se hace sobre todo por vía epistolar. Este dispositivo de escritura que han convenido altera la vida cotidiana de Guattari, que debe sumergirse en un trabajo solitario al que no está acostumbrado. Deleuze espera que él se siente a su mesa de trabajo no bien se levanta, que ponga en papel sus ideas (tiene tres por minuto) y, sin siquiera releer lo que ha escrito, le envíe todos los días el producto de sus reflexiones en estado bruto. Somete entonces a Guattari a esta ascesis que le parece indispensable para que supere sus problemas de escritura. Guattari se entrega al juego por completo, y se retira en su despacho, donde trabaja como un condenado.
Él, que vivía dirigiendo a sus "pandillas", se encuentra confinado en la soledad de su cuarto de trabajo, todos los días hasta las 16. Recién por la tarde va a La Borde, a hacer una visita rápida [...] Jean Oury vivió este cambio como un "abandono": Guattari, omnipresente en la vida cotidiana de La Borde, se interesa menos en la clínica y se consagra a su trabajo con Deleuze. Su compañera, Arlette Donati, debe llevarle el almuerzo, pues no se permite ninguna pausa.
[...] El dispositivo de El anti-Edipo está constituido por el envío de textos preparatorios, escritos por Guattari, que Deleuze trabaja y afina con miras a la versión final: "Deleuze decía que Félix era el que encontraba los diamantes, y él los pulía. Guattari sólo tenía que enviarle los textos como los escribía, y él los arreglaba. Así ocurrió". Su realización común, pues, se basa más en el intercambio de textos que en el diálogo, aun cuando establecen una reunión de trabajo semanal en casa de Deleuze [....]. Cuando hay buen tiempo, Deleuze va a ver a Guattari, pero lejos de la locura, que no puede soportar [giecoleon]
Dominicanish
La magia del teatro bien hecho cambia a quien lo hace y a quien lo ve. El cierre de los 10 años de Dominicanish y la forma en que nos invita a bregar con la diferencia es prueba de ello.
Por Esther Hernández Medina | © Clave Digital
Ojos mirando el horizonte. Llenos de miedo, de sorpresa, de esperanza. Brazos y manos sosteniendo un remo, intentando remar contra viento y marea. Un cuerpo de mujer doblándose en cámara lenta, nadando casi entre sueños. Lo veo y lo siento. El agua, la desesperación, el fracaso, otra vida perdida al mar… en el mar…
Esa es una de mis partes favoritas de Dominicanish, la obra escrita y presentada por Josefina Báez desde el 1999 hasta el fin de semana pasado. Esa secuencia sin texto, sin explicaciones, con lo estrictamente necesario me daba "teriquito". Tres veces vi la obra y tres veces se me pusieron los pelos de punta. ¿Qué más se le puede pedir al teatro que ese nivel de dedicación y de honestidad? Nada más.
Como teatrista había tenido el privilegio de trabajar con gente que admiro como Claudio Rivera, Viena González, Arturo López, la gente de Teatro Proyección… Recién tuve el honor de trabajar con Josefina Báez en el cierre de Dominicanish pero no había visto la obra completa. Y cuando por fin la vi no lo podía creer. Ya había leído el libro y me había maravillado con su poesía. Ya había visto a Josefina ensayando. Ya había oído del trabajo de Claudio Mir como director y de Ross Huff como músico. Y había leído las excelentes críticas sobre las presentaciones de la obra en Nueva Zelanda, Perú, Los Angeles, India, Miami…
Pero es que no era posible estar preparada para lo que vi y sentí. Y es que Dominicanish la obra y Dominicanish el libro destapan muchos silencios. El silencio sobre la complejidad de la migración ("aquí también los pantis se tienden en el baño"), el cuestionamiento a la discriminació n ("me junto con el pájaro de la esquina"), el rechazo al rol de mujer sumisa ("girl loves you! she does, she doesn't") o la construcción deliberada de quien queremos ser ("hablo como boricua y me peino como morena") en las múltiples recogidas de "foni uno" que hacemos en la vida.
Por ejemplo, Sophie Maríñez destaca cómo en Dominicanish se cuestiona la idea de que la identidad dominicana permanece como una foto sin cambios. Dominicanish rompe con estos esquemas precisamente al negarse a "representar" o "retratar la dominicanidad" como si hubiera un modelito único de Dominicanidad 01 a representar o a retratar. Otro estudioso de la obra, Danny Méndez, plantea que incluso el título sugiere diferentes modalidades y grados de "dominicanidad" .
Como les decía en otro artículo, es importante no confundir espejos y espejismos. Todos y todas tenemos en la cabeza "espejos" que reflejan lo que vemos y sentimos como parte de la comunidad que somos como nación. Para unos puede ser la pelota, para otras puede ser una forma de hablar ("el dominicano no se emborracha, se da un jumo"), un tipo de comida (¿queso frito? ¿mondongo? ¿sancocho?), nuestro apego a ciertas partes del país, de nuestra ciudad (esté o no en República Dominicana) o simplemente a lo que tenemos en común con familia y amistades.
Sin embargo, los "espejismos" son imágenes falsas a las que nos queremos aferrar como si reflejaran una realidad fija en el tiempo. Decía antes y repito ahora que lo que somos como nación no está tallado en piedra. Cambia mucho mas rápido de lo que creemos. Y parte de ese cambio se da por nuestro contacto con otras experiencias. Dominicanish nos recuerda que no hay fórmulas ni atajos en la construcción de nuestra identidad ya sea como seres humanos o como comunidad.
Por eso no me sorprendió la variedad de la gente involucrada en el cierre de la obra. Esa diversidad nos recuerda lo importante que es ver la diferencia no como una amenaza sino como una puerta de entrada. Las y los académicos que expusieron en el "Dialogue Dominicanish" provenían de República Dominicana, Granada, Perú, Estados Unidos y Canadá. Las y los artistas visuales que están presentando sus obras en la exposición "OM is 10" son de la India, México, Estados Unidos, República Dominicana, Chile, Italia y Brasil. Tanto el seminario como la exposición han generado una conversación y un intercambio impresionantes. O sea, que la diferencia no es tan mala después de todo. ¿Aceptaremos la invitación? [Esther Hernández Medina, socióloga y economista. Candidata doctoral en la Universidad de Brown, EEUU]
Algunos apuntes sobre La Cosa Nostra Dominicana
La Cosa Nostra Dominicana de Diógenes Abreu fue representada en New York del 23 al 26 de octubre de 2009 Centro Cultural Cívico Dominicano.
Por Carlos Manuel Rivera | © mediaIsla
Finalizó el siglo veinte, dejando inmersa La Cosa Nostra Dominicana como márgenes y subalternos que hemos llegado hasta la saciedad de incertidumbres, preguntas, cuestionamientos, ambigüedades y disyuntivas, quizás oximorónica, y aún no resueltas. Como si fuera poco, comenzó un nuevo milenio, con ya una década desde su inicio, donde las premisas continúan y no se resuelven.
De esta forma, el proletario se fragmenta, se dispersa, invirtiéndose sus valores y desenmascarándose a los paradigmas y saberes absolutos que se les vendían como alicientes paradisíacos en un mundo sin sentido y de angustia existencial. Entonces, ¿qué nos queda como clase obrera y oprimida por el poder? Podía, a lo mejor, señalarse que nos ampara una utopía democrática o socialista con metanarrativas empequeñecidas, como organismos microscópicos que acentúan sus dispersiones, rizomas y dislocaciones para transgredir y subvertir a la hegemonía.Sin embargo, a pesar de estas preguntas sin respuestas inmediatas, nos inclinamos a visualizar a un capitalismo tardío que prosigue su cometido, mientras canivaliza y excede su corriente necrofílica que admira y erotiza su Cadáver exquisito.
De esta manera, el Otro situado frente al poder, confunde su línea fronteriza, su liminalidad; un limbo, donde el narcotráfico compite con el mercado de los precios de petróleo, utilizándose a través de un camuflaje, en el cual el caos empresarial y organizativo, nacional, o institucional se figuran fuera de la culpa. Así, el consumo, el deseo insatisfecho, el crimen, la delincuencia, la prostitución, por mencionar algunos conflictos de nuestra vida, se colocan como signos de una marcada civilización versus barbarie latinoamericana y antillana que desborda abyectamente por los confines del primer mundo. Es decir, Europa y Estados Unidos prometían grandes ágapes a sus súbditos y ahora la ruptura de fronteras, las nuevas cartografías, las nuevas identidades, subjetividades y sensibilidades y los crecientes transnacionalismos, privatizaciones y desmantelamientos de sistemas, se derrochan por un mundo real, virtual e hiperreal, en el cual la brújula y sus puntos cardinales agotan sus baterías y cargas electrónicas, para encausar la encrucijada y abrazar a las partículas cuánticas que nos esperan abiertas en un universo social fractal.
Ahora, no es que ansiemos una contestación a nuestras reflexiones, ni que tampoco se nos diseñen soluciones a los ingredientes que hemos colocado, sino nuestra sociedad o nuestra cotidianeidad de esa práctica diaria sea un antídoto en lo que digerimos paulatinamente lo que Diógenes Abreu nos sugiere con su obra La Cosa Nostra Dominicana.
II
En la primera parte de nuestras reflexiones comentábamos sobre la problemática de incertidumbre, vaciedad, angustia existencial, quizás detenimiento aparente, o fosilización de las multiplicidades de clases marginales y oprimidas latinas, caribeñas y africanas, por decir algunas, en el interior de las sociedades del primer mundo. Sin embargo, nos preguntamos ¿que nos brinda este escrito de Abréu para una puesta en escena? ¿A partir de una lectura del texto, qué encontramos como recursos? Para ello, una ligera respuesta nos dirige a recrear aquellas propuestas del Nuevo Teatro Latinoamericano sesentista-setentis ta que los Grandes Maestros, como Dragún, Buenaventura, Boal, Díaz, Carballido y Santaliz, por mencionar varios de ellos, proponían para provocar el cambio social, la revolución a bases de utopías e ideologías de un sistema de sociedad sin clases, y la descolonizació n.
No obstante, en el texto, sus discursos se quedan aparentemente como comentarios planos de sus personajes que los inclinan a una sociedad, donde la clases sociales proletarias han llegado a esa inutilidad, delincuencia, crimen, drogadicción, violencia y lumpenización que la hegemonía propone con su poder a base de la segregación, la impotencia y la dependencia. De ahí que visualicemos cómo esto no da pie para comprender varias fuentes que El Nuevo Teatro Latinoamericano dejó como un legado de metodologías, poéticas y teorías vigentes para un nuevo giro social y político en lo que va desde el fin y el principio de un milenio.
Entonces, ¿qué nos aproxima este texto para la puesta en escena? Buscando una contestación vemos que cada día en el mundo teatral latinoamericano se han desarrollado varias realizaciones que si bien cancelan algunas de las anteriores, no las abandonan completamente por la caída del socialismo real, las dictaduras, golpes de estados y los vaivenes políticos y sociales de su mundo en los confines de sus países originales y en las interioridades de las ciudades de Europa y Estados Unidos, acrecentándose debido a las emigraciones o diásporas de diario, como también al neoliberalismo y al libre mercado, salvaje, transnacional y global. Por lo tanto, decir que las prácticas del teatro del oprimido de Augusto Boal, de la creación colectiva de Buenaventura, del teatro pobre de Santaliz, del teatro del absurdo latinoamericano de Dragún y Díaz, por dar algunos ejemplos, pasarían a ser técnicas, metodologías, lenguajes y discursos dramáticos obsoletos, sería una postura atrevida.
Ahora, habría que resemantizar y reconstruir estas manifestaciones desde otras perspectivas. Es decir, un montaje para esta pieza del teatro dominicano en Estados Unidos necesita un apertura hacia el happening, el performance, la multimedialidad, con el objetivo de provocación más que transformació n, dejando la pregunta abierta mediante el recurso de la sugerencia, donde sus metadiscursos proyecten fragmentación, heterodoxia, semiosis infinita de significantes y significados, por expresar algunas de ellas. Se debe elaborar un teatro antidogmático, multidimensional y desconstructivo, en el cual no haya una linealidad del discurso ni donde la estructura logocéntrica apele a la absolutizació n y al endoctrinamiento como el teatro de sus predecesores. Su justificación estaría en el mismo libreto que produce su dramaturgo para revelar la problemática dada anteriormente.
Al presentarnos un mundo paralizado en sus problemas sociales sin resoluciones como destrucción, absurdo, nihilismo, anarquía de las clases menos privilegiadas de estos dominicanos en espacios de la cultura dominante, como un círculo vicioso sin salidas, sería encomendable que se nos represente un espectáculo, en donde domine la interdisciplina del testimonio de estas clases sociales, el movimiento corporal, la pantomima, el teatro invisible y de foro boaliano, a través de la repetición, la desintegració n del lenguaje escénico racional y mimético, en el cual prevalezca el pastiche, la parodia y la ironía, por mencionar algunas tonalidades.
¿Cómo nos explicaríamos esta formalización estética? Su respuesta casi inmediata nos surge cuando observamos un mundo de hibridaciones culturales, políticas, sociales y económicas, en la cual su arte revelador emite una caja de resonancia polifónica, donde sus unidades temáticas, espaciales y temporales se diluyen en muchas capas partículas que el palimpsesto neo-milenario oculta y desoculta desde el juego con la esencia y la apariencia de los grupos sociales dominicanos en Estados Unidos. Queda ahora esperar para disfrutar una expresión artística a la cual no deseamos reprimir su libre creación.
Puertas y ventanas
Ajuste de cuentas
Una antología critica de la poesía colombiana del siglo XX por Harold Alvarado Tenorio http://www.antologi acriticadelapoes iacolombiana. com/
Poeta Invitado
Les invito a visitar la nueva página del Poeta Invitado, esta vez incluyo una selección de la poesía de Haydee Ramírez de Arellano, quien falleciera en 2008: http://poeta. invitado. googlepages. com/haydeeramire zarellano. Espero que disfruten. Alberto Martínez-Márquez.
Primer Concurso Latinoamericano de Novela
El Fondo Cultural del ALBA, a través del Centro Cultural Dulce María Loynaz, convoca al Primer Concurso Latinoamericano de Novela ALBA NARRATIVA 2010 para autores menores de 40 años. El Primer Concurso Latinoamericano de Novela ALBA NARRATIVA 2010 se regirá por las siguientes bases:
1. Podrán concursar autores de cualquiera de los países de América Latina y el Caribe, independientemente de su lugar de residencia, con obras originales e inéditas, cuyos derechos de publicación no estén comprometidos con ninguna editorial, agente literario o cualquier otra forma de relación jurídica, y que no estén concursando simultáneamente en otro premio.
2. Las novelas, escritas en castellano, de cualquier tendencia estética y tema libre, deberán tener un mínimo de 120 páginas (180 000 caracteres) y un máximo de 400 páginas (600 000 caracteres), bajo el sistema de plica o seudónimo, deberán presentarse por duplicado y acompañarse de una copia en soporte digital.
3. Se adjuntará en el mismo envío un sobre cerrado, que contendrá en su interior el nombre, la fotocopia del documento de identidad o acreditativo de la nacionalidad, la dirección postal, el teléfono, y la dirección electrónica del autor, así como un breve currículo. En el exterior del sobre se consignará el título de la obra y el seudónimo del autor.
4. No se aceptarán originales ilegibles, mal encuadernados, o que no se ajusten a cualquiera de las bases. Los organizadores crearán un Comité de Admisión cuya función será garantizar el cumplimiento de estos requisitos.
5. Los trabajos podrán enviarse por correo postal o entregarse personalmente en la sede de la institución en La Habana, destacando que participan en el Primer Concurso Latinoamericano de Novela ALBA NARRATIVA 2010. Centro Cultural Dulce María Loynaz. 19 y E, El Vedado, Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana, CUBA. CP. 10 400.
6. Se aceptarán envíos por correo electrónico que se ajusten a las bases y sean realizados en formato word, letra Times New Roman, 12 puntos, antes de la fecha límite y a la dirección albanarrativa2010@ loynaz.cult. cu lo cual será confirmado mediante respuesta de recepción del envío. Se deberán adjuntar en un mismo envío dos documentos: uno con la novela que se presenta a concurso y otro que contenga los datos del autor solicitados en la base 3.
7. El plazo de admisión de originales finalizará el 28 de enero de 2010. Solo se aceptarán los envíos que, con fecha postal dentro del término de la convocatoria, lleguen antes del comienzo de los trabajos del Jurado.
8. El Premio Latinoamericano de Novela ALBA NARRATIVA 2010 consistirá en diploma acreditativo, quince mil dólares (15.000.00 USD o su equivalente en la moneda del país del autor premiado) y la publicación del libro ganador. Se otorgará un accésit consistente en diploma acreditativo, diez mil dólares (10 000.00 USD o su equivalente en la moneda del país del autor premiado) y la publicación del libro.
9. La retribución monetaria del premio y el accésit cubren el pago de los derechos de autor para una primera edición de hasta 10 000 ejemplares, realizada por el FONDO CULTURAL DEL ALBA. Cualquier edición posterior deberá hacer constar que la obra obtuvo el reconocimiento del Premio ALBA NARRATIVA 2010.
10. El Jurado estará integrado por narradores latinoamericanos de reconocido prestigio en número impar. Su veredicto será inapelable.
11. Las sesiones del Jurado formarán parte del programa de actividades de la XIX Feria Internacional del Libro CUBA 2010, que se realiza entre febrero y marzo de cada año, donde dará a conocer su veredicto.
12. El premio principal y/o el accésit o ambos podrán ser declarados desiertos por el Jurado si, a su juicio, no hay obras con calidad suficiente para obtenerlos, pero no podrá dividirlos. También podrá destacar como finalistas otras novelas que a su juicio merezcan reconocimiento, sin que implique un compromiso editorial para el FCA.
13. No se mantendrá correspondencia acerca de los originales presentados y los mismos no serán devueltos a sus autores.
14. La participación en el Concurso Latinoamericano de Novela ALBA NARRATIVA 2010 implica la aceptación de estas Bases. Su interpretació n o cualquier aspecto no previsto corresponden sólo al jurado y, en última instancia, a los organizadores.
Turismo Literario Apócrifo
Otro emprendimiento de Los cuentos del Villano. Haga clic en http://turliapo. blogspot. com y diviértase con historias y crónicas urbanas, y conozca un poco más la ciudad de Buenos Aires. Cuéntales a tus amigos, te esperamos. Producciones del Villano, Cuentos para vivir mejor.
Preparando Marianamente la Navidad
Una mirada desde la historia, la cultura, la teología, la estética y la espiritualidad. A cargo del Profesor de Teología (UCA) Gustavo Daniel D´Apice. Inscripciones (con cupos limitados) e Informes: Librería Pentecostés, de Tucumán 369 sur. Consultas al 428-4544 ó 155-05-3326 ó gusdada@uolsinectis .com.ar http://gustavodanie l.autorcatolico. org
De vuelta al trabajo
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Festival de Internacional de Poesía en Cartagena
Cartagena de Indias, del 1 al 5 diciembre 2009. Tributo al poeta Kelly León Menazas. www.festipoesiacart agena.com Fax: 6649604. Cel: 315-7799281
Habemus Anticristo
Ya está disponible la nueva novela corta de Rafael Vega Jacomé. Adquirirla aquí: Habemus Anticristo.
Imágenes del mundo
mediaIsla más que un grupo o comunidad cerrada, constituye hoy por hoy una modesta sala de lectura donde convergen una serie de personas interesadas en la construcción de un puente de doble vía, a través de la reflexión y el ameno intercambio de información interesante.
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