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Recuerdo las historias que nos contaba mi abuela, de lo difícil que fue sobrevivir después del ciclón San Zenón, en el primer tercio del siglo XX o la época de hambruna después de la dictadura por allá a inicio de los convulsos años 60. Vienen a mi mente retazos de sus recuerdos, como fotos amarillentas que en el tiempo dibujaron los sueños y sembraron la esperanza de continuar viviendo.
En mi confinamiento recuerdo a mi abuela: tanta sabiduría, tantas experiencias cultivadas en el crisol del tiempo. Ella tenía claro que el mundo viviría mayores calamidades que las que solo permanecían como girones de un vestido llamado memoria.
Y aquí estoy hoy, igual que mi abuela, viviendo días difíciles, postrada a los pies de lo desconocido, con un nudo en el estómago como quien muere de cáncer sin poder encontrar medicamento que le salve, pero con la esperanza de que saldremos de esta.
Desde principios de este año conocimos detalles sobre el coronavirus: que es una enfermedad que cobrará más vidas que una guerra, o que todas las guerras conocidas juntas; se mencionaba sobre sus posibles vectores de contagio, sobre su rápida propagación, se invitó a los gobiernos del mundo a tomar precauciones, pero nadie creía que esto llegaría tan rápido y se asentaría en cada territorio con un poder mortífero y silencioso que nos está llevando por los caminos de un cambio en el orden mundial.
Recién todos los países del mundo están en cuarentena, unos llegaron primero, otros se sumaron en el camino, en fin hoy "quédate en casa" es el un común denominador al hablar de medida preventiva para no contraer la enfermedad y tampoco contagiarla a otros.
Día tras día escuchamos con espanto las lúgubres y exponenciales cifras de contagiados y muertos que llevan la rúbrica de esta pandemia denominada COVID-19 a nivel mundial y asistimos pasmados a la realidad de que la respuesta de los sistemas sanitarios se queda pequeña, ante una demanda universal para la cual ningún gobierno estaba preparado.
Entonces, cada día descubrimos cómo los Estados van reinventando la rueda de la ruleta, y tras las autoridades, se revela la más límpida solidaridad en el compromiso de cada persona, ya trabaje en el sector público, empresarial o la comunicación.
Todos y todas nos hemos visto invitadas a sustituir el egoísmo y el consumismo que ha regido, hasta ahora la economía globalizada, basada en la ley de la oferta y la demanda. El neoliberalismo se ve en peligro ante un enemigo casi invisible que ha paralizado casi todas las vías de comercio, ha presionado la bajada del precio del petróleo y ha puesto de rodillas a las poderosas bolsas de valores.
Los más pesimistas prevén una gran recesión económica, y hasta se habla de más pobreza para los pobres, iniciaron los análisis, las redes sociales y el internet nos ametrallan con un flujo de información constante que, aunque no toda es real, llegan también con malas noticias.
Como mujer, siento temor por las mujeres del mundo que en estos momentos están en sus hogares recluidas por mucho tiempo con sus parejas, que en muchos casos son sus agresores. El lugar que en esta contingencia del Covid-19 se supone el más seguro, su casa, se convierte en una ratonera, en la principal zona de guerra donde cada día luchan por sobrevivir a la violencia machista, que acecha, no se detiene y mata. Y eso duele.
Sin embargo, el confinamiento en los hogares también es una gran oportunidad, un grandioso escenario para desaprender y reaprender hábitos y patrones culturales para una buena convivencia, para retomar el amor por las personas que nos rodean, dar tiempo a nuestros hijos, hojear aquel libro que nos espera cada noche y cansados no leíamos, o simplemente para parar y en nuestro tiempo de ocio no hacer nada. Parar y mirarnos a nosotras mismas y amarnos como más nadie lo hará.
Mi abuela solía decir que nadie sabe lo que sucede en la casa del vecino, aunque escuchemos risas o llantos y por eso me pregunto qué está pasando en cada hogar donde las mujeres son socialmente las responsables de la agenda del cuidado y están hoy más recargadas.
Es un buen momento para que las familias compartan tiempo de ocio, los quehaceres domésticos, la responsabilidad del cuidado de las personas más vulnerables pero, sobre todo, para construir en ese núcleo de afectos la esperanza de que esto pasará y volveremos a salir, como cuando para de llover, alegres y lagrimeantes a saludarnos, teniendo entonces un nuevo valor para los abrazos y portando un cartel que diga "seguimos vivos y de pie".
Esto va para largo, ten paciencia diría mi abuela, y es cierto. Es hora de sacar eso que no venden en las grandes tiendas, que no se compra con tarjetas de crédito ni con dinero, la paciencia. Hoy más que nunca debemos tener la capacidad de escuchar sin oír palabras, de ver sin abrir los ojos, de sentir sin tener que tocarnos, de creer sin la necesidad de ver. Y todo eso es un gran desafío para nuestra sociedad, por la construcción social de las personas basada en el egoísmo que llevamos viviendo en los últimos tiempos.
Este estado de emergencia nos ha acercado tanto al miedo de morir que estamos retomando las cosas que nos hacen vivir, la familia, los amigos, la naturaleza, la vida y sobre todo nos hace reencontrarnos con nosotros mismos.
La muerte es silente, es paciente, se ríe cuando nos sentimos sobrevivientes, pues ella sabe que al final los sobrevivientes también mueren. Entonces en estos días difíciles más que preocuparnos estamos ocupándonos de los pequeños detalles que dan al alma alegría, que dan esperanza, que nos llenan de paz y nos invitan a amar.
Me levanto tarde y no sé qué hora es, ni que día, uno más de la cuarentena, y aunque es primavera, mis flores me sienten más cercana y me regalan otro capullo. Mi vecino, que cada día cuando riego mis plantas me escucha hablar y no ve a más nadie, me preguntó que por qué estoy hablando sola. La verdad, no le contesté, porque sé que no estoy sola.
Y tengo la certeza de que cuando todo esto pase, solo vivirán los recuerdos, como los que me contaba mi abuela, descansando en algún baúl lleno de ayeres, impregnados del olor a rosas disecadas, como sus fotos amarilleadas por el barniz del tiempo, implacable en su agitado curso.
Y volveremos a la rutina, al trabajo, pero esta vez valoraremos el "quedarnos en casa", pues el COVID-19 nos cambió el orden de las cosas y sé que cada persona dará un abrazo de regalo, brindará un te quiero al levantarse y un beso al acostarse, seremos sobrevivientes de una historia que hemos de contar como un lejano, doloroso y vívido recuerdo.
FIRMANTES DEL BLOG
Janet Camilo es ministra de la Mujer en el Gobierno de República Dominicana, Presidenta de la CIM y Vicepresidenta de la Internacional Socialista de Mujeres.
Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
Isabel González. Médico radiólogo. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia
Ana BonedOmbuena. Médico de familia y técnico superior de salud pública de la Consellería de Sanitat Valenciana. Máster en salud pública por la U. de Harvard.
Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
Pere Herrera de Pablo. Médico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria y representante sindical. Ha sido presidente de la Sociedad Científica de Medicina Familiar en la Comunitat Valenciana.
Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar. Ilustradora del Blog Coronavirus en positivo.
Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.
Los virólogos, por su parte, sin desdeñar estas opciones, guardan un as bajo la manga: la probable mutación del virus a formas menos letales.
“El virus que circule dentro de tres meses será mucho más benigno que el que circula ahora”, afirmó Luis Enjuanes, virólogo y director del laboratorio de coronavirus del CNB-CSIC, durante una entrevista con Jordi Évole emitida el pasado domingo.
Enjuanes, considerado el mayor experto de coronavirus en España, no tiene una bola del futuro, pero sí conoce perfectamente cómo funcionan los virus, y esto le permite asumir que con el paso del tiempo el coronavirus se irá atenuando.
A menor letalidad del virus, más probabilidad de triunfo
“Los virus tienden a dar patología nueva grave cuando saltan de especie, pero luego normalmente van cambiando hacia formas menos letales”, explica Juan José Tellería, doctor en Medicina Genética y experto en enfermedades respiratorias de la Universidad de Valladolid.
Tellería no se atreve a dar una fecha de cuándo ocurrirá esto —“no sé si dentro de tres meses o de más”—, pero sí a afirmar que este virus “pasará a formar parte del acervo que tenemos a nuestro alrededor”, como ya ha ocurrido con anteriores coronavirus, como el SARS y el MERS, pero también con “otros más banales que nos provocan catarros”.
Al virus le conviene mantener vivo a su huésped, el ser humano, para reproducirse
El genetista habla de “darwinismo básico” para explicar este fenómeno. “Cuanto menos mata el virus, más eficaz es. Si el virus mata a su huésped, está mordiendo la mano que le da de comer”, ilustra. “Porque él no se puede reproducir solo, necesita a un ser vivo para ello, así que le conviene mantener vivo a ese humano”.
El virus de la gripe, “el máster del Universo”
Es decir, desde el punto de vista evolutivo, “el virus tendrá más probabilidades de triunfo cuanto menos mate”, añade, y cita el virus de la gripe común, que cada año vuelve con una versión ‘mejorada’, como “el máster del Universo” en cuestión de capacidad de supervivencia.
“Parte de su éxito lo debe a lo poco patógeno que es. Mata relativamente poco (aproximadamente un 0,1%), lo cual quiere decir que sobrevive en 999 personas de cada mil”, apunta. “Lo que hará triunfar a un virus es no matar a su huésped, o ser lo menor dañino posible”, resume.
De ahí que los virus tiendan a evolucionar hacia formas menos letales, “pero no porque lo ‘elijan’ ellos”, matiza Tellería, “sino porque las variantes más graves que matan al huésped dejan de reproducirse y, en cambio, las formas menos dañinas continúan transmitiéndose”.
“Las mutaciones se producen espontáneamente; y las que pierden virulencia serán aquellas que al final se extiendan más entre la población”, explica.
El coronavirus, un gran “estratega”
“Los virus son unos estrategas impresionantes”, asegura Luis Enjuanes en una entrevista para el programa El Cazador de Cerebros. Enjuanes menciona, por un lado, la estrategia de “distracción” que utiliza el Ébola, por la que una proteína que en principio induce protección lo que hace finalmente es inmunosuprimir al huésped; por otro, la estrategia de “guerra de guerrillas” que emplea el nuevo coronavirus, y que consiste en “ocultarse durante mucho tiempo” (de forma asintomática) para poder expandirse a sus anchas antes de “dar la cara”, que es cuando se puede combatir.
“Es un virus muy inteligente en este sentido”, señala.
Desde que nació en Wuhan hasta hoy se han ido produciendo pequeñas mutaciones
La realidad es que los virus van cambiando con el tiempo y, de hecho, en este coronavirus “ya se han descrito varias cepas con mínimas variantes entre ellas”, apunta Juan José Tellería. “Desde que nació en Wuhan hasta hoy se han ido produciendo pequeñas mutaciones en el virus que han dado lugar a distintas familias”, explica.
Esto puede resultar positivo, en caso de que vaya disminuyendo su letalidad, y al mismo tiempo negativo, ya que dificulta la búsqueda de una vacuna más eficaz, como ocurre con el virus de la gripe estacional, que por sus mutaciones obliga a producir una vacuna nueva cada año.
De momento, todo son hipótesis, aunque los virólogos van observando que este coronavirus no muta tanto o tan rápido como el de la gripe.
“Es posible que el invierno que viene haya alguna vacuna práctica, y además se podrán aplicar sueros de las personas que se han recuperado”, teoriza Luis Enjuanes en El Cazador de Cerebros. Sea como sea, “estaremos bastante más preparados”, asegura Enjuanes, que vaticina que la situación será mucho más similar a la de la gripe estacional, “que no sale tanto en las noticias”.
“A lo conocido la gente no lo teme tanto”, concluye.