martes, 2 de junio de 2009

RESUMEN DE MEDIA ISLA, UNA RESUMEN CULTURAL, DE POLITICA, LITERARIA, ARTE, ECONOMIA, RELIGION, ETC.

Pasiones, pecados y listas negras , Armas , El día de todos , Rodríguez Soriano en Boston y NY , El General Soto Jiménez , Aislados lados , Don Delillo , El destierro , Ese puerto sí existe , La tierra llena , Kabanga o la extremaunción vegetal, Los piratas no somalíes,

Puertas y ventanas: Novelas de Mónica Volonteri y Manuel García Cartagena , Libro a libro, puente de encuentro entre autores y lectores , Taller de escritura , Concurso "Conociendo Israel 2009" , Corazonada de Mario Benedetti ,

Imágenes del mundo
Pasiones, pecados y listas negras
Por Jorge Fernández Díaz © La Nación
Hay cosas que el establishment cultural y las vanguardias no perdonan. Una de ellas es el éxito. Aquello que leen muchos tiene forzosamente que ser mediocre o malo, puesto que el gusto de la mayoría de los lectores del mundo es horrible, piensan. Y por lo tanto, quienes consiguen su favor deben ser necesariamente escritores baratos, artistas menores o productos directos de la mercadotecnia. Otra de las cosas imperdonables es la denuncia de aberraciones ocurridas en regímenes de izquierda. Denunciar las barbaridades del régimen nazi o simplemente del capitalismo global solía ser un pasaporte al Olimpo literario. Denunciar las barbaridades del estalinismo era reaccionario y nefasto.
Milan Kundera tuvo éxito y se transformó en un crítico mordaz del socialismo soviético. Escribió novelas relevantes, como La broma y La insoportable levedad del ser , ganó el premio Médicis por La vida está en otra parte y produjo relatos inolvidables, como los que reunió en El libro de los amores ridículos . En un momento estuvo de moda y un momento después cayó en desgracia y olvido. Se llamó a silencio, vivió en el anonimato de su exilio francés y tuvo que sacar la cabeza fuera el año pasado para desmentir a una revista checa que lo acusaba de haber delatado a un joven anticomunista en 1950.
Con ochenta años recién cumplidos, Kundera regresa ahora de verdad con un libro de ensayos que muestran su agudeza y su particular mirada del mundo. Escribe allí sobre sus pasiones: Francis Bacon, Dostoievski, Céline, Philip Roth, Juan Goytisolo, Kafka, Rabelais, Beethoven, Brecht. La música, la poesía, la novela, la política, el poder, el amor, la amistad, el odio, la condición humana.
Un capítulo muy interesante está destinado a Cien años de soledad . "Tengo la impresión -dice- de que esta novela, que es una apoteosis del arte de la novela, es a la vez un adiós dirigido a la era de la novela." Allí asegura que en el texto de García Márquez "el centro de atención ya no es un individuo sino un desfile de individuos; son todos originales, inimitables, y no obstante cada uno de ellos no es más que la luz fugaz de un rayo de sol en las aguas de un río; cada uno de ellos lleva en sí su olvido futuro, y todos y cada uno son conscientes de ello".
El nuevo libro de Kundera se llama Un encuentro y en él se reproduce una carta que alguna vez su autor escribió a Carlos Fuentes, en la que recuerda a García Márquez y a Cortázar, y donde también habla del enorme parentesco que hay entre "la gran América Latina y mi pequeña Europa central, dos lados del mundo igualmente marcados por la memoria histórica del barroco, que hace al escritor hipersensible a la seducción de la imaginación fantástica y onírica".
Se dedica también Kundera a ironizar sobre el destino de las listas negras, "la gran pasión de las vanguardias" . Y recuerda los caprichos e injusticias de varios momentos del siglo XX, por ejemplo, las listas que armó Apollinaire, repartiendo "mierdas" y "rosas": "¡La mierda para Dante, Shakespeare, Tólstoi, pero asimismo para Poe, Withman y Baudelaire! La rosa para mí mismo, para Picasso y Stravinski".
Sin decirlo, Kundera acepta que él mismo ahora integra muchas listas negras y que eso no tiene la más mínima importancia. Los textos que adelantamos en esta edición fueron elegidos especialmente por él mismo. Termino acudiendo a una vieja frase suya que alude de algún modo a lo que aquí se ha escrito: "Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia". Es así. [fontanamoncada]
Armas
Por José Saramago © Boomeran(g)
El negocio de las armas, sujeto a la legalidad más o menos flexible de cada país o de simple y descarado contrabando, no está en crisis. Es decir, la tan hablada y sufrida crisis que viene destrozando física y moralmente a la población del planeta no toca a todos. Por todas partes, aquí, allí, los sin trabajo se cuenta por millones, todos los días millares de empresas se declaran en quiebra y cierran las puertas, pero no consta que ni un sólo obrero de una fábrica de armas haya sido despedido. Trabajar en una fábrica de armas es un seguro de vida. Ya sabemos que los ejércitos necesitan armarse, substituir por armas nuevas y más mortíferas (de eso se trata) los antiguos arsenales que tuvieron su tiempo pero ya no satisfacen las necesidades de la vida moderna. Así, parece evidente que los gobiernos de los países exportadores deberían controlar severamente la producción y la comercializació n de las armas que fabrican. Ocurre, sin embargo, que unos no lo hacen y otros miran a otro lado. Hablo de gobiernos porque es difícil creer que, siguiendo el modelo de las instalaciones industriales más o menos ocultas que abastecen el narcotráfico, existan en el mundo fábricas clandestinas de armamento. De este modo, no hay una pistola que, por decirlo así, no vaya tácitamente certificada por el respectivo, aunque invisible, sello oficial. Cuando en un continente como el sudamericano, por ejemplo, se calcula que hay más de 80 millones de armas, es imposible no pensar en la complicidad mal disimulada de los gobiernos, tanto de los exportadores como de los importadores. Se dice que la culpa, por lo menos en parte, es del contrabando a gran escala, olvidando que para hacer contrabando de algo es condición sine qua non que ese algo exista. La nada no es materia de contrabando.
Toda la vida he estado a la espera de ver una huelga de brazos caídos en una fábrica de armamento, inútilmente esperé, porque tal prodigio nunca ocurrió ni ocurrirá. Y era esa mi pobre y única esperanza de que la humanidad todavía fuese capaz de mudar de camino, de rumbo, de destino. [lilibrik]
El día de todos, la verdad detrás de las apariencias
El conocimiento es la única moral de la novela. \Milan Kundera
Por René Rodríguez Soriano © mediaIsla
La única razón de ser de una novela —dice Kundera que repetía Broch constantemente— es descubrir lo que sólo una novela puede descubrir. Lo demás es bulto o puro tremendismo mercantil. Desde el principio de los días, haitianos y dominicanos malcomparten un trozo de tierra que, tanto a unos como a otros, les ha costado mares y mares de sangre. De uno y otro lado, viandantes, farfulleros, prelados e indignatarios, trafican y defecan sobre los más sagrados intereses de ambas patrias. La historia, los historiadores y sus consortes con muy mala letra amasan una historia que, por más lodo e inquina que le insuflen, jamás será tan sólo en blanco y negro.
Si algo puntual nos enseñó Cervantes fue a comprender el mundo en su más controvertida ambigüedad, con el montón de verdades relativas que se contradicen en la sabiduría de lo incierto. Lecciones que aprendió Juan Carlos Mieses al dejar que en El día de todos (Alfaguara, 2009), sus personajes fueran de un lado a otro de la isla, con sus creencias, sus miserias y sus miedos. Nadie puede escapar a ninguna parte, la isla es una sola. Ni el poder militar ni el fervor religioso podrán jamás torcer la historia que se cuenta desde adentro, con todas sus aristas; nos la cuenta una niña, nos la cuenta el paisaje mustio y pisoteado por los pies descalzos. Luego de una vertiginosa lectura de las 168 páginas de El día de todos, brotan las preguntas. Nadie mejor que el propio Juan Carlos Mieses para mostrarnos algunas de las claves de su escritura, de sus preocupaciones.
—¿Por qué El día de todos?
—El concepto es uno de los elementos generadores de la trama. Como novela, una vez cumplidas sus misiones primarias, El día de todos pretende ser menos el reflejo de una realidad que una invitación a la reflexión sobre nuestro destino común. Entiendo la importancia de la pregunta, pero mientras escribo un libro me preocupa sobre todo el cómo. Habrás notado que Tit' Karine, que tiene una función de Corifeo, murmura la frase en la última línea, lo que nos reenvía al título y a un debate que comenzó hace siglos y que todavía no se cierra: el cuestión de la convivencia —a compartición sería la palabra precisa si se me permitiera el neologismo— de dos pueblos en una misma isla.
—Hasta el momento, prácticamente tu obra ha estado centrada en la poesía. Tu poesía, desde principios de la década del 80 ha merecido importantes galardones, tanto en tu propio país como en el área del Caribe. La misma, indefectiblemente ha estado muy marcada por la historia dominicana, sobre todo el descubrimiento, la colonización y la fundación de la ciudad de Santo Domingo, ¿qué te hace nadar ahora en las turbias aguas las controvertidas relaciones entre haitianos y dominicanos, dos países tan geográficamente cercanos y tan afectivamente distanciados?
—Ya que hablas de nadar a veces hay que lanzarse al agua como tú mismo hiciste al escribir: "mi pueblo está dormido, hundido, confundido, engañado, maltratado, alienado." Las primeras imágenes que embrujaron mi imaginación e impulsaron la escritura del libro requerían descripciones y narradores que me llevaron naturalmente a la novela. Sabes, como yo, que llega un momento en que las herramientas de la poesía no se adaptan al proyecto que quieres realizar o a la manera como lo quieres presentar, que a veces los planes se vuelven muy complejos y nos obligan a buscar nuevas estructuras. No digo que he abandonado la poesía sino que por ahora busco otras formas de expresión; aun así creo sinceramente que el poeta sobrevive en toda circunstancia.
—Sé que tienes mucho tiempo residiendo fuera de República Dominicana y que, en cierto modo, te mantienes un poco a distancia sobre el mundo literario dominicano y sus preocupaciones, sin embargo, por tus artículos y otros materiales, se advierte que te mantienes actualizado sobre los grandes debates nacionales, ¿Qué lectura esperas que tenga esta novela de uno y otro lado de la isla?
—Una vez un libro sale a la luz deja de ser nuestro y pasa a pertenecer al público. El autor se convierte en un lector más, aunque se sienta unido a él por lazos sentimentales. Un libro es como un hijo que se va solo por los caminos del mundo a enfrentar su propio destino. Como autor es normal que uno espere generar algún debate en torno a los temas que uno considera importantes, pero hay que estar preparado para el rechazo, para la crítica aunque nos parezca negativa o injustificada o simplemente para la indiferencia. No está en nuestro poder, afortunadamente, decidir la reacción de los lectores; ese sería el fin de la literatura y del arte.
—En la parte oriental de la isla, República Dominicana, se debaten más varias posiciones frente a la coexistencia de dos naciones sobre la isla Hispaniola, ¿hacia cuál de ellas se orienta El día de todos?
—Traté de no tomar posición, pues empañaría la relación de respeto y de comprensión que como autor le debo a mis personajes. Escribir una novela no es un asunto de expresión y de posicionamiento personal; creo que el autor tiene una obligación insoslayable con la obra en sí independientemente de sus sensibilidades políticas o de sus simpatías ideológicas. Nietzsche afirmó una vez que en cualquier página de un libro podemos encontrar un pedazo de autobiografía. Quizá tenga razón y sea inevitable que en nuestros textos trasluzca —aunque no sea esa nuestra intención— una parte de nuestras ideas y de nuestros sentimientos.
—Tu historia, tus personajes y sus miedos y obsesiones se mueven de un lado a otro de la isla, poniendo de manifiesto, sobre todo, la miseria, la barbarie y la desigualdad social entre los seres que pueblan esa tan variada y estrecha geografía, ¿no refuerza esto la eterna acusación de organismos internacionales de que en el lado oriental existe una marcada discriminació n y explotación por los naturales de la parte occidental de la isla?
—Si algo nos debe preocupar no es que alguien use la novela como referencia para ilustrar alguna tesis sino que existan en nuestra cotidianidad condiciones de vida de miseria, de barbarie y de desigualdad social que justifiquen un sentimiento de indignación. Pero a cada uno sus responsabilidades. Un escritor no puede practicar la autocensura —la forma más solapada y cobarde del silencio— por miedo a posibles interpretaciones. Si mis personajes ponen de manifiesto lo que dices es porque ese es el medio en donde ellos y a la vez millones de ser humanos verdaderos viven y mueren cada día. Quizás no esté de más repetir las palabras de Brecht, "soy un autor dramático, muestro lo que he visto y he visto mercados de hombres en donde se comercia con el hombre. Eso es lo que yo, autor dramático, muestro".
—El rol que juegan tanto la Iglesia Católica como las Fuerzas Armadas Dominicanas, claramente representadas por importantes representantes de ambas instituciones en la novela pone de manifiesto el papel que históricamente han jugado la una y la otra en la solución o agudización del problema domínico-haitiano, ¿y la magia, la religiosidad popular y las creencias de ambos pueblos, qué rol desempeñan?
—Como bien señalas algunos personajes y algunos aspectos del libro tienen un valor altamente simbólico. Las fuerzas armadas y la Iglesia Católica representan formas identificables del poder. La magia y las creencias en de todo tipo son elementos a la vez translúcidos e indispensables, como el aire a través del cual contemplamos un paisaje. Las diferentes voces de los dioses, las campanas y los tambores, ofrecen una tal riqueza narrativa que resulta difícil no utilizarlos, aparte de que cumplen un papel de diferenciació n muy sugerente.
—Tanto tu novela El día de todos, como La breve y maravillosa vida de Óscar Wao de Junot Díaz —ambos textos de autores dominicanos residentes en el exterior— ponen de manifiesto la brutalidad y los abominables métodos de tortura y chantaje con los que actúan las fuerzas militares y policiales del país, y sobre todo, la aparente aprobación o desentendimiento del Estado y la propia sociedad dominicana, ¿crees que, por el propio hecho del autor no depender directamente de los sectores públicos o privados del país, tiene mayor apertura o libertad para cuestionar o enfrentar ciertos estamentos de poder político, militar o económico?
—Pienso que el artista que no es libre está perdido. La libertad, no solo frente a los demás, sino frente a sus propios demonios como la vanidad, la soberbia, el afán de lucro o su preeminencia social. La libertad y la independencia de criterios son indispensables para crear un espacio de creatividad. Un escritor se las debe arreglar para mantener una distancia saludable entre las tentaciones del presente y su deber hacia sí mismo y hacia sus propias verdades, pero creo que si respetas el hombre libre que vive dentro de ti nada ni nadie podrá impedirte realizar tu obra sin importar donde vivas o lo que hagas como pasó con Omar Khayyam, Rubén Darío, Juan Ruiz o Moliere.
—¿Cómo se ve, desde fuera, la tierra de uno?
—Como uno ve, desde la lejanía del tiempo, al niño que fuimos una vez. Uno contempla esa criatura que corre descalza por los senderos de su pequeño mundo sin preocuparse por un futuro que parece irreal o por un mundo que entonces luce tan lejano e inalcanzable. Nos damos cuenta de nuestros defectos y descubrimos que también son nuestras virtudes; nos apena nuestra vulnerabilidad y descubrimos en ella el signo de una extrañable riqueza de amor y de fraternidad. La nostalgia no es un mito romano, dije una vez en mi Flagellum Dei y creí hablar del rey de los Hunos. Ahora sospecho que quizá hablaba de mí mismo.
—¿Qué escribes, cuáles proyectos tienes en carpeta? ¿Tienes planes de residir en República Dominicana en el futuro?
—Tengo tantos planes que me asusta la posibilidad de no tener tiempo de llevarlos a buen término. Por el momento estoy trabando otro texto de novela. Nunca he planificado un libro de poesía, pero no me asombraría si un día me levanto y comienzo a escribir uno. He conservado una casa en Santo Domingo y es muy probable que regrese a mi país este año; esta vez para quedarme.
Juan Carlos Mieses básico
Nació en Santa Cruz del Seybo (República Dominicana) en 1947. se licenció en Letras en la Universidad de Tolouse, Francia, país donde vive en la actualidad. Su carrera literaria se inició y expandió desde la poesía, género en el que ha publicado varios libros: Urbi et Orbi, premio Siboney de poesía (1983) y traducido al occitano; Flagelum Dei, premio Siboney de poesía (1985); Gaia, premio Pedro Henríquez Ureña de poesía (1991); Dulce et Decorum est… (1997) y Aquí, el Edén (1998). Su poemario Desde las islas fue escogido Premio Inernacional Nicolás Guillén, otorgado en México (2000). También es autor de cuentos y de obras teatrales llevadas a escena en su país, como Los siete sueños de Meuda-San (1991) y Ópera Merengue (1995). El día de todos es la primera novela que publica. [mediaIsla]
Rodríguez Soriano presenta "El mal del tiempo" en Boston y Nueva York
Miami, FL.– Continuando con la promoción de su exitosa novela El mal del tiempo René Rodríguez Soriano viaja a Boston y Nueva York donde realizará una serie de presentaciones, lecturas y firmas de libros además de participar en el programa de talleres de escritura creativa del sistema escolar de Massachusetts.
Del 1 al 5 de junio, Rodríguez Soriano cumplirá una amplia jornada de trabajo con los estudiantes del programa Hispanic Writers Week, auspiciado por la Universidad de Massachusetts Boston, impartiendo talleres y realizando lecturas y firmas de libros en centros educativos e instituciones afines.
El sábado 6 de junio, a las 7 de la noche tendrá lugar la presentación de El mal del tiempo en la Casa Dominicana, Inc de la ciudad de Lawrence, MA. La presentación en Nueva York será el domingo 7 a las 5 de la tarde en el Comisionado Dominicano de Cultura en Estados Unidos.
El mal del tiempo, ganadora del Premio UCE 2007 y presentada exitosamente en Miami, Santo Domingo y San Juan, PR, ha sido bien recibida por la crítica y considerada como un documento que invita "a repensar la dominicanidad" para no seguir tropezando continuamente con la misma piedra.
Como en una especie de diario, compuesto por 13 cuadernos, la novela recrea ese sentimiento de generación reprimida que vivieron los dominicanos durante los repetidos gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer y narra de una forma muy particular los más sonados asesinatos políticos, desapariciones y persecuciones patrocinados por el opresivo gobierno.
Presentación en Lawrence, MA
Sábado 6 de junio a las 7:00 PM. Casa Dominicana, Inc. 160 Garden St, Lawrence, MA 10840. Contacto: 978 726 3760 – 978 327 5262. Autora invitada: Minelys Sánchez.
Presentación en New York, NY
Domingo 7 de junio a las 5:00 PM. Comisionado Dominicano de Cultura en Estados Unidos. 541 West 145 St, 2nd Floor. New York, NY 10031. Contacto 212 234 8149. Autor invitado: Jimmy García.
Oriundo de Constanza, René Rodríguez Soriano está considerado entre los principales autores dominicanos residentes en el extranjero desde que emigró hacia Estados Unidos, donde vive hace más de 10 años. Entre sus títulos destacan Su nombre Julia, La radio y otros boleros, Canciones rosa para una niña gris metal, No les guardo rencor, papá y Todos los juegos el juego. Entre otros, ha sido merecedor del Premio de Cuento de Casa de Teatro 1996; Premio Nacional de Cuentos José Ramón López 1997; Premio de Novela UCE 2007 y Premio de Poesía UCE 2008. Mayor información www.rodriguesoriano .net [mediaIsla]
El General Soto Jiménez: Entre las patas de la creación literaria
Ser justo es lo primero… Juan Pablo Duarte
Por Miguel Ángel Fornerín © mediaIsla
Un amigo me pide que lea el artículo del General Soto Jiménez sobre la novela de Juan Carlos Mieses, publicado en Ventana este domingo. Vuelvo a abrir el Listín; ya había visto el artículo, leí unas cuantas líneas y lo abandoné diciéndome, en mis adentros: "no tenía conocimiento de que Soto Jiménez fuera crítico literario…" No crean, amigos que me sentí desplazado en la brega que llevo con la representació n literaria, no. Es que desde el principio de su artículo, el General unió autor y obra. Y, para colmo, escribe desde una intimidad con el autor que no me motivó a continuar. Tampoco encontré en la recensión ese atildado estilo de la carta que Soto Jiménez le envió a Hipólito Mejía y que yo guardo para algún día dedicarle algunas reflexiones. No tanto por su decir, sino porque ese un cementerio de palabras que huele a otra época.
Pero entremos en materia. La idea del General entre las patas de la creación es una metáfora suya: "induciendo una advertencia enredada entre las patas de la fascinación literaria". Lo de la creatividad, por de pronto, es que el General divide la obra y el contenido. Es decir, expresa una poética dual. Todo su artículo es la expresión de una poética que divide el contenido de la forma, por eso dice al final: todo lo demás es literatura, estilo, forma, talento, poesía, mucha poesía. El General se come la carne y nos deja el hueso. Claro, el dualismo entre la forma y el sentido es el mismo que maneja el poder. Es el divorcio entre la forma y la palabra, entre el vivir y el pensar. Es el olvido de lo poético como contradicción. La visión maniquea del mundo es el cuerpo y el alma, los esclavos y los amigos. Los que mandan y los que son mandados. Y de eso sabe el General. No se maneja un ejército sin someterse. Y someter.
De lo que habla el General no es entonces de la obra de Juan Carlos Mieses, subido al cielo por la complicidad y la alabanza. No. Lo importante es lo que está detrás. Y el General no nos engaña. Ni creo que lo pretenda. El problema es Haití. Lo que el artículo despliega es una forma operativa en que las clases oligárquicas y sus voceros, enquistados en todos los niveles, quieren convencernos del "peligro haitiano". Claro mientras ellos hacen negocios con Haití, mantienen una inmigración desordenada, mientras el trabajo barato de los braceros haitianos engrosa sus caudales.
El problema es viejo y cada cierto tiempo tiene un episodio nuevo. Pero es un problema del siglo XX, que la literatura ha mostrado con toda su crudeza. El General habla de "El masacre se pasa a pie", claro lo cita pero si lo analizara se enredaría en las patas de la creatividad contradictoria: el ejército dominicano, santificado por su papel de defensor de la nacionalidad, es el que a través de sus miembros espoleó a los haitianos de la frontera en el "Corte"; eso se puede leer muy bien en "El Masacre" de Freddy Prestol Castillo.
La literatura es la única que nos puede dar el valor del pasado, sin las trabas ideológicas que los sujetos ponen en el texto discursivo. El operativo antihaitiano que el General despliega es la forma en la que el poder busca su legitimidad. El peligro haitiano es lo único que hizo que el presupuesto nacional para la guerra fuera mayor que el de la educación en el siglo XIX. ¿Podrán otros decirnos, por qué se mantienen actualmente unas fuerzas armadas numerosas? Contra los haitianos somos nacionalistas, pero no lo somos con el mismo rigor para respetar la institucionalidad y la justa distribución de la renta nacional.
No debe olvidar el General que esas mismas fuerzas mantienen la corrupción en la frontera y son parte del negocio con los inmigrantes haitianos que trabajan en las fincas de los que piensan que "los haitianos son un peligro". Un siglo de mentiras. El peligro no es haitiano. Es dominicano. Los que lo enarbolan, jugando a la lotería de la nacionalidad, el patriotismo, la identidad esencialista, y con todos esos operativos, no hacen más que mostrar su propia máscara. Siempre han estado al lado de un poder que saquea al Estado nacional. Comenzando por Pedro Santana y su postura frente a la Constitución de San Cristóbal. Siempre han tenido intelectuales a precio, como Bobabilla, para crear un discurso más o menos convincente. General, dejémonos de "simulacros. " No olvidemos que nos encontramos en un tiempo de la comunicación global. Ya no se nos puede engañar con los temores nacionales. Las guerras contra Haití terminaron en el siglo XIX. Ahora toca construir un estado nacional y protegerlo de los que en su nombre no hacen nada más que mantener la corrupción, la desorganizació n y el despotismo.
Pero es difícil hacer ética desde la política o desde los cuarteles. Esa ha sido nuestra peor desgracia. Usted y yo sabemos que nadamos en aguas profundas. Pero ya la gente no muere, tan frecuentemente por decir lo que piensa, siempre han existido dominicanos capaces de decir lo que piensan sin tenor a las consecuencias. El tema de Haití, ha sido el caldo de escritores ante los cuales ni usted ni yo tenemos nombre ni agarre suficiente. Lo que sí podríamos decir es de cual perspectiva se trató y que tipo de operativo ideológico desplegaron. Cuál ha sido su tributo. Veamos: José Ramón López, quien de crítico se convierte en Senador de Lilís; aunque sus trabajos sobre Haití son posteriores a la Dictadura, la relación entre el decir, el vivir y el poder queda meridianamente establecida.
Peña Batlle que, en sus bellos sentires dominicanistas, le presta su erudición al proyecto Trujillo. Freddy Prestol Castillo quien hace su mea culpa por su libro Paisaje de la frontera. Don Emilio Rodríguez Demorizi, quien en dialogo con Price Mars no deja de teorizar un problema sin ver la hondura de sus consecuencias. Los "Cuadernos Dominicanos de Cultura" no son más que la intelectualidad del silencio. Frente a esa ideología autoritaria- dominicanista, nos queda la poesía: Sí, General, la poesía, la creatividad. El poema "Yelidá" de Hernández Franco, "Luis Pie" de Juan Bosch, el poema "El haitiano" de Moreno Jimenes y "Rabiaca del haitiano que espanta los mosquitos", de Rubén Suro García-Godoy; también, Over de Marrero Aristy y otras tantas obras que sería prolijo enumerar.
Cuando nuestros estudiantes analizan esas obras cimeras de nuestra literatura no pueden concluir en la estratagema del peligro haitiano, ni de la patria invadida, ni del territorio ocupado. El sentido contradictorio los llevará a amar al vecino; a pensar una utopía de la convivencia, antes que azuzar los odios y los rencores. Sólo le transcribo el poema de Domingo Moreno, que ayer releía a propósito de unos inmigrantes hindúes que viven en un bosque de Melilla, esperando entrar a Europa a cumplir un sueño humano: vivir como todos los seres de la tierra con dignidad. Aquí va un trozo del poema del gran Moreno:
…Ese haitiano que no puede prescindir de la cuaba, y prefiere tabaco del fuerte y aguardiente del malo, es bueno a su modo, y a su modo rico y a su modo pobre. ¡Benditos los seres que maltratan al hombre! ¡Bienaventuradas las cosas humildes que se yerguen siempre sobre el polvo frío de todas las cosas!...
Demasiado poesía, General, demasiado. Tanto como para convertir a la creación en una mula, como la de Fello Macario, una mula contra todas las ideologías y los operativos en los que se despliega esa dominicanidad. Donde las palabras y las cosas se debaten. Donde el silencio sigue siendo cómplice y la memoria una facultad olvidada a favor de medrar y tomar las migajas que el poder da. Es difícil ser intelectual dominicano, General. Como Américo Lugo –salvo distancia y la categoría- prefiero escribir desde un rincón de mi casa. Saludos a sus camaradas. [Miguel Ángel Fornerín]
De vez en cuando
Aislados lados
Ayer español nací, a la tarde fui francés, a la noche etíope fui, hoy dicen que soy inglés: ¡no sé qué será de mí! Padre Vásquez
Por René Rodríguez Soriano © mediaIsla
Dibujábamos la isla irregular y perfecta como un trozo de queso, que se nos derramaba de las manecitas regordetas, temblequeantes. Retozábamos incrédulos sobre los cinco cacicazgos, trastabillando contra el horizonte. Marién, Maguá, Maguana, Higüey y Jaragua, frondoso mundo que desbordaba las pupilas. Quisqueya, Hispaniola, Saint Domingue, Santo Domingo…
Eran tonos pasteles casi siempre, aclarando un gris que trasuntaba en negro mate. Luego, en el libro de historia, alguien con una raya infame, partió la isla en dos mitades que, como todas las mitades carecen de balance. Mientras de un lado idealizan los doradísimos bucles de un impoluto patricio ojiazulado; del otro, quién sabe, si habrá peineta para enhebrar las ásperas crenchas del moreno que le dio la mayor lección de dignidad al mundo.
Después del cuarto grado de primaria, si bien era incómodo dibujar un pez sin cola o sin cabeza, resultaba más tortuoso entender por qué Haití, por qué Dominicana. De alguna forma me contaron las sagas de un Colón que con sus carabelas cambió el paisaje y los contornos, fundando y repartiendo colones y colonias por estas geografías; de unos Pinzón y unos Ojeda; de un Guarocuya, alzado por su mula y por su hembra; y de un Osorio, repoblando y devastando ganado y peonía. También me hablaron sobre los bucaneros, los piratas ingleses, los holandeses y sus biblias protestantes.
Merendaríamos en los zaguanes de la enseñanza secundaria con lo que propalaba el manual de Bernardo Pichardo. Nos hablaron de Boyer y Dessalines, como si de los Borgia se tratara. Poco supimos de la negra noche del 42 en la frontera. En gramita dos, y sucesivas de la Universidad, habríamos de conocer la sublime utilidad del perejil. La vida siguió su curso historia adentro, maquillada, troquelada, al antojo de los señores y sus amanuenses.
Desde mediados del siglo XVIII, gemelos o siameses, haitianos y dominicanos, coexistimos a orillas del mismo arroyo, rumiando el mismo pasto ¿por separado? Desde cada aislado lado se mira con ojeriza hacia el otro lado. Se han tejido infinidad de teorías, explicaciones y oscuros designios. Ya no son los tiempos de los copiosos algodonales, ni de los tibios cañaverales, pero los puentes son los puentes, dicen.
Dibujamos la isla imperfecta y careada como un trozo de pan indeseado… Duarte y Louverture, incomprendidos y manoseados, en vano tratan de recomponer el mapa absurdo y oscuro que nos arropa. La iglesia, como siempre, la iglesia continúa amando la pobreza. [René Rodríguez Soriano]
Don Delillo: Apocalipsis al nivel de la calle
El tiempo comenzó a cambiar cuando los dueños de las corporaciones empezaron a recibir más respeto y consideración que los jefes de Estado.
Por Matilde Sánchez © Clarín
Es una de las voces más brillantes de la novela posmoderna estadounidense, cuyas visiones lo emparentan con George Orwell, en un registro que conjuga el realismo con la ciencia ficción. Don DeLillo reflexiona aquí sobre Nueva York, la ciudad que lo hizo escritor, las limusinas, la velocidad y el dinero: "La tecnología nos ha vuelto maleables, inocentes y muy supersticiosos" .
Caminar ahora por la zona del Ground Zero ya no sólo habla del 9/11. Ahora es además una metáfora —grotesca, por lo textual– del "derretimiento" de los mercados. El sitio participa como ningún otro de lo que el filósofo y urbanista francés Paul Virilio llamó el accidente global , la catástrofe local que se centuplica en lugares apartados en virtud de un relato colectivo ejemplarmente dominante. Crisis de crisis encadenadas a las que se suman ahora las narrativas de la alarma sanitaria, todo ello alimentado y producido por las cadenas de noticias, en tiempo real, las 24 horas. No es la vida estrictamente; es la realidad, mitad inevitable y mitad inducida, de las pantallas y pizarras electrónicas de Times Square. Ese es el universo DeLillo: el Apocalipsis "al nivel de la calle". Nadie tuvo mayor antena que este escritor, nacido en el Bronx pero hoy vecino de Brooklyn, para narrar las corrientes que alientan en la multitud, ya se trate de una estampida ecológica o de la marea de fanáticos rumbo al superclásico de béisbol. Exploró todas las posibilidades del accidente, incluido el avatar de los mercados y encontró la forma y el lenguaje para representar las grandes avenidas del presente –y digo avenidas porque ningún otro autor norteamericano auscultó con tanta sutileza los devenires de la ciudad cosmopolita, un camafeo del mundo a escala, en este, el tiempo que Jacques Derrida llamó "modernidad tecnocapitalista" . El primer libro que lo dio a conocer en grande fue Ruido de fondo , con el que ganó el National Book Award en 1985. Allí una familia bien acolchada en el consumo y los paraísos suburbanos de pronto se ve lanzada al éxodo. Y en 1991 vino el premio Faulkner del Pen Club para la extraordinaria Mao II . Aunque tramos del Muro de Berlín todavía no habían sido demolidos, él había aislado en plena Guerra Fría los elementos "futuribles" del presente, en la mejor tradición visionaria de George Orwell. Varias novelas de DeLillo presentan a terroristas y conjurados internacionales: de hecho, la conspiración es la unidad mínima de la política. ¿Pero hasta qué punto puede seguir llamándose ficción a sus cuadros con presagios, en los que la televisión y la sociedad del espectáculo ya son parte de nuestra fisiología? Su obra, muy pronto emparentada con la de Thomas Pynchon (con quien se dice que juega al poker una vez por semana, aunque él lo desmiente), no parece nutrirse tanto de la tradición literaria de su país como de los titulares de los diarios, leídos con un ojo radiográfico. DeLillo es un marciano ante la caja boba. Los medios y la realidad que éstos construyen han sido, junto con la ciudad, su objeto de inspiración y espanto. Pero cuando se lo mencione a él va a negar que sus libros surjan de ensoñaciones futuristas a partir de los titulares –como sí le ocurre a Lauren Hartke, protagonista de Una artista del cuerpo –, sino de una gran cantidad de estímulos que no puede rastrear. Después de Submundo , su gran obra coral, escribió novelas intimistas basadas en la precisión de los climas y un diálogo en hilachas; es decir, enfocó las consecuencias del "tecnocapitalismo" en la subjetividad. Es el caso de Una artista del cuerpo , Cosmópolis y El hombre del salto , y de cuatro obras teatrales representadas en diversos escenarios pero inéditas en castellano. "Me convertí en escritor por el solo hecho de vivir en Nueva York y atender a las cosas buenas, prodigiosas y aterrorizantes que la ciudad logra ensamblar", explica. Prefiere enmascarar sus lecturas con un tono diminutivo que no llega a falsa modestia, con ese gesto de muchacho mayor nacido en el Bronx, hijo de inmigrantes italianos: todo en él es suave y a la vez callejero y el rostro sugiere a un ex rufián reencauzado, sin otra secuela que unas mejillas poceadas. Nuestra charla tuvo lugar en abril en las oficinas de la agente literaria que lo acompaña desde Americana , su primera novela. —Impacta releer "Cosmópolis": Eric Packer, protagonista de la conectividad global, sostiene que el presente es cada vez más difícil de encontrar. Fue succionado para dejar lugar al "futuro de los mercados incontrolados y de un desmesurado potencial inversor". En su Nueva York aparece la ciudad mutiétnica en la que cabe el mundo, pero Packer se siente más en casa ante el goteo de cotizaciones bursátiles de Corea, Japón y Rusia. En el brillo hipnótico de la pantalla líquida ve "el resplandor del capital cibernético". En " Jugadores" , de 1977, el esposo se ve envuelto en un atentado contra la Bolsa de Comercio y su mujer trabaja en el WTC. El matrimonio contempla un avión acercándose demasiado a las Torres Gemelas: "Parece que fuera a chocar", observan. Su realismo es muy próximo a la ciencia ficción. —Para mí la diferencia entre géneros es muy borrosa, en verdad. En Jugadores , el supuesto vaticinio no surge de una teoría previa sobre las finanzas sino de una experiencia al nivel de la calle. Yo tenía un amigo corredor de valores que se pasaba cada mañana en la Bolsa, estamos en los años 70. Yo tenía la idea de un personaje comisionista y él me llevó al piso, algo que hoy no sería posible. Aunque estuve allí apenas una hora, pude entender cómo funcionan la ansiedad, los nervios, la conmoción, la presión intensísima de la vida de los agentes entre las 9 y las 15. Lo sorprendente era lo irreal de toda la situación, los movimientos de gente real haciendo cosas que están más allá de mi entendimiento, su carácter de burbuja, su virtualidad. En la Bolsa no hay nada, ahí no está el dinero, es inmaterial, y sin embargo, gobierna el mundo. Esa visita fue crucial. —Usted ha sido comparado con Ballard y Orwell por este carácter visionario; ¿cómo funciona el radar? —Cada uno de mis libros llega primero como una visión tridimensional. La calle no siempre es la fuente. A veces tengo una idea, otras es una foto que me impacta, como en El hombre del salto , la foto del trabajador que sale de las torres con el portafolio cubierto de polvo. Es misterioso. De hecho, lo que me encanta de la ficción es este misterio: ¿De dónde diablos llegan las ideas? Siempre es difícil saber si uno tomó el camino correcto en la ficción. Claro que el camino correcto no existe, sobre todo si uno va por el comienzo. —En "Los nombres", de 1982, se vislumbra que el mundo está por dar un giro drástico aunque aún no se vea adónde. Se trata de un texto de la Guerra Fría, con personajes de expatriados marcados por la paranoia y los oficios clandestinos. —Lo escribí a fines de los 70. En mi vida y en eso que llama mi carácter visionario, fue importantísima la experiencia de emigrar por tres años a Grecia. Renovó por completo mi manera de hacer ficción y me convenció de la enorme relevancia de la literatura. Tendría que esforzarme mucho y más. El hecho de que estuviera en un país con otro idioma me hizo prestar mayor atención al mío. —Alguna de sus novelas sugiere que usted se inspira en cierto residuo ficcional de las noticias, digamos, en el reflujo de un informativo tal como aparece en un sueño. ¿Fecharía en esa estadía griega la percepción de una globalidad que reptaba bajo la Guerra Fría? —En Atenas tuve una gran perspectiva del terror político y religioso que nos rodeaba. Eran los años de la revolución en Irán y el Líbano estaba en guerra. Atenas estaba llena de refugiados de Beirut y había coches bomba y protestas antiamericanas a toda hora. Ahora que están dando Hunger , el filme notable de Steve McQueen, recordé que entonces las protestas por los militantes del IRA estaban a tope y la embajada norteamericana tenía pintadas con. "Liberen a Bobby Sands", el independentista irlandés que hizo la huelga de hambre. Todo ello fue a dar a Los nombres en base a entradas cotidianas que yo registraba casi como en un diario. Me hizo mucho más consciente de la disciplina que se necesita para crear una novela significativa. Sólo después llegó Libra , cuyo tema, el asesinato de J. F. Kennedy, un hecho de semejante magnitud histórica, me hizo sentir todo el peso de la responsabilidad. El escritor debería sentir siempre la exigencia de los antecedentes literarios. Si uno escribe en inglés, debe tener presentes a los maestros, nombres como James Joyce. —¿Tuvo un llamado del compromiso? —Sí y no... Libra : la empecé al enterarme de que Lee Harvey Oswald, el asesino del presidente Kennedy, vivió y creció en el Bronx, como yo y por los mismos años. Oswald vivía apenas a cinco cuadras de mi casa cuando él tenía 13 y yo 16. Eso me dio la sensación de estar sumergiéndome en un momento crucial de la historia de mi país. Nunca antes me había concebido como esa clase de escritor. Entonces volví a mi viejo barrio y a la casa del asesino de Kennedy. Supongo que eso sigue siendo el nivel de la calle... —Las Torres Gemelas aparecen en pie en tres de sus novelas, antes de aparecer en ruinas en "El hombre del salto". Siempre son una instancia tétrica del circuito urbano. —Es que las vi levantarse en el horizonte, con eso bastaba... Nunca fui optimista sobre el influjo de las Torres. Mi esposa y yo vivíamos en la calle 32 en ese momento, a casi treinta cuadras, y estábamos construyendo una terraza. No bien la construcción superó cierta altura, ya se podía apreciar que era un ejemplo de arquitectura catastrófica, tan descomunal y omnipresente. La única manera de que pudiéramos soportarlas era por su dualidad, una sola habría sido enloquecedora. Al menos siendo dos, se neutralizaban y suavizaban por su diálogo de luces en espejo. —Volvamos a "Cosmópolis". Packer apuesta su fortuna contra el yen. Se publicó en 2003 y fue leída como un retrato de George Soros cuando perdió los dos mil millones apostando contra el rublo. Pero ahora se la lee como su novela sobre las Torres. —¿Cuándo fue lo de Soros? No tenía ni idea, él no fue mi referente. ¿Sabe cómo surgió ese libro? Con la idea de hacer una novela sobre la pesadilla del tránsito entre el este y el oeste de Manhattan en un día laborable. En una de mis caminatas por la ciudad me encontré ante un nuevo edificio resplandeciente en la 47 y la Primera avenida. Me dije, "Podría ser la vivienda de un multimillonario" . La segunda cuestión: a comienzos del 2000 era el delirio de las limusinas blancas. Me dije, "¿Qué pasa, qué hace esta gente en estos ridículos autos descomunales, un pasajero y un conductor en un espacio de diez metros de largo que no deja sitio a nadie? Entonces imaginé a un tipo brutal y al mismo tiempo capaz de conmoverse con la buena poesía –seguramente porque mi librería favorita, el Gotham Book Mar t, que fue devorada por la expansión inmobiliaria, quedaba justo en la 47. Hay más que eso, claro, pero quiero decir que así surgió. La estructura nunca está allí al comienzo, es una construcción lenta. —Allí aparece otro de sus temas, la exploración de una sexualidad muy maquinal, propia de la era de la hiperconexión, ¡casi una pornografía de videojuego! Packer se mueve en altas esferas inmateriales pero coge como un robot en la limo, en un callejón, en una toma de desnudo masivo que evoca una producción de Spencer Tunnick. —Sexo, tiempo y dinero, ¿eh? Llegué a inventar una teoría... Usted conoce el dicho, el tiempo es dinero. Cosmópolis refleja la descomunal importancia que el dinero cobró por estos años, hasta cambiar nuestra percepción del tiempo. El tiempo empezó a pasar más rápido al comienzo del siglo XXI. Eso se vuelve literal en el libro, cuando el personaje ve en su televisor de la limo cosas que aún no han sucedido. El tiempo rebasó sus límites convencionales. Esto es posible porque el mundo occidental tiene esta fijación obsesiva. —¿Cree que el dinero, y no la tecnología, aceleró el tiempo ? —Ambas cosas van juntas, desde luego. Fecharía el cambio de nuestra percepción temporal en los primeros años del presente siglo pero no en el comienzo. Esto fue evidente para mí cuando los dueños de las corporaciones empezaron a recibir más respeto y consideración que los jefes de Estado. Packer está viendo pasar toda su vida en un día, por eso todo es tan intenso, incluso el sexo. Por un lado, él da el sexo por sentado, es algo que se debe hacer; pero por el otro, sexo y dinero son las únicas cosas que lo hacen respirar. Por eso el sexo tiene una cualidad tan tecno; Eric le pide a su guardaespaldas que le dispare con una arma de utilería, para experimentar, cuando jamás le pediría que lo apuñale; no es tecno, la sangre lo espanta. —Después de "Submundo", usted narró relaciones de intimidad y encierro con unos pocos personajes, algunos en soliloquio. ¿Cómo se vuelve a escribir después de una obra así? —Como se vuelve siempre... En mi caso con una idea: una pareja tomando el desayuno a la mañana, la forma en que se mueven en el espacio familiar, la clase de conversación abreviada de quienes se conocen bien. Con Una artista del cuerpo empecé a interesarme mucho en el tiempo. Es tan difícil escribir sobre el tiempo. En esa novela, el Sr. Tuttle anda en busca de una dimensión del tiempo que no es la nuestra. Algunos lo interpretan erróneamente como fruto de la imaginación de la protagonista pero para mí no lo es. Tuttle es de lo más real, sólo que vive en una dimensión fuera de las que nosotros consensuamos como realidad. Tuttle ve todo el tiempo lo que va a ocurrir porque él vive allí, sin pasado, presente ni futuro; y esa es su enfermedad congénita. Fue Einstein quien observó que el tiempo es una ficción; nos reinventamos el tiempo cada mañana para conservar la cordura. —¿Y el espacio? Usted y yo podemos hablar sin saber en qué punto nos encontramos. La presencia del otro ya no es fehaciente. Hoy día somos ubicuos por primera vez en la historia. Podemos ser personajes de Philip Dick. —Especialmente si uno vive en la ciudad, la tecnología vuelve el tiempo más intenso y, sobre todo, inmediato. Es cierto que el espacio también se ha vuelto ficcional. Los relojes digitales separaron el tiempo del espacio. En el reloj de números, la distancia de la aguja relacionaba el tiempo restante para una cita con un tramo material, el que espacio que le faltaba recorrer en el cuadrante. De algún modo, uno encajaba las actividades de modo imaginario allí. Ahora el espacio a recorrer, el tiempo que falta transcurrir ya no está en el instrumento. Es numérico y por lo tanto, virtual. —"Una artista del cuerpo" no les gustó a los críticos de su país. La consideraron europeizante. —Creo que esa no la entendieron. .. En cambio, en Europa motiva adaptaciones para danza, ópera, lo que se le ocurra. No podría decirle por qué me dediqué a los individuos. Pero en todos esos libros, sabía que tendrían pocos personajes y que serían pequeños. —Aunque usted había trabajado el tema, "Submundo" es su novela sobre la Guerra Fría. —Esa sí que surgió de los titulares... En 1951 hubo un histórico partido de béisbol entre los Dogers y los Giants. Cuarenta años después, a raíz del aniversario, volví a recordarlo, yo sentía la picazón misteriosa de que podía llegar a escribir sobre él. Fui a la biblioteca y encontré que en la edición del día posterior, el 4 de octubre, el New York Times había hecho su tapa con dos titulares que competían en idéntico número de líneas, uno, el partido, el otro, la noticia de que los soviéticos habían detonado una bomba atómica en Kazhajstán. La simultaneidad me golpeó. Me lanzó estilo apóstol, "Ve a predicar por el mundo ..." Así fue como me embarqué durante cinco años en esa novela gigantesca. Y por eso la Guerra Fría se convierte en algo tan significativo para el libro, por la detonación. En cambio, Mao II surgió de la foto de un casamiento colectivo de la secta Moon en Corea. La vi y me inquietó, ¿qué diablos hacen todos estos chiflados juntos? Parecían un batallón, salvo que se estaban casando. No eran soldados, eran seiscientos novios. —En sus libros, la identidad del otro, con sus creencias y valores, suele ser una variable de la seguridad urbana, se trate de un terrorista o de un chofer inofensivo. ¿Cómo recibe el regreso de la religión como razón política en el mundo entero? —Bueno, ese otro mundo se siente amenazado por nuestro credo científico; consideran sobre todo que nuestra velocidad contemporánea y los derechos de la mujer ponen su mundo en peligro. Tomemos por ejemplo la clase de religiosidad de los terroristas en el 9/11; el personaje de Hamad, en El hombre del salto , está convencido de que la muerte es más fuerte que la vida y eso lo tiñe todo. Por otro lado, es cierto que cuesta creer y explicarse cómo persiste el fundamentalismo en casa, al punto de negar el darwinismo. La novedad es que algunos autores realmente ilustrados ahora alumbraron este concepto del Diseño Inteligente, a fin de terciar entre esos mundos tan contrapuestos. Usted debe tener en cuenta que los Estados Unidos es un país enorme y sus partes avanzan en eterna reacomodación. A los que llevan varias generaciones en este suelo se sumó la inmigración europea y ahora la asiática; ese cóctel continúa con nuevos ingredientes. Pero claro, hay sectores que no tienen ganas de readaptarse. —¿Ve un futuro para los libros bajo la nueva velocidad? —Tiendo a creer que la literatura trasciende su momento histórico. En cada buen libro hay fragmentos que serán muy significativos para el lector dentro de 30 años. Quien sabe cómo será el mundo en 50 años, quién sabe si habrá lectores... Es más imprevisible de lo que uno imagina. En mi juventud la tendencia general era estudiar en una escuela de cine. Ahora, con la crisis, ¡todos los jóvenes quieren estudiar derecho! Quién lo hubiese dicho, en mi época era lo menos cool del mundo. —Una de las grandes originalidades de su narrativa es el tratamiento del diálogo, de un realismo lacónico y con un montaje veloz. Y lleva ya escritas cuatro obras de teatro. ¿Cómo es pasar de la novela a la dramaturgia? —Uff, creo que si no fuera novelista el teatro me resultaría insoportable pero es interesantísimo entrar en el espacio teatral y aprovechar el intercambio. En los ensayos al principio uno se fastidia porque los actores no han leído la obra de uno y uno cree que están arruinando todo. Pero después ellos se reacomodan. Y además es disparatado ver cómo en una función el público se mata de risa y en la siguiente no se oye una mosca, es misterioso. Todas mis experiencias con el teatro han sido muy buenas. —Ninguno de sus libros fue llevado al cine, algo insólito porque son muy cinematográficos. —Bueno, piénselo de otro modo; quizá he sido afortunado.. . Siempre hay interés pero en todos los casos quienes se entusiasman son directores independientes, que no consiguen fondos para hacer producciones costosas. En cambio siempre hay pedidos europeos para convertir Una artista ... en danza o en ópera. —"Libra" : la historia y la política aparecen como "la suma de todas las cosas que no nos dicen"; es decir, patrañas, una fabricación. En los últimos años la política de su país parecía moverse ya no en la paranoia sino en una lógica criminal casi obscena. Pienso en el nacionalismo beligerante de estos años y también en ese tipo de sadismo que se vio en las imágenes de Abu Graib; tortura con los códigos del porno hardcore. —La gente quiso creer que una política de fuerza como la de Bush la pondría a salvo de otro ataque como el de las Torres. A la gente no le molestó el ataque a Afganistán de 2003, lo justificaron. Pero la invasión de Irak fue otro asunto. El público no quería protestar, había una necesidad de creer en el gobierno olvidando por completo que fue esa misma gestión, sus agencias de inteligencia y sus viejos personajes de la Guerra Fría, los que permitieron que el ataque del 9/11 ocurriera. Tal era la atmósfera que llevó a su reelección en 2004, tan enigmática para el resto del mundo. Entretanto, en el intento de protegernos, emplearon la tortura y abominaron de nuestra Constitución en sus maniobras. No hay que descartar que esas prácticas lleven a juicios políticos. —En "Ruido de fondo" usted lo observa en un diálogo: la tecnología es un factor de domesticación y de conformismo. Luego estalla el accidente de seguridad industrial. "Nos hemos vuelto muy maleables", leemos. —Es que ante la aptitud tecnológica nos volvemos inocentes como niños y muy supersticiosos. Cada invento tecnológico se convierte retrospectivamente en lo que necesitábamos con desesperación. En ese sentido nos hace perder autonomía de maniobra, nos atrofia en modos que no podemos advertir conscientemente. La gente que vive con un celular en el bolsillo, al nivel más sencillo, ya no sabe desempeñarse sin él. Yo no uso celular, ni procesador; escribo con una máquina de tipos muy grandes que me permiten ver la cualidad gráfica, el valor de las letras y su patrón en la página. Otra de las lecciones de Grecia, apreciar el alfabeto en su valor escultórico. —Usted no tiene asesinos seriales sino homicidas muy dedicados, al estilo Oswald o el Benno Levin –¿Bin Laden?– que mata a Packer. Los seriales ya parecen cosa del pasado. Hoy es el tiempo de los jóvenes asesinos múltiples al voleo: ¿serán ellos el nuevo fenómeno "futurible"? —Ah, culpa de la tecnología, ya lo ve... (risas). Muy sencillo, la juventud está muy holgazana; a estos asesinos les da pereza contar...
DeLillo Básico
Nueva York, 1936. Escritor Hijo de inmigrantes italianos y nacido en 1936 en el Bronx, Don DeLillo desarrolló su afinidad por el jazz y el cine (dijo que el cineasta suizo Jean-Luc Godard fue de sus mayores influencias) antes de lanzarse a la literatura. A su primera novela, Americana, le seguirían las obras que le dieron su lugar central en la literatura del cierre del siglo XX, como cronista exquisito del terror de la Guerra Fría: Ruido de fondo (1985), Libra (1988) y Mao II, (1991), hasta la ambiciosa y polifónica Submundo. Varias de sus novelas se centran en algún personaje de la cultura pop, como el jugador de fútbol en End Zone, y un rockero paranoico en Great Jones St.. Su narrativa a menudo parte de los códigos de género para quebrarlos y expandirlos. [giecoleon]
El destierro
Por Jean Francois-Rabel © Boomeran(g)
En su serie clásica de los diez mejores libros del sitio de The Guardian ofrece los diez mejores libros del exilio. Más inglés no es posible:
1. El americano tranquilo de Graham Greene
2. A Woman of Bangkok de Jack Reynolds
3. El cuarteto de Alejandra de Lawrence Durrell
4. The Discovery of Tahiti (El descubrimiento de Tahiti) de George Robertson
5. Cuando partí una mañana de verano de Laurie Lee
6. El caballero del salón de Somerset Maugham
7. Thomas Cook European Railway Timetable (horarios del ferrocaril)
8. Habla, memoria de Vladimir Nabokov
9. Bajo el volcán de Malcolm Lowry
10. País era una fiesta de Ernest Hemingway
Como cualquier lista tiene una cosa insoportable: visión subjetiva, ausencia de obras obvias (Gent, Orwell, Isherwood). Del segundo libro de la lista, no sé nada. Del quinto, sé que es una joya (aparece en el díptico español y lo mejor de lo que escribieron los ingleses entre las dos guerras mundiales). Del décimo, sabemos que tendrá que ocupar el puesto número uno. Pero lo que más me interesa es la ausencia, lógica, de autores de América Latina. Pasaron años y años exiliados en Europa o en EE. UU. por razones políticas, pero en sus obras, de hecho, no se apartaron de sus países. Propongo una ley: a pesar de vivir en el exilio los autores latinos tienen poco talento literario para el destierro. [fontanamoncada]
Ese puerto sí existe
Por PATRICIA DE SOUZA © BABELIA
Hay trozos de poemas que siempre nos acompañan. Yo sé que tengo mis fragmentos, mis compañías, una de ellas es la poesía de Blanca Varela (Lima, 1926-2009). El impacto que me produjo la primera vez que leí Canto Villano (1978) fue rotundo, la certeza de que ya no estaba sola en mi silencioso país. Ella era todo un mito cuando un día alguien me llevó a conocerla, era una tarde mundana, llena de escritores y escritoras. Descubrí a una mujer observadora, intensa, muy consciente de lo que hacía: escribir de forma directa, desencarnada, sin concesiones. El puerto de Varela ha sido siempre de una total desnudez, recorrido por un viento violento, limpio. Y no creo que hubiese podido ser de otra manera. Blanca Varela pertenecía a la generación de Sebastián Salazar Bondy, Emilio A. Westphalen y Jorge E. Eielson, todos ellos dueños de una obra importante, rica, ella, la única mujer de la tribu, muy consciente de que era respetada y leída, pero de que se lo había ganado con esfuerzos. No sólo la lucha por el poema, ese poema como una gran batalla que la arrojaba a la arena, sino el hecho de imponerse en medio de un medio muy masculino. Su astucia era ignorar y tomarse por el centro aunque, cierto, contó muy pronto con el apoyo de Octavio Paz y de los demás poetas de su generación, sin dejar de estar convencida de que la poesía, por más revolucionaria y aguerrida que fuese, no la hacía menos vulnerable. De ahí su fuerza, pero también su tortura: el lenguaje. Recuerdo una tarde paseando por el malecón de Barranco, Blanca me jalaba del brazo y me decía: yo no sé por qué siempre dicen que mi poesía es finalista, tremendista, es realista. Siempre la vi sola por lo que podía conversar con ella en medio de cierto silencio, en esa casa frente al mar que ahora ya no existe y que fue la casa que compartió con Fernando de Syszlo, el pintor.
En sus textos Blanca ha tocado temas fundamentales, sin retórica, sin velo confesional, una de las razones por las cuales marcó un paso importante en la poesía latinoamericana acercándola a Paz, que trató de marcar su propio territorio. Justamente ese puerto que conocía Blanca y que un día ella le dice como primer título a Paz. Ella: el libro se llama, Puerto Supe, que es un puerto en el norte del Perú, y él le contesta: pero, ese puerto no existe. Encontró el título de su primer libro, pero no el descanso, había que limpiar el terreno de rosas "que infestaban la poesía", minarlo un poco para caminar libremente. Por ejemplo, con Casa de cuervos, su poema más baudelaireano, o Currículum Vitae, una mirada alejada de la identidad, porque Blanca siempre se desconocía, creo que también desconocía su talento porque hablaba de sus "cositas" cuando se refería a sus poemas que me servían de compás, de canto villano y que usaba como intertexto: una jaula con barrotes de silencio. O: un magro trozo de celeste cerdo / aquí en mi plato, fragmentos que se unen a imágenes concretas de ella, como le hubiese gustado que dijeran: No hay nada más concreto que la poesía. Nombrar, dividir, viviseccionar la realidad con la vocación de una sacerdotisa, con vocación de rito, ésa era su fuerza. Estoy segura que Blanca hubiese querido que dijera que le apasionaba la vida, que sus años en París, cuando conoció a Sartre y a Simone de Beauvoir, fueron importantísimos, ricos en encuentros, en escritura y en pasiones. Si Blanca no quería extendernos una rosa es porque siempre supo que escribir no es fácil, está lleno de rosas con espinas. Pero un día hallamos un puerto y le ponemos Nombre. [fontanamoncada]
La tierra llena
Por Gorka Andraka © Gara
Inmaculado, inocente, puro… "Como si el mundo entero / una nevada súbita / lo hubiese recubierto / de silencio y blancura", que diría el poeta Ángel González. En el nuevo mundo, la esperanza es blanca. Y está en nuestra mano.
Steven Chu, ministro de Energía de Estados Unidos y premio Nobel de Física, ha propuesto esta semana en Londres blanquearlo todo para luchar contra el cambio climático. Un remedio barato y factible. Si pintásemos de blanco las azoteas de los edificios de las cien mayores ciudades del planeta y de gris cemento el pavimento de sus calles (de blanco cegaría a los conductores) , el calentamiento del planeta no crecería, por lo menos en la próxima década. Sólo ese primer brochazo, en emisiones de CO2, equivaldría a prohibir la circulación de todos los coches del mundo durante diez años.
Las superficies planas pintadas de blanco y los colores claros reflejan, en lugar de absorber, la luz del sol. Hace un par de años, un estudio desveló que los invernaderos de Almería, con sus más de 30.000 hectáreas de terreno ocupadas desde 1980, enfriaban el clima local. El mar de plástico almeriense devolvía tanto sol, tanto calor, que, a diferencia del resto de las ciudades españolas, donde la temperatura media crecía año tras año, en esa tierra había descendido 0,3 grados por década. Un milagro.
Limpio, luminoso, virgen… El nuevo mundo, si es, será blanco. Monocromo. El planeta azul se hundió. Por generoso. El arco iris, estéril y vano derroche de color, pasó a la historia. Por excesivo, disparatado. La tierra brillará como nunca, para envidia del resto de los planetas. Llena. Blanquísima. Perfecta. Fría. Muerta. [lilibrik]
Kabanga o la extremaunción vegetal del deseo
Por Daniela Trottier © mediaIsla
Un día incierto me presentaron Kabanga con ropaje de novia, su ocho y media por once de total blancura adornada de leves trazos en filigrana a manera de diadema. Me quedé prendida del blanquecino atuendo del manuscrito y aunque su crisálida se volvió hermoso libro con sugerente portada, dirijo mis afectos a las huellas primigenias de la palabra en devenir…
Adentrarse en la poesía de Adriano Corrales es franquear un ancho vestíbulo de signos y señas escritos por otros, recorrido obligado por la senda de los decires universales, tales antenas parabólicas que repercutan el sentir poético del planeta. Se accede al jardín del poeta por frondosas inscripciones que preparan el nido.
Primera parte
Enigmas… es lo que surge a la mente. Algunos caracteres –apenas- en la página-desierto donde las contadas palabras toman su fuerza de su escasez y anchura.
Segunda parte
La nacida se convierte en torrente de sensualidad entre mujer y naturaleza, extremaunción vegetal del deseo. El poeta fusiona, en tropical y rica alquimia, esos nadadores del plasma donde texturas de mujer con cabellera feroz, ojos de azufre, pechos racimos, muslos floreciendo, pubis de musgo y piel aromática de bambú encuentran eco en la indomable selva del Caribe. Naufragando en el divino ardor de la carne, el poeta
intuía el zarpazo, la punzada de la araña, el refregón de la serpiente.
De ese fragor de los apetitos Adriano Corrales crea un inaudito lienzo de imágenes.
Tu río es mi río en el nacimiento de tus remos. (…) / Aquí estás mujer mía y de todos, plantada en el primer beso como en el último. (…) / Porque tus muslos encumbrados, tus pechos jadeantes y poderosos, tu boca, tu breve laguna de melaza para la hostia, permanecen y van conmigo. (…) / Y nos desayunamos en silencio.
Ese torrente se ensancha abriéndose a la mujer con mil rostros y vidas surgiendo una y otra vez, corpórea e inasible, en la opacidad del deseo, según el incienso de su hoguera, el tulipán de su disfrute.
… las que sobrevivieron en las doce tablillas de arcilla de la biblioteca de Asurbanipal. / … las que permanecen en las impresiones de la piedra y de la seda. / … O las hermosas, eléctricas, turgentes de vestido rosa / … Vos, mujer clara y obscura de cabellera florida para la cabalgata, altos pechos para el éxtasis y manos de andamio para la mueca de Dios. / … La que amamanta con voz de maga y maestría de orfebre para el sortilegio permanente. / … la mujer de antifaz y látigo… blues posmoderno de la falda imposible.
Y siempre se vuelve a la mujer, a su vulva de insatisfecho paraíso -sentencia el poeta a manera de insólita cosmogonía.
Con todas, reunido en la mujer exacta que nos ama y nos desama cuando tiende la celada. / Pues ciertamente se ama a la mujer como se ama la vida: con pasión, con rabia y cierta hipocondría.
Pero en medio de esos senos apetecidos, esos labios y pezones, de esos cuerpos que han ardido entre otros cuerpos, la bestia del sistema que enajena nunca deja de acechar. El amor como el goce viven en sociedad. Por ello el hombre y la mujer deben estar juntos, la unidad prevalece y la Creación reverdece, concluye el poeta.
Tercera parte
Kabanga, incansable viajero, deja atrás la naturaleza turgente y emprende un viaje por los países de sus afectos y desencuentros.
Una puerta cerrada son mil puertas abiertas, Kabanga.
Una puerta de barrio se abre y surge Managua con su grupo de poetas alborotando la tarde: brindan por el zarpazo telúrico. Una puerta de madera se abre y surge Ciudad de Guatemala con sus aceras vacías, basura, niños en duermevela, frío resplandor de los cuerpos…
La máquina avanza desenfrenada sin rastros de la última guerrilla, sin sucesos de página roja, ni campesinos asesinados en la otra orilla.
Otra puerta se abre sobre imágenes y sensaciones a granel de un road-movie poético con tierras ajenas y amigos queridos e idos; donde el anhelo de una Nueva Orleans imaginada, el frescor nostálgico de un rockero en la tumba de Jim Morrison chocan con el tono agridulce del poeta ante el catedrático presentador de libros de poesía: ruptura de la sintaxis, exterminio del sujeto…
O esa mirada decididamente irónica sobre el círculo de poetas:
No es contra vos que nado contracorriente Kabanga. / Es sobre las sirenas que flotan en esta playa atestada de copas, cigarrillos, alcaloides y palabras discordantes. (…) / No, no es el devaneo del desamor… (…) / Sino palabras enroscándose por el silencio sin que logren certificarse en papel, sangre u obsidiana. / No es contra vos, sino con tu voz que aspiro a romper el círculo del cálculo de onanistas, aduladores de la efigie en primera plana, el prólogo, la reseña, la entrevista, el abrazo de la araña, la sonrisa de escalpelo…
El caracol de la conciencia se hace cada vez más íntimo, cotidiano, interrogante, con caídas de muros y utopías, llegadas de nuevos gurús…
Así, debimos refugiarnos en la arquiteclocura del simulacro, en el horror del puñal y el disparo, en la cadena televisiva de una muerte a plazos… / Me refugio de mí mismo para no saltar sobre el temor de estar siempre dividido entre dos aguas: la lealtad que le debo a las palabras y la rabia de usarlas para lo contrario de lo que ladran.
Adriano Corrales, guerrillero de la parábola en holograma, como se define entre tantos otros intentos, se apuntala también como piedra rodante por el verso sin pose ni misterio. Se interroga sobre su cofradía, la de los poetas; ¿qué sucede con el poeta que no goza de recursos?
El que no pudo exiliarse y se calcinó en su melodía atravesado por quienes regresaron y usurparon la suntuosidad de los días. / Los que combatieron sátrapas y canallas y no son más que héroes olvidados por la historia traicionada.
¿Y del poeta que traga monedas y cuentos?
El que se aísla en su colmillo confidencial para lanzar denuestos e infamias carcomiéndose a sí mismo en su azulada perrumbre. / No acepto evasivas Kabanga, nuestra generación apesta.
Cuarta parte
Ruptura de tono y de grafismo. Impacto certero. L@s elegid@s de Dios, la joy@ de n@cre que sobresale entre l@s kabang@s del joyero… Poema-letanía que responde al eco de las repeticiones dolorosamente encantatorias de Roque Dalton o a la agobiante enumeración de santos inmolados del evangelio de Saramago.
Les he visto retorcerse de hambre por virus bacterias metralla / macilent@s en los desiertos primigenios en los tugurios del trasmundo (…) / invisibilizad@ s por los tratados de comercio los parlamentos unidos (…) / gasead@s en campos de concentración en marchas milenarias / enmudecid@s bajo el bombardeo y el inmenso hongo violeta cerniéndose / sobre torres y cúpulas de ciudades arrasadas / amenazante bajo el sarcófago carcomido de cualquier Chernobil / empalad@s por los conquistadores los de la cruz llameante (…) / arrojad@s a los leones en el Gran Coliseo Posmoderno (…) / ahorcad@s por sus propios hermanos con la soga de la teología / crucificad@s en diferentes poses por infinidad de iglesias y catedrales
El poemario en sus últimas páginas, tal un respirar hondo antes de sumirse en las profundidades, se hace odas, tentativas de diálogo, conversaciones, canto fúnebre…, un pasar revista al mosaico de sensaciones y sentimientos que produce el llamar a la vida seres y recuerdos inasibles. El libro-mastaba se cierra como se abrió: escasos caracteres sobre blanquísimas páginas nos conducen a la fuerza hierática de la palabra-atajo.
Kabanga / El ardor de la sangre como añoranza / De la tumba [Daniela Trottier, escritora, académica y crítica literaria canadiense]
Los piratas no somalíes
Por Nazanín Amirian © Rebelion
El rostro de unos hombres famélicos y asustados al ser detenidos por un petrolero español lo decía todo: no podían ser esos temibles piratas capaces de poner en jaque a los sofisticados barcos de medio mundo que transitan por las aguas africanas. Ya era sospechoso que un bufete de abogados londinense hiciera de intermediario entre los piratas y los países víctimas.
¿Se imaginan que un consultor desde Madrid negociara con los talibanes el rescate de un secuestro en Afganistán y encima cobrara una comisión? Ahora nos enteramos de que los asaltantes recibían información desde Londres sobre los barcos "aptos" para despojar. Aun así, todo indica que el principal objetivo de este terrorismo del mar dirigido por unos delincuentes trajeados no es hacerse con suculentos botines, sino justificar la militarizació n del Golfo de Adén, uno de los corredores más estratégicos del planeta que conecta el Golfo Pérsico, el Mar rojo y el Canal de Suez y por donde pasa el 30% del petróleo del mundo. El Rojo es el único mar controlado por los países árabes, cauce de sus importaciones y exportaciones y su principal fuente de agua dulce.
Es una estrategia con un precedente: en 1991, una veintena de países, liderada por EEUU, ocupó el Golfo Pérsico utilizando el pretexto de liberar el diminuto Kuwait del Ejército de paja de Saddam. ¡Aún siguen allí!
La amenaza de los piratas es una coartada para justificar el control militar sobre el cuerno de África y sus inmensos recursos naturales.
Si una de las caras de esa piratería la forman los mercenarios al servicio de unos intereses geopolíticos, la otra la componen los pescadores somalíes, que ven cómo las transnacionales marítimas saquean sus ricos caladeros y vierten, con total impunidad, toneladas de desechos tóxicos en sus costas. Convertidos en guardacostas voluntarios afirman que, además de robar a los grandes "bandidos del mar", pretenden ahuyentar a los pesqueros extranjeros que se llevan sus mariscos a los restaurantes europeos y dejan sin sustento a miles de familias.
Doble rasero lo de la Oficina Marítima Internacional que, ante tales agravios, ha mirado para otro lado y ahora pide la intervención militar contra los piratas de poca monta. Somalia, al igual que Irak, Afganistán y Pakistán, lleva el apodo de Estado fallido, lo que en la jerga política significa país poseedor de recursos naturales o ruta de su tránsito, apetecible para ser dominado. [ibyqueen]
Puertas y ventanas
Novelas de Mónica Volonteri y Manuel García Cartagena
Amigos y amigas: Quisiéramos compartir con ustedes la alegría de la puesta en circulación de nuestras novelas: Te veré caer y Quisiera ser un pez, las cuales están disponibles gratuitamente desde nuestros respectivos blogs: http://imaginon. wordlpress. com/ http://monicavolont eri.wordpress. com/ Con estas publicaciones inauguramos, al mismo tiempo, ediciones la caverna. Manuel García-Cartagena y Mónica Volonteri.
Libro a libro, puente de encuentro entre autores y lectores
SAN JUAN, PR.- Libro a Libro (http://www. libroalibro. org) es una nueva publicación electrónica de suscripción gratuita enfocada en el mundo editorial hispanohablante con especial énfasis en la promoción de la literatura contemporánea iberoamericana. Libro a Libro será actualizada semanalmente y pretende convertirse en una fuente imprescindible de información sobre el campo editorial, no sólo en Puerto Rico, sino a nivel internacional. Contacto: Ana Ivelisse Feliciano 787-668-8071
Taller de escritura
El taller es para todos. Todos podemos escribir Cuento. Poesía. Novela. Lectura y crítica de textos propios y de autores consagrados. Corrección. Reescritura. Teoría y Técnicas literarias. Profesora Marta Braier. Jueves de 14:30 a 16 hs. Arancel: $150 (por mes) / Duración: Anual ESPACIO Y: Lugar Cultural. Mansilla 2982, PB – C1425BPJ Tel/Fax: 4962-9402. espacioylc@yahoo. com.ar
Concurso "Conociendo Israel 2009"
En conmemoración de su 61 Aniversario y el centenario de la ciudad de Tel Aviv, el Estado de Israel a través de sus Embajadas de Israel en América Latina ha organizado por segunda ocasión el Concurso "Conociendo Israel". Este concurso está abierto a estudiantes Dominicanos Universitarios y Recién graduados, de 19 a 30años, (no están incluidos ciudadanos israelíes). El concurso tendrá dos fases, en la primera el participante debe responder de manera presencial un cuestionario, para medir el conocimiento que tenga la persona sobre Israel. Este primer encuentro se realizara el martes 14 de julio 2009, la hora y el lugar se le informara a cada participante vía mail y/o llamada telefónica. En la segunda fase participaran los 10 ganadores del 1er encuentro. El Objetivos del concurso es motivar a los jóvenes de la Republica Dominicana a conocer más sobre el Estado de Israel. Los Temas a tratar son: *Historia *Ciencia *Economía *Geografía *Tecnología *Gobierno (Su estructura), *Salud *Educación *Religión *Política *Cultura. Los candidatos deben presentar su aplicación a través de la Embajada de Israel en Santo Domingo completando el formulario disponible en esta Embajada. O Solicitándolo por correo electrónico a embajador.israel@ gmail.com Para conocer más sobre el concurso, entra a nuestra página Web: http://santodomingo .mfa.gov. il Johanny Zapata M. Depto. de Comunicación y Relaciones Públicas. 809-920-1501/ 1500/ cel: 809-899-7390.
Corazonada de Mario Benedetti
Incluimos el cuento clásico de la semana, seleccionado por Luis López Nieves: Corazonada, por el autor uruguayo Mario Benedetti [1920-2009]. Pulse sobre el título para leer el cuento en Ciudad Seva.
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