sábado, 1 de mayo de 2010

Haití, reconstrucción o refundación

Haití, reconstrucción o refundación
María Elena Núñez - 5/1/2010



Ya vimos en entregas anteriores –Listín Diario 3/2010– que el nimbo trágico que parece sobrevolar incansable por el desarrollo histórico de Haití desde su surgimiento, no ha sido en función de un mandato de supremacías airadas, para castigar a un pueblo que desafi ó la ira divina, adorando otros dioses en altares extraños a los de la cosmogonía cristiana. Por el contrario, en los trabajos citados, nosotros demostramos que el reto de Haití, no fue contra entidades intangibles, sino dirigidas hacia otras muy concretas, como las viejas y nuevas fuerzas que entraron en contradicción por el predominio del nuevo mundo surgido de la gesta descubridora de 1492.

Lo primero fue, que si bien el país vecino surgió de una gran catástrofe como fue la devastación ordenada por Osorio en los inicios del siglo XVII, que luego de un proceso mediato creó el marco jurídico político para el establecimiento de la primera colonia francesa en América; también fue verdad, que de eso que parecía un revés sin perspectivas de redención, Haití en un duelo con la historia que lo circunscribía al ritual secular de las cadenas, se casó con la gloria dos veces. En primer lugar, cuando de un pueblo convertido en esclavo, trashumante y diversifi cado en lo cultural, por el nuevo orden colonial, con lenguas, religiones y costumbres diferentes; conformó una nación cohesionada y libre, de la cual hizo brotar más tarde, un Estado independiente.

Pero fue ahí, justo en ese punto donde se revirtió la historia. Esas epopeyas eran muy peligrosas para el sistema de explotación colonial, por tanto había que trastocarlas en derrotas, estampándoles un signo trágico, que apagara la pródiga intensidad de los fuegos libertarios, previsibles en los pueblos sometidos del continente. Fue así como lo expresamos en las entregas citadas, que Haití, aparte de que tuvo que pagarle a Francia centenar y medio de francos por el reconocimiento de su independencia, más 60 millomes por daños de guerra; suma que a la conversión de la tasa actual equivalen a 5 veces el presupuesto actual de esa nació. De ahí, es que se afi rma que con semejante carga encima, el fl amante Estado emergió natimuerto.

Porque de ese compromiso nació la impagable deuda externa, matriz de la dependencia, de esa que lo invalidó al primer respiro de vida, obligándolo a caminar con muletas, dando tumbos por los caminos de la inestabilidad política, que junto al atraso económico en que le dejó sumergido la sobreexplotación colonial, generaron la crisis social permanente que sin piedad agudizó el potente sismo del pasado 12 de enero.

Sin embargo, cual extraña paradoja, pareciera que esa catástrofe natural podría enderezarle la pata que las calamidades históricas le torcieron a Haití; causa, como lo vimos antes, de su cojera secular. Porque el sismo ha vuelto a poner al país en el mapa, algo que no sucedía desde los tiempos de las señaladas hazañas épicas de inicios del siglo XIX. Se dirá que de forma negativa, pero preferimos seguir la refl exión que trae el refrán aquel “también dentro de lo malo puede fl orecer algo bueno¨. Al parecer eso ha sucedido con el vecino del oeste porque la postergada solidaridad internacional se ha volcado teóricamente sobre él, actitud que de plasmarse podríamos apostar a un reciclaje del mito recurrente del Ave Fénix, tal como lo auguramos en los trabajos anteriores.

Porque no sólo vemos esto desde la perspectiva de un renacer basado en el concepto de la reconstrucción o sea de un emerger desde las cenizas, que como un recuerdo, dejó la cremación telúrica de partes vitales del cuerpo material de ese país. Lo que proponemos aquí es una refundición del Estado en sí mismo, comenzando por su reintegro a las entrañas que lo catapultaron a la historia, para que vuelva a nacer; pero tras un parto natural, no forzado con los bíceps exógenos, que quebraron su capacidad de transitar con paso fi rme por el trayecto inicial de las rutas emancipadoras.

Porque no se trata de levantar de nuevo las edifi caciones, los palacios, las entidades públicas, los hospitales, las escuelas, etc. O sea la reconstrucción del habitat de la federación de servicios, que acoge y legitima la existencia física del Estado, pulverizada por el desastre; eso indudablemente hay que hacerlo y urgentemente, por las razones de sobrevivencia de la población afectada por el sismo. De acuerdo, pero esto no signifi ca que hay que dejar de lado la reformulación del marco jurídico-político que es el Estado en que esa reconstrucción debe darse, ya que como vimos surgió en un contexto opresivo de imposición, que castró las posibilidades normales de su evolución histórica. Por tanto, la propuesta concreta es que ambas estrategias pueden implementarse de manera simultánea, ya que como lo veremos luego, ambas no se excluyen mutuamente.

En este contexto, dentro de los ofrecimientos de asistencia, ayuda y/o cooperación que han notifi cado importantes sectores de la comunidad internacional, los que nos parecen más consecuentes con nuestra propuesta son lo que han hecho determinados países, así como algunos organismos fi nancieros, que no sólo han anunciado la condonación de la deuda externa haitiana, sino también de otros compromisos. Nos referimos a las iniciativas tomadas en ese sentido por el BID y a Venezuela. En el primer caso el BID prometió cancelar la mitad de la deuda externa haitiana que asciende a US479MM de un total de US828MM, más US70 MM, para la capitalización del citado país, a lo que se agregan US2000 MM, para las tareas reconstructivas. En cuanto a la nación suramericana, esta colaboró con US2,430MM, suma en la cual incluyó la derogación de la deuda que Haití tenía con ella, así como la de los ingresos de la venta de petróleo y otros derivados, en razón del acuerdo Petrocaribe.

De materializase esta absolución de un débito con raíces tan antiguas pero que colocado en esa perspectiva-retrospectiva puede ir creando no sólo las bases del mencionado equilibrio institucional de que fue privado Haití, permitiría al mismo tiempo la creación de un espacio para las rectifi caciones y compensaciones históricas postergadas.

De esas que reivindica el Derecho de Gentes en función del Principio de la Responsabilidad Internacional; como las que tienen pendientes con Haití algunas potencias involucradas con su pasado colonial y neocolonial.

Porque se sabe que siendo la estabilidad económica la base de la política, al carecer Haití, de ese primer elemento desde su aparición en el ámbito republicano, la anarquía se instaló señera en los doscientos y tantos años de su vida independiente, como si se quisiera demostrar que ese país no estaba capacitado para disfrutar del privilegio de la libertad, que tan bizarra y heroicamente conquistara. Pretexto, que por cierto se usó muchas veces en el proceso de descolonización de Latinoamérica, esgrimido incluso por los sectores antinacionales del liderazgo político interno de algunos de esos países, incluyendo el nuestro; que movidos por conveniencias clasistas y en estrecha alianza con el interés extranjero, no vacilaron en hacer abortar exitosos movimientos independentistas; como sucedió por ejemplo aquí en RD, con la Anexión de la fl amante República a España, en 1861.

Llegamos aquí a un punto culminante de nuestro trabajo, que nos obliga a retomar el tema central para poder restablecer la concatenación de los hechos: porque si la condonación de la deuda externa haitiana contribuye al establecimiento de la estabilidad económica, premisa de la política, la que lleva a la instauración de la democracia en Haití, esta última que es considerada a su vez, por la comunidad internacional, como la medida previa, para el rezagado desarrollo económico y social de dicho país; todo apunta a que la primera, o sea la concretización de la amnistía fi nanciera sería el primer y mas grande de los logros, porque con él puede comenzar el proceso de refundición del Estado, que como lo señalamos arriba, puede implementarse con la idea de la reconstrucción a la que aspiran amplios sectores de la comunidad internacional, como se desprende de lo resultados de la Conferencia de Donantes celebrada en la ONU el 31 de marzo, en la cual se magnifi caron las expectativas que se plantearon en la reunión previa a la misma que tuvo lugar en nuestro país.

Porque mientras en la citada reunión en RD, se determinó el monto de US 3, 800MM para la etapa inicial de 18 meses, suma que había solicitado Haití para las actividades en ese período, de un total de US$10,000 MM, que según la CEPAL se necesitará para las divulgadas tareas de recuperación del vecino país; en la ONU, se acordó la misma cantidad que apuntara el citado organismo regional, para ir en rescate del vecino país, pero para ser usadas en un plazo mas largo que el acordado aquí en la reunión en RD. No obstante, resulta altamente reconfortante que entre la comunidad internacional regional y mundial exista la articulación necesaria, para hacer mas rápido y efectivo los planes de resurrección material y política de Haití unidos al hecho de que en el seno de la comunidad internacional, como lo vimos aquí, coexistan las iniciativas de refundación y reconstrucción.

Enfoque que puede hacer viable nuestra propuesta sobre un país de pié sobre las cenizas, como lo plasmaron los libertadores de sus epopeyas gemelas, allá en los albores del siglo XIX: ejemplo a seguir por los líderes de hoy en ese vecino país, sin cuya contribución- como lo veremos en otra entrega- resulta difícil poner en práctica, eso que Ban Ki Moon, el secretario general de la ONU, llamo la “solidaridad en acción”.